Por: El País. 12/12/2016
Los conflictos crecientes, la restricción de las libertades y la impunidad oscurecen el panorama mundial en el 68º aniversario de la Declaración Universal
El aumento de los conflictos armados de tintes hasta medievales (Siria) y de las personas buscando refugio por el mundo (y no encontrándolo) marcan muy negativamente el estado de salud de los Derechos Humanos en los últimos tiempos. En este Día Internacional (10 de diciembre) que conmemora el 68º aniversario de la Declaración Universal de los mismos -y que representó un gran paso adelante en el respeto mundial a los seres humanos tras los destrozos y crímenes vividos durante la Segunda Guerra Mundial-, las malas noticias abundan, aunque también hayan existido algunos tímidos avances, que conviene remarcar.
Los conflictos de Siria, Irak, Yemen, Ucrania, Sudán y Sudán del Sur o República Centroafricana y los enfrentamientos armados en Somalia (con Al Shabab) o Níger, Nigeria y los países vecinos (con el terror continuado de manos de Boko Haram), están siendo un terreno propicio para los abusos por todas las partes implicadas. En algunos de estos casos se ha utilizado directamente a la población civil, condenándola al hambre o utilizándola como escudos o armas de guerra, y no permitiendo siquiera el establecimiento de corredores humanitarios. Todos ellos han provocado además grandes olas de desplazados internos o solicitantes de asilo y refugio, y, según las organizaciones, han puesto de manifiesto que queda mucho camino por recorrer en cuanto a estos derechos. En lo positivo, aunque más reciente, está la firma de los acuerdos de paz entre Colombia y las FARC, que pondrá punto y final a un conflicto cronificado y muy doloroso.
El pacto entre Turquía y la Unión Europea sobre control de personas, los cambios restrictivos o trucos con la normativa y legislación, las devoluciones ‘en caliente’, los campos indignos y la actuación de las mafias y traficantes de seres humanos presentan una situación muy preocupante para los migrantes de todo el mundo. El Mediterráneo, la frontera de España con Marruecos en Ceuta y Melilla, Europa del Este, pero también la sur de Estados Unidos, Australia y Nauru, Libia y Turquía… Un gran número de puntos negros para quienes necesitan escapar de lo peor o buscan simplemente una vida mejor.
Los derechos de las mujeres y las niñas siguen siendo objeto de enorme preocupación en gran parte del mundo, especialmente en Oriente Medio, el subcontinente indio y el África subsahariana. Pero no solo. Los avances son lentos y cuestan mucho, y los retrocesos no tanto. Algo parecido ocurre con la discriminación de las minorías y el abuso de sus derechos. Ya sean pueblos indígenas (especialmente en América Latina, con muchos conflictos relacionados con la posesión de tierras centenarias, pero también en Australia o Canadá), colectivos LGTBI, romaníes (en gran parte de Europa del este), grupos étnicos o religiosos (como chiíes y suníes en países de otras creencias) o palestinos.
Los abusos por parte de las fuerzas del Estado, las torturas, las penas indignas o degradantes y los malos tratos se cometieron en países de todo el mundo. En muchos del África subsahariana y de Oriente Medio (como Egipto o los países del Golfo), pero también en EE UU, México, Brasil, Venezuela, Afganistán, Camboya o Tailandia. La lista no es ni mucho menos exhaustiva, pues en realidad apenas hay algún Estado que se libre de reprimendas en este aspecto. Otros lugares como Corea del Norte, China o Eritrea siguen siendo agujeros negros de los derechos humanos. También se critican los desalojos forzosos por parte de Israel. Y preocupa la deriva autoritaria y represiva de libertades como las de expresión, reunión y asociación en lugares como Turquía o Rusia. España también se lleva un tirón de orejas por la ley mordaza y la falta de investigación de las denuncias de tortura o la violencia de género, con el constante goteo de mujeres muertas a manos de sus parejas. E inquietan igualmente las legislaciones antiterroristas restrictivas de libertades aprobadas, por ejemplo, en distintos países europeos, especialmente a raíz de los atentados en Francia y Bruselas.
Uno de los pasos atrás significativos es en el número de ejecutados por pena de muerte: creció el año pasado un 50% respecto a 2014. Anque se haya avanzado en el número de países que han abolido la pena capital, el número de personas ejecutadas, muchas veces bajo el manto de lucha antiterrorista, suma xxxx. La mayoría, en China, Irán, Pakistán, Arabia Saudí y Estados Unidos; en ese orden.
Otra de las malas noticias, más reciente, es la deslegitimación que algunos países africanos están haciendo de la Corte Penal Internacional, pese a que este año se juzgó y condenó por primera vez por un tribunal especial del continente (en Senegal) a un dictador aplicando el concepto de justicia universal. El chadiano Hissène Habre deberá cumplir cadena perpetua por crímenes de guerra. El trabajo forzoso, la trata de personas y los ataques a los defensores de los derechos humanos también están en el punto de mira. No remiten. Como tampoco lo relacionado con la libertad de expresión y censura, más ahora que Internet se suma al recuento e impedir el acceso a la Red ya empezó el año pasado a ser usado como arma por algunos regímenes.
La impunidad por atentar contra todos estos derechos es otra de las grandes preocupaciones. Países como Chile, Argentina o Guatemala siguen estando en el foco, pese a los avances, en la búsqueda de responsables en los regímenes anteriores. En esto también se menciona a España, la guerra civil y el franquismo. Esa falta de rendición de cuentas también preocupa en lugares como Honduras, sobre la actuación de la policía. Pero son muchos más los países en el foco. Como EE UU por Guantánamo y el programa de detenciones de la CIA. Porque si hay impunidad, el incumplimiento sale gratis.
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Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/12/09/planeta_futuro/1481278643_357683.html
Fotografía: elpais