Por: Raúl Prada Alcoreza. 23/12/2024
No estamos en el mismo mundo, en el mismo contexto mundial, tampoco en los mismos contextos nacionales, que cuando se escribió sobre los aparatos ideológicos del Estado. Tampoco estamos en esa época donde se descubre y se utiliza la publicidad no solamente como propaganda política sino, de manera compulsiva, para inventarse otra realidad. Esto se dio lugar cuando emergieron los conocidos totalitarismos, tanto en su versión estalinista como en su versión nazi. Estamos en otra época, nos encontramos en una modernidad tardía, bastante avanzada, cuando se dan los síntomas y los signos de la decadencia ineludible de la civilización moderna y del sistema mundo capitalista. En esta época, que es la nuestra, en este periodo de descomposición generalizada, nos encontramos ante expresiones y manifestaciones, conformaciones estructuradas, de los nuevos totalitarismos, de los que ya hablamos en otra exposiciones y en otros escritos. Es cuando también aparecen aparatos ideológicos y mediáticos de estos nuevos totalitarismo. Se den tanto en su versión “izquierdista” como en su versión “derechista”, para decirlo de ese modo, usando el sentido común político.
En su versión “izquierdista” aparecen apologistas de los “gobiernos progresistas” y neopopulistas, que cierran los ojos, no solamente ante las contradicciones profundas de estas formas de gubernamentalidad, del círculo vicioso del poder, sino también cierran los ojos ante incontestables prácticas delincuenciales y criminales de estos gobiernos contra los derechos humanos, contra los derechos de los pueblos, contra los derechos de los pueblos indígenas y contra los derechos de los seres de la naturaleza. Si antes se quería sustituir la realidad por la publicidad y la propaganda, ahora se ignora completamente la realidad, aunque se halle ahí delante, ante los ojos, aunque estén a mano los datos, que precisamente describen esa realidad, que corresponde a la realidad de la decadencia del círculo vicioso del poder. Lo grave es que los apologistas lo hagan ahora, después de una larga experiencia social, en lo que respecta la historia política de la modernidad. ¿Qué los lleva hacer esto? Además de una manera consciente, sabiendo, de algún modo, que se repite la historia, de una forma sinuosa; se hace recurrente la problemática historia del círculo vicioso del poder.
Estos apologistas no solamente son herederos de la ausencia total de crítica, mucho más, de autocrítica, en lo que respecta al comportamiento intelectual de la “izquierda”, que soslayaron los crímenes del estalinismo, sino también son herederos de no haber profundizado en la crítica política del fascismo, contando con la experiencia traumática y trágica del nacionalsocialismo alemán. A pesar de que se inició esta crítica no solamente en reflexiones profundas históricas y políticas e históricas y sociales, como las de Hannah Arendt, sino también contando con escritos tempranos de Ernst Bloch, al respecto. Incluso habiendo llegado recientemente, otros textos teóricos de reflexión profunda y descriptiva como los de Zygmunt Bauman sobre el holocausto. A estos apologistas, que sobretodo son intelectuales, les interesa un comino esas tareas pendientes y prefieren hacer gala de una apología desmedida de los nuevos totalitarismo.
En relación a esta intelectualidad vergonzosa, apologista y conservadora, acrítica y servil de los nuevos totalitarismo, debemos destacar el acompañamiento de aparatos de publicidad y propaganda, que se presentan como dispositivos analistas del acontecer político internacional. Se han montado en el periodo de la revoluciones tecnológicas, cibernéticas y comunicacionales, radiantes aparatos ideológicos y mediáticos, que avalan el discurso desastroso, insostenible, patético, que encubre el ecocidio, el etnocidio y de genocidio diferido de los nuevos totalitarismos. Sobre los que ya hemos hablado en otros ensayos y exposiciones. Lo volvemos hacer de nuevo, dada la insistencia mediática de estos propagandistas vergonzosos de los nuevos totalitarismo latinoamericanos. Se trata de dos versiones, aparentemente encontradas, pero que reproducen las mismas violencias descomunales contra las sociedades, los pueblos y los ecosistemas.
