Por: Óscar Maire-Richard. 02/06/2026
Me sorprende escuchar a los tertulianos de todos los medios infantilizando los comportamientos de Trump o Musk. O asumiendo que por error meten a un periodista en un chat en el que se dice que bombardearán Yemen para proteger los barcos de “los parásitos europeos”, justo antes de anunciar los aranceles a Europa. Creo que mi suegra haría un análisis más fino con su «no dan puntada sin hilo».
Me parece absurdo pensar que las élites neoliberales sean ajenas a la inminencia y gravedad del cambio climático. A la vista de que la progresía occidental está siendo incapaz de trazar una hoja de ruta realista para abordar el problema, esas élites han tenido el tiempo necesario para sentar las bases que les van a permitir tomar cartas en el asunto. En este sentido es muy interesante el artículo de Pablo Elorduy «Cómo y por qué las élites tecnológicas cabalgan la ola del posfascismo«, publicado en la revista «El Salto».
En un plazo mucho más corto que lo que haría una «transición energética» pactada en una COP»X», la guerra económica iniciada por el gobierno de los Estados Unidos reducirá significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Decrecerá el intercambio intercontinental de mercancías, que supone más de un 5% de estas emisiones. Producirá una inflación global que llevará a la reducción del consumo de las familias, y, por poner algún dato de lo que eso puede suponer, pensemos que el sector textil genera un 10% de emisiones GEI, o que el turismo se estima que da lugar a más del 8%. La guerra comercial también potenciará el consumo de proximidad, y gracias a los aranceles, la ganadería industrial tendrá también un importante recorte. Esto no solo reducirá emisiones sino que supondrá un ahorro en la producción de alimentos, pues en la actualidad una tercera parte de la producción mundial de cereal, soja o pescado se destina a piensos para la ganadería industrial.
Así pues, el decrecimiento económico, tan demandado por el ecologismo, ya ha comenzado. ¿Debe el ecologismo aplaudir este «nuevo orden mundial»? La reducción de emisiones no va a revertir la dramática situación en la que está la Biosfera, pero probablemente nos dé un poco más de tiempo. ¿Tiempo para qué? Pues, desgraciadamente, lo más probable es que sea para asentar los cimientos del ecofascismo, no olvidemos quienes están liderando este nuevo orden.
Trump aplicará como nadie la «doctrina del shock». Todas las condiciones de contorno ayudan. Hasta el precio de los huevos le viene bien: los ciudadanos asumen la subida de productos básicos, incluso cada vez más gente cría sus propias gallinas (ya cada cual que arrope a las suyas para que no cojan la gripe aviar). La guerra de Ucrania ha desarticulado cualquier reacción europea en la geopolítica mundial. Y qué decir del genocidio en Gaza: los privilegiados hemos normalizado el exterminio de los desfavorecidos, hoy a manos de Israel, o ahogados en el Mediterráneo, mañana por catástrofes naturales o por escasez de alimentos.
Mientras las medidas del gobierno estadounidense empobrecerán a muchos, las élites se fortalecerán, acaparando no solo capital, que también, sino las tierras de cultivo para controlar las hambrunas, o las materias primas para garantizar el dominio tecnológico.
Y este dominio tecnológico les proporcionaría un poder absoluto. Cualquier comunidad que quiera desarrollarse al margen de esta distopía estaría supeditada a los intereses de la oligocracia absolutista: si se asentase en un reducto natural con acceso a agua y tierras de cultivo, en una época de escasez de agua esa oligocracia omnipotente tomaría el control de los acuíferos. Y también controlaría cualquier movimiento subversivo, pues podría conocer en todo momento quiénes son las personas que pueden liderar esos movimientos, y dónde están. Y si fuera necesario enviaría unos drones de eficacia probada en Ucrania y Gaza para llevar a cabo el trabajo sucio. Tenemos poco tiempo para la revolución: cuanto más propicio sea un levantamiento del pueblo más difícil será llevarlo a cabo.
A fin de cuentas, puede que la guerra comercial mundial no sea del todo mala para el planeta. Pero plantea un pésimo futuro para el ecosocialismo.
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Fotografía: Poder popular