Por: Chris Hedges. 25/09/2021
El totalitarismo corporativo se está expandiendo rápidamente, y no sólo van a por Assange o Manning. Van contra todo aquél que desafíe su narrativa oficial.
Una parte superficial de la vasta red subterránea de agencias gubernamentales y de inteligencia de todo el mundo dedicadas a destruir WikiLeaks y arrestar a su fundador, Julian Assange, espera afuera del edificio de ladrillos rojos en Hans Crescent Street que alberga la Embajada de Ecuador. Assange, el refugiado político más conocido del mundo, ha estado en la embajada desde que se le ofreció refugio allí en junio pasado. La policía británica, con chalecos negros de Kevlar, está encaramada día y noche en los escalones que conducen al edificio, y otros esperan en el vestíbulo directamente frente a la puerta de la embajada. Un oficial está parado en la esquina de una calle lateral frente a los icónicos grandes almacenes Harrods, a media manzana de distancia en Brompton Road. Otro oficial mira por la ventana de un edificio vecino a unos metros de la habitación de Assange en la parte trasera de la embajada. La policía se sienta las veinticuatro horas del día en una camioneta de comunicaciones con un conjunto de antenas que presumiblemente captura todas las formas electrónicas de comunicación de la suite de la planta baja de Assange.
El Servicio de Policía Metropolitana (MPS), o Scotland Yard, dijo que el costo estimado de rodear la Embajada de Ecuador desde el 19 de junio de 2012, cuando Assange ingresó al edificio, hasta el 31 de enero de 2013, es el equivalente a $ 4.5 millones.
Gran Bretaña ha rechazado una solicitud ecuatoriana de que se le otorgue a Assange un pasaje seguro a un aeropuerto. Está en el limbo. Es, dijo el mismo Assange, como vivir en una “estación espacial”.
“El statu quo, para ellos, es una derrota”, dijo Assange refiriéndose a la campaña liderada por Estados Unidos contra él mientras estábamos sentados en su pequeña sala de trabajo, abarrotada de cables y equipos informáticos. Tenía la cabeza llena de canas y barba incipiente en el rostro y vestía una tradicional camisa ecuatoriana bordada en blanco. “El Pentágono amenazó a WikiLeaks y a mí personalmente, nos amenazó ante el mundo entero, exigió que destruyéramos todo lo que habíamos publicado, exigió que dejemos de ‘solicitar’ nueva información a los denunciantes del gobierno de Estados Unidos, exigió, en otras palabras, la aniquilación total de un editor. Declaró que si no nos autodestruíamos de esta manera, estaríamos ‘obligados’ a hacerlo”.
“Pero han fallado”, prosiguió. “Ellos establecieron las reglas sobre lo que era una victoria. Perdieron en cada batalla que plantearon. Su derrota es total. Hemos ganado las cosas importantes. La pérdida de prestigio es difícil de exagerar. El Pentágono volvió a emitir sus amenazas el 28 de septiembre del año pasado. Esta vez nos reímos. Las amenazas se inflan rápidamente. Ahora el Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de Estado tienen la intención de mostrarle al mundo lo vengativos perdedores que son a través de la persecución de Bradley Manning, de mí y de la organización en general”.
Assange, Manning y WikiLeaks, al hacer público en 2010 medio millón de documentos internos del Pentágono y el Departamento de Estado, junto con el video de 2007 de pilotos de helicópteros estadounidenses disparando despreocupadamente a civiles iraquíes, incluidos niños, y dos periodistas de Reuters, expuso la hipocresía del imperio, su violencia indiscriminada y el uso de torturas, mentiras, sobornos y crudas tácticas de intimidación. WikiLeaks mostró el funcionamiento interno del imperio -la función más importante de la prensa- y por esto se ha convertido en su presa. Aquellos en todo el mundo con las habilidades informáticas para descubrir sus secretos son ahora los más temidos por el imperio. Si perdemos esta batalla, si estos rebeldes son derrotados, significará el advenimiento de la oscura noche del totalitarismo corporativo. Si ganamos, si se desenmascara el estado corporativo, éste se puede destruir.
Funcionarios del gobierno estadounidense citados en cables diplomáticos australianos obtenidos por The Saturday Age describieron la campaña contra Assange y WikiLeaks como “sin precedentes tanto en su escala como en su naturaleza”. El alcance de la operación también se ha extraído de las declaraciones realizadas durante la audiencia previa al juicio de Manning. Según parece, el Departamento de Justicia de EE. UU pagará al contratista ManTech de Fairfax, Virginia, más de millones de dólares solo este año por un sistema informático que -según la licitación- parece diseñado para manejar los documentos de la acusación. La partida del gobierno hace referencia únicamente al “Mantenimiento de hardware y software de WikiLeaks”.