Vamos a tocar una temática y problemática cruenta, que asfixia a América Latina y el Caribe, es la problemática destructiva del narcotráfico. Es indudable que se han formado poderosos cárteles internacionales, que controlan las cadenas productivas de la droga, sobre todo de la cocaína, es decir, de este estupefaciente tan cotizado. Se ha conformado el control territorial mafioso, además de controlar las rutas, los tráficos, las circulaciones y los mercados donde se venden la droga y los estupefacientes. Ya es ineludible obviar la concomitancia, la complicidad, el compromiso y el papel que juegan los gobiernos, las formas de gubernamentalidad y los Estados del círculo vicioso del poder, tanto neopopulistas como neoliberales. Sin embargo, esta gente y los aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos pretenden obviar completamente estas constataciones, prefieren seguir una narrativa insostenible, como si se tratara de versiones de “izquierda” de “gobiernos progresistas”, que realizan una “revolución”, que no se constata por ninguna parte, salvo la descomunal violencia contra los pueblos indígenas, contra las sociedades y los pueblos de sus países, contra los ecosistemas. ¿Cómo nombrar a esta gente inmiscuida en semejante labor deshonesta? ¿Mercenarios, mercenarios de “izquierda”, mercenarios intelectuales, mercenarios mediáticos?
Se puede decir, contando con las estimaciones profesionales de organismos involucrados en el estudio, de la producción distribución y consumo de la droga y de los estupefacientes, que en Bolivia se producen, ya a esta altura, 500 toneladas de cocaína al año. Por encima de Bolivia está la producción de cocaína del Perú y muy por encima la producción de cocaína de Colombia. Esta es la base, si se quiere, el cimiento, incluso la estructura de toda la superestructura, por así decirlo, de toda la maquinaria demoledora de los cárteles, de las corporaciones, que forman parte de la economía política del lado oscuro del poder. Una pregunta simple es: ¿Cómo funciona esto? Es decir: ¿Cómo se hace posible su funcionamiento? Sino es contando con la complicidad, el compromiso e incluso la incumbencia de los Estados, de las formas de Estado, de las formas de gubernamentalidad, tato clientelar como neoliberal, aunque estas mismas se declaren y aparenten ser contrapuestas. Una pregunta insoslayable, que obvian categóricamente estos aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismo.
Lo sintomático del caso, en relación a los aparatos ideológicos y mediáticos, es que esto ocurre tanto en lo que respecta al apoyo, por un lado, de los llamados “gobiernos progresistas”, que de progresistas sólo tienen el nombre, así como por el lado de los llamados gobiernos neoliberales, incluso del “liberalismo radical”, como ocurre en Argentina. A pesar de que sus discursos son aparentemente opuestos y sus narrativas también, las prácticas, los comportamientos de los gobernantes y de los dispositivos de poder en funcionamiento son parecidos, en ambas versiones. Ambas versiones del círculo vicioso del poder cuentan con aparatos ideológicos y mediáticos, cuentan además con los llamados guerreros digitales, que hacen campaña y distorsionan la información, a través de las redes comunicacionales del Internet. Ambas expresiones carismáticas prácticamente cuentan con los mismos gestos descomedidos, histriónicos y aberrantes, que desconocen toda práctica democrática, todo funcionamiento democrático, incluso hablando solamente de la democracia institucional. Por eso los hemos llamado los nuevos totalitarismos.
