Por: Portal oaca. 04/11/2024
En el artículo “Demofascismo” se explica lo que es este fenómeno político y los exponentes del mismo en el Estado español organizados en torno al espacio de la Revolución Integral, por lo que se recomienda su lectura para tener una idea del mismo. En cualquier caso, y en pocas palabras, el demofascismo es una expresión de rojipardismo al ser una combinación de elementos ideológicos procedentes de los polos opuestos del radicalismo político. Su propuesta política se resume en instaurar una sociedad totalitaria basada en la tiranía de las mayorías.
Dos de los aspectos definitorios del demofascismo son el ultranacionalismo de base étnica y el conspiracionismo. Estos dos elementos están íntimamente relacionados y se manifiestan en el modo en que la cuestión migratoria es abordada en el discurso político demofascista. Así, el objetivo de este artículo es aclarar esa relación entre demofascismo e inmigración a partir de los textos de referencia de los propios demofascistas españoles.
Pero antes de entrar en materia es necesario aclarar algunas cosas. La primera es sobre la definición de algunos términos como los de inmigración y emigración, pues son utilizados de manera indistinta por los demofascistas para referirse a la inmigración, lo cual es erróneo y genera confusión. Así, la inmigración consiste en llegar a un país extranjero para instalarse en él, o bien establecerse en un lugar distinto de donde se vivía pero dentro del propio país. La emigración, por el contrario, consiste en abandonar el propio país para establecerse en otro extranjero o, en su caso, abandonar la residencia habitual para instalarse en otro lugar dentro del propio país. Por esta razón, las personas llegadas a Europa desde otras zonas del mundo con el propósito de establecerse en el continente son inmigrantes.
La pregunta que se pretende responder es ¿de qué forma los demofascistas articulan su discurso sobre la inmigración? Para responder a esta pregunta es necesario abordar los términos en los que este fenómeno es representado, así como las ideas y presuposiciones sobre las que dicha representación se fundamenta. La dificultad de esta tarea radica en el hecho de que los demofascistas problematizan la inmigración desde su particular posición ideológica, lo que supone utilizar un hecho objetivo, como es la inmigración, para instrumentalizarlo políticamente con el propósito de justificar su particular proyecto político. Debido a esto, se da una difícil mezcla entre ciertos hechos reales y la interpretación que se hace de los mismos desde un punto de vista absolutamente distorsionado para, así, inferir conclusiones muy grandes que van más allá de la base empírica de la que parten. Estas conclusiones, que constituyen el núcleo central del modo en el que se representa el fenómeno migratorio en el discurso político demofascista, se concretan en una teoría de la conspiración cuyo origen pretende aclararse a lo largo de este artículo.
La estructura de este artículo es la siguiente. En primer lugar se procede a exponer las ideas básicas que articulan el discurso demofascista en torno a la inmigración. Después de esto, se analiza el nacionalismo étnico del demofascismo para aclarar cómo este se concreta en el proyecto político demofascista. A continuación, se estudia el conspiracionismo del demofascismo que es relacionado con su visión de la inmigración y el nacionalismo étnico que propugna. Finalmente, se aborda el papel de la violencia en el discurso demofascista, y de cómo esta es considerada un instrumento legítimo para la consecución de sus objetivos, lo que se concreta en el desencadenamiento de una guerra racial.
La inmigración en el discurso demofascista
El discurso demofascista sobre la inmigración parte del hecho de que los países del norte, tanto en Europa como en Norteamérica, se encuentran en una difícil situación económica y demográfica. La creciente escasez de mano de obra a causa de las bajas tasas de fertilidad en estos países ha hecho que la patronal tenga verdaderas dificultades para suplir su demanda de trabajadores. Como consecuencia de esto, la patronal busca inmigrantes. A esto se suman necesidades fiscales de los propios Estados, además de la demanda que tienen las propias instituciones estatales para renovar sus envejecidas plantillas, tal y como sucede en la burocracia, pero también en el ejército, las policías, etc.
Lo anterior constituye la base fáctica que, a grandes rasgos, sirve de punto de partida para la interpretación que los demofascistas desarrollan sobre el fenómeno de la inmigración. En lo que a esto se refiere, la explicación que pergeñan no se circunscribe al funcionamiento y necesidades del sistema de dominación estatal-capitalista, las relaciones Norte-Sur, o la dinámica inherente a los propios flujos migratorios y las diferentes motivaciones que a nivel individual empujan a las personas a emigrar. Por el contrario, aducen motivaciones de carácter cultural y biológicas.
El argumento anterior se desarrolla a partir de la creencia de que los pueblos europeos presentan unas características sui géneris por razón de su mentalidad, valores y cultura que los hacen incompatibles con las élites europeas y sus objetivos políticos. Esta idea, que desempeña un papel relevante en el discurso demofascista, puede definirse como la reivindicación de un excepcionalismo europeo. Así pues, debido a la imposibilidad de las élites de cambiar el estilo de vida y forma de ser de los europeos para adaptarlos a sus necesidades de dominación, han optado por un procedimiento drástico que consiste en sustituirlos por poblaciones procedentes de otros países a través de la inmigración y que, debido a sus características culturales, son más dóciles y flexibles para explotarlas y adaptarlas a sus intereses.[1]
Llegan a esta conclusión a partir del hecho de que en las sociedades del Norte, como es el caso del Estado español, existen tasas elevadas de desempleo, por lo que dan por hecho que esa masa de desempleados podría cubrir las necesidades laborales de las empresas. Sin embargo, la patronal prefiere importar mano de obra a través de la inmigración. Así es como infieren que la verdadera razón de esto es llevar a cabo un reemplazo étnico de la población europea. Su explicación es como sigue: “Si el objetivo no es el reemplazo étnico, no se comprende por qué la gran patronal española exige la entrada anual de cientos de miles de trabajadores inmigrantes, cuando el porcentaje de desempleo juvenil está situado, desde hace decenios, entre el 35% y el 60%. No falta, hoy, mano de obra. La razón principal del impulso de la inmigración foránea es la dominación, cambiar la composición humana de la población europea para extinguir su cosmovisión y sistema de valores”.[2]
La base empírica sobre la que los demofascistas fundamentan su argumentación presenta un fallo crítico debido a su conocimiento deficiente de la economía y del mercado de trabajo en Europa, y más concretamente en el Estado español. La mano de obra disponible en el mercado laboral no es capaz de satisfacer las necesidades del tejido productivo por una serie de desequilibrios internos que tienen su origen en gran medida, aunque no exclusivamente,[3] en el sistema educativo, el cual manifiesta unas notables disfuncionalidades. Los jóvenes aprenden profesiones que no tienen demanda en el mercado interno. Un claro ejemplo es el exceso de titulados universitarios que existen en el Estado español,[4] muchos de los cuales terminan emigrando a otros países, mientras que hay una gran escasez de personal con formación profesional de grado medio, es decir, perfiles técnicos (maquinistas navales, operadores de grúa, carpinteros de aluminio, etc.), que es donde se concentra la demanda de mano de obra de la patronal. Tal es así, que el Estado español ha autorizado la contratación directa en el extranjero de este perfil de trabajadores.[5] Esta política ya comienza a reflejarse en los patrones de los flujos migratorios. Por ejemplo, un tercio de los nuevos trabajadores extranjeros de fuera de la Unión Europea (UE) (mayoritariamente de Latinoamérica) lo hacen en el sector servicios de alto valor añadido como las profesiones antes citadas.[6]
Estas profesiones no son populares entre la gente joven que, por el contrario, optan por otro tipo de formación, o simplemente abandonan los estudios y prefieren dedicarse a trabajos que no requieren una gran cualificación y que ocupan una parte notable de la base productiva. Esto es lo que sucede con el sector hostelero y el turismo, que constituyen en torno al 20% del PIB y el 8,9% de los trabajadores asalariados,[7] o con las actividades administrativas y los servicios auxiliares, que concentran el 8,7% de la mano de obra, o la construcción con un 6% del total de trabajadores, por citar algunos sectores. De hecho, los sectores de menor valor añadido concentran el 40% de la mano de obra.[8] El Estado y la patronal demandan inmigrantes, pero no quieren cualquier tipo de inmigrante, mientras que el declive demográfico agrava esta situación. Por tanto, los demofascistas desarrollan una argumentación que es errónea en su misma base y que invalida todas sus conclusiones sobre las que fundamentan sus teorías conspirativas.
Debido a la interpretación errónea que los demofascistas hacen de la realidad económica, han concluido que existe un plan secreto entre las élites europeas para exterminar a los pueblos europeos e importar una masa de inmigrantes, procedentes principalmente del África subsahariana, para aumentar las tasas de beneficio de las oligarquías empresariales europeas y conseguir los objetivos políticos de las élites estatales, así como de la UE.[9] Este plan contempla la justificación de este proceso mediante diferentes herramientas ideológicas entre las que destaca, según los demofascistas españoles, el racismo anti-blanco[10] y el mestizaje de las etnias europeas con poblaciones foráneas. De este modo, las causas socioeconómicas de la inmigración quedan en un segundo lugar y esta es representada como un fenómeno esencialmente racista dirigido a destruir a la población blanca europea. Por esta razón, el demofascismo es racista, ya que presenta como racismo algo que no lo es, para lo que se vale de una teoría de la conspiración.
El argumentario de esta teoría conspiracionista gira en torno a la existencia de una serie de políticas institucionales racistas contra los blancos, las cuales están dirigidas a impedir que se reproduzcan y a destruir la cultura de los pueblos europeos. Estas políticas se concretan en la propagación del racismo anti-blanco entre los europeos, lo que consiste en hacerles creer que son una raza inferior e inculcarles el auto-odio al afirmar que son culpables de la opresión de otros pueblos por el mero hecho de ser europeos. De esta forma, siempre según los demofascistas españoles, se persigue la aceptación de los inmigrantes, de manera que cualquier crítica a la inmigración es catalogada como racismo. Así pues, este racismo anti-blanco opera como una especie de mala conciencia en el interior de los europeos para favorecer la autocensura y aceptar la inmigración. Sin duda, se trata del ataque ad hominem más anulante que pueda imaginarse y que los demofascistas dirigen contra toda la población europea: los europeos se odian a sí mismos y no lo saben.
Asimismo, el racismo anti-blanco al que se refieren los demofascistas constituye la herramienta ideológica para facilitar el mestizaje de los europeos con las poblaciones foráneas. Este tipo de racismo implica un proceso de aculturación al conllevar el desprecio de la cultura propia, lo que facilita el mestizaje y la disolución étnica de los europeos. El auto-odio que supuestamente induce esta ideología contribuye a que las culturas foráneas sean percibidas como algo positivo, lo que alienta el proceso de mezcla étnica.[11] Todo esto está acompañado de la idea de que la raza negra es una raza superior. Los demofascistas lo expresan del modo siguiente: “Pero el mestizaje será incluso singular. Una vez que la raza blanca nativa ha sido descrita y etiquetada como “la mala raza”, a extinguir, y la raza negra como “la nueva raza superior” a promover a los puestos de poder y mando (…)”, las élites perseguirán “(…) una explosión de racismo antiblanco violento y sediento de sangre, que se elevará a exterminacionismo étnico, para hacer desaparecer a la así misma llamada “raza maldita” o “basura blanca”. Esto es, el mestizaje será una situación de persecución permanente, feroz y violenta, de la población blanca aborigen residual, hasta reducirla a su mínima expresión, o incluso extinguir del todo”.[12]
Según los demofascistas, la incorporación de población foránea a las estructuras de poder del Estado, como sus fuerzas represivas, burocracia y ejército, es un preludio de lo que está por venir, pues la transformación étnica del ente estatal conllevará la adopción de políticas abiertamente punitivas y persecutorias contra los europeos blancos con la finalidad de exterminarlos. Es más, según este discurso, en la actualidad se están adoptando medidas coactivas para materializar el mestizaje y favorecer la disolución de los pueblos europeos al afirmar lo siguiente: “A las mujeres europeas se las fuerza y obliga a cooperar en el “mestizaje” de Europa, esto es, a tener sexo con emigrantes (…)”.[13] Mientras que en otra parte afirman que a las mujeres se les “(…) manipula y presiona de muchas maneras, para que tengan relaciones íntimas con emigrantes, a fin de realizar en la práctica la teoría racista y exterminacionista del mestizaje. Ello se convierte, a fin de cuentas, en un llamamiento a los inmigrantes a que violen a las mujeres europeas (…)”.[14] Los demofascistas no presentan pruebas que demuestren estas graves acusaciones.[15]
El discurso demofascista abunda en la idea del genocidio racial de los europeos al afirmar que las élites dirigentes en Europa han concluido que esta “solución final” es la preferible para una población indócil. Estas élites estiman que la raza negra es superior a la raza blanca porque es más obediente y está acostumbrada al trabajo productivo más severo. El plan de las élites no se reduce únicamente a implantar una mano de obra foránea, mayoritariamente africana, sino que, según los demofascistas, propone “(…) la hegemonía en Europa de la raza negra, a la que se deben subordinar los blancos tanto como el resto de las etnias venidas como emigrantes, lo que establece un sistema de desigualdad obvia, de discriminación racial evidente, con los negros arriba, mandando, y los blancos junto con las demás razas abajo, obedeciendo”.[16] Sin embargo, no se aclara en ninguna parte por qué unas oligarquías abrumadoramente blancas, como las que actualmente imperan en Europa, querrían ceder voluntariamente su lugar a una nueva oligarquía negra. Asimismo, esta narrativa conspiracionista no sólo se refiere a la dominación de los negros en Europa, pues también afirma que los herederos de las oligarquías negras africanas “(…) han pactado en el presente con los mega poderes planetarios para convertirse en la raza dominante a escala mundial…”.[17] De nuevo, los demofascistas no presentan pruebas que demuestren sus afirmaciones, a pesar de lo cual no es difícil inferir una clara conclusión de su discurso: los negros quieren dominar el mundo y hay que impedirlo.
Por tanto, un asunto como la inmigración, cuya razón de ser depende en gran medida de circunstancias materiales, tanto en los países de origen de los inmigrantes como en los países receptores de la inmigración, es reformulado como una lucha de razas instigada por las élites europeas para satisfacer sus ansias de dinero y poder, lo cual necesariamente pasa por la implementación de un genocidio a escala continental. En este punto los demofascistas ofrecen una definición de lo que es el genocidio. Así, afirman que, conforme a la etimología de esta palabra, consiste en el asesinato o exterminio de una raza,[18] lo cual es correcto. Sin embargo, y a pesar de esa definición que dan, infieren que el declive de la natalidad entre europeos por las políticas institucionales y la llegada de inmigrantes es un genocidio.[19] Lo cual no sólo es erróneo, sino una tergiversación premeditada y descarada del concepto, dado que nada de esto encaja en la definición de genocidio antes dada. Un genocidio contra los pueblos europeos requeriría que las instituciones de los Estados europeos, dirigidas por europeos blancos, enviasen a funcionarios, también europeos blancos en su mayoría, a los domicilios de todos los europeos blancos, es decir, casi toda la población, para asesinarlos in situ o, en su caso, secuestrarlos y trasladarlos a algún lugar donde reunirlos para eliminarlos físicamente de manera colectiva a través de algún sistema de exterminio. Nada de eso, por suerte, está ocurriendo. Y nada de lo que describen en su discurso encaja en la definición de genocidio que ofrecen.