El fiscal principal en el caso Manning, el mayor Ashden Fein, le dijo al tribunal que el expediente del FBI que trata de la filtración de documentos gubernamentales a través de WikiLeaks tiene “42.135 páginas o 3.475 documentos”. Esto no incluye un gran volumen de material acumulado por una investigación del jurado. Según Fein, Manning representa solo 8.741 páginas o 636 documentos diferentes en ese archivo clasificado del FBI.
No hay divergencias entre los departamentos gubernamentales o los dos principales partidos políticos estadounidenses sobre cuál debería ser el destino de Assange. “Creo que deberíamos ser claros aquí. WikiLeaks y las personas que le difunden información a este tipo de organizaciones son criminales”, dijo el entonces secretario de prensa Robert Gibbs, hablando en nombre de la administración Obama, durante una conferencia de prensa en 2010.
La senadora Dianne Feinstein, una demócrata, y el entonces senador Christopher S. Bond, un republicano, escribieron en una carta conjunta al fiscal general de los EE. UU pidiendo el enjuiciamiento de Assange: “Si el Sr. Assange y sus posibles cómplices no pueden ser acusados mediante la Ley de Espionaje (o cualquier otro estatuto aplicable), tenga en cuenta que estamos listos y dispuestos a apoyar sus esfuerzos para ‘cerrar esas brechas’ en la ley, tal como mencionó…”
La republicana Candice S. Miller, congresista por Michigan, dijo en la Cámara: “Es hora de que la administración Obama trate a WikiLeaks por lo que es: una organización terrorista, cuya operación continua amenaza nuestra seguridad. Apágalo. Apágalo. Es hora de acabar con este terrorista, este sitio web terrorista, WikiLeaks. Ciérrelo, Fiscal General [Eric] Holder”.
Al menos una docena de agencias gubernamentales estadounidenses, incluido el Pentágono, el FBI, el Departamento de Investigación Criminal del Ejército, el Departamento de Justicia, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional y el Servicio de Seguridad Diplomática, están asignadas al caso de WikiLeaks, mientras que la CIA y la Oficina del Director de Inteligencia Nacional están asignadas para rastrear las supuestas violaciones de seguridad de WikiLeaks. El asalto global, que hizo que Australia amenazara con revocar el pasaporte de Assange, es parte de la aterradora metamorfosis de la “guerra contra el terror” en una guerra más amplia contra las libertades civiles. Se ha convertido en una cacería no de terroristas reales, sino de todos aquellos con la capacidad de exponer los crecientes crímenes de la élite del poder.
Esta dinámica ha arrasado con cualquier persona u organización que se ajuste al perfil de aquellos con las habilidades técnicas y la inclinación para excavar en los archivos del poder y difundirlo entre el público. Ya no importa si han cometido un delito. El grupo Anonymous, que ha montado ataques cibernéticos contra agencias gubernamentales a nivel local y federal, vio a Barrett Brown, un periodista asociado con Anonymous y que se especializa en contratistas militares y de inteligencia, arrestado junto con Jeremy Hammond, un activista político que presuntamente proporcionó a WikiLeaks 5,5 millones de correos electrónicos entre la firma de seguridad Strategic Forecasting (Stratfor) y sus clientes. Al parecer, Brown y Hammond fueron detenidos debido a las acusaciones hechas por un informante llamado Héctor Xavier Monsegur, conocido como Sabu, que parece haber intentado tender una trampa a WikiLeaks mientras estaba bajo la supervisión del FBI.
Para atrapar y espiar a los activistas, Washington ha utilizado una serie de informantes, incluido Adrian Lamo, quien vendió a Bradley Manning al gobierno de Estados Unidos.
Los colaboradores o partidarios de WikiLeaks son detenidos de forma rutinaria, a menudo en aeropuertos internacionales, y se intenta reclutarlos como informantes. Jérémie Zimmerman, Smári McCarthy, Jacob Appelbaum, David House y una de las abogadas de Assange, Jennifer Robinson, han sido abordados o interrogados. Las tácticas suelen ser de mano dura. McCarthy, un islandés y activista de WikiLeaks, fue detenido e interrogado extensamente cuando ingresó a Estados Unidos. Poco después, tres hombres que se identificaron como miembros del FBI se acercaron a McCarthy en Washington. Los hombres intentaron reclutarlo como informante y le dieron instrucciones sobre cómo espiar WikiLeaks.
