Por: Maricruz Romero Ugalde. 25/10/2022
“La experiencia creativa que implica el mundo digital al mismo tiempo implica depredación…”
Adrian Scribano, sociólogo argentino, expuso de manera categórica que somos algoritmos, el martes 27 de septiembre pasado en su conferencia “Esperanza, emociones y política de las sensibilidades”, impartida de manera virtual en el Seminario Permanente de Corporalidades organizado por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS) de Occidente, la Universidad Distrital Francisco José Caldas y la Universidad El Bosque, instituciones colombianas ubicadas en Caldas y Bogotá, respectivamente.
Scribano clarificó su postura acerca de lo que llama la “Sociología de la esperanza”, donde articula tres tipos de geometrías: de la esperanza, de la persona y de la vida. Entendida la geometría como la forma de medir el espacio y sus relaciones, articula estas geometrías a través de las emociones, y por ello las representa con la figura del moebius.
Desde su perspectiva, nacida de la sistematización de la teoría clásica y la moderna como lo que retoma de Melucci, y con estudios empíricos desde la comprensión de la acción colectiva, los movimientos sociales y la crítica ideológica, busca dar cuenta del carácter estético, ético y político de las sensibilidades, partiendo del hecho de que la esperanza es la expresión de la experiencia de un individuo que en su actuar se transforma en agente, y por ello, la esperanza es cuando la persona es la autora de su propia vida. Esto ubica a la vivencia/experiencia del aquí y el ahora como un organizador de la vida social donde el futuro es un “horizonte de percepción”, un “espacio de desenvolvimiento”, un “estar siendo con otros”. De ahí que la categoría esperanza, desde esta perspectiva, subraya el carácter intersubjetivo que transforma radicalmente la tendencia racional expresada en el cógito de Descartes “pienso, luego existo”, en “amo, luego existo”.
Desde la geometría de la esperanza, la articulación de las emociones se centra en cuatro: amor, confianza, reciprocidad y felicidad, donde cada una da cuenta de relaciones concretas: el amor implica autonomía; la confianza, comunidad; la reciprocidad, igualdad y la felicidad, justicia. Estas experiencias se ubican en la geometría de la persona, partiendo de las interseccionalidades (género, etnia, edad, escolaridad, clase social, etc.). El cuerpo es el elemento, la condición material de existencia, cuyo desarrollo —a partir del acceso o no a ciertos nutrientes– es el resultado de la inequidad social. La persona habita ese cuerpo desde la “lógica del desempeño”, es decir, desde las expectativas en las que se ve inmersa y la reflexión sobre las mismas, condiciones de las que se es parte y agente, y a través de las que llega a la geometría de la vida. Una postura de la experiencia ante un futuro posible.

Visto así, su expresión de que “somos algoritmos” cuando analiza el mundo virtualmobildigital en el contexto actual de trasglobalización, se convierte en una consecuencia indiscutible ya que quienes tienen acceso a la tecnología porque cuentan con luz eléctrica, pagan o acceden a la conectividad, cuentan con el o los dispositivos para comunicarse y están alfabetizados mínimamente en el lenguaje escrito de su idioma, utilizan la tecnología desde plataformas, redes sociodigitales, aplicaciones —por mencionar algunas de las posibilidades–, y en ese mundo “nosotros somos algoritmos” al expresar nuestros deseos, ya sea para satisfacer una necesidad inmediata, como sería hacer el pedido de un alimento o recibir una comunicación respondiendo con un “like”.
La experiencia creativa que implica el mundo digital al mismo tiempo implica depredación. De esto hablaremos en la próxima entrega, retomando la charla que impartí en Ciencia es Cultura el pasado viernes 23 de septiembre —las/los invito a revisarla 👇 para reflexionar juntas/os–. Ahí desarrollo un análisis en el que difiero de Scribano: partiendo de las ideas de Bartra y Augé, argumento que somos mucho más que algoritmos.
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Fotografía: Es lo cotidiano