Por: Santiago Diaz. MUNDO PERFORMANCE. 18/12/2020
Foto: Carlos Martiel: Trofeo. Tatuare la storia, Padiglione D’Arte Contemporanea, Milan, Italy, 2016.
Hay toda una epistemología-otra en una performance, una afirmación de lo sensible como autonomía política del conocimiento. Por eso, más que dar un mensaje o un sentido, en una acción performática se abre una pregunta sobre la imposibilidad de decir o nombrar lo sensible, y deja que la percepción, la emoción, la afectividad o el sentimiento tengan la validez epistémica de una palabra, de un concepto o una explicación teórica. Así, la performance se vuelve un método de investigación corporal que parte del propio cuerpo para desandar-nos y sentir-nos colectivamente en la singularidad de lo que nos pasa. El cuerpo de lx performerx no es un soporte exclusivo para la obra, ni mucho menos la materia prima: la experimentación, la exploración, la intervención, en definitiva, la investigación que se hace no usa el cuerpo –algo muy instrumental- sino que hace cuerpxs entre las resonancias sensibles que estas acciones performáticas despliegan en el devenir incierto de una vida singular.
Unx performerx se sabe y define a sí mismo en la composición y acción de un acto vital que denomina performance, el cual no puede definirse previamente, sino siendo en ese recorrido, en ese movimiento de autocreación, a la vez individual y colectivo, de exploración y creación, donde se da la posibilidad de ensayar-se y hasta realizar-se en existencias impensadas. Unx performerx interviene la vida cotidiana con su deseo inquieto de andar buscando el reto, el desafío digno para su interés, porque entiende su existencia como una batalla política que intenta desmantelar todas las autoridades abusivas que lo han conformado, lo que busca es la elaboración de un gesto de insumisión vital. Tal vez por eso, J. Alcázar, entiende que la performance es una desobediencia creativa. Performar conlleva una vida arriesgada, un campo de guerra por excelencia, para experimentar, abierta y combativamente, la sinergia de fuerzas heterogéneas que componen la vida precaria que portamos como existencias capitalístico-colonizadas.
La obra de lx performerx es un quantum de afecciones corporantes que se van tramando en la vida cotidiana y que se decide, en cualquier momento, poner a disposición de otrxs: ahí nace lo que se suele llamar una performance. Pero no se ensaya, ni se practica previamente, porque la búsqueda primordial es el andar experiencial que desafía las sensibilidades que lxs van configurando, que lxs van atravesando. La pregunta inquietante de lx performerx es de orden ético-político: saber lo que pueden lxs cuerpxs, de qué afectos son capaces –como diría Deleuze en Diálogos-, qué composiciones aumentan la potencia de lxs cuerpxs y cuáles disminuyen su potencia de obrar. Lo que se investiga corporalmente es el grado de potencia vital que se despliega en los encuentros afectivos, esa cantidad intensiva que entra en variación y hace mutar las vibraciones que se producen en las relaciones propuestas. Por eso nos gusta pensar que la performance decolonial es una revuelta sensible anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal (esa “convergencia” diría Lorena Cabnal), porque es una acción procesual de memoras vivas que transfigura los esquemas heredados de las estéticas coloniales europeas, al tomar el cuerpo del performerx como ese territorio siempre a construir, en un movimiento fluctuante de tensiones vivas y desafiantes. Este saber sensible que las performances decoloniales producen, es un cuestionamiento a la apropiación civilizatoria de la identidad moderno-colonial sobre el uso de los cuerpos racializados, heteronormados, explotados y capacitados. Performar no es actuar, no son simples acciones que representan un mensaje o una idea personal, sino que es activar una zona de a(fe)cciones que nacen de una idea sensible –un dolor, una herida, un grito-, donde se abren grietas en las abigarradas vidas colonizadas. Performar tiende una tensión entre intensidades colectivas, una incógnita común que pone en vibración fibras sensibles no percibidas aún, es una conmoción aberrante en medio de la quietud domesticadora de la colonialidad. Por eso las performances producen a(fe)cciones que intervienen como un cuestionamiento colectivo que activa los modos de percepción, de entendimiento y valoración de una memoria singular de resistencia. Es una invitación a explorar la profundidad de una sensación emergente de resistencia comunal, es una apuesta por la creación de la comunidad por venir que necesitamos.
