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El concepto de subjetividad y el psicoanálisis

por RedaccionA junio 17, 2025
junio 17, 2025
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Por: Mirta Zelcer. 17/06/2025

El yo y el Yo – El envés

Los conceptos teóricos en psicoanálisis recortan e iluminan fenómenos que, una vez enfocados, resultan manipulables como objetos posibles de ser identificados. En consecuencia, es posible operar sobre ellos clínicamente. Examinemos sucintamente un concepto específico.

El uso cotidiano que los psicoanalistas realizamos del término “yo” no siempre es claro. Esta opacidad deriva de la falta de nitidez en los escritos del mismo Freud respecto de su uso. Recorriendo su obra, nos preguntamos si el Yo del Yo y el ello (Yo con mayúsculas) es el mismo yo (con minúsculas) que usa desde sus escritos iniciales hasta los artículos finales. Expondremos brevemente nuestras suposiciones sobre estas diferencias, con la pretensión de ubicar las posibles oscilaciones del concepto, las confusiones que pueden haber acarreado en su uso teórico.

El Yo del Yo y el ello

Alrededor de 1920, Freud advierte que en la observación de la dialéctica en el conflicto neurótico existía un yo coherente y al mismo tiempo un yo inconsciente. A partir de sus enunciados en Más allá del principio del placer, reformula en 1923 la primera tópica del “aparato psíquico” (así denominó a la mente) en la que confluían tres sistemas: el consciente, el preconsciente y el inconsciente , y piensa el aparato psíquico con una estructura sencilla de formular, pero compleja en su dinámica. De las tres instancias que formula –Yo, superyó y ello– señalaremos apenas algunas características de una: las del Yo.

Su trazado –intervenido tanto por el ello como por el superyó– es preciso, incluso diseñable:

  • Surge del contacto del ello con el mundo;
  • Lo gobierna el principio de realidad;
  • En virtud de este rasgo, puede posponer la descarga;
  • Tiene, como hemos dicho, aspectos conscientes y aspectos inconscientes;
  • Reprime, ya que la realidad le impone restricciones al deseo;
  • De ahí sus vasallajes: tanto a la instancia superyoica que conlleva la moral y los castigos, como al ello que lo compulsa.

Ahora bien: este Yo, ¿abarca la totalidad del yo del que venía hablando (y del que siguió hablando)? Veamos someramente qué es lo que Freud dice acerca de este otro yo.

El yo

El uso del término yo (con minúsculas) –desde el principio y hasta el final de su obra– carece de visos psicoanalíticos, pues está empleado al modo tradicional de esa época. ¿Cuál era ese modo? En Estudios sobre la histeria nuestro autor utiliza los vocablos die Person y das Individuum. A partir de estas expresiones, nos arriesgamos a suponer que, desde nuestra representación actual, se podría entender este yo como la totalidad de la persona, o quizás como el tan controversial concepto de self. La noción de self está utilizada por autores psicoanalíticos como “algo” subjetivo, pero también objetivo, y en ese sentido, sujeto a la percepción de terceros. Lo hacen Kohut, Kernberg, Winnicot; Bion utiliza el término “personalidad”. Sin embargo, es particularmente Freud quien utiliza el “Ich-Gefühl” como sentimiento del … ¡yo! Es decir que tanto en la histeria como en la neurosis obsesiva y en las fobias, Freud siempre tuvo una perspectiva de la persona total. No sólo de su condición patológica, sino también de su sentimiento de sí, de las condiciones sociales –incluyendo las familiares– que las originaron.

Este yo indefinido fue tomado por Freud porque su uso extendido y público fue referencia y base elemental consabida sobre la que aplicar sus hallazgos. Sin embargo, a medida que fue descubriendo en el trabajo clínico las manifestaciones de las resistencias, de las identificaciones y debido a la inclusión del narcisismo en el movimiento libidinal fue necesario sistematizar tal complejidad, por el que este yo popular y convencional, el difundido socialmente, incluyó una segunda tópica con un tipo de sistematización distinta de la primera. Así es como en 1923 dibuja y presenta al Yo, al Ello y al Superyó, en este yo en el que Freud circunscribió su primera tópica y sus derivaciones. Sin embargo, el yo tomado implícitamente como persona total, nunca dejó de emplearlo. 