Al respecto, tenemos que decir que los aparatos ideológicos y mediáticos, de los que hablamos, no solamente ignoran o pasan desapercibida, obviando esta problemática del narcotráfico, esta irradiación y control territorial de los cárteles, sino también lo hacen respecto a temas tan agudos y tan dolorosos como los de la continuidad del colonialismo y la colonialidad; como hemos dicho, esto ocurre tanto con respecto de los “gobiernos progresistas”, así como con respecto de los gobiernos neoliberales. El caso de México es patético, porque el “gobierno progresista” está entrabado en una guerra contra los pueblos indígenas, concretamente contra la nación y los pueblos mayas, contra las expresiones políticas, la organización social, política y cultural de los autogobiernos zapatistas. Ha implementado, contra la voluntad de los pueblos indígenas, el Tren Maya ecocida, que cuenta con inversiones de trasnacionales y de cárteles. Esta guerra contra los zapatistas es perpetrada tanto por el ejército mexicano como por los cárteles, los paramilitares de estas corporaciones mafiosas. ¿Qué se puede decir de este olvido de esta ceguera de parte de los aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos? ¿Qué son cómplices de estas formas desplegadas de la violencia de las estructuras del círculo vicioso del poder, concretamente del lado oscuro del círculo vicioso del poder? ¿Lo hacen de una manera consciente o son dogmáticos, a tal punto que llegan al ingenuidad supina, obviando toda la experiencia social y la historia política de la modernidad?
Una caracterización de los procedimientos y comportamientos de estos aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos puede ser el siguiente:
El primer problema es que consideran que siguen en la guerra fría, una guerra entre dos bloques, dos superpotencias, una del supuesto campo socialista, que corresponde al socialismo real, otra del supuesto campo “democrático” de los estados liberales. La guerra fría acabó a finales del siglo pasado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ya no existe. En vez de esta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se tiene la conformación de la Federación Rusa, que corresponde un barroco entre el imperio zarista desaparecido y una república liberal fallida, con pretensiones imperiales. Del otro lado se tiene a la hiperpotencia solitaria, armada nuclearmente, siendo, por el momento, la primera potencia militar mundial, vagando solitaria por los siete mares enardecidos del planeta, sin contar con enemigos a su altura. Hablamos de una superpotencia económica en decadencia y en regresión, que enfrenta, en la coyuntura, a la primera potencia económica mundial que es la República Popular de China. Es decir, se trata de una concurrencia y de una sumatoria de conflictos, que tiene un carácter económico, sobre todo por el avance rápido y acelerado de la República Popular de China, que ofrece al mundo la pax china. Se trata de un conflicto entre la OTAN, sobre todo de los Estados Unidos de Norteamérica, contra el emergencia ineludible de la primera potencia económica mundial y de lo que vendría ser, después, la primera hiperpotencia, el complejo militar, económico, industrial tecnológico, científico y cibernético de la República Popular de China. Se trata de una pugna por la jerarquía del orden mundial de las dominaciones. Sin embargo, los operadores e intelectuales de los aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos mantienen, insosteniblemente, de manera anacrónica, el supuesto de la repetición o la continuidad de la guerra fría. Todo para justificar el apoyo a un bloque, a un supuesto bloque “progresista”.
Una segunda característica, que podemos evidenciar, en el comportamiento de estos aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos, es que sufren de amnesia; hay un olvido de lo que ha pasado desde la revolución rusa hasta la actualidad, inclusive desde la revolución francesa hasta la actualidad. Hacemos alusión a lo que dijimos, una y otra vez, constatando que las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden en sus contradicciones, al restaurar lo que han derribado, al restaurar el Estado y al institucionalizar la revolución, comenzando la marcha dramática de la contrarevolución.
