Por: Martí Caussa. vientosur. 10/04/2020
In memoriam José María Galante Chato.
Ahora que Chato se ha ido el recuerdo más fuerte que conservo de él es su voluntad de comportarse de forma radical como un ser humano, es decir, solidario con la lucha de todos los seres humanos por su emancipación.
Podría haber escogido unas palabras más políticas, pero ahora mismo éstas me parecen precisas y más universales. Son además palabras que me recuerdan las que él utilizaba para explicar cómo consiguió resistir la tortura con la que intentaban romperle Billy el Niño y otros criminales: gritándose a sí mismo ¡Soy un ser humano!
Creo que en las palabras escogidas está el imperativo ético que le llevó a luchar contra la dictadura franquista cuando era estudiante, a rebelarse contra el asesinato de Enrique Ruano por la la policía, a militar en el FLP y más tarde en la LCR a la que dedicó los mejores años de su vida. A superar el desencanto de la transición y el dolor por el fracaso de la fusión entre la LCR y el MC. También el estímulo que le llevó más tarde a trabajar en Ecologistas en Acción, a impulsar el colectivo La Comuna, a promover la querella argentina contra los crímenes del franquismo y tantas otras cosas.
Por ser radicalmente humano Chato fue un comunista democrático. No solo no veía contradicción entre estas dos palabras sino que pensaba que no se podía ser radicalmente lo uno sin lo otro. Por eso militó en la LCR y en la IV Internacional. Creía firmemente que no se podía defender la democracia en la sociedad y, al mismo tiempo, negarla en el partido, el sindicato o los movimientos sociales. Esto lo explicó muy bien en el capítulo que escribió para el libro Historia de la LCR.
Esta ligazón entre comunismo y democracia le convirtió en un heterodoxo para la mayoría de los comunistas y para la mayoría de los demócratas. Pero le dio la fuerza necesaria tanto cuando militó en un partido, como cuando no militó en ninguno, como en los últimos años, cuando fue un comunista sin partido comprometido con los movimientos sociales. En ellos fue siempre una persona de confianza, un miembro más de esta tupida red de activistas en los que la gente confía, tanto en las épocas de ascenso de las luchas como en la de reflujo, porque les avala su trayectoria. Esta es una de las muchas que compartía con Justa, su gran amor y compañera de toda la vida.
Chato escribía bien y transmitía fuerza al hablar, pero siempre decía que prefería la acción a las palabras. Y lo que atraía era la concordancia entre lo uno y lo otro, junto a la ausencia de protagonismo, el saber trasmitir que la fuerza estaba en el colectivo, en que cada uno fuera capaz de pensar por sí mismo, de transmitirlo a los demás y de actuar colectivamente. Él confiaba en la gente y la gente confiaba en él. Por eso a veces le bastaba un simple gesto para llegar a nuestro corazón y a nuestra mente.
En más de una ocasión Chato contó que para resistir la tortura se imaginaba que sus camaradas, la gente con la que compartía luchas, sus amigas y amigos le estaban observando y que no les podía fallar.
Ahora que ya no estas, amigo, nosotros haremos lo mismo: imaginaremos que nos estás mirando, procuraremos no fallarte y actuar radicalmente como seres humanos.
Cada vez que podamos lo haremos con Justa, nos abrazaremos y nos reiremos como en los viejos tiempos.
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Fotografía: Diario de Pontevedra.