El 24 de agosto de 2011, seis agentes del FBI y dos fiscales aterrizaron en Islandia en un jet privado. El equipo le dijo al gobierno islandés que había descubierto un plan de Anonymous para piratear las computadoras del gobierno islandés. Pero pronto quedó claro que el equipo había llegado con una agenda muy diferente. Los estadounidenses pasaron los días siguientes, en flagrante violación de la soberanía islandesa, interrogando a Sigurdur Thordarson, un joven activista de WikiLeaks, en varias habitaciones de hotel de Reykjavik. Después de que el equipo estadounidense fuera descubierto por el Ministerio del Interior de Islandia y expulsado del país, Thordarson fue llevado a Washington para cuatro días de interrogatorio adicional. Thordarson parece haber decidido cooperar con el FBI. Se informó en la prensa islandesa que fue a Dinamarca en 2012 y vendió al FBI discos duros de computadora de WikiLeaks robados por alrededor de 5.000 dólares.
Ha habido órdenes secretas de búsqueda de información de proveedores de servicios de Internet, incluidos Twitter, Google y Sonic, así como la incautación de información sobre Assange y WikiLeaks de la empresa Dynadot, un registrador de nombres de dominio y alojamiento web.
La maleta y el ordenador de Assange fueron robados en un vuelo de Suecia a Alemania el 27 de septiembre de 2010. Sus tarjetas bancarias fueron bloqueadas. La cuenta de donación principal de Moneybookers de WikiLeaks se cerró después de haber sido colocada en una lista negra en Australia y en una “lista de vigilancia” en los Estados Unidos. Empresas de servicios financieros como Visa, MasterCard, PayPal, Bank of America, Western Union y American Express, tras las denuncias de WikiLeaks por parte del gobierno de Estados Unidos, incluyeron a la organización en la lista negra. El mes pasado, la Corte Suprema de Islandia determinó que la lista negra era ilegal y ordenó que se levantara en Islandia el 8 de mayo. Adicionalmente, cabe destacar que ha habido frecuentes ataques masivos contra la infraestructura de WikiLeaks.
También hay una campaña de desprestigio bien orquestada contra Assange, que incluye descripciones erróneas en el caso de conducta sexual inapropiada presentado contra él por la policía sueca. Assange no ha sido nunca acusado formalmente de ningún delito. Las dos mujeres involucradas no lo han acusado de violación.
Por su parte, el heroísmo de Bradley Manning incluye a su firme negativa, a pesar de lo que parece ser una tremenda presión, a implicar a Assange en el espionaje. Si Manning alegara que Assange le había dado instrucciones sobre cómo descubrir documentos clasificados, Estados Unidos podría intentar acusar a Assange de espionaje.
Assange buscó asilo en la embajada de Ecuador tras agotar su lucha por evitar la extradición del Reino Unido a Suecia. Él y sus abogados dicen que una extradición a Suecia significaría una extradición a Estados Unidos. Si Suecia se negara a cumplir con las demandas estadounidenses de Assange, el secuestro o la “entrega extraordinaria” seguiría siendo una opción para Washington.
El supuesto del secuestro recibió cobertura legal en un memorando de 1989 emitido por el Departamento de Justicia que establece que “el FBI puede usar su autoridad legal para investigar y arrestar a personas por violar la ley de los Estados Unidos, incluso si las acciones del FBI contravienen el derecho internacional consuetudinario” y que un “arresto que sea incompatible con el derecho internacional o extranjero no viola la Cuarta Enmienda”. Este es un ejemplo asombroso del doble discurso orwelliano del estado de la seguridad y la vigilancia. La persecución de Assange y WikiLeaks y la práctica de entregas extraordinarias encarnan la destrucción de la Cuarta Enmienda, que fue diseñada para proteger a la ciudadanía de registros e incautaciones irrazonables y requiere que cualquier orden judicial sea sancionada judicialmente y respaldada por una causa probable.
En agosto pasado, Estados Unidos apresó dos suecos y un británico en algún lugar de África (seguramente fue en Somalia) y los retuvo en uno de nuestros sitios negros. De repente reaparecieron, con el británico despojado de su ciudadanía, en un tribunal de Brooklyn en diciembre enfrentando cargos de terrorismo. Suecia, en lugar de oponerse a la extradición de sus dos ciudadanos, retiró los cargos suecos contra los prisioneros para permitir que ocurriera la entrega. Los prisioneros, informó The Washington Post, fueron acusados en secreto por un gran jurado federal dos meses después de ser apresados.
