Por: Eliana Gilet. Somos el Medio. 24/07/2016
“Los brigadistas van, buscando por los caminos” entonaban, cantando en ronda, las mujeres más mayores en las primeras horas de la mañana del martes 19. Esparcidos por el predio frente de la Parroquia de Amatlán de los Reyes, en Veracruz, los integrantes de la Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos se preparaban para volver a poner en práctica el método que han creado y que ha probado su eficacia. En la primera etapa de trabajo de la Brigada, en abril pasado, encontraron 15 fosas comunes en 15 días de trabajo, además de registrar cerca de cien casos de personas desaparecidas, muchos de los que no habían denunciado a la justicia. La Fiscalía aún debe avances sobre la identificación de los restos hallados tres meses atrás.
Ellos, que se convirtieron en buscadores una vez que faltó alguno de los integrantes de su familia -que desde entonces está desaparecido- ahora traspasan la experiencia a quien esté dispuesto a aprender.
En el México herido, el lunes por la mañana en una parroquia de un pueblo chiquito, una treintena de personas se divide en cinco grupos para organizarse y cubrir de mejor forma el área prevista para ese día. La mayoría son mujeres, madres o hermanas de los que faltan.
Provienen de distintos puntos de la República, como Jorge Aguiluz, que forma parte de la organización Voces Unidas por la Vida, de Culiacán, Sinaloa, quien no puede contener la ansiedad que siente por salir al campo. Esperan a la división científica de la policía federal y también a los peritos de la Procuraduría de Justicia estatal para ponerse en marcha.
Jorge halló a los restos de su hijo hace dos meses, tras 11 meses de buscarlo. No había participado de la primera búsqueda nacional, pero ahora está ahí, presuroso por salir. Explica que en el caso de su hijo, y de la organización que forma parte, fue importante el papel que jugaron los perros amaestrados en el rastreo de los lugares señalados, que fueron facilitados por el gobernador de su estado, con quien se reúnen cada dos meses.
No es una postura unánime la relación con los distintos niveles de gobierno que prefiere el resto de las personas que forman parte de la Brigada. Lo que no está en cuestión es su voluntad (o capacidad) de asumir la labor científica que realizan las dependencias judiciales. Su propósito es la localización de fosas o lugares de enterramiento clandestino, para luego dar paso a los asalariados de la justicia.
Tras el desayuno compartido, los brigadistas, peritos, periodistas y patrullas de la policía salen en caravana hacia la primera ubicación del día. La información fue recibida por un informante anónimo, que indicó el Rancho “San Matías”, a diez kilómetros del centro de la ciudad de Córdoba (vecina de Amatlán) como punto de búsqueda, ya que la hacienda habría pertenecido a los Zetas, la principal organización criminal actuante en Veracruz.
Dentro de los uniformados hay policía federal y también estatal, que no formaron parte de la primera brigada de búsqueda. La presencia de los policías locales genera cierta incomodidad en muchas de las personas presentes, sobre todo las originarias de Veracruz, ya que el grueso de las personas que continúan desaparecidas fue secuestrado por miembros de esa corporación policial. A ninguno de los familiares le hace gracia ver cómo uno de los policías, de uniforme negro, filma y fotografía a los presentes. Se lo hacen saber, al agente y al supervisor de la policía científica.
El rancho ya había sido visitado por las familias, y en la instancia fue entregado a la ley para que procese los hallazgos que allí pueda haber, ya que la pista que indicó el lugar es fuerte.
“La pista llegó por medio de una de las alcancías que están en las parroquias para recibir información anónima de la gente. Muchos veían lo que pasaba, o bien quedaron involucrados. Han llegado notas de los propios enterradores, que años después indican dónde abandonaron los cadáveres de la gente. Otros que saben de las fosas son los campesinos a quienes los mandamases de la zona los obligaron a cavarlas” relató uno de los presentes.
“Nosotros no somos los buenos, sólo pedimos el apoyo para ubicar a los nuestros. Intentamos que la gente se convenza de que tiene que hablar, por eso vamos con las iglesias. Porque ni ellos están bien muertos, ni los dejan trabajar tranquilos a ellos que tienen miedo de encontrarlos cuando se ponen a plantar aquí”
Entre las fincas de café y caña, ejidos de plantas con pinta de tropicales que a lo lejos se ven rodeados por una fila de montañas, el pico de Orizaba aparece y se va como un espejismo camino al segundo punto. Ataviado con todo lo necesario, el dueño de las palabras de más arriba, Mario Vergara, “motivador de las familias” e integrante de los Otros Desaparecidos de Iguala (Guerrero) da algunas instrucciones: “lo que buscamos está en el piso. Hay que mover la maleza para poder ver.”
Parece que barren con palos el pasto y las hojas que pueblan el piso del terreno húmedo y barroso. Los cinco grupos se organizan por cuadrantes para cubrir efectivamente el área de búsqueda. “Le pediría a los universitarios que se dedican a inventar aparatos, que se concentren en diseñar uno que detecte huesos. Si hay uno para el oro, ¿por qué no habrían de encuentre huesos?”, pidió Vergara.
No buscan en toda la inmensidad de los cerros, sino que las pistas recibidas delimitan zonas específicas. En el segundo punto del día, un trabajador reconoció haber encontrado restos humanos en el lugar, que por miedo volvió a enterrar, junto al río, dejando un montoncito de piedras como seña. Todo montículo de piedras que se les cruzó en el camino fue desarmado para checar la pista. Nada apareció en esa zona, pero sí en otra más adelante.
Cuando ya había llegado la tarde, la Brigada encontró la conexión de la zona inspeccionada con la de los hallazgos de abril. De camino, al borde de un barranco, distintas prendas de ropa fueron encontradas, algunas con señales de haber sido quemadas aunque no por completo, lo que señaló un nuevo indicio en la zona. Once fosas fueron encontradas en esos rumbos tres meses atrás. El indicio no es un resto humano, pero sí señala el camino para encontrarlo.
“La ignorancia es parte de la complicidad” reflexiona Vergara, en una pausa de la búsqueda. Hay que saber cuándo las autoridades tienen que responder y cómo, hay que saber qué es lo que hay que preguntar y exigir. “Habría que abrir un hoyo junto a otro hasta encontrarlos a todos. Tiene razón el padre (Alejandro) Solalinde cuando dice que México es una gran fosa clandestina”. Mientras tanto, la brigada busca. Durante los próximos 9 días completarán el trabajo en el predio elegido de Amatlán y llevarán su trabajo al municipio Paso del Macho. “No estamos buscando a los culpables, estamos buscando a los inocentes”, resumió una de sus integrantes.


*En la Foto de Portada: Mario, uno de los brigadistas,durante el primer día de la segunda Brigada en Busca de Personas Desaparecidas en Veracruz. Fotos: Ernesto Álvarez
Fuente: http://somoselmedio.org/node/3587
Fotografía: somoselmedio