Así pues, los demofascistas llevan a cabo una banalización del genocidio, lo cual es especialmente grave al existir premeditación y conllevar un uso demagógico de algo tan horrendo. Genocidio es el que sufrieron los armenios a manos de los otomanos en colaboración con otros pueblos de la región. Genocidio fue, también, el que sufrió el pueblo circasiano a manos del imperio ruso durante el s. XIX. Genocidio es el que padecieron los serbios a manos de la Ustacha de Ante Pavelić durante la Segunda Guerra Mundial. Genocidio es el que sufrieron los tutsi en Ruanda en la década de 1990. Todos estos luctuosos y horribles acontecimientos siguieron el mismo patrón, es decir, el asesinato deliberado de determinados grupos étnicos ordenado por las autoridades como parte de un plan para su eliminación física. En Europa nada de esto acontece en la actualidad, y tanto los problemas demográficos como la inmigración no son, de ningún modo, un genocidio.
El punto de vista que plantea el relato demofascista incurre en una forma de racismo de carácter fundamentalmente cultural pero con implicaciones biológicas como se verá más adelante. Esto se debe a que los demofascistas desarrollan una valoración negativa de la población inmigrante en general, y de la africana en particular. “Lo cierto es que (…) se puede sostener que, en todos los países, todas las culturas y todos los tiempos quienes emigran son el sector peor de la población, el más desarraigado, egotista y ansioso de beneficios, el que se desentiende de su gente y de su tierra para ir en pos del dinero fácil”.[20] Sin lugar a dudas, esta generalización tan sesgada y parcial, lejos de reflejar la realidad, manifiesta una actitud hostil y xenófoba hacia los inmigrantes que implica su demonización. Lo cierto es que el hecho de que alguien emigre no significa necesariamente que sea una mala persona. Y emigrar tampoco está ligado a la consecución de dinero fácil. Por el contrario, es habitual que un número considerable de inmigrantes termine en la pobreza, y que la mayoría de inmigrantes se gane la vida trabajando duro para sostenerse económicamente.
La inmigración es un fenómeno que ya existía en la prehistoria, y que se ha desarrollado de manera diferente en función del contexto histórico, social, político y geográfico. Las migraciones fueron algo habitual durante la fase en la que la humanidad se encontraba compuesta por tribus de cazadores-recolectores, lo que obedecía a una obvia razón de supervivencia. Lo mismo cabe decir en relación con los pueblos nómadas una vez desarrollada la revolución agrícola del neolítico y la generalización de formas de vida sedentarias. A esto cabe sumar los condicionantes naturales de los cambios que ha atravesado el ecosistema en distintos lugares, lo que empujó a poblaciones enteras a emigrar. De hecho, cabe decir que esto fue durante largo tiempo la tónica habitual en muchas partes del mundo durante la prehistoria, e incluso en fases posteriores como la Antigüedad o la Edad Media. A esto se suman otras circunstancias como las presiones demográficas, conflictos entre diferentes pueblos, catástrofes naturales, etc. La inmigración es algo que ha existido, existe y seguirá existiendo, pues es imparable, y ni siquiera los Estados son capaces de controlarla.
Por tanto, los demofascistas parten de una premisa que no sólo es errónea, sino sesgada y que, además, refleja su desprecio hacia los inmigrantes sólo por ser inmigrantes. Según el punto de vista de los demofascistas, no es legítimo que las personas, individualmente, busquen mejorar sus condiciones materiales de vida a través del trabajo en otro país. En un mundo en el que las relaciones económicas y laborales están mediatizadas principalmente por el dinero, los demofascistas afirman que es ilegítimo ganarlo con el trabajo y esfuerzo propios en otro país. Y ganar dinero con trabajo y esfuerzo nunca es fácil, algo que parecen desconocer los demofascistas. A esto se suma que la gran mayoría de los inmigrantes envían remesas de dinero, fruto de su trabajo, a sus familias en sus países de origen con quienes se comunican asiduamente, lo que desmiente la acusación de que se desentienden de su comunidad de origen. Tal vez la idea de justicia de los demofascistas sea una sociedad en la que el trabajo y el esfuerzo no se valoren ni reconozcan, una sociedad de esclavos y de miseria económica.
Aunque el demofascismo denuncia la inmigración en términos generales, se centra fundamentalmente en la de origen africano. En lo que a esto respecta, los demofascistas españoles representan a los africanos de forma negativa en prácticamente todo momento, lo que implica su demonización sistemática mediante la que se transmite al lector la idea de que son inferiores e incluso despreciables. Prueba de esto es que se llega a hacer una contraposición entre la experiencia histórica de los europeos y la de los africanos que sirve para afirmar que estos últimos son incapaces de liberarse de las múltiples opresiones que les atenazan, lo que implícitamente significa que su destino no es otro que permanecer sometidos y oprimidos, salvo si se adhieren al proyecto político demofascista, lo que en última instancia significa imitar a los europeos, asunto que es abordado más adelante con mayor detalle. Este punto de vista ya denota claramente que los africanos son considerados inferiores en relación con los europeos debido a la diferencia cultural que existe entre estos dos grandes grupos humanos. Todo esto se refleja en el tono paternalista de superioridad cultural y moral que impregna a la narrativa demofascista y que, en definitiva, trasluce el excepcionalismo europeo que subyace en todo su discurso político.
Los demofascistas explican lo antes descrito del modo siguiente: “La incapacidad de las sociedades negras africanas para superar la etapa esclavista, su fracaso en dejar atrás esta forma extrema de trabajo explotador, es lo que está en la raíz del asunto, y sigue siendo el problema de fondo de las formaciones sociales africanas en la hora presente. Europa occidental eliminó de manera revolucionaria el régimen esclavista en la Alta Edad Media, aunque a partir del siglo XIII hubo una regresión, que llevó a retornar parcialmente a aquél, no obstante, sólo para con gentes exógenas y en muy reducida cantidad (únicamente como esclavitud domestica), quizá con la excepción del norte de Europa (Escocia, etc.) donde hubo esclavos autóctonos hasta fechas recientes”.[21] Sin entrar a valorar la veracidad de los procesos históricos descritos, el discurso demofascista presenta a los europeos como los campeones de la libertad, mientras que los africanos, como se ha dicho, han sido y siguen siendo incapaces de salir del atraso de la esclavitud y de las consecuencias que esto ha tenido hasta la actualidad, lo que sugiere que son inferiores. De hecho, definirles como incapaces contiene ese juicio de valor negativo que les convierte en inferiores. Alguien incapaz es alguien inútil e inepto.
A lo anterior cabe sumar la visión lineal de la historia que subyace en esta narrativa, pues implícitamente se considera que la experiencia de las sociedades europeas que condujo al fin de la esclavitud marca el sentido de la historia universal y que, por tanto, constituye el punto de referencia para las restantes sociedades, incluidas las africanas. De este modo, se infiere que las sociedades africanas se encuentran en un estadio de desarrollo anterior al de los europeos, lo que denota una perspectiva teleológica de la historia coincidente con la idea de progreso. Así pues, es preciso incorporar a los africanos a ese nivel de desarrollo alcanzado por los europeos porque, en definitiva, se trata de una necesidad histórica. Este planteamiento, coincidente con los grandes relatos que tratan de explicar el desarrollo histórico de las sociedades de una forma omnicomprensiva, tal y como sucede con el marxismo, refleja el eurocentrismo de los demofascistas, además de su mentalidad totalitaria, al mezclar una visión parcial de la historia con juicios normativos implícitos basados en una determinada verdad política hacia la que, supuestamente, debe tender la realidad por una necesidad interna.
Por tanto, una diferencia cultural que se ha plasmado en la historia de las sociedades africanas y europeas es objeto de un juicio de valor negativo que sugiere que los africanos son inferiores, pues no han mostrado la aptitud necesaria para librarse de sus opresiones como, por el contrario, sí lo han hecho los europeos. De este razonamiento se infiere la conclusión de que los europeos son mejores, es decir, superiores cultural y moralmente en relación con los africanos al ser los campeones de la libertad. Se trata, en definitiva, de un excepcionalismo europeo según el cual los europeos son distintos, únicos y ejemplares en comparación con otros pueblos, de forma que sus valores y desarrollo histórico son únicos en la historia humana, lo cual implicaría que están destinados y autorizados a jugar un papel distinto y positivo en el escenario mundial. Sin embargo, este discurso entra en contradicción con los hechos históricos.
Lo cierto es que el Estado moderno surge en Europa occidental, siendo como es la máquina más perfeccionada para someter a millones de personas. Con esta forma de Estado apareció el sistema moderno de Estados que posteriormente fue extendido al resto del planeta, y con este aumentó la frecuencia de las guerras internacionales y también de las civiles. El capitalismo, por su parte, también apareció en Europa occidental y fue exportado al resto del mundo. Las dos guerras mundiales del s. XX tuvieron su epicentro en Europa, en las que participaron con entusiasmo millones de personas, como fue el caso de la Primera Guerra Mundial. Por otro lado, el parlamentarismo, que probablemente sea el sistema de dominación más eficaz que haya existido jamás, surgió en Europa occidental, concretamente en el reino de León durante la Edad Media, y ha sido adoptado por países de todos los continentes. El complejo militar-industrial moderno surge en Europa en el transcurso del s. XIX.[22] Asimismo, los imperios que moldearon el mundo moderno fueron europeos, llegando a dominar la práctica totalidad del planeta a finales del s. XIX.[23] Los sistemas totalitarios surgieron en Europa y tuvieron un amplio apoyo popular en algunos lugares como Alemania e Italia, y con ellos se produjo un perfeccionamiento de los sistemas represivos, como son los campos de concentración cuya invención corrió a cargo de los ingleses en el s. XVIII. Todo esto relativiza, y en última instancia desmiente, la idea de que los europeos son los campeones de la libertad, pues lo cierto es que las principales estructuras de opresión contemporáneas surgieron en Europa, al margen de que existiesen procesos sociales de resistencia.
Para el demofascismo los africanos representan la antítesis de lo que supuestamente son los europeos con su cultura y valores. Según la narrativa demofascista, las élites en Europa buscan una población que “(…) esté dominada por disvalores esenciales: poder, codicia, medro, explotación, violencia, misoginia y dinero”.[24] Los inmigrantes en general, y los africanos en particular, representan todo esto, pues son “(…) masas sumisas y dóciles (…) para las cuales, es bueno repetirlo, la categoría de rebelión, soberanía, libertad, moralidad, autonomía de la conciencia individual y revolución son ajenas e incomprensibles”.[25] Se trata, por tanto, de un argumento racista que plantea un razonamiento simplista y falaz: los europeos son mejores desde el punto de vista moral y cultural, mientras que los africanos y demás inmigrantes son peores, ergo inferiores, y por ello las élites los utilizan para destruir a los europeos. El resultado de esta lógica es la demonización de los inmigrantes al ser considerados así una amenaza existencial para los europeos blancos, con especial fijación en los de origen africano, lo cual constituye la tónica general de la narrativa demofascista. De esta manera, los demofascistas, en línea con el concepto schmittiano de lo político,[26] designan como enemigo a la población inmigrante al considerarla la negación existencial de la identidad de los europeos blancos, al mismo tiempo que está aliada con las élites europeas que ansían destruir a los europeos blancos.[27]
La demonización de los inmigrantes que efectúan los demofascistas no se limita únicamente a denigrarles y a representarles como seres despreciables, o como mercenarios, a pesar de que dependen de ellos debido a la gran cantidad de trabajos útiles que desempeñan en la economía productiva. Además de esto, los demofascistas son unos instigadores del odio y de la violencia contra los inmigrantes. “Es obvio que los llegados a Canarias y a otros destinos europeos (…) han venido a Europa en pos del consumo, el dinero y el filibusterismo. Eso dice muy poco en su favor, pudiéndose afirmar que no son lo mejor de cada país. (…) Así pues, ¿qué respeto se merecen?”.[28] Si los inmigrantes son lo peor de sus países de origen y, por tanto, no merecen ningún respeto, entonces, es legítimo hacer con ellos lo que se quiera, incluido utilizar la violencia. Los demofascistas, con este tipo de discurso, dejan claro que pretenden desencadenar una guerra racial a toda costa, una guerra de los europeos blancos contra todos los demás, para lo cual ya están estableciendo los argumentos que la justifiquen, asunto que se aborda más adelante.
El nacionalismo étnico de los demofascistas
El discurso demofascista refleja un poderoso ultranacionalismo de base étnica en el que la defensa de los genes europeos se convierte en un asunto crucial e incluso imperativo: “Esos genes han de permanecer, no desaparecer”.[29] Según los demofascistas es fundamental que los europeos puedan preservar sus genes a través de la natalidad, pues es la forma de impedir el genocidio que supuestamente está perpetrándose contra ellos. Esta tarea se convierte en una responsabilidad ineludible de todo individuo. De hecho, la narrativa demofascista sugiere que esto constituye un deber para con el pueblo, una obligación para que los genes tengan continuidad y garantizar de esta forma la supervivencia tanto del pueblo como del propio linaje.[30] Esto significa, asimismo, una estrategia para combatir el mestizaje, de tal forma que implícitamente se sugiere que esos genes no deben mancharse con los genes de otros pueblos procedentes de fuera de Europa.[31] Este planteamiento sugiere que el individuo no tiene derecho a utilizar sus genes como mejor le parezca, pues estos pertenecen a la comunidad en tanto legado de sus antepasados, siendo él o ella un mero depositario. De esta forma, el individuo no es libre para escoger qué hacer con su herencia genética, pues en caso de mezclarla con los genes de pueblos foráneos, o simplemente decidir no transmitirla, se convertiría en un traidor a su pueblo y a sus ancestros.[32] Los demofascistas lo expresan del modo siguiente: “Pero la responsabilidad no es solamente de las instituciones económicas y políticas, también lo es individual, de quienes no desean tener hijos, mujeres y hombres. Esta actitud no es sólo irresponsable, incívica e inmoral sino además suicida (…)”.[33] Es un suicidio porque supuestamente no tener hijos condena indefectiblemente a la soledad y a no poder afrontar el futuro colapso apocalíptico del sistema actual.[34] E implícitamente también es un suicidio para la comunidad genética de pertenencia.
El materialismo biológico que impregna el argumentario de los demofascistas españoles es llamativo por la conexión directa que ello tiene con la biopolítica, especialmente con las corrientes eugenésicas y salubristas que se forjaron durante el s. XIX, el racismo y, en definitiva, el totalitarismo más rampante que eclosionó con especial virulencia durante el s. XX con el nazismo. A tenor de lo antes descrito, los demofascistas constituyen la vanguardia de una nueva moral biológica con sus postulados biopolíticos. La vida de las personas, en tanto miembros de una comunidad genética determinada, en este caso los europeos blancos, se convierte en objeto de la política para los demofascistas. Todo esto implica la adopción de una serie de medidas dirigidas a controlar la herencia genética y, de este modo, a sus portadores, para llevar a cabo un proceso de normalización a nivel étnico que mantenga la homogeneidad y continuidad genética de la población frente a la amenaza representada por otros grupos étnicos con sus respectivas herencias genéticas. Se trata de un planteamiento que es al mismo tiempo totalitario y democrático, tal y como se explica en “Demofascismo”, en la medida en que este tipo de tiranías persiguen la homogeneidad social y desprecian completamente al individuo al negarle toda autonomía.
