Por: Enric Llopis. 31/03/2022
América Latina es la mayor productora mundial de soja; estaba previsto que sumará el 55% durante el ciclo 2021-2022 (un total de 63,8 millones de hectáreas sembradas), según el pronóstico de la Bolsa de Comercio de la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina), del que se hizo eco la Agencia Efe (octubre 2021).
Cuatro países de la región destacan entre las 10 potencias sojeras globales, añade el informe.
En concreto sobresalen Brasil (siembra completada de 144 millones de toneladas), Argentina (49 millones), Paraguay, Uruguay y Bolivia. La condición de liderazgo –más de la mitad de la producción mundial- se ha mantenido durante la última década.
El pasado 4 de marzo, la FAO señaló que el índice de precios de los alimentos de este organismo de Naciones Unidos había alcanzado, en febrero, una cifra alcista récord (140,7 puntos, un 20,7% más que hace un año). Una de las causas destacadas es el incremento de las cotizaciones en los aceites de palma, soja y girasol (alza del 8,5% en el precio de los aceites vegetales desde el mes anterior).
¿Qué realidad subyace al negocio y la agroindustria de la soja? ¿Cuáles son los impactos sociales y ambientales? Aporta respuestas la campaña y página Web de Ecologistas en Acción Los rostros de la soja, presentada el 10 de marzo. “La deforestación de los bosques tropicales o ecosistemas como la Amazonía, El Cerrado y el Gran Chaco es parte de una larga cadena de suministro que empieza en la frontera agrícola sudamericana y finaliza en los platos europeos”, denuncia la organización ecologista.
Asimismo, “la Unión Europea (UE) es el segundo mercado de exportación más importante de soja, después de China; la fabricación de piensos para ganadería industrial consume el 87% de la soja importada en la UE”. Otro uso relevante en el agronegocio de la soja son los biocombustibles.
En cuanto al estado español, en 2018 importó 5,7 millones de toneladas de esta planta oleaginosa, de países como Brasil, Estados Unidos o Argentina. Los rostros de la soja subraya que una parte significativa está “oculta” en carnes, huevos o productos lácteos de las granjas industriales; la página Web subraya el liderazgo de España en la producción de piensos y cerdos, con una orientación cada vez mayor a las exportaciones.
A estas tendencias se agregan otras conclusiones de interés: “La población española consume seis veces más carne que el máximo recomendable, lo que es poco saludable e insostenible”.
El 21 de marzo se celebra, desde 2013, el Día Internacional de los Bosques por iniciativa de Naciones Unidas (recuerda la ONU que cada año el planeta pierde 10 millones de hectáreas de superficie forestal, lo que equivale al territorio de Islandia).
Ese día Rainforest Foundation Norway, Harvest y Ecologistas en Acción hicieron público el documento Situación de la industria de la soja; el informe tiene el siguiente punto de partida: la producción mundial de soja se duplicó entre 2000 y 2019, en perjuicio –en buena medida- de los bosques y la vegetación originaria de América Latina.
En concreto, según los análisis citados de Global Forest Watch, se deforestaron para la producción de soja 8,2 millones de hectáreas entre 2000 y 2015; “un 97,5% de esta pérdida tuvo lugar en Latinoamérica” (más del 60% de la mengua en Brasil, seguido de Argentina, Bolivia y Paraguay).
El informe hace referencia a otras investigaciones, como las de Xiao Peng-Song, Matthew C. Jansen y Peter Potatov, de 2021; cerca del 9% de la deforestación total en América del Sur –durante el periodo 2000-2016- está relacionada con la producción de soja; también se apunta el concepto de conversión directa: plantación en el trienio que sigue a la tala de los bosques; la mayor parte de la conversión directa en América Latina para esta oleaginosa se desarrolló en El Cerrado (cerca de la mitad de la conversión para la soja en América del Sur) y la Amazonía brasileñas.
