Por: Javier Hernández Alpízar. Zapateando. 26/03/2020
¿Ya vieron que cuando Marichuy decía que “Nuestra lucha por la vida” no estaba haciendo poesía?
Algunos tacharon de “catastrofista” la postura de la vocera del Concejo Indígena de Gobierno- Congreso Nacional Indígena (CIG-CNI), parte del cual es el Ejército Zapatista de liberación Nacional (EZLN). Se decía que “querían meter miedo” o que eran una izquierda con una palabra “muy dura”, porque no prometían “si votan por nosotros todo será mejor”.
Tanto las mujeres zapatistas como las mujeres del CNI-CIG dijeron que, ganara quien ganara las elecciones, lo que vendría después sería una profundización del despojo de la tierra y el agua, la continuidad de la guerra contra todos los Méxicos de abajo, especialmente los indígenas. Por dondequiera que algún oído quiso escuchar, nuestras compañeras indígenas dijeron: “tenemos que organizarnos”.
El tiempo les ha dado la razón: el capitalismo sigue pretendiendo despojar, como ha venido haciendo hace décadas, a todas las comunidades y pueblos de su territorio y recursos: los megaproyectos del tren llamado “maya”, el corredor transístimico y el Integral Morelos actualizan el despojo que siempre ha procurado hacer el capital en el sureste mexicano, son el Plan Puebla Panamá de López Obrador, el Proyecto Mesoamericano de Carlos Slim, la gran Zona Económica Especial de Alfonso Romo. Además, el militarismo calderonista continúa con el nombre de “Guardia Nacional”, un cuerpo militar formado por miembros del ejército y la Marina y cuya principal labor hasta hoy es hacer de patrulla fronteriza extraterritorial de Donald Trump.
La pandemia de Covid 19 o Coronavirus no es resultado de una “conspiración”. Desde la llegada de los europeos para conquistar y colonizar América, llegaron con ellos la viruela, el sarampión y otras pestes que casi extinguen la población indígena. Al menos, la redujeron brutalmente. La llamada “globalización” comenzó (Elsa Malvido dixit) como globalización de la enfermedad y la muerte.
La devastación ambiental que el capitalismo desató en todo el planeta, logrando el “récord” de extinguir sólo en el último siglo el número de especies que, sin el factor antropogénico, se habrían extinguido en 10 mil años, ha puesto en contacto, de manera perniciosa, especies animales y vegetales que antes no habían tenido contacto entre sí, ha destruido el hábitat de muchas especies y ha permitido a los virus y otros microbios (si los virus son seres vivos o no, está a discusión aún) parasitar a otras especies animales y algunas veces a los humanos. La propagación de enfermedades nuevas es en parte consecuencia de estos procesos.
El capitalismo está acostumbrado a sacar ganancias de manera oportunista de cualquier crisis, desastre o caos (Naomi Klein lo ha explicado). El capital, como los gatos, parece caer siempre de pie. Quizá por esa razón muchas personas piensan que controla todo, incluso el clima, el medio ambiente y los fenómenos naturales, para seguir ganando.
Lo cierto es que al capital la vida, incluida la vida humana, no le importa más que como insumo, como medio para obtener ganancias. De manera que hoy defender a las guacamayas, a las mariposas monarca, o alguna otra especie viva amenazada, es estar en la primera línea de fuego de la guerra capitalista contra la Madre Tierra y contra los pueblos.
Las defensoras y los defensores del territorio, del agua, del medio ambiente, de los seres vivos, de los seres humanos, derechos humanos, derechos de las mujeres, derecho a la ciudad, son hoy objeto de ataque de los poderes legales y fácticos en complicidad. 2019 fue el año más violento para los mexicanos en general y para las mujeres en particular en nuestro país.
Hoy el derecho a la salud en México está expuesto de facto no solamente a los daños al sistema de salud (en avanzado estado de privatización) tras más de 30 años de neoliberalismo (que siguen en curso), sino por los recortes de presupuesto y la ineficiencia del actual gobierno, que dejó a centros de salud y hospitales sin medicamentos, incluso algunos de vida o muerte como los tratamientos contra el cáncer, e incluso sin jabón, gasas o papel para hacer nuevos carnets.
La palabras de las mujeres indígenas del EZLN y el CIG-CNI son más oportunas que nunca: nuestra lucha es por la vida y lo más importante es organizarnos para resistir, rebelarnos y luchar.
El capital quiere administrar el mundo como máximo señor de la vida y la muerte, pero los seres humanos podemos defender la vida, no solo la de la especie humana, sino la vida en nuestro planeta. Hoy defender la vida es antisistémico.
PD: Más grave que tener a gobernantes autoritarios e ignorantes como Trump o Bolsonaro, es que haya quienes votaron por ellos y quienes los siguen apoyando.
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Fotografía: Zapateando.