De resultas, este yo terminó siendo, para nuestro iniciador, un vocablo que contiene en forma implícita muchas y grandes variables. Sin embargo, a pesar de que este yo abarcaba cuestiones que excedían lo familiar, la operación psicoanalítica de Freud estuvo siempre representada en los conflictos individuales originados por la cultura social y que estuvieron referidos a la sexualidad. Entonces, ¿por qué siguió usando este término? ¿Por qué no le alcanzó la inclusión del Yo en la tópica estructural? ¿Qué cuestiones excedían a esta instancia?

La Subjetividad

Con la llegada del neoliberalismo también se abrió paso el concepto de subjetividad. Y resultó de esa manera porque los cambios socioeconómicos necesitaban de mutaciones subjetivas para sostenerlo. La subjetividad estatal que sostenía la democracia representativa, la familia nuclear burguesa y a la sociedad de la economía del primer capitalismo, ya era disfuncional y a todas vistas peligrosa para aquello que se estaba instalando ya no a fuerza de sangre y fuego sino por elección popular. Así fue que la importancia de este concepto en nuestro medio se produjo en el momento histórico de cambio político y social en el que el Estado dejó de cumplir la función de ser el donador de sentidos sociales para las personas. Veamos entonces, a qué nos referimos cuando aludimos a este concepto.

Sin lugar a dudas, se trata de un vocablo complejo por los múltiples significados y variables sociales que implica. Desde lo coloquial, aludimos con él a factores tanto simbólicos como emocionales que pueden estar o no en concordancia respecto del tejido social, y que tienen lugar en las acciones de todas las relaciones de una persona. Sin embargo, el sujeto habitualmente no es consciente de la subjetividad que sustenta las percepciones, las relaciones y las conductas que tiene en su vida. Siendo que hay siempre un componente inconsciente, podemos preguntarnos entonces si estas percepciones, relaciones y acciones tienen que ver con el psicoanálisis y su clínica.

Consideremos ahora dos abordajes que se suscitaron en el momento histórico de cambio político y social en el que el Estado dejó de cumplir la función de ser el donador de sentidos sociales para las personas.

1.

Al indagar acerca de la subjetividad, Ignacio Lewkowicz  (Lewkowicz, 2004) recurre a la historización como abordaje investigativo necesario para iluminar los procesos y procedencias que forman la percepción que se ajusta a la consideración de “la humanidad”, de “lo humano”. La historización es imprescindible porque es desde los incidentes históricos concretos que ocurren las mutaciones subjetivas: se trata de advertir, en cada momento, cuáles son las nuevas fuerzas que aparecen en el campo social, cultural y económico, cuáles se agotan y cuáles continúan pujando. Así, la subjetividad es siempre coyuntural, porque la maquinaria social promueve y produce el tipo de subjetividad acorde a las pretensiones que los dispositivos sociales originan en cada momento histórico.

La percepción de “lo humano” deriva directamente de estos contextos–. Sin embargo, cada tipo de subjetividad no es absoluta ni pura, sino que contiene en forma manifiesta o latente pliegues de las subjetividades pretéritas de toda la historia social.

Como consecuencia, las subjetividades son concretamente los procedimientos que se realizan para vivir en las diversas coyunturas histórico-sociales-económico-político-culturales (conductas, actitudes, pensamientos, sentimientos y representaciones) en las que toque vivir. De esta manera, visto desde las subjetividades de cada época, los ordenamientos políticos, las jerarquías y las distribuciones de riquezas y de pobrezas de cada momento se ven naturales, razonables y justos. Así pensado, la percepción de “humanidad” nunca fue unívoca, sino que está en relación a los dispositivos de cada escenario histórico (se fueron construyendo así históricamente diversas subjetividades, como las de amo, esclavo, campesino, usuario, etc.). 

Las subjetivaciones implican estrategias. Hemos definido las estrategias de subjetivación como “la serie de operaciones de pensamiento y de intervención sobre una subjetividad determinada”. Se trata del implante de la subjetividad en los espacios en los que la política está fusionada a la economía y a la operatoria social. Si los modos de dominación varían, las viejas estrategias carecen de efectividad bajo las nuevas condiciones. La racionalidad pretérita no tiene lugar en los hechos ni en las subjetividades que asoman.  