Así pues, el proyecto de los demofascistas consiste en implantar su propia sociedad biopolítica, lo que entraña una moral biológica que implica perseguir aquellos comportamientos que son considerados dañinos para la herencia genética de los europeos blancos. Se trata, en definitiva, de una estrategia de poder dirigida a controlar la vida de las personas. Todo esto se desarrolla a través del control de la sexualidad con la implantación de prototipos de normalización, regulaciones, restricciones, etc., establecidas por la autoridad central.[35] En el caso de los demofascistas es la asamblea popular soberana la encargada de mantener la homogeneidad genética, darle continuidad y preservarla frente a la contaminación de otros grupos étnicos. A esto se une una política natalista dirigida a multiplicar la descendencia de europeos blancos para impedir que sean arrollados por otras razas procedentes de fuera de Europa. “Tener hijos como sea, en cualquier circunstancia, es decisivo para que Europa tenga futuro y no sea barrida”.[36] Esto último implica, a su vez, la promoción de una sexualidad heterosexual orientada fundamentalmente a la reproducción, con todas las consecuencias que de ello se derivan en relación con el papel que se le pretende asignar a la mujer en dicho modelo de sociedad.[37] Los demofascistas lo expresan tal y como sigue: “El sexo es el sistema establecido por la naturaleza para dar continuidad a las especies. Por eso, en esta hora dramática, todo lo más importante depende del sexo. (…) Contra el genocidio europeo en curso lo más decisivo es tener hijos, que nazca gente autóctona, nativa, aborigen, para que así no culmine la limpieza racial, la sustitución étnica en curso”.[38]
Asimismo, los postulados biopolíticos de los demofascistas plantean importantes incógnitas sobre el lugar que le correspondería en su modelo de sociedad a aquellas personas que optasen por no reproducirse, o que desarrollasen prácticas sexuales no reproductivas o, sencillamente, desafiasen los cánones de la moral biológica de este tipo de sociedad como, por ejemplo, los homosexuales y las lesbianas. Probablemente fuesen castigados de algún modo por no cumplir con sus obligaciones para con su comunidad genética de pertenencia, o se les negase el derecho a existir. En este sentido, es muy clara la valoración negativa que los demofascistas hacen de las prácticas sexuales no heterosexuales o no reproductivas, pues a su parecer son una de las causas del supuesto genocidio de los europeos: “(…) se anima a niños y a jóvenes a practicar la homosexualidad, se promueve la masturbación a través de la industria del porno (…)”.[39] Todo parece indicar que los demofascistas persiguen construir una sociedad en la que el individuo no tendría libertad a la hora de decidir cómo y con quién mantiene relaciones sexuales.[40]
El etnonacionalismo demofascista no sólo es racista, lo cual es expresado de un modo explícito en ocasiones, como ocurre con la teoría conspiracionista de que existe un complot de los negros con los poderes mundiales para dominar el planeta. También implica un segregacionismo racial que parte de la premisa de que cada raza debe ocupar un lugar geográfico específico. Todo esto deriva de una mentalidad comunitarista en la que la realidad social es enfocada a partir de la existencia de comunidades imaginadas,[41] lo que en el caso de los demofascistas es hecho a través de las razas o grupos étnicos. Como consecuencia de este enfoque, el individuo no existe por ninguna parte, no cuenta nada, pues las personas se deben a su comunidad a la que tienen que supeditarse, de manera que no tienen derechos frente a esta, por lo que deben cumplir con las obligaciones que tienen con ella y que en modo alguno han elegido.[42] Esto excluye, naturalmente, el derecho a ir a un país distinto del propio para trabajar honradamente y ganarse el sustento. “Hay que recordar a los emigrantes los deberes políticos, morales, convivenciales, sociales y emocionales que tienen para sus pueblos de origen, sus culturas y sus gentes. Y de lo políticamente perverso y moralmente inadecuado que resulta que vengan a Europa a hacer ganar más dinero a las oligarquías capitalistas (…).”[43] Ciertamente los trabajadores foráneos, al igual que los nativos, hacen ganar dinero a los capitalistas, pero también ofrecen servicios necesarios de los que la gente común se beneficia y por los que son remunerados. Sin duda, los demofascistas tienen una visión parcial, sesgada y dicotómica de la realidad fruto de su mentalidad totalitaria y violenta.[44]
Los demofascistas proponen un segregacionismo entre razas en función de la adscripción geográfica que se le supone a cada una, de ahí su insistencia en afirmar que África es para los africanos. Esta aserción, que inicialmente parece razonable, tiene más sentido si se entiende al revés, que es la intención a la que obedece y que incluso es expresada explícitamente por los demofascistas, y se lee en su lugar como los africanos para África: “Se debe convencer a los africanos instalados en Europa que vuelvan a sus países de origen, que abandonen Europa. Esto es decisivo”.[45] “Con estos [los inmigrantes africanos] tenemos que ponernos serios, severos, y decirles con claridad que no ha sido llamados por los pueblos europeos y que no pueden estar aquí. Que tienen que marcharse”.[46] Se insiste una y otra vez en que los trabajadores extranjeros no tienen derecho a permanecer en suelo europeo, que este continente no es su lugar: “Los emigrantes aquí establecidos deben ser persuadidos, como se ha dicho, para que retornen a sus países (…). Se les debe demandar explicaciones sobre su venida, como se ha expuesto, (…) para correr tras el dinero y el consumo en una Europa ajena”.[47] Los demofascistas no dan detalles sobre el modo en el que pretenden persuadir a los inmigrantes para que abandonen el suelo europeo, pero de lo que no cabe duda es de que algo así no podría conseguirse sólo con palabras y buenas intenciones.
El proyecto político demofascista pasa por expulsar a todos los inmigrantes de Europa por razones puramente ideológicas, es decir, para materializar sus aspiraciones segregacionistas a escala mundial y la preservación de la pureza de los genes de los europeos blancos. Se trata de hacer una limpieza étnica a gran escala en el continente europeo. No tienen en consideración que tamaña irracionalidad, además de ser inmoral, supondría un daño económico fulminante para los pueblos europeos. Valga de ejemplo que en el Estado español hay aproximadamente 5 millones de trabajadores extranjeros.[48] Si fueran expulsados, la economía se hundiría estrepitosamente. Sería una absoluta ruina y el país se sumiría en el caos. Por ejemplo, y contrariamente a lo que plantean los demofascistas, la expulsión de los extranjeros no favorecería el pleno empleo. Por el contrario, a nivel inmediato el paro crecería alarmantemente entre la población local, pues muchos trabajos dependen del consumo de la población extranjera o de su trabajo en las cadenas de valor. Las deportaciones sólo contribuirían agravar el problema del desempleo hasta niveles espantosos.
Incluso si se ignora lo anterior, hay que considerar que en el Estado español ya hay aproximadamente 2,7 millones de desempleados, los cuales no son todos españoles, además de existir un sector importante de desempleados con una edad avanzada, mientras que otros, por razones diversas, como la salud, probablemente sean irrecuperables y, por tanto, inhábiles para el trabajo. Esta mano de obra no sería suficiente para cubrir el vacío que dejarían los trabajadores extranjeros expulsados. A esto hay que sumar que los desempleados locales pertenecen a profesiones diferentes, y que a nivel inmediato no podrían reubicarse en los sectores de los trabajadores extranjeros, pues esto requeriría un proceso de formación previo que, dependiendo de cada caso, podría durar entre unos pocos meses a varios años. Asimismo, la deportación de todos los trabajadores extranjeros dañaría severamente, y quizá de un modo irreversible, las condiciones de vida de la población local como consecuencia del hundimiento de la economía y la ruina que ello traería en forma de miseria, enfermedad y escasez de multitud de bienes y servicios básicos. Este escenario empeoraría drásticamente las previsiones demográficas al aumentar la mortandad, la esperanza de vida descendería hasta niveles alarmantes, mientras que la tasa de fertilidad se desplomaría irremediablemente a niveles próximos a 0 hijos por mujer, además de alentar la emigración de la población a otros países, algo que, dicho sea de paso, ya ocurre. Sólo en 2022 emigraron 426.000 personas, lo que supone una pérdida de valor del capital humano total en el Estado español de aproximadamente el 0,96% del PIB, equivalente a 154.800 millones de euros. En un escenario de expulsión masiva de trabajadores extranjeros, la emigración desde el Estado español adquiriría proporciones inéditas que ahondarían el daño económico a una escala inimaginable.[49]
Los trabajadores foráneos son necesarios en multitud de sectores, pues aportan valor y son compensados económicamente por ello. Estos trabajadores no son prescindibles al estar presentes en casi todos los ámbitos de la vida económica por toda la geografía del país. Los encontramos supervisando el funcionamiento de infraestructuras, en el transporte de mercancías, como albañiles en la construcción, como cajeras en los supermercados, en la limpieza de toda clase de instalaciones, en las panificadoras elaborando pan, en el cuidado de personas mayores, etc. Echarlos del país, como quien tira la basura a un contenedor en medio de la noche, no sólo sería inmoral, sino que generaría un daño terrible para millones de personas del pueblo llano que se benefician de sus servicios. Y desde luego, también sería perjudicar a estos trabajadores extranjeros y a sus familias al convertirse a nivel inmediato en una carga y en la fuente de innumerables problemas sociales para sus países de origen que, ante algo así, podrían negarse a recibirlos. Una medida así sería interpretada como un acto hostil por otros países, además de ser una violación flagrante del derecho internacional,[50] todo lo cual produciría un conflicto internacional de consecuencias imprevisibles que fácilmente podría desembocar en una guerra. Afortunadamente, una medida tan drástica e injusta, propia de una minoría de fanáticos enloquecidos, sería tremendamente impopular y no se llevaría a cabo.
Para hacerse una idea más precisa de las consecuencias que acarrearía un proceso de deportación masiva de extranjeros es necesaria una visión concreta del papel económico que desempeñan en el Estado español. Las diez nacionalidades más comunes entre los empleados extranjeros representan el 58% del total de extranjeros que trabajan en España. Estas nacionalidades, ordenadas de la más numerosa a la menos numerosa, son Rumanía, Marruecos, Colombia, Italia, Venezuela, China, Perú, Ecuador, Ucrania y Portugal. Su presencia es particularmente relevante en sectores como la hostelería, el comercio, la agricultura y ganadería, la construcción, las actividades administrativas, la industria manufacturera, el transporte y los servicios domésticos, con una presencia menor, aunque reseñable, en otras actividades como las sanitarias y las científicas-técnicas en donde sobresalen las comunidades colombiana e italiana respectivamente. Así, por ejemplo, el sector agrícola, donde la mano de obra ha menguado hasta el punto de ser inferior al millón de trabajadores, concretamente 991.285,[51] concentra una considerable cantidad de trabajadores marroquís con un total de 109.031 ubicados en este sector y la ganadería, según datos de la propia Seguridad Social. Los rumanos, por su parte, se concentran en los sectores de la construcción y del transporte, con 50.403 y 36.809 trabajadores respectivamente, y con una presencia notable en la industria manufacturera, las actividades administrativas, y en los empleos del hogar. La comunidad china, en cambio, se concentra principalmente en el comercio y, en menor medida, en la hostelería, con una presencia de 52.649 y 41.416 trabajadores respectivamente.[52]
Sin embargo, los datos decisivos son los que reflejan la proporción de trabajadores extranjeros en cada sector económico con respecto al total de los trabajadores. Así, los trabajadores extranjeros representan el 42% de los afiliados en el empleo doméstico, el 25,8% en la hostelería, el 25,7% en la agricultura, el 18,9% en la construcción, el 15,6% en las actividades administrativas, el 14,2% en el transporte, el 11,7% en el comercio, el 9,4% en las actividades científicas y técnicas, el 8,8% en la industria manufacturera, el 6% en las industrias extractivas, el 5,8% en las actividades sanitarias, el 5,5% en la educación, mientras que en sectores como el suministro de agua y de la energía y gas representan el 5,2% y el 3,5% respectivamente.[53] Se trata de miles de trabajadores en cada sector, a veces cientos de miles, cuya deportación conllevaría una crisis gravísima en la economía con problemas muy serios como el desabastecimiento de alimentos, agua y energía. Todo esto se vería agravado por la ruptura de todas las cadenas de suministro al prescindir de los trabajadores extranjeros ocupados en el sector del transporte. Asimismo, se produciría una creciente escasez de multitud de bienes que dejarían de producirse debido a tamaña disrupción, lo que agravaría la situación con el aumento de la inflación, el empobrecimiento de la población, y una crisis social espeluznante que haría colapsarlo todo.
Si las consecuencias que se derivarían de la expulsión masiva de trabajadores extranjeros son absolutamente espantosas, también lo es comprobar que los demofascistas españoles emulan a otras fuerzas políticas que en Europa y Norteamérica proponen medidas similares. Así, es interesante constatar que el programa político demofascista es coincidente en gran medida con el del partido de extrema derecha alemán AfD (Alternativa para Alemania). Björn Höcke, uno de los líderes de esta formación, se ha manifestado públicamente favorable a la deportación masiva de inmigrantes y de los hijos de inmigrantes que no sean considerados “asimilados culturalmente”.[54] No hay que olvidar que a principios de 2024 trascendió que diferentes líderes de AfD se habían reunido en noviembre de 2023 en Berlín con destacados influencers neonazis y hombres de negocios para discutir un proyecto de deportación de millones inmigrantes, incluso si estos poseen la ciudadanía alemana. Así pues, la deportación también incluiría a aquellas personas que desde el punto de vista de estos extremistas de derechas tuvieran raíces extranjeras y no se hubiesen adaptado a la mayoría de la sociedad.[55] La noticia fue tan escalandosa para la opinión pública que AfD tuvo que desmentir públicamente que hubiese algún tipo de plan de esta naturaleza.
Al igual que AfD y los demofascistas españoles, Donald Trump ha expresado en numerosas ocasiones durante su campaña presidencial su intención de ejecutar la mayor deportación de la historia con la expulsión de millones de inmigrantes, lo cual está recogido en su programa electoral oficial.[56] Su candidato a vicepresidente, J. D. Vance, ha hablado de expulsar a 18 millones de extranjeros de los 20 millones que los líderes republicanos estiman que viven en EE.UU. de manera irregular, a pesar de no presentar evidencias que corroboren estas cifras.[57] Los datos más recientes, del 2022, indican que la cifra total tal vez esté en torno a los 11 millones.[58] Los millones de personas que los jefes del partido republicano quieren expulsar no sólo son inmigrantes irregulares, sino también otras personas que han obtenido asilo en EE.UU., además de extender las deportaciones a todos aquellos que hayan podido incurrir en errores administrativos de cualquier tipo, incluidos los leves. Aunque no está claro cómo pretenden llevar a cabo semejante deportación, parece que tienen claro que utilizarían a las fuerzas policiales locales, la Guardia Nacional y hasta al ejército, a pesar de que la normativa actual no permite esto último. En cualquier caso, a nadie se le escapa que para tamaña operación sería necesaria una movilización de recursos extraordinaria para buscar, identificar, detener, transportar, procesar, internar y finalmente expulsar a tantos millones de personas.[59] Estimaciones recientes calculan que todo esto entrañaría un coste de 24.094 dólares por persona, lo que significaría una factura de alrededor de 481.000 millones de dólares. También habría que incluir el impacto que una medida así tendría sobre el conjunto de la economía, cuya base productiva se vería muy afectada al representar no menos del 4,5% de la mano de obra del país, lo que se reflejaría en el descenso del PIB, y el aumento de la inflación y del desempleo.[60]
El proyecto político de los demofascistas se alinea con la agenda de las fuerzas políticas de extrema derecha más reaccionarias de Europa y Norteamérica, y refleja, también, las coincidencias que a nivel discursivo presenta la justificación de este tipo de medidas. Si acaso, los demofascistas son aún más extremistas que sus homólogos de Europa central y EE.UU. en la medida en que no se limitarían únicamente a expulsar a los inmigrantes ilegales, sino a todos los extranjeros independientemente de cuál fuese su estatus legal. Por esta razón, las consecuencias de algo así serían incluso mucho peores si llegasen a implementarse, lo cual difícilmente sería factible debido a las limitaciones materiales y a la resistencia social que algo así provocaría en el seno de la población.
