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Genocidio indígena, liberación indígena

por RedaccionA agosto 7, 2021
agosto 7, 2021
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Por: EVE OTTENBERG. 07/08/2021

El alcance de la violencia contra la población indígena en Estados Unidos es verdaderamente abrumador. En realidad, lo justo sería decir que el genocidio indígena nunca tuvo un final y continúa en nuestros días. Es la violencia de las tierras robadas, de los niños robados, de los desahucios, de la policía, de los prestamistas, de las licorerías y las casas de empeño, del fracking y la minería en territorio indígena. Y con todo esto, a pesar de esta arremetida furibunda y bárbara, los indígenas insisten en su rebeldía.


Pero los asesinatos, la tortura y las mutilaciones han sido espantosos. Tomemos una estadística citada en el libro recién publicado por cuatro autores activistas, Red Nation Rising (La rebelión de la nación roja). El Servicio de Salud Indígena “esterilizó a entre el 25 y el 50% de todas las mujeres indígenas entre 1970 y 1976”. ¿Puede imaginarse lo que hubiera pasado si se tratase de mujeres blancas? Los alaridos de indignación habrían resonado en la CNN y la NBC. [El comentarista conservador de la cadena Fox News] Tucker Carlson gritaría que había comenzado el genocidio blanco. Pero eran mujeres indias, así que no dicen ni pío.

Para quienes lo han investigado, el robo de niños indígenas es algo conocido desde hace tiempo, aunque haya saltado a los informativos recientemente. Ocurrió cuando el New York Times publicó el 24 de junio el descubrimiento de 751 cadáveres, la mayoría de niños, en una fosa común de una antigua escuela para niños indígenas en Saskatchewan, Canadá. Esto fue pocas semanas después de que se encontraran los restos de 215 niños en otra de esas antiguas escuelas dirigidas por la iglesia, también en tumbas sin nombre. El 30 de junio se descubrieron otros 182 cuerpos cerca de una de esas escuelas en Columbia Británica (Canadá). Uno se pregunta cuántas más aparecerán. Es evidente que la práctica colonial del robo de niños era mucho más malévola de lo que afirmaban entonces quienes lo practicaban, a saber, que ayudaban a esos niños a “incorporarse” a la sociedad blanca. Sería más adecuado decir que les incorporaban al cementerio.

Ese tipo de escuelas también funcionaban en Estados Unidos. Esta semana la Secretaria del Interior [la indígena] Deb Haaland “afirmó que el país buscaría en los internados estatales posibles enterramientos de niños indígenas estadounidenses”, según afirmó el Times. Probablemente esos partidarios de la integración hacían en EE.UU. lo mismo que sus homólogos en Canadá: violar y asesinar a menores indígenas. Aunque no está claro cómo murieron esos niños y niñas, “algunos antiguos alumnos de esas escuelas han explicado que incineraban los cuerpos de los bebés nacidos de muchachas embarazadas por sacerdotes y monjes”.

Red Nation Rising menciona el tema de estos infames internados como una de las formas más bárbaras de crueldad infligidas a los indios americanos. ¿Cuál era su intención? El robo de las tierras en las que los pueblos indígenas tienen sus raíces. El libro también pone de manifiesto que la cultura indígena no es capitalista. De hecho la base del capitalismo, la propiedad privada, es ajena a los indígenas y ha sido utilizada para desposeerles.

“Existe en la actualidad una monstruosa perturbación de la fuerza de todos los que viven sobre y bajo la superficie de la Tierra. Hoy día se conoce a este monstruo como capitalismo, la fuerza creadora de muerte y de pobreza más amenazante y triunfante”, proclama este libro. El capitalismo declara la guerra a la vida, y uno de sus frentes de batalla son los pueblos fronterizos. “Los pueblos fronterizos, como todas las fronteras imperiales, son la expresión espacial de un intento de asesinato”, afirma el libro. “Esa es la razón por la cual, desde Saskatoon hasta Santa Fe, las localidades fronterizas son siempre sangrientos campos de batalla”.