La persistencia de WikiLeaks, a pesar del ataque, ha sido notable. En 2012 publicó algunos de los 5,5 millones de documentos enviados desde o hacia la empresa de seguridad privada Stratfor. Los documentos, conocidos como “los archivos de inteligencia global”, incluían un correo electrónico con fecha del 26 de enero de 2011 de Fred Burton, un vicepresidente de Stratfor, quien escribió: “No publicar. Nosotros [el gobierno de Estados Unidos] tenemos una acusación sellada contra Assange. Por favor proteja”.
La incursión más reciente de WikiLeaks en la divulgación de documentación incluye los archivos de Kissinger, o la Biblioteca Pública de WikiLeaks sobre la diplomacia estadounidense. Los archivos, que han incorporado un motor de búsqueda notable, brindan acceso a 1,7 millones de comunicaciones diplomáticas, alguna vez confidenciales pero ahora en el registro público, que se enviaron entre 1973 y 1976. Henry Kissinger, Secretario de Estado de septiembre de 1973 a enero de 1977, fue el autor de muchos de los 205.901 cables que tratan de sus actividades.
De acuerdo con los archivos parece que el difunto primer ministro indio Rajiv Gandhi pudo haber sido contratado por el grupo sueco Saab-Scania para ayudar a vender su avión de combate Viggen a India, mientras que su madre, Indira Gandhi, era primera ministra.
En 1975, Kissinger, durante una conversación con el embajador de Estados Unidos en Turquía y dos diplomáticos turcos y chipriotas, aseguró a sus anfitriones que podía evitar un embargo de armas oficial en vigor en ese momento. Se le cita en los documentos diciendo: “Antes de la Ley de Libertad de Información, solía decir en las reuniones: Lo ilegal lo hacemos de inmediato; lo inconstitucional tarda un poco más [risas]. Pero desde la Ley de Libertad de Información, tengo miedo de decir cosas así”.
Los documentos, además de detallar las colaboraciones con las dictaduras militares en España y Grecia, muestran que Washington creó una exención de tortura para permitir que el gobierno militar de Brasil reciba ayuda estadounidense.
Los documentos se obtuvieron de la Administración Nacional de Archivos y Registros y tardaron un año en prepararse en un formato digital accesible. “Es esencialmente lo que estaba haciendo Aaron Swartz, poner a disposición documentos que hasta ahora eran difíciles de acceder o que solo se podían obtener a través de un intermediario”, dijo Assange en la entrevista.
Swartz fue el activista de internet arrestado en enero de 2011 por descargar más de 5 millones de artículos académicos de JSTOR, una biblioteca en línea para revistas académicas. Swartz fue acusado por fiscales federales de dos cargos de fraude electrónico y once violaciones de la Ley de Abuso y Fraude Informático. Los cargos conllevan la amenaza de 1 millón de dólares en multas y 35 años de prisión. Swartz se suicidó el pasado 11 de enero.
Assange, de 41 años, trabaja la mayor parte de la noche y duerme hasta altas horas de la tarde. A pesar de que usa un dispositivo de luz ultravioleta, estaba pálido, lo que no es sorprendente para alguien que no ha estado expuesto a la luz solar durante casi un año. Rara vez concede entrevistas. Una cinta de correr estaba apoyada contra una pared de su habitación; dijo que lo configura y trata de correr entre 3 y 5 millas todos los días. Recibe visitas de un entrenador personal, con quien practica calistenia y boxeo. Es larguirucho, mide 6 pies y 2 pulgadas de alto y destila una energía cruda y nerviosa. Salta, a veces de forma desconcertante, de un tema a otro, de una idea a otra, y sus palabras se apresuran a seguir el ritmo de sus pensamientos en cascada. Trabaja con un personal reducido y tiene un flujo constante de visitantes, incluidas celebridades como Lady Gaga. Cuando la embajadora ecuatoriana Ana Alban Mora y Bianca Jagger se presentaron a última hora de una tarde, Assange bajó los vasos y les sirvió a todos whisky de una reserva de licor que guarda en un armario. Sus visitantes charlaban en una pequeña mesa redonda, sentados en sillas de cuero sintético. Jagger quería saber cómo proteger su sitio web de los piratas informáticos. Assange le dijo que “hiciera muchas copias de seguridad”.
Es desde esta sala que Assange y sus seguidores han montado una campaña electoral para un escaño en la cámara alta del Parlamento de Australia. Las encuestas públicas del estado de Victoria, donde Assange es candidato, indican que tiene buenas posibilidades de ganar.
