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Movimiento

por RedaccionA diciembre 12, 2022
diciembre 12, 2022
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Por: Giorgio Agamben. 12/12/2022

Los pensamientos que voy a compartir con ustedes hoy se originan en un malestar, o más bien en una serie de preguntas que me hice durante un encuentro en Venecia que tuvo lugar hace algún tiempo y contó con la participación de algunas de las personas que están aquí hoy (Toni Negri, Luca Casarini…). Un término retornaba continuamente en este encuentro, el término «movimiento». Como ustedes saben, esta es una palabra con una larga historia en nuestra tradición, y parece ser la más recurrente hoy en la intervención de Toni. También en su libro, esta palabra se repite en posiciones estratégicas cada vez que intenta definir lo que significa la multitud; por ejemplo, cuando el concepto de multitud necesita ser separado de la falsa alternativa entre soberanía y anarquía.

Entonces mi malestar y mis preguntas surgen del hecho de que por primera vez me he dado cuenta de que esta palabra nunca fue definida; aquellos que la usaron, yo incluido, ni pudimos ni quisimos definirla. En el pasado usé como regla implícita en mi práctica de pensamiento la fórmula «cuando el movimiento esté ahí, haz como si no estuviera, y cuando no esté allí, haz como si estuviera». Ahora comprendo que no sabía lo que significaba esta palabra: además de su falta de especificidad, es una palabra que todo el mundo parece entender, pero que nadie define. Primero que todo, por ejemplo, ¿de dónde viene esta palabra? ¿Cómo fue que, en un momento, una instancia política decisiva llegó a ser llamada «movimiento»? Mis preguntas hoy provienen de este reconocimiento de que no es posible dejar este concepto sin definición; debemos pensar acerca del movimiento porque este concepto es lo que no hemos pensado, y mientras siga siendo así nos arriesgamos a comprometer nuestras opciones y estrategias. Esto no es solo escrúpulo filológico debido al hecho de que la terminología es el momento «poético», por tanto productivo del pensamiento, ni quiero hacer esto porque sea mi trabajo definir conceptos, como un hábito. Realmente pienso que el uso a-crítico de conceptos puede ser responsable de muchas derrotas y fracasos. Claramente recién he comenzado a introducir la propuesta de buscar una definición de esta palabra, así que trataré simplemente de bosquejar con algunas consideraciones básicas y plantar algunos pocos piquetes que puedan ser útiles para orientar la investigación futura.

Primero algunos banales datos históricos: el concepto de movimiento, que en las ciencias y en filosofía tiene una larga historia, en la política solo adquiere un sentido técnicamente relevante en el siglo xix. Una de sus primeras apariciones data de la Revolución de julio de 1830 en Francia, cuando los agentes del cambio se llamaban a sí mismos partie du mouvement y sus adversarios partie de l’ordre. Solo con Lorenz Von Stein, un autor que influenció tanto a Marx como a Schmitt, este concepto se vuelve más preciso y comienza a definir un campo estratégico de aplicación. En su Historia del movimiento social en Francia (1850) Von Stein pone la noción de movimiento en contraposición dialéctica a la noción de Estado. El Estado es
el elemento estático y legal, mientras que el movimiento es la expresión de las fuerzas dinámicas de la sociedad. Así, el movimiento siempre es movimiento social y está en antagonismo con el Estado, y expresa la primacía dinámica de la sociedad sobre las instituciones jurídicas y estatales. Sin embargo, Von Stein no define el movimiento: le adscribe una dinámica y designa su función, pero no entrega una definición, ni una tópica para él.

Una interesante indicación en la historia de los movimientos puede encontrarse en el libro de Hannah Arendt sobre el totalitarismo. Ella no define el movimiento, pero muestra que alrededor de la Primera Guerra Mundial, inmediatamente antes e inmediatamente después, los movimientos en Europa experimentan un desarrollo excepcional, esta vez en estratégica contraposición a los partidos, cuando estos últimos entran en un periodo de crisis. En este período hay una verdadera explosión del concepto y el fenómeno del movimiento, una terminología que es claramente usada tanto por la derecha como por la izquierda: el fascismo y el nazismo siempre se definen a sí mismos primero como movimientos y solo después como partidos. No obstante, este término excede el dominio político: puede ser encontrado en todas partes (si se han acercado a la obra de Walter Benjamin sabrán cuán importantes fueron para su desarrollo los Jugend Bewegung, los movimientos juveniles). Pero, para mencionar un ejemplo exterior al dominio político, cuando en 1914 Freud quiso escribir un libro para describir aquello de lo que es parte, más que una disciplina, institución o escuela, él lo llamó un movimiento psicoanalítico. Todavía no hay una definición aquí, pero evidentemente, en ciertos momentos históricos, ciertas palabras claves se imponen irresistiblemente y son adoptadas por posiciones antagónicas, sin necesidad de ser definidas.