Una tercera característica es que odian a los pueblos, a las luchas de los pueblos, sobre todo a las luchas de los pueblos indígenas en el continente de Abya Yala. No ven para nada la contradicción entre estos pueblos y los gobiernos, los Estados, inclusive los llamados “gobiernos progresistas”. Prefieren ignorar estas contradicciones y suponer, contra toda evidencia, que, por un lado, están los buenos, que son los “gobiernos progresistas”, y por otro lado, están los malos, los gobiernos neoliberales, incluso socialdemócratas. Que descartan los derechos nacionales y los derechos internacionales, como si también no hicieran lo mismo los del supuesto lado “bueno”. Ciertamente el bloque de los Estados de la OTAN es notoriamente beligerante, empero, ¿no lo son los otros Estados, del otro bloque, supuestamente progresista? Ciertamente, el Estado de Israel es colonialista y ha derivado en la perpetración sistemática del genocidio contra el pueblo palestino, ¿empero el Estado sacerdotal de Irán no lo es contra el pueblo kurdo y contra otras minorías que habitan su geografía política? ¿Sobre todo no es aberrante en lo que respeta a la opresión demoledora de las mujeres, desconociendo absolutamente sus derechos? Ocurre lo mismo con el Estado turco que oprime a la mayoría kurda, ocupa sus territorios y efectúa una colonización despiadada. La crítica debe efectuarse contra todas las formas de dominación, opresión y despotismo o no llega a ser crítica, cuando solo es parcial. Además de obviar campantemente la contradicción entre el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, que llevan adelante los “gobiernos progresistas” de América Latina, en contra de los ecosistemas, nichos ecológicos, territorios y ciclos vitales planetarios. No ven, de ninguna manera, que hacen lo mismo que los gobiernos neoliberales o los Estados que llaman imperialistas, la destrucción del planeta, el asesinato de la vida, en aras de un desarrollo ilusorio.
Una cuarta característica de estos aparatos ideológicos y mediáticos mencionados es que no aceptan ninguna crítica, la consideran como de apoyo a las derechas nacionales e internacionales, de apoyo a los imperialismos en curso. No se dan cuenta, de ninguna manera, dada la experiencia social y la memoria social de la historia política de la modernidad, que la mejor defensa de la revolución o del reformismo es la crítica. Al extirpar la crítica de manera inquisidora y perseguirla, además de denostarla, no se dan cuenta que su comportamiento repite el comportamiento de los esbirros de los clásicos totalitarismos.
Una quinta característica tiene que ver con que los voceros de estos aparatos ideológicos y mediáticos se creen los portadores del fuego santo. Se comportan como los sacerdotes modernos de una cruzada contra el mal, contra el mal de la crítica de todas las formas polimorfas de dominación en el círculo vicioso del poder.
Algunos bocetos que podemos considerar sobre los intelectuales de estos aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos, nos muestran que son amigos de los caudillos “progresistas”. Como tales son, en el peor de los casos, apologistas, en el menor de los casos, condescendientes. Peor aún si son mercenarios. Muestra palpable de las complicidades intelectuales con los nuevos totalitarismos es estar enamorados de sí mismos, les encantan los foros donde son protagonistas de la palabra, pero de un discurso cada vez más reiterativo y, por lo tanto, inútil.
¿Cuál es la estructura de poder que sostiene a estos aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos? Cuando hablamos de estructura de poder, tenemos que diferenciar de lo que antes, durante la hegemonía del marxismo, se hablaba acudiendo a la diferencia entre estructura y superestructura, la estructura económica y la superestructura ideológica, política y cultural, además de institucional. Por otra parte, tenemos que distinguir el concepto de estructura de lo que denomina estructura el estructuralismo, como estructura subyacente o, como lo hace Pierre Bourdieu, como estructura estructurante. Hemos dejado claro que nosotros nos acercamos al concepto de diagrama de poder de Michel Foucault, que articula cuadros visibles o arquitecturas y formaciones discursivas, en una concepción compleja del poder, que lo hace o lo convierte en una máquina abstracta de poder integral.