Por otro lado, el segregacionismo que propugnan los demofascistas tiene importantes consecuencias a nivel geopolítico en la organización del espacio. La idea de identificar una geografía con un determinado grupo étnico se remonta al periodo de entreguerras, momento en el que fue formulada ideológicamente por los intelectuales del nazismo. Si bien los nazis, y especialmente Hitler, enfatizaron el concepto de espacio vital (Lebensraum),[61] la relación entre el suelo y la raza desempeñó un papel fundamental en la definición de este concepto. La contribución de Walther Darré fue decisiva en lo que a esto respecta,[62] y en esencia consistía en afirmar que la obligación de garantizar los medios de subsistencia de los alemanes exigía contar con un espacio propio. Todo esto estaba acompañado de consideraciones eugenésicas y racistas para la preservación del pueblo alemán frente a la influencia de otros grupos étnicos que podían contaminar su herencia racial. En este caso la principal amenaza eran los pueblos eslavos a los que se enfrentaba un pueblo alemán en declive, con bajas tasas de fertilidad entre las mujeres, circunstancia que requería relanzar la natalidad a través de un modo de vida rural con la creación de colonias agrícolas en Europa oriental y, por supuesto, la expulsión de los eslavos. Este proyecto era presentado como una lucha existencial dirigida a asegurar la supervivencia del pueblo alemán.
Aunque los demofascistas no proponen un proyecto de expansión y conquista territorial, no pueden obviarse las muy evidentes similitudes con el nazismo. Del mismo modo que la población eslava era considerada una amenaza por los nazis, los demofascistas consideran a los inmigrantes, y de forma particular a los de origen africano, como una de las principales amenazas para la existencia de los europeos en tanto comunidad genética diferenciada. En este sentido, su visión geopolítica representa a Europa como el espacio geográfico exclusivo de los europeos, su espacio vital en el que no hay lugar para la población foránea, lo que exige su deportación.[63] Esta medida está dirigida a evitar el mestizaje y la amalgama cultural, lo que debe estar acompañado de un impulso de la natalidad con el incremento de las tasas de fertilidad entre las mujeres blancas europeas. Además, se arguyen unas razones económicas absolutamente falaces en la medida en que la expulsión de los trabajadores extranjeros arruinaría completamente la economía, dañando así a los europeos. Asimismo, África viene a constituir un espacio geopolítico y étnico en el que deben estar recluidos los africanos, lo que es acompañado de una serie de consideraciones económicas favorables a una suerte de autarquía continental.[64]
La autarquía o, dicho de otra forma, la autosuficiencia en el plano económico, es, también, otra coincidencia de los demofascistas con los sistemas totalitarios. Sin embargo, las interdependencias económicas son algo inevitable, al mismo tiempo que el intercambio económico a través del comercio contribuye a satisfacer, por un lado, necesidades que la economía local no puede cubrir y, por otro lado, favorece las relaciones pacíficas entre los pueblos. Sin embargo, lo decisivo en la visión geopolítica de los demofascistas españoles radica en la distribución del espacio geográfico en función de los diferentes grupos étnicos existentes, lo que ya refleja el cariz racista de su propuesta política al partir de la premisa de que cuestiones raciales impiden la convivencia entre personas y poblaciones debido a la amenaza existencial que entraña el mestizaje. La identidad cultural es ligada así a una herencia genética específica, por lo que los cambios en esta última afectan a la cultura de las sociedades.
Formalmente el proyecto político demofascista, como ya se ha dicho, no contempla el expansionismo y la conquista territorial. Sin embargo, son partidarios de exportar su modelo político a otros lugares del planeta, especialmente a África. En lo que a esto se refiere, destaca su posición paternalista hacia los africanos al pretender decirles cómo deben resolver sus propios problemas. Esto es hecho de un modo muy claro mediante el uso de la forma imperativa y con diferentes exhortaciones que les instan a adoptar el sistema político que preconizan junto a los valores que defienden.[65] Sin lugar a dudas se trata de una terrible muestra de arrogancia que no se diferencia en nada sustancial del colonialismo paternalista de Francia que hoy los africanos tanto rechazan, aunque desgraciadamente a costa de apoyar al imperialismo ruso.
Los demofascistas de la RI promueven el imperialismo ideológico y cultural en la forma de un excepcionalismo europeo por el cual aspiran a propagar en África sus valores, los cuales se fundamentan en una parte de la experiencia europea.[66] Esta posición política no se diferencia en nada importante del imperialismo cultural que diferentes Estados europeos han practicado con los africanos desde hace unos cuantos siglos, lo que demuestra una actitud eurocéntrica. Tal es el autoritarismo de su propuesta, que plantean abiertamente transformar el modo de ser de los africanos de acuerdo con su particular visión ideológica y axiológica, lo que les lleva a adoptar una posición de superioridad al asumir el papel de educadores de los africanos. De esta forma, los demofascistas españoles aspiran, cual déspotas ilustrados, a desempeñar una función dirigente dictándoles a los africanos lo que deben hacer y determinando cuál es su bien, todo ello desde la confortable posición de quienes viven en un país del llamado primer mundo. El discurso demofascista refleja así una actitud misionera y civilizatoria hacia los africanos que constata su programa imperialista.[67]
La narrativa demofascista critica el paternalismo de la izquierda y de las ONGs, pero practica un paternalismo similar que produce los mismos resultados, que en este caso se concretan en el imperialismo ideológico, cultural y político que promueve. En este sentido, puede afirmarse que los demofascistas, al igual que otros movimientos revolucionarios del pasado, asumen un papel de vanguardia con el que se arrogan el derecho a dictar el destino de un continente entero en nombre de su bien y de su libertad, porque consideran que los africanos son incapaces. De esta forma, se erigen en salvadores de los africanos al tener la fórmula política con la que solventar sus problemas y lograr su liberación de las tiranías que les oprimen. Esta arrogancia intelectual, política y cultural es semejante a la de los dirigentes de la revolución francesa, quienes no dudaron en tratar de exportar su sistema de gobierno, su ideología y cultura al resto del mundo porque, al fin y al cabo, ellos se creían la cima de la civilización y la encarnación de la humanidad. Esto les sirvió de justificación para intervenir en otros países e imponerles su sistema político y costumbres, porque, al fin y al cabo, creían que les estaban liberando y haciendo un bien tremendo. A pesar de esta nefasta experiencia que se tradujo en una carnicería y en la propagación de la miseria por toda Europa,[68] la historia se ha seguido repitiendo con otros acontecimientos similares. Más recientemente, con una actitud semejante, pero bajo otro ropaje ideológico, están los casos de los hoy desacrecitados neoconservadores y liberales intervencionistas en EE.UU., los mismos que abogaron por exportar el sistema político estadounidense a lugares tan recónditos como Afganistán en nombre de la libertad y la democracia. Si bien es cierto que los demofascistas no plantean una intervención militar para imponer sus ideas en el continente africano, comparten el mismo ethos de quienes protagonizaron los procesos antes descritos al erigirse en vanguardia, cual punta de lanza de la humanidad, para aleccionar a otros pueblos en lugares lejanos acerca de cuál debe ser su futuro.
El conspiracionismo demofascista
El problema de las teorías de la conspiración es que no pueden ser refutadas, pues todas ellas invierten la carga de la prueba, con lo que difícilmente puede demostrarse que una teoría es falsa cuando sus defensores no presentan pruebas fehacientes que la confirmen. Esto se debe a que tratan de explicar más de lo que la base fáctica de la que parten les permite, lo que les conduce a establecer conclusiones muy amplias que carecen de una base empírica. La consecuencia de esto es que meras hipótesis son dadas por válidas y rápidamente se convierten en un sistema interpretativo de la realidad desconectado de esta.
Las teorías de la conspiración tienen en común la idea de que existe una élite hiperpoderosa que lo maneja todo desde arriba, de tal forma que la realidad no obedece a su propio funcionamiento interno o a un orden intrínseco a ella misma, sino al capricho de estas élites que operan prácticamente sin que nada las limite. Se trata de una visión muy estrecha y parcial que considera el poder exclusivamente como algo que se posee, y que este se concentra en las manos de muy pocas personas. Esto llega a exagerarse hasta el punto de presentar a las élites como cuasiomnipotentes, a pesar de las innumerables limitaciones materiales, humanas y organizativas con las que tienen que lidiar. Esta visión distorsionada de la realidad, que simplemente refleja el desconocimiento del funcionamiento interno de los procesos que en diferentes ámbitos configuran la realidad misma, es un intento fallido y desesperado por tratar de explicar y entender el mundo de un modo omnicomprensivo, y especialmente fenómenos concretos que resultan incomprensibles para los conspiracionistas. En lugar de abordar la realidad en sus propios términos, se recurre a grandes generalizaciones desconectadas de los hechos. Esto siempre es más fácil porque no obliga a pensar ni a investigar.
El demofascismo incurre en todo lo antes descrito al asumir teorías conspirativas para explicar la realidad. Estas teorías no se limitan a ser un instrumento propagandístico para ampliar la base social de esta corriente política, sino que contribuyen a definir la agenda política demofascista. Estas teorías no pretenden explicar la realidad tal y como es, sino establecer una interpretación de la misma que la adapta a unos objetivos políticos prefijados para, de este modo, justificarlos. En el caso del demofascismo son varias las teorías de la conspiración que articulan su discurso, pero una de ellas desempeña un papel central. Esta es la teoría de la sustitución étnica, más conocida como la teoría del gran reemplazo.
En este apartado se pretende abordar los antecedentes de esta teoría que, como a continuación va a verse, tiene poco de original, y se analizarán otras teorías conspiracionistas que los demofascistas han incorporado a su discurso. Así, en lo que respecta a la teoría de la sustitución, los demofascistas españoles tomaron prestada la teoría del gran reemplazo desarrollada por el novelista francés Renaud Camus,[69] quien la expuso en 2010 y 2011 en dos obras diferentes: L’Abécédaire de l’in-nocence y Le Grand Remplacement (introduction au remplacisme global). La teoría afirma que, con la complicidad o cooperación de las élites, las poblaciones étnicas francesas y europeas blancas están siendo sustituidas demográfica y culturalmente por pueblos no blancos, especialmente de países de mayoría musulmana de África y Oriente Medio, a través de la inmigración masiva, el crecimiento demográfico de la población foránea y el descenso de la tasa de natalidad de los europeos blancos. Camus y otros teóricos de la conspiración atribuyen los recientes cambios demográficos en Europa a políticas intencionadas impulsadas por élites globales y liberales, tanto desde el gobierno de Francia, la UE y las Naciones Unidas, lo que es descrito como un “genocidio por sustitución”.
Lo que inicialmente podría parecer una excentricidad de un intelectual francés ha tenido, por el contrario, un notable recorrido político. El propio Camus fundó en 2002 el “Parti de l’In-nocence”, aunque este no fue presentado públicamente hasta las elecciones presidenciales de 2012. El partido apoya la deportación de todos los inmigrantes y sus familias a sus respectivos países de origen y el cese total de la inmigración. Debido a que Camus no obtuvo suficientes apoyos para presentarse a las elecciones presidenciales, terminó respaldando la candidatura de Marine Le Pen. La líder del Frente Nacional, hoy Agrupación Nacional, hizo suya esta teoría de la conspiración al incorporarla a su discurso político en 2011.[70] Posteriormente, el candidato a la presidencia de Francia en 2022, Éric Zemmour, también asumió esta teoría.[71]
Camus ha abundado en su retórica conspiracionista con un discurso que no admite concesiones en lo que respecta a su posición política frente a la inmigración. Esto le condujo a describir la inmigración de los no europeos que viven en Europa como una ocupación y una colonización, de forma que su fin sólo podría producirse con el retorno de los ocupantes y colonizadores a sus países de origen.[72] La influencia de su discurso ha ido más allá del partido de Le Pen en la medida en que diferentes grupos neofascistas y de extrema derecha han asumido gustosamente su teoría, como es el caso de Giorgia Meloni en Italia.[73] Viktor Orbán también se ha mostrado próximo a esta teoría.[74] Mientras que en España, el neonazi Pedro Varela, antiguo dirigente de CEDADE y dueño de la clausurada librería Europa, también ha asumido esta misma teoría.[75] En EE.UU. esta teoría también tiene importante predicamento entre los principales sectores que apoyan a Donald Trump, como es el caso del activista político conservador Charles J. Kirk.[76] Asimismo, distintas individualidades han llevado a cabo actos de terrorismo inspirados por esta teoría, como sucedió con el australiano Brenton Harrison Tarrant, quien tituló su manifiesto The Great Replacement y asesinó a 51 personas e hirió a otras 49 en el asalto a la mezquita de Christchurch en Nueva Zelanda en marzo de 2019.[77] Mientras que Patrick Cursius, responsable del tiroteo en un supermercado en El Paso en agosto de 2019, en el que asesinó a 23 personas e hirió a otras 22, publicó un manifiesto en internet titulado The Inconvenient Truth en el que, además de mostrar su apoyo a Tarrant, aludía a la teoría del gran reemplazo de Camus en relación con la presencia de población hispana en Texas.[78]
Debido a sus similitudes, la teoría del reemplazo entronca con la teoría de la conspiración del genocidio blanco.[79] Esta última afirma que existe un complot para promover el mestizaje, el matrimonio interracial, la inmigración masiva de población no blanca, la integración racial, bajos niveles de fertilidad entre la población blanca, el aborto, la pornografía, las identidades de tipo LGTB, la confiscación gubernamental de tierras a los blancos, la violencia organizada, y el eliminacionismo en los países fundados por blancos con el fin de provocar la extinción de los blancos mediante la asimilación forzada, la inmigración masiva y/o el genocidio.[80]
La conspiración del genocidio blanco, como puede comprobarse, ha sido asumida por los demofascistas españoles junto con la teoría del gran reemplazo de Camus. Los orígenes de esta teoría pueden rastrearse hasta la obra del eugenista americano Madison Grant y su libro titulado The Passing of the Great Race publicado en 1916.[81] En esta obra, Grant afirma que EE.UU. ha sido siempre un país nórdico formado por inmigrantes de Europa del norte, y que la inmigración que EE.UU. estaba recibiendo desde el s. XIX, la expansión de la población negra y el mestizaje estaban minando la estructura sociopolítica del país así como a todas las estirpes nórdicas que han configurado la demografía estadounidense. Este proceso suponía unos índices de natalidad más bajos y la corrupción de la sociedad, lo que conduciría a la extinción de EE.UU. Estas ideas, junto a su defensa de la superioridad de los pueblos nórdicos frente a otras razas, le granjeó el elogio de Adolf Hitler quien consideraba el ensayo de Grant su biblia.[82] Los nazis utilizaron a partir de entonces las ideas de Grant para difundir su teoría de la conspiración acerca de la destrucción de los pueblos blancos a manos de los judíos.