Assange se comunica con su red global de asociados y simpatizantes hasta diecisiete horas al día a través de numerosos teléfonos celulares y una colección de computadoras portátiles. Cifra sus comunicaciones y tritura religiosamente todo lo que se escribe en papel. Los frecuentes movimientos del cordón policial fuera de su ventana dificultan el sueño. Y extraña a su hijo, a quien crió como padre soltero. También puede tener una hija, pero no habla públicamente sobre sus hijos, negándose a revelar sus edades o dónde viven. Su familia, dijo, ha recibido amenazas de muerte. No ha visto a sus hijos desde que comenzaron sus problemas legales. El costo emocional es tan pesado como el físico.
Assange dijo que considera que el papel principal de WikiLeaks es dar voz a las víctimas de las guerras estadounidenses y las guerras subsidiarias (proxy wars) mediante el uso de documentos filtrados para contar sus historias. La publicación de los archivos de la Guerra de Afganistán e Irak, dijo, reveló el alcance de la muerte y el sufrimiento de civiles, y la plétora de mentiras contadas por el Pentágono y el estado para ocultar el número de víctimas. Los registros, dijo Assange, también desenmascararon la decadencia de la prensa tradicional y su obsequioso servicio como propagandistas de guerra.
“Había 90.000 registros en los archivos de la guerra afgana”, dijo Assange. “Tuvimos que mirar diferentes ángulos en el material para sumar el número de civiles que habían muerto. Estudiamos los registros. Clasificamos los eventos de diferentes formas. Me preguntaba si podríamos averiguar la mayor cantidad de civiles muertos en un solo evento. Resultó que esto ocurrió durante la Operación Medusa, dirigida por las fuerzas canadienses en septiembre de 2006. El gobierno local respaldado por Estados Unidos era bastante corrupto. Los talibanes eran, en efecto, la oposición política y tenían mucho apoyo. Los lugareños se levantaron contra el gobierno. La mayoría de los jóvenes de la zona, desde una perspectiva política, eran talibanes. Hubo una ofensiva gubernamental que encontró una fuerte resistencia. La ISAF [la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad dirigida por la OTAN] llevó a cabo un gran barrido. Fue de casa en casa. Luego, un soldado estadounidense fue asesinado. Llamaron a una cañonera AC-130. Este es un avión de carga C-130 reacondicionado con cañones en el costado. Dio vueltas por encima e hizo una lluvia de proyectiles. Los registros de guerra dicen que 181 “enemigos” murieron. Los registros también dicen que no hubo heridos ni capturados. Fue una masacre significativa. Este evento, el día en que la mayor cantidad de personas murieron en Afganistán, nunca ha sido debidamente investigado por los medios tradicionales”.
La Operación Medusa, que ocurrió a veinte millas al oeste de Kandahar, se cobró la vida de cuatro soldados canadienses e involucró a unos 2.000 soldados de la OTAN y afganos. Fue una de las mayores operaciones militares de la ISAF en la región de Kandahar.
Assange buscó relatos de reporteros que estaban en la escena y lo que descubrió lo horrorizó. Vio a un periodista de guerra canadiense, Graeme Smith del Toronto Globe and Mail, usar estas palabras en un sitio web militar canadiense para describir sus experiencias durante la Operación Medusa:
En septiembre de 2006 tuve una de las experiencias más intensas de mi vida. Estaba en el frente de algo llamado Operación Medusa. Fue una gran ofensiva canadiense contra los talibanes que se concentraron en las afueras de la ciudad de Kandahar. Los talibanes estaban cavando trincheras e intimidando a los lugareños, y los canadienses decidieron desplegarse allí en grandes cantidades y expulsarlos. Viajaba con un pelotón que se hacía llamar los “Nómadas”. Se trataba de tipos que habían sido enviados por todas partes, ya sabes, una especie de caja de 50.000 kilómetros cuadrados a los mismos límites de la ciudad de Kandahar, por lo que se movían todo el tiempo; nunca dormían en el mismo lugar dos veces e incluso se habían inventado estos pequeños parches para sus uniformes que decían “Nómadas” en ellos. Los nómadas me acogieron y me convirtieron en uno de ellos. Pasé lo que originalmente se suponía que era solo una integración de dos o tres días con ellos, extendido en dos semanas. No tenía una muda de ropa interior. No tenía una muda de camisa. Recuerdo que me duché con mi ropa, lavé primero la ropa de mi cuerpo, luego me quité la ropa y me lavé el cuerpo, y eso fue solo usando un cubo como ducha. Fue una experiencia intensa. Dormí con mi chaleco antibalas muchas noches. Estábamos bajo fuego juntos, ya sabes, oíamos los RPG[1] silbando a nuestro alrededor. Una vez estaba parado detrás de un transporte de tropas y nos estábamos relajando un poco, estábamos en un momento de depresión, y creo que algunos chicos tomaron café alrededor del vehículo y escuché un fuerte golpe junto a mi oreja derecha. Era como si alguien se hubiera acercado sigilosamente detrás de mí y me hubiera gastado una broma aplaudiendo junto a mi oreja. Me di la vuelta para decir, oye, eso no es muy gracioso, es un poco ruidoso, y todos los soldados estaban tirados en el suelo porque saben qué hacer cuando llega una ronda de fuego, y yo no porque [se ríe] fue mi primera vez bajo fuego. Así que me tiré al suelo también. Como que me habían convertido en uno de ellos, me dieron un pequeño parche de “Nómadas” que pegué a mi chaqueta antibalas y, como periodista, intentas evitar el auto-engaño, pero sentí una sensación de pertenecer con esos chicos.