Ocurre, sin embargo, que la lógica estatal permanece en el plano discursivo de los dominantes, como una suerte de estrategia persuasiva para incidir, de algún modo, en ideas, valores y conductas de las mentes formadas en aquella subjetividad. Dicho de otro modo, en este momento, mientras se despliegan estas nuevas subjetividades basadas sobre los valores tecno financieros mercantiles, los agentes del dominio utilizan formulaciones de la lógica estatal para atrapar justamente a las mentes de la subjetividad estatal. Precisamente por estas exposiciones, la fundamentación última permanece aturdida.

  1.  

Observando la producción de psiquismo y la producción de subjetividad, y tratando de especificar las diferencias entre el concepto de subjetividad y los conceptos que centralmente definen el psicoanálisis, Silvia Bleichmar ubicó cada uno de ellos en un eje distinto. Estos ejes, sin embargo, tienen intersecciones; a raíz del peso que cada uno de estos ejes tiene en cada persona, Bleichmar nos advirtió que toda subjetividad se inscribe en los contextos vinculares donde se las produce y dice: “sabemos que lo real de su engendramiento no ingresará sino atravesado por el imaginario parental, y tampoco se inscribirá sino en el engarce singular e histórico que propicien los enigmas que sus propias condiciones de nacimiento y vida imponen” (Bleichmar, 2004). Bleichmar advertía, asimismo, sobre el peligro de que la subjetividad, en lugar de ser investigada en su carácter concreto, sea referida y abordada desde una ideología política, religiosa, etc.

Para este cometido, define los universales del psicoanálisis en la constitución psíquica, al mismo tiempo que da a las condiciones sociohistóricas de producción de subjetividad un lugar limitado a la función de operadores que revisten el eje de producción psíquica (cuyas variables lo trascienden).

Para Bleichmar, la producción de subjetividad “incluye todos aquellos aspectos que hacen a la construcción social del sujeto, en términos de producción y reproducción ideológica y de articulación con las variables sociales que lo inscriben en un tiempo y espacio particulares desde el punto de vista de la historia política” (Bleichmar, 1999). El estudio de esta variable está comprometido con la discusión de la constitución de este  eje con otras disciplinas : la antropología, la educación, etc. 

Del lado de los conceptos que nos aproximan las teorías psicoanalíticas, sitúa la formulación de los modelos tópicos, los conceptos de pulsión, represión, defensa, la formalización del inconsciente como objeto científico que da cuenta de un existente real y al que define como “ajeno a toda significación, a toda intencionalidad, res extensa, no cogitation” (Bleichmar, 2004).

De este modo percibimos que la filiación de ambos ejes es mutua: así como el psiquismo se produce dentro de contextos sociales y políticos de un tiempo histórico, también las subjetividades se arraigan y sostienen en los funcionamientos psíquicos. Subjetividades y psiquismos se interpenetran e inciden unos con otros. 

Volviendo a la conceptualización de los ejes de los que hablaba Bleichmar, se puede decir que estas observaciones nos invitan a investigar los modos en los que se ensambla un eje con el otro.

El envés- el superyó

A pesar de haber publicado el escrito La negación en 1925, las elucubraciones y las aplicaciones de este trabajo las realiza sobre el yo, y no sobre el Yo de 1923. En este ensayo, Freud se centra en los movimientos entre aquello que quedó reprimido y la negación de este contenido cuando éste aparece. En caso que este pensamiento o imagen se presente, su condición es negarlo: “ese no soy yo. Esa idea no es mía”. “La negación es una forma de percatación de lo reprimido; en realidad, supone ya un alzamiento de la represión, aunque no, desde luego, una aceptación de lo reprimido. Con ayuda de la negación se anula una de las consecuencias del proceso represivo: la de que su contenido de representación no logre acceso a la conciencia.”(Freud, 1925). Podríamos decir entonces que, según Freud, desde la teoría psicoanalítica cualquier sujeto contaría con un envés, un reverso desde el cual, mediando la palabra o alguna acción, se le puede devolver su autenticidad oculta en el inconsciente. 