La teoría del gran reemplazo de Camus refleja importantes y decisivas coincidencias con la teoría de la conspiración mundial judía de los nazis. La común referencia al genocidio de los pueblos blancos indígenas y la existencia de un plan global ideado por una élite conspiradora que opera en las sombras son elementos compartidos que vertebran ambas narrativas. La teoría de Camus se diferencia en que no incluye un complot judío, de manera que el antisemitismo es eliminado de la teoría nazi original, y este es sustituido por unas élites globalistas y el rechazo al islam.[83] Los demofascistas españoles se han limitado a calcar la teoría de Camus y a desarrollarla en su discurso político.
El trasfondo ideológico de todas estas teorías de la conspiración es un nacionalismo de base étnica que se articula en torno a una noción esencialista de las identidades culturales de grandes grupos humanos. Este esencialismo se combina con una visión estática y anquilosada de la cultura e identidad colectiva, cuando la realidad es justamente la contraria, es decir, tanto la identidad como la cultura son contingentes, cambian con las nuevas generaciones, y estos cambios incluyen la incorporación de elementos de las culturas de otras sociedades. Esto se debe a que la cultura e identidad son el complejo resultado de la fusión de elementos culturales e identitarios de diferente procedencia fruto de las interacciones entre individuos de distintas sociedades y culturas. No hay nada puro, entendido en el sentido de homogéneo, ya sea en los genes, en la cultura, en la lengua, etc., de una determinada sociedad, sino que bajo estas realidades subyacen múltiples mezclas y transformaciones fruto de todas aquellas experiencias que han contribuido a originar una sociedad única y diferenciada de las demás.
El propio Camus aclara los fundamentos filosóficos de esta perspectiva esencialista y estática de la cultura e identidad en su obra Du Sens. En este ensayo, Camus se basa en un diálogo de Platón con Crátilo y Hermógenes. Platón plantea la pregunta de si el lenguaje está conectado orgánicamente a la esencia de las cosas que describe o si, por el contrario, es el producto de la costumbre y las convenciones sociales. La visión de Crátilo, que Camus asume, es que el lenguaje es algo natural y no un tipo de convención.[84] Como consecuencia de este posicionamiento intelectual, Camus utiliza esta base conceptual para desarrollar su visión de la cultura que la presenta como el resultado de su conexión física con la tierra y los orígenes étnicos. De este modo, Camus establece los cimientos ideológicos que le permiten afirmar que no es el hecho de tener un pasaporte francés lo que hace que alguien sea francés cuando se refiere a los inmigrantes, independientemente de si estos o sus padres han nacido en Francia. Este planteamiento conduce a Camus a afirmar que la conexión entre cultura, lugar y etnicidad es la fuente de la identidad de una sociedad, de manera que la inmigración constituye una amenaza para esta conexión natural. Por tanto, los inmigrantes africanos y del Magreb nunca llegarán a ser auténticos franceses y deben ser deportados.
Los demofascistas comparten el fondo de la concepción romántica, nostálgica, anquilosada, fosilizada y estática que Camus tiene de la cultura e identidad. Una visión esencialista en la que cultura, moral, valores, etc., están intrínsecamente unidos, de un modo orgánico,[85] a una etnia y a una herencia genética que, a su vez, mantienen una íntima conexión con el medio geográfico en el que se han formado y desarrollado. Esto lleva a los demofascistas a afirmar que la evolución de una lengua se produce en conjunción con un lugar y su paisaje, pero también con una historia, una cosmovisión y una estructura física, biológica y genética de quienes la hablan. Según este razonamiento, dicha unidad debe mantenerse al existir el peligro de que la alteración de una de las partes trastoque completamente al conjunto y finalmente desaparezca. Por este motivo los demofascistas consideran la inmigración una amenaza existencial para los pueblos blancos europeos, fenómeno que, según su teoría conspiracionista, forma parte de una estrategia genocida para su completo exterminio.[86]
La perspectiva de los demofascistas acerca de la cultura e identidad y su correspondiente base biológica entronca con otras corrientes ideológicas del radicalismo de derechas. Esto es lo que sucede con la visión de la Nueva Derecha francesa, espectro cultural y político que se desarrolló en Francia durante las décadas de 1970 y 1980 bajo el liderazgo de diferentes intelectuales como Alain de Benoist o Guillaume Faye. Desde la Nueva Derecha también se considera que la cultura tiene un fundamento biológico que hace de ambas una realidad indisociable. La cultura es así una realidad vinculada a la naturaleza.[87] La alteración de la base étnica sobre la que se asienta la cultura conduce a la alteración de esta última. Este planteamiento sirvió como base argumental de la extrema derecha para justificar la crítica de la inmigración desde un punto de vista nacionalista e identitario. Esto llevaba aparejado, asimismo, una política de apartheid entre las culturas y grupos étnicos, de forma que cada sociedad debe desarrollarse en un espacio diferente y específico, separada de todas las demás, pues las culturas no pueden intercambiarse de manera fructífera. En gran medida la Nueva Derecha contribuyó a reformular diferentes elementos ideológicos del nacional socialismo mediante una aproximación intelectualmente sofisticada que combina distintas corrientes filosóficas, antropológicas y sociológicas contemporáneas en la explicación de los fenómenos culturales e identitarios.
El nacionalismo blanco de los demofascistas, así como las premisas filosóficas de las que parte, son coincidentes no sólo con las de Camus y la Nueva Derecha francesa, sino también con los postulados nazis que, a su vez, tienen su principal fuente intelectual en el romanticismo alemán del s. XIX sobre el que asentaron su visión organicista de la cultura e identidad. Las contribuciones de Walther Darré son muy clarificadoras en lo que a esto respecta, pues la identificación de un grupo étnico con un determinado espacio geográfico es central en el discurso nacional socialista, al igual que en el demofascista. En el caso de este último es Europa, como continente, el espacio vital de los europeos que debe ser preservado para que la cultura de los europeos blancos y su herencia genética pervivan, todo lo cual exige la deportación masiva de los inmigrantes procedentes de otras regiones del planeta al constituir una amenaza existencial.
En otro lugar no menos importante se encuentra la teoría de la conspiración sobre el islam. Según esta teoría, las élites de la UE y de los Estados miembros pretenden islamizar el continente europeo debido a que esta religión recibe amplios apoyos de las instituciones, por lo que consideran que forma parte de la estrategia para destruir a los europeos y establecer una nueva población más sumisa. El islam es una religión que, desde este punto de vista, favorece los objetivos políticos y económicos de las élites europeas.
Aunque los demofascistas diferencian entre los musulmanes radicales, que pretenden imponer su religión a todo el mundo, y los musulmanes moderados, la gran mayoría, nada de esto les impide atribuir a las versiones integristas de esta confesión una influencia inusitada y dirigir sus ataques a esta religión de manera generalizada. Esta perspectiva es lo que les lleva a considerar que los poderes fácticos pretenden islamizar Europa,[88] cuando lo cierto es que el islam es parte intrínseca de la realidad europea desde hace siglos, como lo demuestran las poblaciones de Albania, Kosovo y Bosnia Herzegovina, sin olvidar los millones de descendientes de turcos que pueblan el continente y que todavía pertenecen a esta confesión religiosa. Nada de esto es sorprendente en la medida en que el movimiento demofascista español se alinea ideológicamente con el cristianismo como fuente de inspiración.[89]
La interpretación que los demofascistas hacen del papel del islam en las sociedades europeas es completamente sesgado y obedece a su desconocimiento de las relaciones que las autoridades políticas tienen con los líderes de esta religión en Europa. Así, como consecuencia de las transformaciones de la sociedad propiciadas por los flujos migratorios hacia Europa, las élites europeas intentaron instrumentalizar el islam para integrarlo en el modelo multicultural de sociedad que preconizan. En Francia se planteó la creación de una suerte de islam republicano, cuya lealtad fuese el Estado francés. No funcionó. En otros países ha sucedido más de lo mismo, las asociaciones religiosas se han institucionalizado, han pasado a recibir fondos del Estado, a tener a los líderes del Estado como presidentes honoríficos, y a estar controladas por los servicios secretos, tal y como sucede en el caso español. En este sentido, el islam ha desempeñado el papel de instrumento para controlar a la población inmigrante procedente de países musulmanes, para evitar su radicalización y facilitar la convivencia en sociedades seculares. Esto es lo que explica que personajes como Ada Colau, Alberto Garzón, Pablo Iglesias y similares, feliciten el ramadán, o que en la Comunidad Valenciana se establezca el islam como asignatura optativa en algunos centros educativos. Todo ello forma parte de una estrategia para institucionalizar y controlar a los miembros de esta confesión con la promoción de una versión del islam favorable para los intereses del Estado.[90]
Los demofascistas desarrollan su teoría de la conspiración sobre el islam a partir de la obra de Bat Ye’or, pseudónimo de Gisèle Littman, quien acuñó el concepto de “Eurabia” en su obra Eurabia: The Euro-Arab Axis publicada en 2005. Littman parte del diálogo iniciado entre las Comunidades Europeas y el mundo árabe en la década de 1970 para desarrollar una interpretación conspiracionista que afirma que, como consecuencia de este diálogo, Europa se ha alineado con los intereses de los países árabes. Este alineamiento ha conducido a que las élites europeas entreguen el continente al islam, lo que define como una conspiración entre las élites europeas y árabes. Este proceso de islamización se ha concretado en la acogida de inmigrantes musulmanes que, a su vez, se han reproducido con altos índices de natalidad convirtiéndose así en una amenaza demográfica que hará posible que el islam se adueñe de Europa y la transforme en Eurabia, es decir, una colonia del islam.
La interpretación de Littman se asienta en una visión de la política internacional alineada con los intereses de Israel, lo que le lleva a afirmar que la causa de la alianza entre Europa y el mundo árabe se debe a su hostilidad hacia Israel y a su anti-americanismo al buscar convertirse en un polo de poder internacional en competición con EE.UU. Ciertamente a esta causa se suman otras que, en esencia, son una mezcla de interés y oportunismo de los líderes europeos como, por ejemplo, el acceso a los lucrativos mercados árabes, o el intento de apaciguar a las fuerzas terroristas. En última instancia la razón de ser de Eurabia es la destrucción de Israel y EE.UU. Se trata de una teoría estrafalaria llena de inconsistencias que ya han sido ampliamente señaladas.[91] Una de sus inconsistencias más flagrantes es que obvia las relaciones de EE.UU. con países árabes y el apoyo que ha prestado a fuerzas islamistas a lo largo de las últimas décadas para perjudicar a sus enemigos, algo en lo que Israel también ha incurrido con su apoyo a Hamas en sus inicios para contrarrestar la influencia de Al Fatah.
Una Europa decadente, con bajas tasas de fertilidad y que ha abandonado sus raíces culturales ofrece, según los partidarios de la teoría de Eurabia, unas condiciones favorables para su islamización que convertirá a los europeos no musulmanes en una minoría exigua, oprimida por la ley islámica. Así, las instituciones tanto de los países europeos como las comunitarias han iniciado la islamización del continente a través del sistema educativo, los medios de comunicación y el poder político para cambiar la visión que los europeos tienen del islam y favorecer su aceptación. Se ha introducido así el odio hacia los valores, orígenes e historia de los europeos, lo que viene acompañado del resurgimiento del anti-semitismo y anti-americanismo que forman parte del suicidio cultural de Europa. En esta narrativa conspiracionista los islamistas y yihadistas habrían encontrado en las organizaciones y líderes de izquierda a los aliados necesarios para avanzar en sus planes de islamización de Europa.
Contrariamente a lo que podría pensarse, el impacto de esta teoría de la conspiración ha abarcado un amplio espectro ideológico. Esto se concreta en la adopción de esta teoría por diferentes líderes políticos como Geert Wilders en Países Bajos, quien cree que la inmigración musulmana a Europa está impulsada por un acuerdo entre la UE y los países islámicos, lo que le ha llevado a referirse a Eurabia en diferentes ocasiones.[92] Asimismo, esta teoría conspirativa ha ganado cierta relevancia en el discurso político de la extrema derecha francesa, como ocurre con Éric Zemmour, quien en 2014 publicó Le Suicide Français en el que pronostica la islamización de Francia. Mientras que diferentes intelectuales, la mayoría de ellos conservadores, aunque también liberales, se han adherido de un modo u otro a esta teoría. Sin embargo, esta teoría alcanzó relevancia mundial con motivo de los atentados de Noruega en 2011 cuando Anders Behring Breivik asesinó a 77 personas en Oslo y Utøya. Estos atentados coincidieron con la publicación de su manifiesto titulado 2083: A European Declaration of Independence en el que el autor expresa su adhesión a esta teoría al afirmar que la UE proyecta un cambio cultural que transforme el continente en Eurabia, además de insistir en que las élites europeas están conspirando con los musulmanes para transformar Europa en una sociedad islámica.
Los demofascistas españoles se han adherido a esta corriente conspiracionista surgida en Europa y que ha tenido una gran difusión en medios intelectuales, periodísticos y políticos. En lo que a esto se refiere, los demofascistas no son nada originales y plantean en unos términos muy similares su confrontación con el mundo musulmán, es decir, como un conflicto identitario de carácter existencial que amenaza la cultura, valores y tipo de sociedad imperante en Europa. A pesar de que los propios demofascistas no dudan en señalar en sus análisis la debilidad del islamismo, especialmente tras la fallida experiencia del Estado Islámico, persisten en presentar a esta corriente político-religiosa como una amenaza inminente que es relacionada con la inmigración y la destrucción de los europeos blancos.
La cuestión crucial en relación con todo esto es la ausencia de evidencias que demuestren la conspiración de Eurabia. En lo que a esto se refiere, los demofascistas son algo más consecuentes que los pergeñadores y difusores de esta teoría en la medida en que exigen “que se publique el pacto secreto entre el gobierno de Bruselas, el clero islámico afincado en Europa y las monarquías petroleras, en especial Arabia de los Saud, para islamizar/fascistizar Europa”.[93] Sin duda, la publicación de dicho plan, en caso de que existiese, sería una prueba fehaciente que demostraría su teoría pero, mientras tanto, nada puede darse por válido, máxime dadas las manifiestas contradicciones que esta teoría presenta con la realidad. Una de ellas, tal vez la más importante, es el tremendo daño que el integrismo y radicalismo islámicos han provocado en las poblaciones europeas con la ejecución de innumerables atentados. Los demofascistas, al igual que los restantes conspiracionistas, tratan de salvar estas disonancias cognitivas con teorías de la conspiración auxiliares, creadas ad hoc, para apuntalar su teoría principal mientras no presentan pruebas irrefutables de nada de lo que afirman.