“El comportamiento de este hombre, la forma en que describe la vida al aire libre, me llevó a entender que aquí había alguien que nunca había boxeado, escalado montañas, jugado rugby, o había estado involucrado en cualquiera de estas actividades habitualmente masculinas”, Assange dijo. “Ahora, por primera vez, se siente un hombre. Ha ido a la batalla. Fue uno de los muchos ejemplos del fracaso de los reporteros de guerra en informar sobre la verdad. Ellos eran parte del equipo”.
Assange tiene razón. La prensa de una nación en guerra, en cada conflicto que cubrí, es un engranaje más de la máquina, animadora de la matanza e incansables creadores de mitos para la guerra y el ejército. A los pocos renegados dentro de la prensa que se niegan a ondear la bandera y enaltecen servilmente a las tropas, no se les otorgarán una serie de virtudes como el heroísmo, el patriotismo o el coraje, se encontraran a sí mismos como parias en las salas de redacción y serán atacados brutalmente por el Estado, como ha sido el caso de Assange y Manning.
Como reportero de The New York Times, estaba entre los que se esperaba que estimulara a las fuentes dentro de los órganos de poder para proporcionar información, incluida información ultrasecreta. Los Papeles del Pentágono, publicados en el Times en 1971, y la exposición del Times -ganadora del Pulitzer en 2005- sobre las escuchas telefónicas sin orden judicial de ciudadanos estadounidenses por parte del Consejo de Seguridad Nacional utilizaron documentos de “alto secreto”, una clasificación más restringida que el “secreto” de los documentos publicados por WikiLeaks. Pero a medida que la prensa tradicional se atrofia con una velocidad vertiginosa, efectivamente castrada por el uso de la Ley de Espionaje por parte de Barack Obama media docena de veces desde 2009 para atacar a informadores internos como Thomas Drake, los renegados -personas como Assange y Manning- deben dar un paso al frente e informar al público.
Los documentos que publicó WikiLeaks, por muy inquietantes que fueran, invariablemente tenían un sesgo en favor de Estados Unidos. La realidad en la guerra suele ser mucho peor. Aquellos contados como combatientes enemigos muertos son a menudo civiles. Las unidades militares redactan sus propios informes posteriores a la acción y, por lo tanto, intentan justificar u ocultar su comportamiento. A pesar de la acalorada retórica del estado, nadie ha proporcionado evidencia de que cualquier cosa publicada por WikiLeaks haya costado vidas. El entonces secretario de Defensa, Robert Gates, en una carta de 2010 al senador Carl Levin admitió este mimo hecho. Escribió a Levin: “La evaluación inicial de ninguna manera descarta el riesgo para la seguridad nacional. Sin embargo, la revisión hasta la fecha no ha revelado ninguna fuente de inteligencia sensible ni métodos comprometidos por la divulgación”.
The New York Times, The Guardian, El País, Le Monde y Der Spiegel imprimieron copias redactadas de algunos de los archivos de WikiLeaks y luego arrojaron rápidamente a Assange y Manning a los tiburones. No solo era moralmente repugnante, sino también asombrosamente miope. ¿Creen estas organizaciones de noticias que si el estado cierra organizaciones como WikiLeaks y encarcela a Manning y Assange, los medios tradicionales de noticias se quedarán tranquilos? ¿No pueden atar cabos entre los enjuiciamientos de los denunciantes del gobierno bajo la Ley de Espionaje, las escuchas telefónicas sin orden judicial, el monitoreo de las comunicaciones y la persecución de Manning y Assange? ¿No les preocupa que cuando el estado termine con Manning, Assange y WikiLeaks, estos medios de comunicación atrofiados sean los siguientes? ¿No se han dado cuenta de que se trata de una guerra de una élite empresarial global, no contra una organización o un individuo, sino contra la libertad de prensa y la democracia?