El interés que manifiesta Freud en este artículo radica en la gestación de la función del juicio en el yo porque considera que el “no” es el signo característico de la represión que se expresa mediante este enjuiciamiento. Esta función tiene una derivación significativa para la construcción subjetiva de aquello que es propio, de lo interior, y aquello que es ajeno y nocivo o sin nutrientes para el yo. Esto último termina siendo lo exterior a sí mismo. Para Freud el objetivo primordial del juicio consiste en la aseveración o el rechazo de los contenidos. Sin embargo, el juicio tiene algún tipo de concepción (aunque precaria) puesto que debe tomar decisiones respecto de esos contenidos.

La primera trata de negar o asignar una cualidad a una entidad cualquiera. Tal decisión está en función del Principio del Placer del yo primitivo. Aquello que allí está en juego es la oralidad, es decir la incorporación vs. la expulsión.  Freud lo interpreta (ya que esta dialéctica es anterior al lenguaje) y dice: “«Esto lo introduciré en mí» y «esto lo excluiré de mí.» O sea: «Debe estar dentro de mí» o «fuera de mí.»” (Freud, 1925). Aquello que el bebé escupe, pertenece a una entidad que encierra lo malo, lo ajeno al yo. Es exterior. Aquello que es concebido como lo bueno se traga y es parte del sí mismo. Son los inicios de los mecanismos de introyección y de proyección. 

La segunda decisión que debe tomar el juicio es “la referente a la existencia real de un objeto imaginado (test de realidad), es un interés del yo real definitivo, que se desarrolla partiendo del yo inicial regido por el principio del placer (1915). No se trata ya de si algo percibido (un objeto) ha de ser o no acogido en el yo, sino de si algo existente en el yo como imagen puede ser también vuelto a hallar en la percepción (realidad). Como puede verse, es ésta, de nuevo, una cuestión de lo exterior y lo interior.” (Freud, 1925)

Pero aquello que es “bueno”, lo nutriente, debería encontrarse en el mundo exterior que es el que nutre, el que es necesario para la continuación de la vida. De modo tal que, si aparece, si se lo reencuentra, es tomado como propio. Tal reencuentro sería el objetivo básico del examen de realidad del yo real definitivo. 

Finalmente, Freud define la función del juicio como “El juicio es el acto intelectual que decide la elección de la acción motora, pone término al aplazamiento debido al pensamiento y conduce del pensamiento a la acción.” (Freud, 1925).

Tal como lo plantea Freud en este escrito, la represión trata de lo que ocurre con aquello que el yo cree que puede nutrir, pero a lo que se debe renunciar para ser aceptado, querido, y tener un lugar en el ámbito de crianza. La educación y los traumas tienen que ver en forma directa con las represiones que son formas de conducir al deseo. Algunas disposiciones del yo quedaron postergadas, revertidas y permanecen en un envés subjetivo. La simbolización de este envés es tarea de la clínica psicoanalítica. 

Veamos a continuación algunas puntuaciones sobre la subjetividad considerados por el Grupo 12. 

Tomando nociones de Ignacio Lewkowicz (Lewkowicz, 1998), el Grupo 12 definió conceptos que pueden llegar a ser de interés para nuestro objetivo. 

Toda sociedad cuenta con dispositivos productores de subjetividad. Estos dispositivos intiman a los individuos a ser parte de las lógicas que sustentan a la sociedad de que se trate con el fin de que cada uno se considere parte de ella para poder habitarla. Por lo tanto, es necesario darle sentido a esa lógica. Las prácticas que impone el dispositivo necesitan de una suposición de sentido que hemos considerado como la primera operación subjetiva para orientarse en el recorrido de los lugares sociales. A su vez, en el trayecto por el que se circula socialmente, se encuentran y reafirman los sentidos supuestos. Las operaciones que son necesarias para ser parte de esa lógica y que permiten transitarla se designan como subjetividad instituida. 