Por último, y no menos importante, es necesario referirse al tratamiento que los demofascistas hacen de las teorías conspiracionistas en su discurso político. En lo que a esto respecta, es muy significativo constatar que han desarrollado durante varios años una intensa campaña contra diferentes teorías de la conspiración con la publicación de vídeos, artículos, libros, etc. En esos contenidos han buscado deslegitimar y desacreditar, a veces de una forma muy burda y poco o nada reflexiva, a otros conspiracionistas. Sin embargo, su crítica al conspiracionismo no es legítima, y mucho menos honesta, pues ha sido utilizada para presentarse como anti-conspiracionistas con el propósito de difundir sus propias teorías conspirativas. En la práctica se han limitado a criticar, denunciar y cuestionar teorías y corrientes conspiracionistas rivales, marcar distancias con ciertos entornos conspiracionistas e intentar proyectar una imagen de seriedad y solvencia intelectual que carecen. Esta desvergonzada hipocresía se ha valido del gran rechazo que suscita el conspiracionismo en amplios segmentos de la población para ganarse la confianza de la gente y, así, colar de contrabando y por la puerta de atrás sus propias teorías conspirativas con las que justificar su agenda política. Al fin y al cabo, como acaba de constatarse, todo su discurso político está impregnado de conspiracionismo.
La nueva guerra racial
El demofascismo presenta aspectos verdaderamente inquietantes debido a que contempla el uso de la violencia para la consecución de sus objetivos políticos. Su discurso está claramente dirigido a envenenar la vida colectiva para generar conflictos y choques violentos entre la población inmigrante y la población local con el propósito de capitalizarlos políticamente en su beneficio. Esto se infiere de las medidas que plantean para abordar el fenómeno de la inmigración, además de la superioridad que atribuyen a los europeos frente a los inmigrantes, especialmente frente a los de origen africano.
Así pues, en la medida en que los demofascistas pretenden expulsar de Europa a todos los inmigrantes, y que estos no merecen ningún respeto por parte de los europeos blancos al ser juzgados negativamente y constituir una amenaza para su existencia, la guerra racial constituye un instrumento válido para el logro de sus objetivos. La violencia debe dirigirse, entonces, contra las instituciones establecidas, contra los que se opongan al logro de sus objetivos y, naturalmente, contra la población inmigrante. El mensaje del discurso demofascista es que la guerra racial viene a ser una necesidad para poner fin al genocidio que las élites están implementando. Esto les lleva a afirmar que los actos vandálicos que ocurrieron en Dublín a finales de noviembre de 2023 son el camino a seguir.[94] “Con once coches de policía incendiados, residencias de emigrantes en llamas, buena parte de las calles de la ciudad ardiendo y cerca de un centenar de detenidos, Dublín marca el camino”.[95] Desde su punto de vista, lo acontecido en Dublín “es el comienzo de la batalla en las calles de las ciudades y pueblos de Europa por su continuidad étnica, cultural y lingüística, así como por su supervivencia física”.[96]
La línea de acción que los demofascistas se plantean seguir es “tirarse a la calle con el máximo de energía (hemos de ser combatientes, no manifestantes) en cuanto los musulmanes fascistas perpetren un nuevo crimen, o cuando haya traídas masivas de emigrantes, etc.”[97] De este modo, los demofascistas proponen utilizar acontecimientos como los que indujeron los actos vandálicos de Dublín para llevar a cabo acciones similares contra inmigrantes, musulmanes y otras personas que sean consideradas colaboradoras del genocidio blanco. “Tomar como ejemplo a seguir el gran alzamiento en pro de la continuidad de las etnias europeos realizado por el pueblo de Dublín en noviembre de 2023, saliendo a la calle a combatir y pelear, cuando algún europeo sea asesinado por musulmanes fascistas, en el caso de avalanchas fuerte de emigrantes, cuando algún gran canalla institucional defienda en público el acto genocida migratorio, etc.”[98] Así, se anima a “constituir por todas partes grupos de autodefensa, para la supervivencia de las etnias y los pueblos de Europa”.[99]
La lectura de los disturbios ocurridos en el Reino Unido en el verano de 2024 se alinea con el análisis de lo ocurrido en Irlanda en 2023. Así, los demofascistas se hacen eco del relato propagado por hooligans y neonazis ingleses quienes, antes de que trascendiera ninguna información acerca de la autoría de los asesinatos de varias niñas en Southport, se apresuraron a culpar a los refugiados y a los musulmanes como responsables de tan horrendo acto.[100] La posición de los demofascistas es, también, de apoyo a la oleada los ataques violentos que se produjeron en el Reino Unido a partir de finales de julio y principios de agosto. Estos ataques se dirigieron contra despachos de abogados, ONG’s, mezquitas, hoteles que hospedan a refugiados, tiendas de extranjeros, ataques contra personas de origen africano y asiático, viviendas de inmigrantes y asesorías que atienden a inmigrantes y solicitantes de asilo.[101]
Asimismo, los demofascistas plantean abiertamente elaborar listas negras con los nombres de aquellas personas que consideran sus enemigos ideológicos para hacer ajustes de cuentas. “Por eso conviene confeccionar una relación de racistas exterminacionistas activos en los territorios sometidos al Estado español, para investigarlos uno a uno, sean personas o grupos, con el fin de publicar los resultados, para que sean las clases populares las que se encarguen de hacer frente a sus verdugos”.[102] No aclaran en ninguna parte quiénes componen las clases populares a las que se refieren y en qué consistiría que hiciesen frente a esas personas que catalogan como verdugos, lo que, a tenor del tono del discurso, hace pensar que se refieren a linchamientos públicos. Los demofascistas pretenden crear así una nueva gestapo para perseguir a sus detractores.
Los demofascistas utilizan unos términos muy vagos para referirse a quienes engrosarían dicha lista negra, por lo que a efectos prácticos podría entrar en ella cualquiera persona, de forma que sería suficiente con ser considerado un colaborador del genocidio contra los blancos para convertirse en un objetivo. “Elaborar un Registro de Racistas Antiblancos, Genocidas y Neonegreros que se actualice periódicamente, en el que figuren los agentes, personas e instituciones, del capitalismo-Estados que se requiere sean señalados y denunciados. Responder con el máximo de contundencia a estos canallas, en caso de que vuelvan a las andadas”.[103] Por ninguna parte aclaran en qué consistirían esas respuestas contundentes que propinarían a quienes consideran sus antagonistas políticos lo que, a partir del tono beligerante de su discurso, no hace presagiar que fuesen meras palabras.
Las amenazas son una constante en la narrativa demofascista, lo que incluye pedir responsabilidades a quienes consideran sus enemigos políticos y, en general, a quienes discrepen con sus postulados ideológicos. “Crear un Registro de Racistas Antiblancos, Neonegreros y Genocidas en Euskal Herria, así como en el resto de la península Ibérica y Europa, en el que incluir a quienes defienden y preconizan el genocidio vasco y europeo so capa de “luchar contra el racismo”. (…) Se debe exigir a los que estén en tal Registro, personas o colectivos, responsabilidades políticas, morales y jurídicas, éstas últimas por apología del genocidio”.[104] En ninguna parte aclaran cómo pretenden dirimir esas responsabilidades a las que se refieren, ni qué leyes o normas aplicarían para ello, pero sí dejan claro que con todo ello pretenden perseguir y criminalizar aquellas opiniones y puntos de vista que consideran una apología del genocidio, lo que es un ataque muy grave a la libertad de expresión y demuestra la naturaleza liberticida de esta secta de fanáticos.
Todo esto se combina, a su vez, con un llamamiento a la insurrección para poner fin al genocidio contra los europeos. “Si no hay una insurrección popular contra este genocidio y contra quienes la alientan y justifican, en unos pocos decenios ya no podrá construirse la Europa de los pueblos porque no quedará ningún pueblo en Europa…”.[105] A esto añaden lo siguiente: “Las economías occidentales no pueden ni quieren prescindir de la emigración, puesto que en ella se sustenta el modo capitalista de producción hoy en Occidente. Aquélla, con un gobierno u otro, seguirá llegando exactamente igual, salvo si la insurrección general de los pueblos la detiene”.[106] Es curioso constatar la interpretación torticera que los demofascistas hacen de la libertad de expresión al excluir de esta aquellas opiniones que consideran una apología del genocidio, mientras que sus llamamientos a utilizar la violencia contra todos aquellos que no comulguen con su ideario forma parte del ejercicio de la libertad de expresión. En cualquier caso, queda meridianamente claro que la violencia es para los demofascistas un instrumento válido para la consecución de sus objetivos políticos, lo que en relación con la inmigración se resume en el desencadenamiento de una guerra racial a escala europea.
Conclusiones
Puede concluirse que el proyecto político demofascista pretende llevar a cabo una limpieza étnica a nivel europeo con la expulsión de la población no europea, para lo que se contempla el desencadenamiento de una guerra racial. Esto último es especialmente preocupante en la medida en que los inmigrantes son presentados como una amenaza existencial para los europeos blancos, lo que sirve para justificar su expulsión de Europa y acciones violentas contra estos. La deportación de todos los inmigrantes únicamente desencadenaría esa guerra racial que ansían como solución al supuesto genocidio de los blancos. Una guerra que involucraría tanto a los inmigrantes como a todos aquellos que se opongan a su ideario totalitario.
La forma en la que es conceptualizada la inmigración como una amenaza existencial, y a los inmigrantes como enemigos mortales, está articulada a través de una narrativa conspiracionista asentada en un furibundo nacionalismo blanco. Este nacionalismo constituye una autoafirmación identitaria frente al denominado racismo anti-blanco y al auto-odio que supuestamente se ha inoculado en la población blanca europea. Su trasfondo intelectual no se diferencia en nada del nacionalismo de Camus y de los nazis. Este nacionalismo blanco opera como una herramienta ideológica del demofascismo para generar cohesión al establecer la identidad étnica como un valor absoluto, digno de ser preservado y que, además, es fuente de orgullo. Ser un europeo blanco viene a ser, entonces, un gran mérito gracias a esta revalorización de la identidad étnica europea que se fundamenta en las proezas históricas que se le atribuyen a los europeos, lo que hace de ellos algo excepcional.
El racismo de los demofascistas tiene un carácter paternalista. Es el racismo propio de la izquierda, un racismo civilizador, misionero e incluso mesiánico que trata a los africanos como gente incapaz. Es un racismo imperialista. El proyecto demofascista plantea aplicar sus recetas en África y decirle a los africanos cómo deben resolver sus propios problemas, siempre desde una perspectiva eurocéntrica. Al fin y al cabo la experiencia europea es considerada un modelo de éxito según la narrativa demofascista, algo excepcional, pues los europeos son presentados como los campeones de la libertad. Por tanto, los africanos simplemente tienen que imitar lo mejor de Europa para cambiar su situación. Una vez más, Europa les salva.
Si el racismo de los demofascistas se conjuga con el imperialismo inherente al enfoque eurocéntrico de los problemas de los africanos, no menos relevante es constatar, tal y como se ha descrito, que todo ello se combina con un argumento igualmente racista como es la defensa de los genes europeos frente al mestizaje y el supuesto genocidio blanco. Se trata de un atentado frontal contra la libertad sexual de las personas, y forma parte de una estrategia de poder dirigida a controlar la vida de todo el mundo con la imposición de una moral biológica. Sin duda, los demofascistas ponen la biopolítica en el centro de su proyecto político, lo que es fiel reflejo de su proyecto totalitario con el que recrean aspectos esenciales del totalitarismo nazi.
En tanto los demofascistas consideran que los inmigrantes constituyen una amenaza existencial para los europeos blancos a través del mestizaje y la amalgama cultural, la deportación de todos ellos se convierte en el remedio para garantizar la continuidad cultural y genética de los europeos. Este objetivo, que se justifica a través de la narrativa conspiracionista, no deja de ser un calco de la teoría de Camus y su propuesta política que la extrema derecha europea y americana, así como diferentes grupos neofascistas y supremacistas blancos, han asumido abiertamente.
Asimismo, hay que señalar el carácter genocida de las deportaciones masivas de poblaciones enteras, pues en ellas mueren cantidades ingentes de personas. Esto es, por ejemplo, lo ocurrido con los chechenos e ingusetios en 1944 cuando fueron deportados por orden de Stalin a Asia Central, provocando la muerte a decenas de miles de ellos y debilitando gravemente a estos dos grupos étnicos. Lo mismo cabe decir de la deportación de los tártaros de Crimea aquel mismo año, quienes fueron trasladados a Asia Central, lo que ocasionó la muerte de miles de miembros de este pueblo. Y lo mismo sucedió durante otras deportaciones previas a la Segunda Guerra Mundial llevadas a cabo por las autoridades soviéticas contra diferentes minorías étnicas. Por tanto, la deportación masiva de extranjeros que pretenden llevar a cabo los demofascistas tendría como resultado un genocidio, pues conllevaría la muerte de una gran parte de esta población en un contexto grave de violencia e intimidación, agravado por las condiciones de vida miserables a las que las personas deportadas son condenadas en todo este proceso. Afortunadamente, un escenario de deportaciones en masa es irrealizable, y tan sólo es imaginable para las mentes desquiciadas de los demofascistas españoles.
Todo esto, indudablemente, conduce a preguntarse si los demofascistas no son simplemente unos neonazis más. La pregunta es pertinente a tenor de lo explicado a lo largo de este artículo, pues la dialéctica pretendidamente antirracista que los demofascistas utilizan en su discurso político es inconciliable con su mensaje central, y carece de coherencia con el contexto discursivo en el que se inscribe. Sirva de ejemplo el comunicado difundido con motivo de los disturbios en Inglaterra durante el verano de 2024, en el que, al mismo tiempo que hacen un llamamiento a los inmigrantes (legales) a unirse a su causa o retornar a sus países de origen, no dejan de llamarles mercenarios, lo que constituye una forma de demonizarlos y deshumanizarlos al presentarlos como gente desalmada capaz de hacer cualquier cosa por dinero.[107] Se trata de una estrategia comunicativa propia de los movimientos totalitarios que no se diferencia en nada sustancial de la que los nazis utilizaron con los judíos. Además de esto, plantean claramente que si los inmigrantes no se unen a su proyecto político demofascista, el cual pasa por exportarlo al resto del mundo, deben regresar a sus países de origen, lo que reproduce la lógica dicotómica de todos los movimientos totalitarios: o estás conmigo, o estás contra mí. A esto se une su llamamiento a unirse a las protestas contra inmigrantes como las ocurridas en Inglaterra e Irlanda,[108] lo que significa utilizar la violencia y perpetrar ataques contra personas, organizaciones e instituciones que dan algún tipo de apoyo a los inmigrantes. Todo esto tiene como finalidad aislar a los inmigrantes del resto de la sociedad para crear un clima hostil hacia ellos al presentarlos como un problema que debe ser expulsado o eliminado. Por tanto, el pretendido antirracismo al que hacen referencia en sus declaraciones oficiales y en su discurso político no es creíble al ser incoherente con el mensaje central de la narrativa demofascista, lo que lo convierte en un artificio propagandístico para despistar y confundir.