Y, sin embargo, Assange es sorprendentemente optimista, al menos a corto y mediano plazo. Él cree que el sistema no puede protegerse por completo de aquellos que destruyen sus muros digitales.
“El estado de seguridad nacional puede intentar reducir nuestra actividad”, dijo. “Puede estrechar el cerco un poco más. Pero hay tres fuerzas que actúan en su contra. El primero es la vigilancia masiva necesaria para proteger su comunicación, incluida la naturaleza de su criptología. En el ejército, ahora todo el mundo tiene una tarjeta de identificación con un pequeño chip para que sepa quién está conectado a qué. Un sistema tan vasto es propenso al deterioro y avería. En segundo lugar, existe un conocimiento generalizado no solo sobre cómo filtrar, sino también sobre cómo filtrar y no ser atrapado, cómo incluso evitar la sospecha de que se está filtrando. Los sistemas militares y de inteligencia recopilan una gran cantidad de información y la mueven rápidamente. Esto significa que también puede sacarlo rápidamente. Siempre habrá personas dentro del sistema que tengan una agenda política que les lleve a desafiar la autoridad. Sí, existen disuasiones generales, como cuando el DOJ [Departamento de Justicia] procesa y acusa a alguien. Pueden disuadir a las personas de este comportamiento. Pero lo contrario también es cierto. Cuando ese comportamiento tiene éxito, es un ejemplo. Anima a los demás. Por eso quieren eliminar a todos los que brindan este estímulo”.
“La perspectiva a medio plazo es muy buena”, dijo. “La educación de los jóvenes se realiza en Internet. No se puede contratar a nadie que sea experto en cualquier campo sin que se haya formado en Internet. Los militares, la CIA, el FBI, todos no tienen más remedio que contratar entre un grupo de personas que han sido educadas en Internet. Esto significa que están contratando a nuestros topos en grandes cantidades. Y esto significa que estas organizaciones verán disminuir su capacidad para controlar la información a medida que se contraten más y más personas con nuestros valores”.
Sin embargo, es posible que a largo plazo la perspectiva no pueda ser tan optimista. Assange completó recientemente un libro con tres coautores, Jacob Appelbaum, Andy Müller-Maguhn y Jérémie Zimmermann, llamado Cypherpunks: Freedom and the Future of the Internet. Advierte que estamos “galopando hacia una nueva distopía transnacional”. Internet se ha convertido no solo en una herramienta para educar, escriben, sino en el mecanismo para cimentar una “distopía de vigilancia posmoderna” que es supranacional y está dominada por el poder corporativo global. Este nuevo sistema de control global “fusionará a la humanidad global en una red gigante de vigilancia y control masivos”. Es solo a través del cifrado que podemos protegernos, argumentan, y solo rompiendo los muros digitales del secreto erigidos por la élite del poder podemos eliminar el secreto de estado. “Internet, nuestra mayor herramienta de emancipación”, escribe Assange, “se ha transformado en el facilitador más peligroso del totalitarismo que jamás hayamos visto”.
Estados Unidos, según uno de los abogados de Assange, Michael Ratner, parece estar listo para apresar a Assange en el momento en que salga de la embajada. Washington no quiere ser parte en dos solicitudes de extradición en competencia a Gran Bretaña. Pero Washington, con una acusación sellada del jurado preparada contra Assange, puede tomarlo una vez que se resuelva el embrollo sueco, o puede tomarlo si Gran Bretaña toma la decisión de no extraditar. Neil MacBride, quien ha sido mencionado como un posible jefe del FBI, es el fiscal federal del distrito este de Virginia, que dirigió la investigación del jurado, y parece haber completado su trabajo.
Assange dijo: “El jurado estuvo muy activo a fines de 2011, reuniendo testigos, obligándolos a testificar y obteniendo documentos. Sin embargo, ha sido mucho menos activo durante 2012 y 2013. El Departamento de Justicia parece estar listo para proceder con el enjuiciamiento propiamente dicho inmediatamente después del juicio de Manning”.
Assange habló repetidamente sobre Manning, con evidente preocupación. Ve en el joven soldado del Ejército un reflejo de su propia situación, así como de las draconianas consecuencias de negarse a cooperar con la seguridad y vigilancia del estado.
El juicio militar de doce semanas de Manning está programado para comenzar en junio. La fiscalía llamará a 141 testigos, incluido un Navy SEAL anónimo que formó parte de la redada que mató a Osama bin Laden. Assange llamó al Navy SEAL la “diva estrella” del “musical de Broadway de doce semanas” del estado. Manning está tan desprovisto de apoyo del establishment como Assange.