La etapa más vergonzosa de mi investigación, donde la ceguera ante el concepto se vuelve visible, fue cuando me di cuenta de que la única persona que intentó definir este término en el campo jurídico y en el político, fue un jurista nazi: Carl Schmitt. En 1933, en un ensayo titulado Staat, Bewegung, Volk [Estado, Movimiento, Pueblo], y subtitulado La tripartición de la unidad política, Schmitt intenta definir claramente la función política constitucional de la noción de movimiento. Esto es vergonzoso, porque en este ensayo Schmitt trata de definir la estructura constitucional del Reich de los nazis. Resumiré su tesis brevemente, dado que esta promiscuidad terminológica con un pensador del nazismo demanda claridad y lucidez, sin la cual sería imposible librarse de esta promiscuidad. De acuerdo a Schmitt, la unidad política del Reich nazi está fundada sobre tres elementos o miembros: Estado, movimiento y pueblo. La articulación constitucional del Reich resulta de la articulación y distinción de estos tres elementos. El primer elemento, dice Schmitt, es el Estado, que es el lado político estático: el aparato de las instituciones. El pueblo es, por el otro lado, el elemento no-político, im-político que crece a la sombra y bajo la protección del movimiento. El movimiento es el elemento político real, el elemento político dinámico que encuentra su forma específica en la relación con el Partido Nacional Socialista y su dirección y la Führung, pero para Schmitt el Führer no es más que una personificación del movimiento.

Ahora quiero considerar las implicaciones de esta tripartición, que incidentalmente Schmitt sugiere que está presente también en el aparato constitucional del Estado soviético. Mi primera consideración es que la primacía de la noción de movimiento radica en la función del devenir impolítico del pueblo (recuerden que el pueblo es el elemento im-político que crece a la sombra y bajo la protección del movimiento). Entonces una primera consecuencia importante es que el movimiento deviene el concepto político decisivo cuando el concepto democrático del pueblo, como cuerpo político, está en decadencia. No debería sorprendernos decir que la democracia termina cuando el movimiento emerge. Substancialmente no hay movimientos democráticos (si con democracia estamos hablando de aquello que tradicionalmente pone al pueblo como cuerpo político constitutivo de la democracia, si uno pudiera pensar en una democracia que no esté basada en esta noción de pueblo, entonces sería una cuestión diferente).

Sobre esta premisa, las tradiciones revolucionarias de la izquierda concuerdan con el nazismo y el fascismo. No es por casualidad que pensadores contemporáneos que intentan pensar un nuevo cuerpo político, como Toni, toman distancia del pueblo y optan por la multitud, que en Hobbes se opone al pueblo. Para mí y para aquellos con una sensibilidad léxica o lexicográfica, es significativo que en torno a Jesús nunca hay laos o demos (términos técnicos para el pueblo en griego) sino solo oikos (una masa, una multitud, una turba, como lo traduce San Jerónimo). El concepto de movimiento presupone el eclipse de la noción democrática de pueblo como cuerpo político constitutivo. Esto es lo primero que debemos tener en cuenta al usar el concepto de movimiento.

La segunda implicación de este concepto schmittiano de movimiento es que el pueblo es un elemento impolítico, cuyo crecimiento debe ser protegido y sustentado por el movimiento (Schmitt usa el término Wachsen, crecimiento biológico, de plantas y animales). A este pueblo im-político le corresponde la esfera im-política de la administración, y Schmitt evoca también el Estado corporativista del fascismo. Mirándolo hoy, no podemos sino ver en esta determinación del pueblo como im-político el reconocimiento implícito, que Schmitt nunca se atreve a articular, de su carácter biopolítico. El pueblo es convertido ahora de cuerpo político constitutivo a población: una entidad demográfica biológica, y en tanto tal, im-política, que el movimiento tiene que proteger, sustentar y dejar crecer. Por eso en la teoría de Schmitt, cuando durante el siglo xix el pueblo dejó de ser una entidad política y se convirtió en poblaciones demográficas y biológicas, el movimiento se volvió una necesidad. Esto es algo que debemos tener presente: vivimos en una era en la que la transformación del pueblo en población, o de una entidad política en entidad demográfica, es un hecho ya realizado. El pueblo es hoy una entidad biopolítica en el estricto sentido de Foucault, y esto hace que el concepto de movimiento sea necesario.