Situación de la industria de la soja incluye los matices de las investigaciones de Trase Earth (julio 2020): “La mayor parte de la expansión de la soja en Brasil se ha producido en los pastos existentes (…)”. El 77% de las exportaciones sojeras de Brasil estaban controladas en 2019 por una decena de empresas: Cargill, Bunge, ADM, Louis Dreyfus Company, Amaggi, Gavilon, COFCO, Glencore, Coamo y Engelhart.
Respecto a la estructura de la propiedad y los conflictos por la tierra, sólo el 10% de la producción de soja brasileña está adscrita a pequeños agricultores (propiedades con una superficie menor a 50 hectáreas); la mayoría de la propiedad restante (en régimen de monocultivo, elevada mecanización y poco intensiva en mano de obra) corresponde a plantaciones con una superficie superior a las 500 hectáreas; El Cerrado es una de las zonas con mayor tendencia a la gran explotación.
No es infrecuente la conflictividad, litigios y los acaparamientos ilegales. En 2020 la Comissao Pastoral da Terra (CPT) de Brasil documentó 1.576 conflictos por la tierra, lo que representó la cifra más elevada en más de tres décadas; entre otros ejemplos, el informe de Ecologistas en Acción explica el caso de Formosa do Rio Preto; se trata del “cuarto municipio en importancia en la producción de soja de Brasil, también prioritario de (la plataforma empresarial) Soft Commodities Forum (SCF) y con el mayor volumen de deforestación entre 2018 y 2020”.
La potencia brasileña es, asimismo, el principal comprador mundial de plaguicidas, la mitad de ellos utilizados en los cultivos de soja; a menudo se trata de sustancias prohibidas en otros países. El uso de estos contaminantes ha causado el “envenenamiento de escolares y miembros de comunidades rurales en zonas agrícolas; y se ha documentado la contaminación por plaguicidas del agua, el aire, la sangre y la leche materna de las mujeres que viven cerca de las granjas”.
Análisis de Rainforest Foundation Norway ponen números a la hipótesis de un incremento en la demanda global de biocombustibles, cuyo consumo (a base de soja) podría alcanzar los 41 millones de toneladas en 2030, el equivalente a tres cuartas partes de la producción mundial actual de aceite de soja; la hipótesis respecto al aumento en el consumo de este aceite tendría un grave impacto ambiental: “Una deforestación adicional de 1,8 millones de hectáreas para 2030”.
Ecologistas en Acción presentó en enero otro reporte, de 60 páginas, titulado Con la soja al cuello: piensos y ganadería industrial en España. El informe de la organización ecologista califica al estado español como “estratégico” para las empresas importadoras de soja desde América, que proceden a la molturación del haba en sus instalaciones españolas; el proceso incluye la comercialización de los subproductos a las factorías de piensos y a las granjas industriales emplazadas en el territorio.
Así, el estado español constituye un eslabón, una maquila en la cadena global de la soja. Ecologistas en Acción subraya que en 2018 España fue el mayor productor de piensos compuestos de Europa (24 millones de toneladas); y junto a Francia y Alemania está a la cabeza de la producción pecuaria de la UE. El panorama se completa con la producción de carne: en 2019 el estado español produjo más de 7 millones de toneladas, mientras que el consumo de las familias se situó muy por debajo (2 millones de toneladas).
El modelo empresarial tiende a la integración vertical: “Cada vez menos manos y más poderosas”; así, de dos transnacionales –Bunge International Limited y Cargill-, que cubren la producción de la soja, “depende en gran parte el abastecimiento de la cadena ganadera industrial en España”; Con la soja al cuello destaca algunas de las empresas integradoras con mayor peso en el estado español: Nutreco; Grupo Fuertes; Coren; Vall Companys; bonÀrea y Costa Foods.
“Disponen de granjas asociadas o realizan una subcontratación de granjas, en las que el ganadero integrado aporta la mano de obra y las instalaciones”, explica el documento de Ecologistas en Acción; mientras, remata el informe, “la multinacional suministra los animales e insumos –como pienso o medicación- y se compromete a la compra de toda la producción”.
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Fotografía: Rebelión