Por: Arturo Rodríguez García. Notas sin Pauta. 07/08/2017
Clase política uniforme. El 10 de junio de 2013, el Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad fue escenario de una concentración de poder, reedición temporal –o quizás no tanto– del antiguo arreglo hegemónico que, con sus sectores azul y amarillo, pretendía materializar un postulado presidencial:
“México demuestra que sí es capaz de transformarse, en democracia”.
Los espacios destinados a la prensa eran insuficientes para la multitud de reporteros nacionales y extranjeros destinados a cubrir la concreción de uno de los primeros objetivos del llamado Pacto por México, como lo fue la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones. Un grupo de reporteros tuvimos que permanecer en la explanada donde encontré a Jenaro Villamil. Juntos, vimos la transmisión en vivo, instalados bajo el toldo de un puesto de garnachas.
Era una reedición de las antiguas cargadas, en los mejores momentos para el peñanietismo, que por esos meses recuperaba el brillo de la parafernalia priísta y la unanimidad en torno a la figura presidencial sólo para perderlo un año después, ante la espantosa e inocultable realidad de violencia, corrupción e impunidad.
A diferencia de los reporteros nacionales, al salir, los corresponsales extranjeros –aun aquellos ignorantes de la política mexicana y fácilmente impresionables, que contribuyeron a la promoción del efímero Mexican Moment— buscaban una posición para el contraste. No la encontraban ni en los izquierdistas históricos como Pablo Gómez que salían exultantes del evento. El reportero Villamil, fue la única fuente que explicaba las trampas de la reforma, indescifrables para la población, por sus tecnicismos e intereses soterrados.
Un año antes, las protestas del movimiento #yosoy132 trastornó el tránsito de una elección que, por la vía de la inducción, estaba resuelta. El conjunto de mensajes que generaba la percepción de mero trámite electoral, se impactó por ese movimiento y el reclamo que pocos podíamos prever: democracia efectiva y pluralidad mediática.
(Personalmente, no he podido resolver cómo fue que después de cinco años de militarización, con la altísima cuota de sufrimiento que afectó amplias zonas del país y redujo las libertades fundamentales, un estado de excepción de hecho, la rebeldía juvenil se expresara en algo menos tangible: el reclamo democrático y libertad de expresión).
Entre los pocos que habían publicado abundante información, asociando la democracia electoral y el desequilibrio en medios, destacaba Jenaro, reportero de Proceso, cuyo primero de cinco libros al respecto apareció en 2001 (El poder del raiting, de la sociedad política a la sociedad mediática. Plaza & Janés. 2001).
El tema es una de sus obsesiones y el seguimiento que ha dado al comportamiento de los poderes público y privado, desemboca ahora en el lanzamiento de su nuevo libro La rebelión de las audiencias. De la televisión a la era del trending topic y el like (Grijalbo. 2017).
El libro nos alerta de las amenazas del poder: interacciones falsas, campañas negras, violaciones a la neutralidad de la red, e inclusive, a la privacidad y honor de las audiencias. También es motivo de esperanza en tanto explica la ola de rebeldía que, gracias a las posibilidades que la tecnología ofrece, conforman una participación ciudadana hasta hace unos años inverosímil. En medio, la crisis de los medios tradicionales y las formas en que eso repercute en el poder y los negocios que a su amparo florecen.
Todo, documentado por un periodista acucioso, cuyo libro resulta indispensable para comprender las nuevas condiciones de la dicotomía democracia-medios en México.
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Fotografía: aristeguinoticias