Hemos hablado de estructuras de poder, cuando lo hicimos y lo hacemos, de alguna manera, tratamos de diferenciar estructura de poder de diagrama de poder, aunque las relacionemos en una visión más genealógica del poder. Lo que nos interese, en este caso, es de apuntar y señalar los desplazamientos y las transformaciones en las estructuras y diagramas de poder. Con respecto a lo último, hablamos y mencionamos la hipótesis interpretativa del diagrama de poder del panoptismo planetario. Después, nos referimos a la estructura de un poder mundializado y efectuado también de modo singular en las regiones y países, que se concibe como una maquinaria de la violencia descomunal contra el planeta y la humanidad. En el transcurso de los desplazamientos de las conceptualizaciones e interpretaciones provisionales, hablamos, de manera más repetida, de la diferencia entre el diagrama de poder del lado oscuro del poder y del diagrama de poder de lado institucional del poder, que tiene que ver, básicamente, con el diagrama de poder disciplinario, que articula también, en la modernidad tardía, con el diagrama de poder del control, además vinculamos estos diagramas al diagrama de poder de la guerra.
¿Qué hipótesis interpretativa tenemos al respecto de la estructura de poder, que sostiene y cobijan los aparatos ideológicos y mediáticos de los nuevos totalitarismos? Obviamente se trata de una estructura de poder adecuada los nuevos totalitarismos. ¿Cuál es la diferencia entre estos nuevos totalitarismos y los anteriores? En ensayos anteriores dijimos que estos nuevos totalitarismo son vergonzantes, no asumen su carácter intrínseco de totalitarismo, del que son parte, sino, más bien, se presentan como “democráticos”. Lo que los coloca en grandes dificultades; es mucho más difícil explicar su situación, con pretensiones democráticas, cuando ejercen el poder de una manera totalitaria. Al respecto de las elecciones ya hablamos; no pueden considerarse de legitimación, sobre todo después de cometidas actuaciones fraudulentas, cuando usan todos los aparatos estatales, todos los medios de información, incluyendo la manipulación de los padrones electorales para perpetrar fraudes electorales encubiertos. El problema principal radica en el ejercicio y en la práctica de gobierno, en el ejercicio de las prácticas de las dominaciones, en el uso de las instituciones y de los dispositivos institucionales, que, en vez de resguardar la Constitución la violan de manera sistemática.
Pero no apuntamos a repetir lo que ya dijimos o, de alguna manera, repetir lo que ya escribimos con anterioridad; apuntamos a características nuevas, al respecto, de estos nuevos totalitarismos. Quizás una de las características más notorias, aunque de todas maneras aparece con menos evidencia antes, pero que, ahora, lo hace de una manera remarcada, evidente y diferencial, es la disociación entre lo que se dice y lo que se hace, entre las palabras y las prácticas entre el discurso y la política efectiva. Si bien esta disociación se dio antes, de manera fáctica, a ritmos menos notorios, los totalitarismos clásicos se esmeraron en la propaganda y en la publicidad, por lo tanto, en la construcción del imaginario totalitarista; no se puede decir que disociaron el flujo de las palabras respecto de los hechos de manera plena, más bien, se mantuvieron, por el contrario, muy apegados a la ideología, expresamente totalitaria. En cambio, en la actualidad, es cuando se dan lugar los nuevos totalitarismos, a pesar de sus diferencias singulares, que hemos hecho notar en dos versiones, aparentemente contrapuestas, las neopopulistas y las neoliberales. Po otra parte, aunque hay otros neopopulismos, que tienen otras características, más bien, barrocas, como las que hemos mencionado, referidas a la restauración del despotismo en la Federación Rusa, estos otros nuevos totalitarismos se dan de una manera mezclada, debido a que el régimen institucionalizado se pretende liberal y democrático. En todas estas nuevas formas de totalitarismo asistimos a una disociación entre lo que se dice y lo que se hace. Esto es muy notorio en los regímenes neopopulistas, que pretenden ser la continuidad de la “revolución”, ser la expansión de la “democracia”, ser los defensores de la justicia social, cuando en los hechos hacen todo lo contrario.
Tesis de la disociación en los nuevos totalitarismos
Una de las características de los nuevos totalitarismos es la disociación entre lo que se dice y lo que se hace, entre el discurso y las prácticas, entre la formación discursiva y la formación política, aunque la formación política contenga discursos y prácticas.