Las performances decoloniales son catalizadores sensibles de verdades afectivas que traman lazos intensivos con la experiencia cruda de lo real. Producen una comunidad afectiva en el instante que a(fe)ccionan furiosamente en el desmantelamiento de los dispositivos identitarios de la colonialidad y sus múltiples formas de reduccionismos y apropiaciones. Performar nos lleva intempestivamente a la intemperie, donde se intenta un reconfigurar(nos) las tramas sensibles de nuestro re-existir estético-político. Por eso no se es performerx como quien recibe un día un título o una corona que lo embiste como tal, lo que sabemos es que hay vidas que entran, necesaria o decididamente, en devenir con las mutaciones inesperadas de sus deseos.
Devenir-performerx es sostener una intención vital, una actitud subversiva, ante los arrebatos despiadados de la colonialidad patriaral-capitalística, y desafiar, así, los propios procedimientos artísticos con los que se componen las a(fe)cciones de las performances. Una praxis decolonial donde se conjuran las historias entrecruzadas de la colonialidad: de razas, de clases, de religiones, de capacitismos, de binarismos heterocentrados, y donde se activan esas (inter)líneas transversales de las potencias anfibias propias de las divinidades andinas y sus ritualidades inmanentes, y que aparecen para penetrar unx cuerpx abierto, plegado de travestismos coloniales, religiosos, disidentes y sexuales. En este devenir–performerx se expresa un modo de conocimiento corporante que hace del performance una epistemología sensible, un modo de pensamiento de lo moviente que entrelaza todas esas historias y las resignifica.
Una epistemología performática corporante procede desde el andar sensible, desde las dinámicas de lo moviente, desde las cartografías táctiles en su sentido expandido. Es un modo de investigación implicante, en simultaneidad y pluralidad, como proceso creador simpoiético y no explicativo o determinante. No se busca la claridad de una explicación sino la claroscuridad de una sensación: la expansiva riqueza variopinta de la opacidad. Es un intento de devolver a los territorios-cuerpo, el sentido profundo de la tierra-comunitaria, como una potencia viva de esas fluctuaciones sísmicas y volcánicas de la matriz, a su vez que provocar un resguardo de ternura y cuidado de todas las relaciones. Performar es el conocer de una epistemología corporante que convoca una memoria antigua de modos de percepción olvidados o silenciados, pero también aún no descubiertos ni imaginados, en esa tensión intersticial de saber que nos vamos haciendo en cada gesto, en cada encuentro, en cada relación, siempre de un modo diferente. Lo que se conoce es la opacidad de la materia cruda de un ritmo, de una vibración, de un movimiento, en la condición caósmica de lo abierto, en esa tierra antigua de la memoria profunda.
En resumen, lo sabemos: aprendemos y producimos conocimientos efectivos a través de las acciones encarnadas, por eso performar funciona como una epistemología sensible, una forma de saber corporante, donde los actos vitales de transfiguración se filtran en todas los quehaceres diarios, a modo de microprocesos de descolonización afectante. Ese modo de conocimiento que las performances decoloniales producen, no se puede registrar más que en la afirmación ontológico-política anticolonial, antipatriarcal y anticapitalista de un modo de vivir, singular y colectivo. Performar es resistir a la ignominia, a la vergüenza, al olvido y la muerte: se performan cuerpxs afectantes, se despliegan subjetividades plurales, se traman espacios de libertades colectivas: performar es un respirar común(itario) que se deshace de los lazos asfixiantes de la colonialidad, como grito y suspiro, como voz afirmativa de nuestra ancestralidad viviente, resistente y profundamente deseada.
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Fotografía: MUNDO PERFVORMANCE.