Red Nation Rising argumenta por qué se opone a considerar los continuos crímenes contra los indígenas como crímenes racistas. No hay duda de que el racismo es un problema, pero el auténtico problema entre los justicieros imperiales y los indígenas es la tierra. “La eliminación y el borrado de los nativos americanos… se produce sencillamente para acceder a sus tierras”, escriben los autores. Esa es la razón por la cual la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de 1776 fue catastrófica para los indígenas y para los negros. El libro sostiene que la guerra revolucionaria “fue en realidad una contrarrevolución para esclavizar a los negros y exterminar a los indios”. Todo lo que puedo decir es que no les cuenten eso a los ignorantes gobernadores del Partido Republicano, más que nerviosos por la teoría racial crítica cuya mención acaban de prohibir en las escuelas públicas. Sufrirían un ataque. En realidad, este libro realiza precisamente el tipo de análisis lúcido de las relaciones de poder existentes en el núcleo imperial que los derechistas pretenden eliminar.

Los autores mencionan la llegada del fracking a las tierras indias, y con ella la de los campamentos de hombres, y citan a la antigua congresista [actual secretaria del interior] Deb Haaland cuando expresaba su preocupación por los trabajadores del gas y el petróleo que solicitaban muchachas y mujeres navajo para su desahogo sexual. Entonces hubo quien consideró indignante dicha preocupación. Pero en los campamentos de hombres siempre se producen esos abusos, junto con la contaminación y la destrucción de lugares sagrados, que florecen en las ciudades fronterizas. “Wall Street es un campamento de hombres avanzado”, escriben los autores. “La Casa Blanca es un campamento de hombres en miniatura. El campo petrolero Bakken [Saskatchewan, Canadá] es un campamento emergente de hombres. El Sturgis Motorcycle Rally es un campamento anual de hombres. La Ivy League es una federación de campamentos de hombres”.

Los autores critican asimismo a quienes condenan la brutalidad policial. “Los policías son asesinos de indios”, escriben. Los policías son hiperviolentos per se. Lamentarse de la brutalidad policial es asumir que hay un nivel aceptable de violencia. Red Nation Rising sostiene que no es así, que los pueblos indígenas, los negros y muchos otros estarían mucho mejor sin policía. “Demandar el fin de la brutalidad policial, por tanto, no es demandar el fin de la violencia policial, sino pedir más violencia policial ‘justificada’”.

La excusa de las manzanas podridas para la violencia policial, según este libro, es una simple mentira. La violencia es inherente a la policía. ¿Si no por qué los policías ostentan una indumentaria militar propia de un ejército ocupante? Y esta ocupación es especialmente evidente en el modo en que la policía ataca y mata a los indios americanos. “Toda política de ocupación colonial empieza con la idea de que los pueblos indígenas no tienen ningún derecho sobre sus tierras nativas y, lo que es igual de importante, son un obstáculo para la tierra que pretenden los colonos”.

Por tanto el proyecto colonial significa eliminar a los indios; esterilizar a las mujeres, robar a los hijos y enviarlos a internados donde la mitad fallece (o tal vez más, a juzgar por los macabros descubrimientos anteriormente mencionados de fosas comunes en esos internados en Canadá), y ejercer la violencia policial con los hombres, especialmente con los que viven en la calle. Eso es lo que pasa hoy, tras siglos de matanzas descaradas y artimañas y maquinaciones oficiales para incitar ese genocidio. “El hecho de que el gobierno de EE.UU. rompiera todos y cada uno de los tratados que firmó con las naciones indias te dice todo lo que tienes que saber sobre las leyes del colono”.

Y a pesar de todo los indios sobreviven y perseveran. Esto desconcierta a los colonizadores, incluso a los que expresan interés por el bienestar indígena. Lo cierto es que las “soluciones” que el Estado capitalista liberal ofrece a la supremacía blanca son las mantas infectadas de viruela del colonialismo actual. Este libro anima la rebelión indígena, no solo a un Standing Rock, sino a muchos. También reclama la solidaridad con otros pueblos con luchas similares. No va de historia o antropología, es un llamamiento a la acción.

Foto de portada: cubierta del libro Red Nation Rising

Traducido por Paco Muñoz de Bustillo para Rebelión

LEER EL ARTICULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Investig’action

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