Se trata de la separación entre el espectáculo y el ejercicio del poder. El espectáculo es demagógico y el ejercicio del poder es proliferante en polimorfas violencias. Sin embargo, hay que tener en cuenta otro espectáculo, otra puesta en escena, que aparece cuando se da lugar la crisis política, de una manera abierta. Esta puesta en escena tiene que ver con la amenaza, las marchas, los bloqueos, las muestras de cuadros de agresión y escaladas de violencia, hechas a propósito. Se trata del ejercicio del terror.
¿Por qué decimos que esta es una puesta en escena y no una violencia descarnada? Porque no es espontánea sino que es financiada. Entonces es una puesta en escena, aunque sea un hecho violento. El terror como amenaza, como ejercicio de la amenza. Entonces, podemos decir que hay espectáculo cuando hay crisis y hay otro espectáculo, de otra clase, para cuando se desata la crisis política. Sin embargo, lo que es descarnadamente violento, sin ser necesariamente un espectáculo, es el ejercicio mismo del poder, concretamente la práctica política, dejando de lado el discurso, que se ha vuelto de inercia, mantener el ruido para aparentar esfuerzo en el arte de argumentar, cuando solo se balbucea.
El totalitarismo clásico se caracterizaba porque el Estado se tragaba a la sociedad o por lo menos pretendía lograrlo. En los nuevos totalitarismos no deja de darse esta la tendencia, aunque simule respetar a la sociedad y cumplir con la misma, con sus demandas y necesidades. En este caso, el control social absoluto, por parte del Estado, es más sinuoso. Como ocurría en el caso del estilismo, se lo hace a nombre de la “revolución”. Sin embargo, la “revolución” en la época de los nuevos totalitarismos es, más bien, un espectáculo. En cambio en la época del estalinismo la revolución fue una tragedia. En contraste, la “revolución” neopopulista es una comedia. Lo que no es comedia es la descarnada y descarada violencia desplegada por los llamados “gobiernos progresistas”.
La condición mercenaria
El mercenario es quien, por incentivo monetario, participa en la guerra, en el conflicto bélico, en la defensa de un país extranjero. Se denomina también soldado a sueldo, incluso soldado de fortuna o, en su caso, militar privado. Estas personas, los mercenarios, tienen un perfil opaco, respecto a la ideología, la política y la religión. Si bien, el soldado o el militante está dispuesto a luchar por una causa, que es de su comunidad, colectivo o país. Sin embargo, el mercenario lo hace solamente por dinero, de ahí que sea conocido también como soldado de fortuna. Generalizando, también se llama mercenarios a las personas que trabajan o actúan a cambio de dinero o de un beneficio personal, y sin motivaciones política, filosóficas, ideológicas o religiosas[1]. Esta última característica es la que nos interesa, pues parece que asistimos, en la modernidad tardía, a una proliferación de las figuras y funciones del mercenario.
En la actualidad la condición del mercenario se ha extendido a distintos escenarios y espacios sociales, entre ellos, no necesariamente el más importante, se encuentra el campo de los medios de comunicación, convertidos en dispositivos de poder, también de disuasión, así como de retórica, en el sentido de la búsqueda del convencimiento, mediante las artimañas de la desinformación y de la apariencia de noticias, sobre todo, en algunos casos, en la apariencia de análisis. También ha aparecido la figura del intelectual mercenario, al servicio de los gobiernos y de los Estados en concurrencia. Vende su saber y su prestigio académico para ser usado en la pugna de las creencias y de las ideologías, aparentando marcos conceptuales en el análisis, buscando justificar a los gobiernos y Estados que le financian.
