Por: Juan Alberto Flores Rosales. 14/03/2016
Hace poco más de dos años cuando salimos a la calle, eufóricos de vernos tantos cientos y miles de compas, marchando, gritando, desahogándonos en mítines fragorosos, mostramos a plenitud nuestra ingenuidad política, por decir lo menos, que parece no superada aún.
El hecho de creernos que nosotros solos tiraríamos las medidas arbitrarias de la “reforma educativa”, el exceso de confianza demostrado en no aceptar a nadie más que nosotros, los únicos poseedores de la verdad, en “el movimiento” mostró mucho más que candor e inocencia. Reflejó impreparación, improvisación, primitivismo, desorganización.
Cuando el Estado blandió el garrote presupuestal amenazando con descontar días de haber a quienes se atrevieron a iniciar un “paro” caótico muchos de los aguerridos vociferantes de las marchas, guardaron de inmediato el megáfono y regresaron con un sentimiento de derrota a las aulas y nunca más se ha vuelto a saber de ellos. Algunos “vivos” negociaron a espaldas nuestras obteniendo migajas que ahora pelean entre ellos con famélicos afanes.
En esos días de frenesí y agitación perdimos la gran oportunidad de habernos acercado a la sociedad, a la comunidad, a los padres y madres de alumnos para platicar con ellos e incorporarlos a nuestra lucha. De haber impulsado un amplio movimiento social que englobara las demandas de amplios sectores de la sociedad, injustamente tratados por un régimen despótico que nos ha empobrecido.
Desde entonces, tras el repliegue hemos perdido lamentablemente el tiempo en buscar quien nos salve de nuestros agobios ante la “la evaluación” del desempeño docente y de manera egoísta e individualista afín a la formación recibida “por competencia” buscamos única y exclusivamente “salvar el pellejo”. ¿Y los demás? ¡Bah! … ¿quién piensa en los demás ahora? ¿Quién piensa ahora en la articulación del movimiento en las escuelas? ¿Quién imagina, propone, articula mecanismos de enlazamiento con la comunidad, con los movimientos sociales, con los grupos que defienden la tierra, el agua, el empleo, los derechos humanos?.
Hay un mecanismo de evasión colectiva que los estudiosos podrán explicar mejor que este ignaro profesor de banquillo, consistente en creer que algo o alguien vendrá a salvarnos de manera mágica y milagrosa del sótano en el que nos encontramos. Pensamos que en automático nuestras condiciones podrán ser mejores y cerramos los ojos esperando que al abrirlos nuevamente, haya ocurrido el prodigio esperado: ¡Se acabó el sufrimiento!
Ahora está en curso un proceso electoral altamente definitorio de nuestra condición de parias y con la misma parsimonia demostrada en estos dos años, nos volvemos agudos comentaristas en los pasillos y corrillos del plantel pero no movemos un solo dedo para hacer promoción consiente, razonada con nuestros pares, comunidades, colegas y personas de nuestras localidades.
Han surgido algunos apellidos ilustres que pasarán a mejor vida (presupuestal) pero NO SE OBSERVA la activa conformación de un frente unitario, que aglutine demandas sociales, que motive y llame a la transformación en todos los órdenes a la sociedad, sólo se aprecia, desde ahora, una más de las diversas disputas por el HUESO, por la nómina del congreso, por la oportunidad de comer con manteca dos años pero no por el amplio movimiento de transformación social de Veracruz.
Estamos a tiempo aún, camaradas, de impulsar una verdadera insurgencia y no sólo magisterial, sino popular, social, que devuelva a Veracruz su grandeza y prestigio integral.
Fotografía: taringa