Asimismo, es importante señalar que los demofascistas utilizan el concepto racista como arma arrojadiza contra los demás para ocultar su propio racismo. Prueba de esto es que gran parte de su racismo radica en definir la inmigración como un asunto racial cuando no lo es, para lo cual se valen de la narrativa conspiracionista del genocidio blanco. De hecho, la idea del genocidio blanco es en la práctica una justificación de la limpieza étnica que pretenden llevar a cabo con la expulsión de toda la población extranjera, lo que deja bien claras sus intenciones genocidas. En este sentido, esta teoría conspiracionista ha inducido a los demofascistas a perseguir una guerra racial preventiva ante el temor de que los extranjeros cambien la naturaleza étnica del Estado y los europeos blancos sean exterminados.
El etnonacionalismo de los demofascistas no está en contradicción con el sistema político que propugnan. Esto se debe a que el demofascismo identifica el “demos” con el “etnos”, lo que se alinea con su proyecto político que persigue la homogeneidad étnica dentro de la comunidad mediante la expulsión de los extranjeros, difuminando así las diferencias ideológicas con el nazismo. La noción de igualdad que los demofascistas manejan es en términos sustantivos, lo que tiene como objetivo el logro de la homogeneidad social. El resultado de experimentos políticos de este tipo suelen conducir a la limpieza étnica, tal y como lo atestigua la investigación de Michael Mann titulada The Dark Side of Democracy: Explaining Ethnic Cleansing, todo lo cual es coherente con la pretensión de los demofascistas de expulsar a todos los extranjeros de Europa.
Sin embargo, los demofascistas no son unos nazis en sentido estricto, aunque tengan muchas cosas en común y merezcan ser tratados como si lo fueran. La principal diferencia es que los demofascistas abogan por la desaparición del Estado y la instauración de un sistema de democracia directa el cual, como ya se ha explicado en el artículo “Demofascismo”, conduciría por diferentes derroteros a una sociedad totalitaria regida por la tiranía de las mayorías o, incluso, a alguna forma de cesarismo. Por esta razón, y por otras que ya fueron explicadas en el mencionado artículo, los demofascistas forman parte de una nebulosa política que ha venido a ser conocida como rojipardismo, y que se caracteriza por estar formada por diferentes grupúsculos con un discurso político que integra elementos ideológicos procedentes de los polos opuestos del radicalismo político.
Una parte notable de estos grupúsculos rojipardos tienen su origen en individualidades desencantadas con los discursos de las organizaciones de extrema derecha clásicas, lo que les empujó a abrirse ideológicamente y a adoptar elementos discursivos y organizativos procedentes de otros ecosistemas políticos, generalmente de la izquierda.[109] En otros casos simplemente se trata de una estrategia política dirigida a ampliar la base social de grupos neofascistas ya constituidos. Esto es, por ejemplo, lo ocurrido con diferentes iniciativas políticas autoritarias y anti-estatistas en el ámbito anglófono.[110] En otros casos se produjeron convergencias desde la izquierda, lo cual es más habitual si se tiene en cuenta que el propio fascismo surgió en el ámbito de la izquierda.[111] De hecho, la Europa de entreguerras constituye un periodo histórico en el que proliferaron este tipo de convergencias entre los polos opuestos del radicalismo político. Los ejemplos de individualidades que encarnan este tipo de fenómenos son considerables, aunque desconocidas para la mayor parte del público debido a su carácter marginal en términos políticos e históricos: Karl Otto Paetel, Ernst Niekisch, Otto Strasser, Heinrich Laufenberg, Fritz Wolffheim, Nikolai Ustrialov, etc.
Al final del s. XX y principios del s. XXI el fenómeno del rojipardismo se ha desarrollado de manera diferente en función de cada contexto social y político. En los últimos años, como resultado de la irrupción de los populismos en la política institucional, se ha dado una reorganización tanto ideológica como política de los espacios del radicalismo, tanto en la izquierda como en la derecha, que ha favorecido la aparición y desarrollo de expresiones renovadas de rojipardismo. Los demofascistas españoles son un ejemplo de todo esto, en gran parte como resultado del desencanto con los discursos de la izquierda institucional y de sus muletas extraparlamentarias. En este sentido, la incorporación de elementos ideológicos como el nacionalismo blanco, el anti-inmigracionismo, diferentes teorías de la conspiración con origen en la extrema derecha, o el racismo, constituyen rasgos característicos de estas sectas políticas que propugnan al mismo tiempo un programa anti-estatista, democraticista y anti-capitalista. Todo esto acerca a los demofascistas españoles a propuestas políticas del nacionalismo blanco anti-estatista, como es el caso de Keith Preston y Troy Southgate, que no dejan de ser una ramificación de los ambientes neonazis y que comúnmente han sido catalogadas como nacional-anarquismo debido, precisamente, a su rechazo al Estado como forma de organización política de la sociedad.
Sin embargo, los demofascistas españoles no están solos dadas las manifiestas coincidencias que presentan a nivel ideológico con otras sectas rojipardas, tal y como ocurre con el Frente Obrero y su jefe supremo, Roberto Vaquero. En este caso, una plataforma de izquierdas organizada en torno al Partido Marxista-Leninista Reconstrucción Comunista,[112] combina el marxismo con otros elementos ideológicos como el nacionalismo y el anti-inmigracionismo. Así, la lectura que Vaquero hace de la inmigración también parte de las causas socioeconómicas que la originan, pero estas pasan a un segundo plano y la atención es centrada en sus efectos socioculturales, lo que contemporiza con el discurso demofascista a este respecto. De esta forma, Vaquero asume un enfoque similar al de Camus en el modo de entender la cultura al considerarla en términos étnicos, y aboga por la homogeneidad cultural para preservar la identidad nacional frente a las tensiones aculturadoras que le atribuye a la inmigración. A esto se suma la idea de que existe un proceso de islamización de la sociedad debido al tipo de inmigración que llega a Europa, lo que es facilitado por un sentimiento de auto-desprecio entre los europeos.
Aunque Vaquero no asume la defensa de los genes europeos como parte de su discurso político, en algunas ocasiones ha manifestado abiertamente que en Europa está produciéndose una sustitución de los nativos por la población inmigrante, lo que se alinea con la teoría del gran reemplazo de Camus y los demofascistas. En cualquier caso, su posición consiste en un endurecimiento drástico de la política migratoria con el establecimiento de mayores restricciones, el cierre de fronteras y la expulsión de inmigrantes, además del desarrollo de una política natalista. Esto se combina, a su vez, con políticas dirigidas a asimilar a la población extranjera, lo que tiene como finalidad transmitirles la identidad nacional para garantizar su lealtad al Estado. Existe, por tanto, una sintonía ideológica en el ecosistema político del rojipardismo en torno a la inmigración al problematizarla en unos términos muy similares a nivel discursivo. Todo esto refleja que el rojipardismo persevera en el discurso identitario que tanto critica.
La posición política de Vaquero y su organización en relación con la inmigración es coincidente en lo esencial con la de los demofascistas. En este sentido, Vaquero es muy explícito al marcar distancias respecto a Vox, y reflejar así esa coincidencia con el discurso demofascista. Así, llega a afirmar que “Vox habla, principalmente, de la inmigración ilegal. Para nosotros el problema es la inmigración en su conjunto”. Todo esto se combina, a su vez, con la defensa de la cultura local, lo que constituye otro punto en común con la narrativa demofascista. “Nosotros (…) queremos defender nuestra cultura y creemos que el futuro de España está en manos de los españoles, no en manos de que siga habiendo inmigración de un sitio o de otro”. “Nosotros (…), lo que queremos es que lo nuestro no se destruya ni se sustituya”. A esto cabe sumar, asimismo, la crítica hacia la inmigración procedente de países musulmanes, lo que entronca con el punto de vista demofascista sobre la teoría conspiracionista de Eurabia. Vaquero no se esconde y reivindica abiertamente las deportaciones masivas de inmigrantes, así como despojarles de su ciudadanía española y establecer severas restricciones a la libertad de reunión y expresión para quienes sean considerados una amenaza para la identidad y cultura de la población local.[113]
La particularidad de los demofascistas radica en el hecho de que son un grupo de fanáticos enloquecidos cuya agresividad ha ido in crescendo a medida que se han convertido en un colectivo más homogéneo y compacto a nivel ideológico. Este proceso ha estado acompañado de la incorporación de diferentes elementos irracionales, como el nacionalismo blanco o el conspiracionismo, los cuales han adquirido un papel central en su retórica política, lo que se refleja con bastante claridad en la evolución de esta secta en los últimos tres años. Su agresividad verbal está unida a una creciente disposición a utilizar la violencia física contra sus detractores y todos aquellos que no compartan su aborrecible proyecto político, lo que ya permite presagiar el ulterior desarrollo de esta secta.
Hablar sobre la inmigración, e incluso problematizar este fenómeno, puede ser legítimo si no se hace desde posiciones irracionalistas que impidan el debate, tal y como sucede con los demofascistas al apelar al conspiracionismo y al racismo. En este caso, quienes discrepamos con los demofascistas somos considerados agentes de la conspiración del genocidio blanco, o gente engañada por dicha conspiración. No somos interlocutores legítimos. Los conspiracionistas siempre se creen en posesión de la verdad, una verdad secreta que sólo ellos conocen, y los demás somos unos ilusos o simplemente el enemigo. En última instancia, la actitud de los demofascistas es imponer su discurso. Por tanto, no se dan las condiciones para entablar un debate con quienes creen que la libertad de expresión sólo les pertenece a ellos de manera exclusiva.
Mientras tanto, su modus operandi consiste en divulgar su extraviado ideario a través de la propaganda, lo que es combinado con señalamientos y ataques personales contra quienes discrepan con sus desquiciadas ideas. No dudan en infundir el miedo en su entorno, lo que genera autocensura y silencio acerca de ciertos temas considerados sensibles. Todo esto plantea la cuestión de qué hacer con los demofascistas, pues sólo entienden las relaciones a partir de la distinción entre amigos y enemigos inherente a lo político, tal y como lo definió Carl Schmitt. Si no se está con ellos, entonces, se está contra ellos. Dicho esto, lo más adecuado es adoptar una política basada en los siguientes tres principios estratégicos: prevención, contención y disuasión.
La labor de prevención consiste en informar en los ambientes libertarios, en otros entornos de la disidencia, y a la sociedad en general, de la amenaza que representan los demofascistas españoles. Esta tarea consiste en poner en conocimiento del mayor número de personas los objetivos que esta secta política persigue y los métodos que se plantea utilizar para alcanzarlos. Esta labor requiere ser llevada a cabo de manera prioritaria con aquellas personas que tengan mayores probabilidades de llegar a entrar en contacto con los demofascistas, o que estén en el ámbito de influencia de esta secta. De este modo, se crean unas condiciones adversas para la propagación del discurso de los demofascistas y el crecimiento de su base social. Asimismo, la prevención facilita la posterior contención de los demofascistas.
La prevención incluye, también, la producción de contenidos dirigidos a analizar de manera crítica las ideas de los demofascistas, refutarlas y contraargumentar con propuestas constructivas y alternativas como las que se plantean desde posiciones ideológicas libertarias. En lo que a esto se refiere es necesario tener en cuenta la confusión en la que se envuelve el discurso demofascista para poder llegar al público, para lo que se vale de una retórica anti-capitalista y anti-estatista a la que ciertos sectores de la población son receptivos, todo lo cual es aderezado con otras estrategias propagandísticas para facilitar la interiorización de su mensaje ideológico. Desenmascarar a los demofascistas y denunciar sus intenciones es decisivo.
La contención tiene como finalidad aislar a los demofascistas. La contención consiste en impedir la difusión del discurso político de esta secta, especialmente allí donde lo ha estado haciendo hasta ahora. De esta forma, se impide la propagación de su mensaje político, razón por la que es fundamental la tarea de prevención para que la contención tenga éxito. La contención implica cerrar las puertas a la divulgación de los contenidos que producen los demofascistas y sus grupos afines, esto significa no compartir ni republicar estos contenidos y, así, limitar todo lo posible su capacidad de difusión e influencia para circunscribirla a su círculo de adeptos.
Los demofascistas se articulan a través del espacio de la Revolución Integral, siendo su página web (revolucionintegral.org) y sus redes sociales los principales canales de difusión de su mensaje político. A esto se suman diferentes iniciativas editoriales asociadas a la Revolución Integral y a sus principales miembros, además de diferentes iniciativas asociativas. La contención del discurso demofascista, que ha parasitado los ambientes libertarios, requiere aplicarla no sólo a los libros, artículos y revistas que producen y difunden en estos entornos, sino también a la celebración de actividades presenciales como conferencias, presentaciones, cursos, etc., impidiendo el acceso a los espacios que utilizan para ello y cortando sus principales vías de financiación externa en estos espacios. Lo mismo cabe decir acerca de iniciativas audiovisuales como los programas de YouTube y podcasts que producen.
Si bien la prevención y contención son necesarias para conseguir el aislamiento de los demofascistas en los ámbitos de la disidencia, y en la sociedad en general, es necesario igualmente considerar la adopción de medidas disuasorias. No hay que olvidar que los demofascistas están elaborando listas negras de todos sus detractores y de quienes son considerados un obstáculo para el logro de sus objetivos, lo que tiene como finalidad emprender acciones contra ellos que, en cuanto desarrollen las capacidades necesarias, irán más allá del señalamiento público, los ataques personales y la difamación, dado que contemplan el uso de la violencia física. Por esta razón, es responsabilidad tanto individual como colectiva tomar precauciones, lo que incluye la disuasión. Esto significa identificar a los miembros de esta secta política para hacerles saber que sus acciones hostiles, sean del tipo que sean, no quedarán sin respuesta.
Esteban Vidal
Fuente: https://puntossobrelasies.com/demofascismo-e-inmigracion/
[1] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 14.
[2] Bases para una Revolución Integral, p. 17 (versión epub).
[3] Uno de los muchos factores que influyen en la alta tasa de desempleo en el Estado español es la baja movilidad geográfica de la mano de obra, lo que significa que los trabajadores tienen poca disposición a trasladarse a otras ciudades por razones laborales. Los motivos que explican este fenómeno son variados, pero generalmente tienen relación con los salarios y las condiciones laborales de los trabajos disponibles, el precio de la vivienda, la inflación, así como otro tipo de motivos específicos como son las ataduras que los propios trabajadores tienen a nivel personal y que dificultan su movilidad. Aunque el Estado español ha creado incentivos fiscales para favorecer la movilidad de la mano de obra, apenas ha habido cambios en este sentido. Mientras tanto, las plazas vacantes no dejan de crecer, y con ellas la demanda de trabajadores que no puede ser satisfecha con el mercado laboral interno. Olcese, Alejandra, “Las vacantes sin cubrir alcanzan su máximo histórico y ya restan 8.000 millones de euros al PIB: «El problema va a ir a más»”, El Mundo, 26 de junio de 2024.
[4] Olcese, Alejandra, “España tiene más graduados con estudios superiores que la UE y la segunda tasa de paro más alta para este colectivo”, El Mundo, 25 de marzo de 2024.
[5] Sánchez Hidalgo, Emilio, “Publicadas las ocupaciones que se pueden contratar en el extranjero, que incluyen por primera vez puestos técnicos de la construcción”, El País, 15 de agosto de 2023.
[6] Jorrín, Javier, “¿Quién encuentra empleo en España? El 38% de los nuevos afiliados son extranjeros”, El Confidencial, 17 de marzo de 2024.