Como se puede ver la figura del mercenario se ha expandido e irradiado, se ha vuelto útil en la guerra de las comunicaciones, en la guerra retórica, que apoyan a la guerra por el poder, el control y la dominación mundial, además de nacional. Se puede decir que la reaparición proliferante de la figura del mercenario, en distintos campos y espacios sociales, políticos y vinculados al poder, se debe a la decadencia generalizada en la civilización moderna y en el sistema mundo capitalista, sobre todo, particularmente, a la decadencia política, cuando, como se dice, los grandes relatos han desaparecido, las grandes narrativas han desaparecido y, en vez de estos intentos serios de argumentación, se usan simulaciones de argumentación, simulaciones narrativas y simulaciones de análisis, para buscar legitimar simulaciones de revolución de los denominados gobiernos neopolulistas.
En Mercenarios, Estado y guerra, Darío Benedetti escribe:
“La guerra, como actividad social, se encuentra en permanente transformación. En las últimas décadas el acontecer bélico ha evolucionado hasta tal punto que las clásicas teorías de la guerra parecen haber perdido toda utilidad. La dislocación espacial, es decir el establecimiento de una geografía de la guerra que excede los límites de la clásica configuración estatal. La virtual desaparición de batallas mina la temporalidad de los conflictos ya que estos “arden” lentamente sin poder decirse con precisión cuando un conflicto se ha iniciado o acabado. Todo esto sumado o producto de la aparición de nuevos sujetos bélicos. Señores de la guerra, insurgencias, Compañías Militares Privadas (CMP), grupos terroristas, por solo señalar algunos de mayor importancia y que han acaparado buena parte de los estudios académicos sobre la guerra en las últimas décadas.”
El autor destaca “el hecho de que las compañías militares privadas tienen una presencia más activa en los actuales escenarios bélicos. Se suele afirmar que en Irak han superado a las fuerzas del Ejército estadounidense. Pero su presencia no se limita a Irak y Afganistán sino que se encuentran presentes en África (Congo, Angola), Asia (Indonesia), América Latina (Colombia, México)… en fin, en la actualidad no hay continente que las compañías militares privadas no tengan presencia. Las tareas de las compañías militares privadas suelen ser variadas y abarcan desde asesoramiento, logística, provisión armamentística, planificación, inteligencia, operador de armas de alto desarrollo tecnológico y, en última instancia, tropas combatientes.”
Por otra parte:
“Entre las variadas explicaciones que se han dado a la reaparición de dichas compañías y a la utilización de mercenarios, es cierta pérdida del monopolio de la violencia por parte de los Estados. Siguiendo esta línea se ha comparado la aparición de dichas compañías en el período de construcción de los Estados modernos, especialmente en el periodo de la guerra de los 30 años, donde las tropas estaban principalmente constituidas por bandas mercenarias. De este modo se tiende a considerar que las dichas guerras se forjan en un contexto de construcción de los Estados mientras que las nuevas guerras se hacen en un contexto de desintegración de los estados mismos.” [2]
Retomando la observación de la generalización de la condición de mercenario, podemos decir, que esta condición se ha generalizado en la lucha política y por la imposible legitimación, durante los problemas estructurales del capitalismo tardío. Hoy asistimos a la aprición de compañías mediáticas privadas o mas menos privadas, incluso declaradas partidarias de opciones políticas conocidas y polémicas. Usando las tecnologías avanzadas del Internet, en las redes, sin desmerecer el uso de tradicionales espacios mediáticos, incursionan apabullantemente desinformando, haciendo propaganda encubierta, aparentando objetividad y compromiso, de una manera que no puede ser sino el de la deshonestidad intelectual y política.
Lo que hemos llamado los apartatos ideológicos y mediaticos de los nuevos totalitarismos tiene también que ver con esta proliferación de la figura del mercenario. Ahora campeante en plena desaparición del debate, de la investigación y del análisis crítico, sustituyendo esta desaparición por la dratriba y la impostura.
Notas
[1] Ver Mercenario: Enciclopedia Libre: Wikipedia.
[2] Darío Benedetti: Mercenarios, Estado y guerra: https://cdsa.aacademica.org/000-079/305.pdf.
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Fotografía: Pradaraul