Por: Reitano, Ignacio Martín. 03/03/2022
En variados cuentos, particularmente en El Aleph, Borges desarrolla un especial interés
por lo inconmensurable de la totalidad, por la posibilidad o imposibilidad de nombrar de forma
parcial un conjunto infinito de elementos, por la inmensidad del universo, por la, digámoslo
así, finitud e infinitud del conocimiento. ¿Es permisible la construcción de una teoría que pueda
abarcar la explicación de la totalidad? ¿Hay posibilidades de analizar, a partir de un conjunto
determinado de supuestos, la integridad de las relaciones sociales? ¿Es posible el conocimiento
de la infinitud? Y si lo es, ¿cuál es el siguiente acto? ¿Qué es lo que depara luego? Por su parte,
¿cuántos pasos hay para que una teoría se convierta en un ismo, y de allí a un dogma? Algunos
de estos interrogantes fueron, en parte, la punta de lanza para el desarrollo de este trabajo,
sumados a la lectura central de John Holloway y la llamada corriente del “marxismo abierto”2
.
Holloway introduce a la reflexión sobre las aberturas y aperturas del conocimiento y de la
historia, en conexión incluso con mundos metafísicos, mágicos, de fantasías de los sujetos y
colectivos. Pero no se queda allí: su mirada está puesta en la lucha, o en la terminología
marxiana, la lucha de clases. Su intención se encuentra también (y principalmente) dentro de la
esfera de la praxis, de la práctica, del romántico “barro” de la historia. No es pensar sólo la
teoría, sino también su larga y difícil relación con el objeto, con la empiria, con los hechos.
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Fotografía: Memoria.fahce.unlp.edu.ar