Por: Andrei Briones Hidrovo. Iberoamericasocial. 18/06/2019
“There is no wealth but life” (John Ruskin, 1860), o bien “no hay riqueza, sino vida” es la cita más oportuna que expone Kate Raworth en su libro La economía de la Rosquilla ante la actual crisis mundial climática y ecológica. Descrita por George Monbiot como “la John Maynard Keynes del XXI”, Kate Raworth pretende con su libro romper con la visión (neo) clásica de la economía y apunta a la creación de una nueva economía que encaje dentro de los límites físicos del planeta y nos permita prosperar y desarrollar a todos por igual.
Sabiamente, la autora escribe su libro a partir de una idea-guía: lo que dibujamos determina lo que podemos o no ver, además de reconocer el poder que tienen las imágenes. Un claro ejemplo de ello, es el diagrama económico de flujo circular creado por Paul Samuelson. Dicho diagrama, que simulaba el proceso físico de flujo de agua (sistema de bombeo), tuvo gran impacto en la forma de comprender la economía, marcando así una tendencia. Por tanto, es claro que, si se quiere transformar el pensamiento económico del siglo XXI, hay que dejar las viejas imágenes y volver a dibujar la nueva economía. Y para ello, Raworth plantea 7 maneras de pensar como un economista del siglo XXI, que claramente se enmarca dentro de la desestabilización del sistema climático mundial y de la crisis socio-ecológica. Estas son: 1) cambiar de objetivo, 2) ampliar la visión, 3) cambiar la condición humana, 4) comprender los sistemas, 5) diseñar para distribuir, 6) crear para regenerar, y 7) ser agnóstico con el crecimiento económico.
Desterrar el PIB como objetivo, es la primera propuesta. El bien conocido PIB, que mide el valor de productos y servicios generados por un país en un año, es el indicador que ha secuestrado a la economía y que se ha convertido en el “cuco”. Todo objetivo económico actual se traduce en el crecimiento del PIB. El PIB logró cegar la economía ya que la idea de un crecimiento infinito se ajustaba muy bien a la idea de progreso hacia adelante y hacia arriba. Con ello, el crecimiento económico pasó simplemente a ser una necesidad, sin cuestionarse si era deseable, posible o incluso necesario. Kuznets fue crítico e indicó que “el bienestar de una nación apenas puede ser inferido a través del ingreso nacional”. En la década de los 90´s, Donella Meadows de manera frontal se refirió al crecimiento económico como “el propósito más estúpido inventado por cualquier cultura”.
Tras cuestionar la vieja teoría económica en contraste con la realidad, con papel y lápiz en mano, Raworth establece un nuevo objetivo para la economía: la rosquilla. Con una imagen innovadora y que rompe con los esquemas, diagramas y las imágenes tradicionales de la economía, Raworth apunta a que la humanidad pueda desarrollarse en el tiempo dentro de un espacio justo y seguro, es decir, dentro de ese espacio dónde todos podamos satisfacer las necesidades básicas por igual, dentro de los límites biofísicos del planeta. Con la aparición de la economía de la rosquilla, claramente la tendencia es hacia un desarrollo equilibrado, en lugar que perseguir un incuestionable crecimiento económico infinito. Una de las preguntas importantes que plantea la autora es, ¿cuál es el techo ecológico? La respuesta es clara: aquel punto en que no se ponga en presión y desestabilice los ecosistemas. Para ello, se integra en la rosquilla 9 limites planetarios (anillo exterior): pérdida de biodiversidad, transformación del suelo, extracción de agua, cargas de nitrógeno y fósforo, contaminación química, acidificación del océano, cambio climático, agotamiento de la capa de ozono y contaminación del aire. Por último, ante la pregunta si podemos vivir dentro de la rosquilla, existen varios factores condicionantes a tener en cuenta, como lo son la población, la distribución, las aspiraciones, la tecnología y la gobernabilidad. Todos tienen un rol importante, pero es claro que teniendo en cuenta las condiciones ecosociales actuales, dichos factores deben estar en equilibrio.