Sin embargo, quizás por lo excesivo de las obligaciones que promueve el dispositivo, la subjetividad instituida produce, precisamente, un exceso, puesto que toda marca produce un plus invisible, impensado, inevitable, pero diverso a las lógicas que se instituyen. Este plus secreto e indeterminado es imposible eliminar. Por lo tanto, la subjetividad instituida no es asimilable a la persona en su totalidad. Lo hemos llamado envés subjetivo. Dijimos: “La postulación del envés subjetivo es un requisito necesario para dar cuenta de un efecto decisivo: las mutaciones tanto de lazo social como de la subjetividad socialmente instituida”(Grupo 12, 2003). 

En el inicio, los agentes que están encomendados a introducir al bebe en la cultura son los encargados (de manera inconsciente) de implantar la subjetividad instituida. Estos actores pueden hacerlo con amabilidad o con violencia. En este último caso se inscribiría dentro de una experiencia traumática. Pero el plus de la subjetividad instituida tanto como los contenidos reprimidos, permanecen en la zona oscura del envés de un inconsciente sin simbolizar. Sin embargo, somos testigos que la subjetividad se construye también desde otros artefactos, otros módulos que no son los agentes clásicos a los que estamos habituados (familia, escuela, etc.).

Desde su lugar inconciente, el envés subjetivo tiene –presumiblemente- un arraigo diferente que el de la represión. Probablemente más primitivo y encarnado como “normal”, como si fuese parte de la naturaleza social, distinto del arraigo de la represión que entra en el terreno de la singularidad. Sin embargo, En caso de que no haya sido destruido por lesiones en el funcionamiento psíquico de manera irreversible, las sustancias que podría robustecer al yo, y a la que se ha renunciado para ingresar en la cultura y la sociedad, permanecen en el envés. 

En la actualidad, se trata de una mutación en los dispositivos tecno-sociales que producen subjetividad. Son estos dispositivos y las prácticas que implantan las que obligan a operaciones lógicas y afectivas inéditas que dejan marcas en los cuerpos, que moldean deseos y acciones. Sus efectos, aunque no ignorados, aparecen crudamente. Estas manifestaciones están aptas para ser examinadas en los rastros, ordenamientos y enveses que se revelan en el psiquismo. 

Según lo plantea el trayecto teórico-clínico del mismo Freud (desde El yo y el ello hasta El problema económico del masoquismo) el superyó está conllevando a la pulsión de muerte, es decir, a la imposibilidad de simbolizar. Se trata del superyó que infiltra toda la sexualidad, los pensamientos y conduce las acciones de las personas. De esto trata el envés, de aquello que permanece como sustento subjetivo pero ignorado. Posiblemente sea este superyó el que deba ser abordado como el punto de entrecruzamiento de ambos ejes. Se trata de nuestra ética psicoanalítica: abordar y operar sobre los efectos de aquello que se hizo con cada ser humano. 

Bibliografía y referencias

  • Bleichmar, Silvia- Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo- https://catedraedipica.wordpress.com/wpcontent/uploads/2020/08/4.-
  • Bleichmar, Silvia-Límites y excesos del concepto de subjetividad en psicoanálisis- https://www.topia.com.ar/articulos/l%C3%ADmites-y-excesos-del-concepto-de-subjetividad-en-psicoan%C3%A1lisis
  • Lewkowicz, Ignacio- Pensar sin estado. La Subjetividad en la era de la fluidez- 2004- Buenos Aires. Editorial Paidós
  • Lewkowicz, Ignacio/ Cantarelli, Mariana/ Grupo 12- Del fragmento a la situación- notas sobre la subjetividad contemporánea- 2ª. edición editorial Altamira- 2003
  • Moreno, Alfredo- El exterminio en Gaza, la IA y el renacimiento del Silicon Valley-https://esferacomunicacional.ar/el-exterminio-de-gaza-la-ia-y-el -renacimiento-del-silicon-valley/ enero 2025
  • Sennet, R- La corrosión del carácter- las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo- Anagrama- Barcelona- 1998 · Zelcer, M- Políticas Psicoanalíticas- https://www.topia.com.ar/articulos/politicas-psicoanaliicas
  • Zelcer, M- Subjetividades y actualidad https://www.topia.com.ar/articulos/subjetividades-y-actualidad

. Zelcer, M (2017)- “Políticas Psicoanalíticas”(2017)- https://www.topia.com.ar/articulos/politicas-psicoanaliicas- 2017

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Fotografía: Lobo suelto

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