Si queremos pensar la noción de biopolítica de una manera diferente, como lo hace Toni, y yo estoy cerca de él en esto, aunque desde una perspectiva distinta y con mayor cautela, y si queremos pensar acerca de la intrínseca politicidad de lo biopolítico, que es ya profundamente político y no necesita ser politizado a través del movimiento, entonces también tenemos que repensar la noción de movimiento: no podemos usar esta noción a-críticamente si deseamos repensar la política de lo biopolítico. La labor de definición es necesaria porque si continuamos leyendo el texto de Schmitt encontramos aporías particularmente amenazantes: si el elemento político determinante, el elemento autónomo, es el movimiento, y el pueblo es im-político en sí mismo, entonces el movimiento solo podrá encontrar su propia politicidad marcando en el cuerpo im-político del pueblo una cesura interna que le permita su politización. En Schmitt, esta cesura es lo que él llama la identidad de las especies; dicho de otro modo, el racismo. Aquí Schmitt alcanza su más alta identificación con el racismo y la más grande correspondencia con el nazismo. Esto es un hecho, pero debemos reconocer que esta opción, de ser forzados a identificar una cesura en el cuerpo im-político del pueblo, es una consecuencia inmediata de su noción de la función del movimiento. Si el elemento político no es el pueblo, sino el movimiento como la entidad autónoma, ¿de dónde puede sacar su política? Su política solo puede fundarse sobre su capacidad de identificar un enemigo dentro del pueblo, en el caso de Schmitt, un elemento racialmente extraño. Donde hay movimiento siempre hay una cesura que corta a través y divide al pueblo; en este caso, identificando un enemigo. Por esto considero urgente repensar la noción de movimiento, y clarificar su relación con el pueblo y eventualmente con la multitud.

En Schmitt vemos claramente que los elementos que se excluyen como im-políticos del movimiento retornan como aquello sobre lo que debe decidirse, se impone la necesidad de una decisión política sobre lo im-político, sobre qué cosa es política y qué cosa impolítica. El movimiento en Schmitt es el que decide políticamente sobre lo im-político. Puede tener la forma de una cesura étnica o racial como en Schmitt, pero también puede tener la forma, como hoy en día, de una función de administración o gobierno del elemento im-político que es la población, del cuerpo biológico de la humanidad y de los pueblos que intentan ser gobernados por el poder. Estas son mis preguntas: ¿debemos seguir usando el concepto de movimiento, o debemos abandonarlo? Si señala un umbral de politización del elemento im-político, ¿puede haber un movimiento que sea diferente de la guerra civil? O, para terminar, ¿en qué dirección podemos repensar el concepto de movimiento y su relación con el elemento biopolítico?

No les daré ninguna respuesta, es un proyecto de investigación a largo plazo, pero tengo algunas indicaciones: el concepto de movimiento es el concepto central del pensamiento de Aristóteles. En su pensamiento, la noción de movimiento, de kinesis, cumple una función estratégica en un ámbito muy importante, el de la relación entre potencia y acto. Aristóteles da una definición muy interesante del movimiento; dice que el movimiento es el acto de una potencia en cuanto potencia, no es el pasaje al acto, es el acto de una potencia como potencia. Posteriormente dice que el movimiento es un acto imperfecto, ateles, que no tiene un fin. Aquí sugeriría una pequeña modificación de su perspectiva, y quizás Toni esté de acuerdo conmigo por una vez en esto: el movimiento es la constitución de una potencia en cuanto potencia.

Pero si esto es cierto, entonces no podemos pensar más el movimiento como externo o autónomo con respecto a la multitud y al pueblo. No podrá ser más el sujeto de una decisión, de una organización, de una dirección del pueblo, no podrá ser más un elemento de politización de la multitud o del pueblo. Otro aspecto interesante en la definición de Aristóteles es que el movimiento es un acto ateles, que carece de un fin, incompleto, infinito en el sentido de que carece de telos, lo que significa que el movimiento se mantiene en una relación esencial con una privación, con una ausencia de telos, con una imperfección. El movimiento está siempre constitutivamente en relación con esta carencia propia, con su propia ausencia de fin, o de un ergon, o de un telos o de una opera. Aquello sobre lo que siempre estoy en desacuerdo con Toni es este acento puesto en la productividad. Aquí debemos reivindicar la inoperatividad, la ausencia de opera como algo central. Esto expresa la imposibilidad de un telos o de un ergon, de un fin, de un opera para la política.

El movimiento significa propiamente la indefinición y la imperfección de toda política. En este sentido, siempre deja un resto. En esta perspectiva, el lema que cité al inicio como regla interna para mi pensamiento («cuando el movimiento esté ahí, haz como si no estuviera, y cuando no esté allí, haz como si estuviera») puede ser reformulado ontológicamente como esto: el movimiento es aquello que, si es, es como si no fuera, carece de sí mismo, y que si no es, es como si fuera, se excede a sí mismo. Es el umbral de la indeterminación entre un exceso y una deficiencia que marca el límite de toda política en su imperfección constitutiva.

Traducción de Arianna Bove
Traducción de Paolo A.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: reportesp

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