Camino a pensar como un economista del XXI, el segundo punto es ampliar la visión. Partiendo del diagrama de flujo circular de Samuelson, el cual simulaba un proceso físico, los economistas neoliberales Hayek y Friedman introdujeron nuevos elementos, definiendo de esta manera la nueva macroeconomía. El problema de dicho esquema radica en lo que no se incluye y por tanto no se ve, como bien lo señala Raworth. De ahí parte el planteamiento de ampliar la visión, es decir, visualizar el “Todo”. El modelo neoliberal considera como actores el mercado, los negocios, las finanzas, el comercio y el estado, dejando de lado actores vitales como el planeta Tierra, los hogares, etc. En este siglo XXI, el escenario debe ser diferente. El nuevo esquema incluye todos los actores en un orden jerárquico: la Tierra, la sociedad y la economía y dentro de ésta, el mercado, los hogares, el estado y los comunes. Trasversalmente, fluye materia y energía. Sin duda alguna, incluir la Tierra en el modelo macroeconómico es el elemento más importante. Esta visión tiene sus bases en la economía ecológica, la cual toma en consideración los elementos biofísicos dentro del proceso económico y pone a la economía como parte del Todo, es decir, como parte de la sociedad que a su vez es parte del planeta Tierra.
Con la construcción y evolución de las teorías económicas, también entro en juego la definición del ser humano. En este contexto, el ser humano es definido como homo economicus, que no es más que el hombre económico racional, que según Raworth, se lo podría describir como un hombre solo, con dinero en mano, con una calculadora en la cabeza y el ego en el corazón. Este prototipo de hombre, egoísta, insaciable, cazador de dólares, pensando siempre en su utilidad, que es capaz en teoría de tomar la mejor decisión (esto según la corriente económica principal), no cabe ya en el presente siglo. Esta condición ha permeado y modificado el comportamiento social del hombre. A partir de esto, es necesario que nos retratemos todos de una manera diferente, ya no como un hombre solitario, sino como lo que somos, seres humanos sociales y recíprocos. Todo apunta a un cambio radical en la condición humana. Indica Raworth que hay algo que nos une a todos por igual y es que nadie en definitiva se parece a ese modelo sesgado y viejo de hombre económico racional. Por el contrario, y de manera sorprendente, el homo sapiens es la especie más cooperativa en la Tierra, superando incluso a las hienas y a las hormigas. Por lo tanto, si lo deseable es desarrollarnos y prosperar dentro de la rosquilla, debemos ser capaces de dar, recibir y cooperar. Para ello, es necesario por un lado recobrar esos valores propios del ser humano que lo devuelvan a su naturaleza; y por otro, ser más interdependientes y crear vínculos que aproxime los uno a los otros.
Al ampliar la visión e integrar todos los elementos (punto 2), es necesario comprender su interacción. De este modo, Raworth expone la necesidad de desechar la idea de un sistema económico mecánico estable y pasar hacia una economía como parte de un gran sistema complejo. La economía ha hecho una mala copia de los procesos físicos (obviando las propias leyes físicas) para explicar sus teorías, lo que ha conllevado un sesgo total de la realidad ecosocial, a la par de que su esencia y enseñanza se basa en un sistema lineal, mecánico y predecible. La curva de oferta y demanda ejemplifica lo dicho: es otra de las tantas analogías mecánicas. Así, Raworth es crítica con esta visión de la economía y apunta a una visión sistemática y compleja, que se ajusta a la realidad biofísica. En este contexto, hay tres conceptos base a tener en cuenta: reserva y flujo, retroalimentación y retraso. Siendo la reserva y el flujo la base, la retroalimentación interconecta los elementos del sistema. Esta retroalimentación es, por una parte, de refuerzo y por otra, de compensación. Dependiendo de las condiciones, la retroalimentación puede llevar el sistema al colapso o mantenerlo en el tiempo con oscilaciones del caso. Y es aquí en donde entran en juego los retrasos que son impredecibles y tienen grandes efectos en el sistema. En esta línea, la autora señala que todo lo que está por fuera del proceso económico es considerado como una “externalidad” y lo que hay que hacer es abordarlos como propios del sistema y su complejidad. Tal es el caso del cambio climático. En la actualidad, el desarrollo global económico está atrapado por dos condiciones: la desigualdad social y la degradación social. Y por supuesto, es necesario, por una parte, pasar de ingenieros a jardineros (en términos metafóricos); y, por otra parte, ser éticos, para lo cual hay que poner en práctica el servicio a los demás, respectar autonomías, ser prudente en la toma de decisiones y realización de políticas públicas y trabajar con humildad.