“Los medios tradicionales intentaron eliminar sus supuestas cualidades heroicas”, dijo Assange sobre Manning. “Un acto de heroísmo requiere que hagas un acto consciente. No es una expresión irracional de locura o frustración sexual. Requiere hacer una elección, una elección que otros puedan seguir. Si haces algo únicamente porque eres un homosexual loco, no hay elección. Nadie puede elegir ser un homosexual loco. Así que lo despojaron, o intentaron despojarlo, de todas sus cualidades”.
“Sus supuestas acciones son extraordinarias”, continuó Assange. “¿Y por qué ocurre un evento extraordinario? ¿Qué sabemos de él? ¿Qué sabemos sobre Bradley Manning? Sabemos que ganó tres certámenes científicos. Sabemos que el chico es brillante. Sabemos que estuvo interesado en la política desde el principio. Sabemos que es muy elocuente y franco. Sabemos que no le gustaban las mentiras… Sabemos que era hábil en su trabajo de analista de inteligencia. Si los medios buscaban una explicación, podrían apuntar a esta combinación de sus habilidades y motivaciones. Podrían señalar sus talentos y virtudes. No deberían señalar que sea gay o de una familia desestructurada, excepto quizás de pasada. El diez por ciento de los militares estadounidenses es gay. Más del 50 por ciento proviene de familias desestructuradas. Considere esos dos factores juntos. Eso lo reduce, digamos, al 5 por ciento, al 5 por ciento en el exterior. Hay 5 millones de personas con autorizaciones de seguridad activas, por lo que ahora tienes 250.000 personas. Todavía tienes que pasar de 250.000 a uno. Solo se puede explicar a Bradley Manning por sus virtudes. Virtudes de las que otros pueden aprender”.
Estuve caminando durante mucho tiempo por Sloane Street después de salir de la embajada ecuatoriana. Los autobuses rojos de dos pisos y los automóviles avanzaban poco a poco por la vía. Pasé frente a boutiques con escaparates dedicados a Prada, Giorgio Armani y Gucci. Los compradores me empujaron con bolsas llenas de compras de alta gama. Ellos, estos consumidores, parecían felizmente inconscientes de la tragedia que se desarrollaba a unas cuadras de distancia. “En este sentido, nuestra gente del pueblo era como todos los demás, envuelta en sí misma; en otras palabras, eran humanistas: no creían en las pestilencias”, escribió Albert Camus en La peste. “Una pestilencia no es algo hecho a la medida del hombre; por lo tanto, nos decimos a nosotros mismos que la pestilencia es un mero fantasma de la mente, un mal sueño que pasará. Pero no siempre pasa y, de un mal sueño a otro, son los hombres los que mueren, y los humanistas ante todo, porque no han tomado precauciones”.
Me detuve frente a las cuatro columnas blancas que conducían al hotel Cadogan. El hotel es donde Oscar Wilde fue arrestado en la habitación 118 el 6 de abril de 1895, antes de ser acusado de “cometer actos de grave indecencia con otros hombres”. John Betjeman imaginó el impacto de ese arresto, que arruinó la vida de Wilde, en su poema “El arresto de Oscar Wilde en el hotel Cadogan”. Aquí hay un fragmento:
Un golpe y un murmullo de voces – (“Oh, ¿por qué tienen que hacer tanto alboroto?”) Cuando la puerta del dormitorio se abrió y dos policías de ropa sencilla entraron:
“Señor Wilde, hemos venido a por usted. Donde moran delincuentes y criminales: debemos pedirle que se vaya tranquilamente, porque este es el hotel Cadogan.”
El mundo está patas arriba. La pestilencia del totalitarismo corporativo se está extendiendo rápidamente por la tierra. Los criminales se han apoderado del poder. Al final, no es simplemente Assange o Manning a quien quieren. Son todos los que se atreven a desafiar la narrativa oficial, a exponer la gran mentira del estado corporativo global. La persecución de Assange y Manning es el presagio de lo que está por venir, el surgimiento de un mundo amargo donde los criminales con trajes de Brooks Brothers y gángsteres con uniformes militares con cintas, apoyados por un vasto aparato de seguridad interno y externo, una prensa obediente y un élite política moralmente en bancarrota: vigilar y aplastar a quienes disienten. Escritores, artistas, actores, periodistas, científicos, intelectuales y trabajadores se verán obligados a obedecer o serán sometidos a servidumbre. Temo por Julian Assange. Temo por Bradley Manning. Temo por todos nosotros.
[1] N. del T.: Iniciales para Rocket Propelled Granade hace referencia a un tipo de arma antivehículo a menudo cargada por un solo soldado y de uso habitual en conflictos contemporáneos.
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Fotografía: Sin permiso