Por: Álvaro Zamarreño. CONTEXTO Y ACCIÓN. 07/02/2020
Recuerdos y enseñanzas de una experiencia dando talleres sobre educación sexual en centros educativos de Madrid.
Camino por el pasillo del instituto y lo noto. Noto cómo se clavan en mí las miradas. Avanzas entre chicos y chicas que se apoyan en las paredes con sus carpetas en la mano y la mochila a la espalda. Que se apartan cuando ven que te acercas. Seguramente no será por ti. Notas el susurro de una chica a su amiga y cómo se vuelven a mirarte y ríen disimuladamente. El grupo de chicos que no se molesta en disimular. Y a esa persona solitaria que hoy, precisamente hoy, no sabe ni dónde meterse porque querría no estar aquí y pasar por esto. Y tú avanzas en medio de todos ellos. Hoy caminas erguido; ya no tienes miedo.
Sigues al profesor cuando entra a la clase. Todo el mundo se sienta. Silencio. Risitas. Algún comentario de mal gusto.
–Ya sabéis que hoy vamos a tener una actividad distinta. Hoy vamos a tener una charla sobre sexualidad. Os presento a Álvaro, que viene de una asociación de la Universidad para hablar con vosotros. Álvaro, bienvenido. Todo tuyo.
–Gracias. Buenos días. Mi nombre es Álvaro y soy gay.
¡Así, sin más! Has estado tantos años evitando que nadie asociara esas dos palabras (tu nombre y ese maldito insulto siempre en la boca de tus compañeros) que la primera vez te sorprende ser tú mismo el que lo dice abiertamente en un aula de instituto llena de adolescentes. Y hoy estás feliz por hacerlo. Has recorrido un camino muy largo para quererte y respetarte a ti mismo. Te sientes orgulloso, porque sabes que, para muchas de las personas que te escuchan, que te miran, es la primera vez en que ven a alguien como tú que se presenta abiertamente como lo que es y que se quiere y se respeta. Y piensas que si eso sirve un poquito a una sola de las personas que te escuche hoy, habrá merecido la pena. Te relajas y sigues con tu charla.
Esto que acabo de contar es algo que pasó hace veinte años[1]. Muchas cosas han cambiado y puede que aquello que fue importante hace dos décadas ahora ya no lo sea tanto. O eso pensabas, cuando hace unos meses compartiste en público cómo habías crecido como adolescente gay; y pensaste que sería una melancolía para cuarentones; y te sorprendiste mucho cuando chicos y chicas jóvenes, muy jóvenes, empezaron a reaccionar: “Cuántas cosas siguen siendo así”.