Los siguientes dos puntos, distribución y regeneración por diseño, tienen en común la curva de Kuznets. Para ambos casos, se ha creído que tanto la desigualdad como el daño ambiental-ecológico deben primero aumentar para que luego disminuir (una U invertida). Esta es una premisa que ha resultado ser falsa, ya que se ha evidenciado que no hay ningún patrón que se pueda definir y, por el contrario, cuando la riqueza se concentra en pocas manos y crece más rápido que la misma economía, en efecto hay un aumento de la desigualdad. “El capitalismo genera automáticamente y de forma arbitraria desigualdad que menoscaba los valores meritocráticos en los que se basan las sociedades democráticas” (T. Piketty, 2014). Lo mismo sucede con los daños ambientales-ecológicos. El crecimiento económico solo ha logrado la pérdida de biodiversidad y ecosistemas, sin que efectivamente haya resuelto los problemas ambientales-ecológicos. El sistema industrial lineal es degenerativo; degrada, destruye los ciclos naturales y agota los recursos. Resulta que altos niveles de desigualdad coinciden con un incremento en la degradación ecológica.
Por supuesto, para pensar como un economista del siglo XXI, esto debe cambiar. Para ello, la economía debe estar basada en una red de regeneración y distribución. Sin embargo, es necesario que tanto los ingresos como la riqueza sean redistribuidos, como punto de partida. ¿Quién es el dueño de la tierra, del trabajo, de las ideas? ¿Quién hace tu dinero? ¿Quién será el dueño de los robots? Estas preguntas son cruciales dentro de los fundamentos de la economía de la rosquilla. De manera general, el gran cambio hacia la distribución igualitaria y equitativa viene dado por la desprivatización de los factores y medios de producción (tecnología y recursos naturales) y que estos puedan ser administrados y aprovechados por igual por el conjunto de la sociedad. Por otra parte, de cara a evitar más daños ambientales-ecológicos, Raworth hace un llamado a la economía circular, aquella que permita cerrar ciclos y que, además, sea generosa; es decir, que permita crear un real bienestar en conjunto con la naturaleza.
Ser agnóstico con el crecimiento económico es el último punto, el cual por supuesto esta vinculado al primero (cambiar el objetivo). El crecimiento económico sin duda alguna se ha convertido en una religión. Con ser agnóstico, la autora pretende que nos desarrollemos y prosperemos en una nueva economía independientemente de que crezca o no; el punto clave es prosperar. Y para esa nueva economía, en efecto es necesario grandes transformaciones de las estructuras financiera, política, y social. Siguiendo lo expuesto por el economista W.W. Rostow, el desarrollo socioeconómico ha ido evolucionando y avanzando en el tiempo de tal manera que en la actualidad nos encontramos en un estado de consumo masivo, de la mano del crecimiento económico que en sus inicios era un condición necesaria y normal. El punto crítico es que el crecimiento económico no se ha estabilizado y, por el contrario, tiende al infinito. Una analogía es volar en avión. La precondición es tener todo lo necesario para despegar (combustible, motores, pilotos). Una vez que se eleva, el avión alcanza un punto en que se estabiliza y no sigue ya esa misma dirección hacia arriba como en sus inicios cuando despegó. Pero, por supuesto, el avión no puede volar para siempre. En algún punto debe de aterrizar. En este contexto, el crecimiento económico debe ser capaz de aterrizar. No obstante, dadas las condiciones vigentes, aterrizar o bien que el PIB decrezca tendría con seguridad consecuencias inimaginables, por lo que es claro que no estamos preparado para ello. Esto se debe a la globalización y a la necesidad de actuar todos en conjunto. Por ello la necesidad de realizar cambios profundos globales políticos y sociales, en el que el poder no este sujeto a intereses personales, que la sociedad recupere valores perdidos y que tenga mayores aspiraciones que el materialismo-consumismo.
En definitiva, de manera optimista, Kate Raworth plantea la economía de la rosquilla en el que la economía global nos permita desarrollarnos en equilibrio con la naturaleza, a partir su diseño redistributivo y de regeneración.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ.
Fotografía: weforum