[7] Gómez, Sophia, “El ‘premio gordo’ del turismo: 178.000 millones en 2023 y una aportación del 20% al PIB nacional”, El Mundo, 13 de julio de 2023.
[8] Sánchez, Carlos, “El 40% del empleo se concentra en los sectores de menor valor añadido”, El Confidencial, 30 de enero de 2024. García Díaz, Miguel Ángel, Evolución de la afiliación a la Seguridad Social en 2023 y comparación con la situación antes de la pandemia, Fedea, enero de 2024.
[9] Huelga decir que lo que los demofascistas presentan como base de su argumentación no constituye tampoco una prueba de la existencia de un plan secreto para exterminar a los europeos blancos, pues no demuestra la relación entre inmigración y la intencionalidad que atribuyen a este fenómeno. Para demostrar su teoría necesitarían una prueba material que refleje dicha relación, lo que significa disponer de algún documento de las autoridades que recoja el plan secreto del que hablan.
[10] No existe una definición única y comúnmente aceptada del racismo. Sin embargo, la idea más extendida de este fenómeno es aquella que lo considera la creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conlleva la discriminación o persecución social. Bös, Mathias, “Racism”, en Bertrand Badie, Dirk Berg-Schlosser y Leonardo Morlino (Eds.), International Encyclopedia of Political Science, Londres, Sage, Vol. 7, pp. 2197-2199. Osborne, Danny y David O. Sears, “Race and Racism”, en George Thomas Kurian (Ed.), The Encyclopedia of Political Science, Washington DC, CQ Press, Vol. 5, pp. 1416-1420.
[11] Esta línea argumental no deja de ser sorprendente en la medida en que en Europa abunda una gran cantidad de movimientos nacionalistas de todo tipo, tanto nacionalismos de Estado como nacionalismos de las llamadas naciones sin Estado. Algunos de estos movimientos tienen, además, un marcado carácter étnico como sucede en los Balcanes o en Europa oriental. La reivindicación de la identidad local o nacional está muy presente en la política de estos países, con lo que es difícil conciliar esta realidad con los argumentos de los demofascistas.
[12] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 32.
[13] Ídem, Manual de la Revolución Integral, p. 132.
[14] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 98.
[15] Quizás el racismo de los demofascistas tenga una base psicológica al considerar a los varones inmigrantes competidores sexuales en relación con las mujeres europeas, de forma que temen quedar excluidos del mercado de las relaciones íntimas heterosexuales europeas. De ahí que desarrollen este tipo de argumentaciones paternalistas que vienen a decir que las mujeres europeas que tienen relaciones sexuales con inmigrantes realmente no las desean. Es un ejemplo de misoginia de los demofascistas al tratarse de un ataque ad hominem hacia las mujeres europeas al desaprobar que estas deseen libremente tener relaciones íntimas con inmigrantes.
[16] Rodrigo Mora, Félix, Manual de la Revolución Integral, p. 132.
[17] Ibidem, p. 132.
[18] El término fue acuñado originalmente por Raphael Lemkin en 1944. Lemkin, Raphael, Axis rule in occupied Europe: laws of occupation, analysis of government, proposals for redress, Washington DC, Carnegie Endowment for International Peace, 1944.
[19] “Porque el genocidio europeo tiene dos partes, una, impedir de muchas maneras que los pueblos europeos se reproduzcan, tengan hijos; dos, traer masivamente gentes de fuera, para primero dejar en minoría y luego aniquilar a los pueblos europeos”. Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, pp. 89, 6.
[20] Ibidem, p. 85.
[21] Ibidem, p. 59.
[22] Más información sobre este asunto puede encontrarse en McNeill, William H., La búsqueda del poder. Tecnología, fuerzas armadas y sociedad desde el 1000 d.C., Madrid, Siglo XXI, 1988.
[23] Si en este cálculo se incluye tanto a los Estados europeos como a Rusia con Siberia, la extensión de tierra controlada por europeos ascendía al 84%. Fieldhouse, David K., Economics and Empire, 1830-1914, Ithaca, Cornell University Press, 1973, p. 3. Hoffman, Philip T., ¿Por qué Europa conquistó el mundo?, Barcelona, Crítica, 2016, p. 8.
[24] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 33.
[25] Ibidem, p. 33.
[26] Schmitt, Carl, El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 2005, p. 57.
[27] Nótese que estas mismas élites también las componen en su mayor parte europeos blancos, por lo que cabe inquirir si, según la narrativa demofascista, su plan también consiste en suicidarse. Las inconsistencias en el discurso demofascista reflejan la disonancia cognitiva en la que está instalado.
[28] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, pp. 87-88.
[29] Ibidem, p. 89.
[30] Ibidem, p. 12.
[31] Nótese que este argumento es coincidente con la afirmación de Donald Trump de que los inmigrantes están manchando la sangre de los americanos, algo que, como ya ha sido señalado, evoca los comentarios que Adolf Hitler hizo en su momento sobre la sangre de los alemanes y la influencia de otros pueblos considerados inferiores. Gibson, Ginger, “Trump says immigrants are ‘poisoning the blood of our country.’ Biden campaign likens comments to Hitler.”, NBC News, 17 de diciembre de 2023.
[32] Rodrigo Mora, Félix, Manual de la Revolución Integral, p. 113.
[33] Idem, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 50.
[34] La idea de un colapso del sistema en un futuro indeterminado está arraigada en el imaginario político del marxismo, algo que los demofascistas asumen gustosamente como parte de su narrativa en la que, como los partidos comunistas, el fin del sistema capitalista actual es presentado como algo inevitable, una consecuencia previsible de las fuerzas históricas que mueven el mundo hacia la catástrofe. Ciertamente esta idea colapsista no es exclusiva del marxismo, sino que también ha tenido su desarrollo en círculos ecologistas muy variados. En el fondo se trata de una secularización de la teología cristiana en donde se habla del fin del mundo y el día del juicio final narrado en el Apocalipsis. Esta idea está ligada, asimismo, a una filosofía de la historia lineal y unidireccional propia de las religiones abrahamicas, con un principio y un final, que muchas de las ideologías políticas modernas recrean. En el islam político ocurre exactamente lo mismo con la idea del fin de los tiempos.
[35] Esta cuestión fue ampliamente tratada por Michel Foucault a lo largo de la mayor parte de su obra, así que sólo cabe remitirse a sus contribuciones en este ámbito. Foucault, Michel, Historia de la sexualidad. 1. la voluntad de saber. Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2020. Ver también: Agamben, Giorgio, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia, Pre-Textos, 1998. Lemke, Thomas, Introducción a la biopolítica, México, Fondo de Cultura Económica, 2017. Esposito, Roberto, Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu, 2011.
[36] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 92.
[37] Ibidem, pp. 52-53.
[38] Ibidem, p. 53.
[39] Bases para una Revolución Integral, p. 16 (versión epub).
[40] Los regímenes democráticos, al igual que los totalitarios, también han menoscabado la libertad sexual del individuo. Así, por ejemplo, en EE.UU., una democracia liberal, eran ilegales los matrimonios interraciales en diferentes Estados, además de las relaciones íntimas entre personas de diferentes razas, hasta que en 1967 el tribunal supremo, con su sentencia en el caso de Loving contra Virginia, revocó estas leyes al considerarlas inconstitucionales. En este mismo país, hasta principios del s. XXI, pervivieron leyes que prohibían las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, así como determinadas prácticas sexuales consentidas, incluso si estas se producían dentro del matrimonio. El demofascismo parece plantear una regresión en lo que a la libertad sexual se refiere, una prueba más de su ideario totalitario.
[41] El politólogo Benedict Anderson es el que acuñó este concepto con el que hace referencia a realidades sociales construidas como ocurre con el concepto de nación. En tanto construcciones sociales, carecen de una existencia ontológica y se articulan a través de ideas e imaginarios. Anderson pone diferentes ejemplos en relación con el concepto de nación, tales como los mapas geográficos, los museos, el censo, etc., que contribuyen a moldear dicha comunidad imaginada. Otro autor que ha incidido en esta misma idea desde un punto de vista diferente, y con un desarrollo teórico independiente del de Anderson, es Cornelius Castoriadis. A pesar de que estas comunidades no tienen existencia ontológica se las trata como si fueran realidades con entidad propia, por encima de los individuos que se supone que las conforman. En general, todas las ideologías comunitaristas asumen este punto de vista, es decir, la comunidad es algo que trasciende a los individuos y que tiene existencia propia. Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005. Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, México, Tusquets, 2013.
[42] Esta posición ideológica obedece a la naturaleza totalitaria del demofascismo que ya fue explicada amplia y extensamente en el artículo “Demofascismo”, donde se expone la relación de continuidad que existe entre la democracia y el totalitarismo.
[43] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 83.
[44] Se emplaza a la lectura del artículo “Demofascismo” donde se demuestra esta afirmación.
[45] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 82.
[46] Ibidem, p. 88.
[47] Ibidem, pp. 82-83. Este argumento, por lo demás, no se diferencia del que han utilizado durante décadas los jerarcas del Partido Comunista de Cuba en relación con los cubanos balseros que huían de la isla en dirección a EE.UU. Es de suponer que, si se aplica el mismo razonamiento, los alemanes que intentaban saltar el muro de Berlín en su huida de la Alemania oriental también corrían detrás del dinero y del consumo en la Alemania occidental. Dado que los demofascistas describen los regímenes que imperan en África como dictaduras despiadadas, lo cual tiene mucho de cierto, resulta muy difícil pensar que esa no sea una posible motivación para huir de sus países. Una motivación que es tan legítima como la de los cubanos que huyen a EE.UU., o la de los alemanes orientales que huían a Berlín occidental. Los demofascistas probablemente consideren este tipo de comportamiento un acto de cobardía como consecuencia de la superioridad moral que se arrogan. Sin duda, la prepotencia e ignorancia son muy atrevidas entre quienes ejercen el rol de vanguardia revolucionaria.
[48] Otras fuentes hablan de 6,5 millones de extranjeros de una población total de 48,6 millones. Sanderson, Rachel, “Madrid’s New Arrivals Stir a Toxic Political Stew”, Bloomberg, 4 de marzo de 2024.
[49] Fundación BBVA, “El valor del capital humano que pierde España por el efecto de la emigración supera los 150.000 millones de euros en 2022, un 40% más que antes de la COVID-19”, Fundación BBVA, 22 de diciembre de 2023.
[50] El derecho internacional se basa en una serie de costumbres y principios comúnmente aceptados que en muchos casos son anteriores a los Estados. Estas costumbres y principios han articulado las relaciones internacionales durante siglos y han sido codificados en tratados, convenios, etc., configurando así el llamado derecho positivo. En este caso, la expulsión unilateral de toda la población extranjera residente en el Estado español implicaría: 1) la violación del principio de no discriminación consagrado en numerosos tratados y convenciones, como la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 2) la violación del Derecho Internacional de Refugiados, pues si entre la población extranjera hay personas que cumplen con los criterios para ser consideradas refugiadas o solicitantes de asilo, su expulsión podría violar el principio de no devolución, que prohíbe expulsar o devolver a una persona a un país donde podría enfrentar persecución o graves violaciones de derechos humanos; 3) la violación del Derecho Internacional Humanitario, pues en el caso de que la población extranjera incluya a personas en situación de conflicto armado o crisis humanitaria, su expulsión pondría en peligro la vida de civiles y personas no combatientes en tiempos de guerra o conflicto, lo cual constituye una violación del derecho de gentes; 4) la violación de la Declaración Universal de Derechos Humanos y diversos tratados de derechos humanos regionales e internacionales, pues la expulsión masiva de población extranjera implicaría la violación de derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida, la libertad, la seguridad personal, y el derecho a no ser sometido a tratos inhumanos o degradantes. Ver: Vattel, Emer de, The Law of Nations, Indianapolis, Liberty Fund, 2008.
[51] Sánchez Hidalgo, Emilio, “La menguante fuerza laboral del campo, un síntoma del cambio productivo español”, El País, 4 de septiembre de 2024.
[52] Grasso, Daniele y Emilio Sánchez Hidalgo, “¿En qué trabajan los extranjeros en España? La mitad de los chinos en comercio y un tercio de los marroquís en el campo”, El País, 25 de agosto de 2024.
[53] Ibidem.
[54] Proto, L. “En Alemania no solo ha ganado la AfD: ha ganado la ultraderecha de la ultraderecha”, El Confidencial, 2 de agosto de 2024.
[55] Hille, Peter, “German ‘remigration’ debate fuels push to ban far-right AfD”, DW, 12 de enero de 2024. Escritt, Thomas y Andreas Rinke, “Far-right party denies backing deportation of ‘unassimilated’ Germans”, Reuters, 16 de enero de 2024.
[56] Republican Party, “2024 Republican Party Platform”, The American Presidency Project, 8 de julio de 2024.
[57] Dale Leal, Nicholas, “Tolerancia cero, redadas en colegios, hospitales e iglesias: las pistas de la mayor deportación de la historia que promete Trump”, El País, 14 de agosto de 2024.
[58] Passel, Jeffrey S. y Jens Manuel Krogstad, “What we know about unauthorized immigrants living in the U.S.”, Pew Research Center, 22 de julio de 2024.
[59] Un estudio de 2018 calcula que en 2015 el coste que esto tenía era de 18.214 dólares por persona. East, Chloe N., Philip Luck, Hani Mansour y Andrea Velasquez, The Labor Market Effects of Immigration Enforcement, IZA Institute of Labor Economics, Nº 11486, abril de 2018.
[60] Dale Leal, Nicholas, “Más de 10 veces el presupuesto para migración y una posible recesión: el costo de la gran deportación de Trump”, El País, 21 de septiembre de 2024.
[61] Hitler, Adolf, Mi lucha, Barcelona, Ojeda, 2004, pp. 363-364.
[62] Darré fue ministro de agricultura del III Reich y es considerado el representante de la facción agrarista y ecologista del nazismo. Darré, Walther, La raza: nueva nobleza de sangre y suelo, Barcelona, Wotan, 1994. Ver también: Biehl, Janet y Peter Standenmaier, Ecofascismo. Lecciones sobre la experiencia alemana, Barcelona, Virus, 2019. Brüggemeier, Franz-Josef, Mark Cioc y Thomas Zeller (Eds.), How Green Were the Nazis? Nature, Environment, and Nation in the Third Reich, Athens, Ohio University Press, 2005. Sakai, J., The Green Nazi: An Investigation into Fascist Ecology, Montreal, Kersplebedeb, 2002. Uekoetter, Frank, The Green and the Brown: A History of Conservation in Nazi Germany, Cambridge, Cambridge University Press, 2006.
[63] Esta idea fue previamente esbozada por la Nueva Derecha francesa bajo un ropaje intelectual más sofisticado pero que, en esencia, reformulaba los mismos planteamientos biologistas del nacional socialismo. Esta cuestión es abordada más adelante.
[64] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 81.
[65] Ibidem, p. 82.
[66] El excepcionalismo es la expresión ideológica de todos los proyectos imperialistas modernos, y se caracteriza en todos los casos por presentar a un determinado país, pueblo o cultura como algo único, diferenciado y ejemplar comparado con otras sociedades, y que por ello constituye un modelo a imitar. Está el caso del excepcionalismo americano que históricamente ha servido de coartada ideológica para justificar el expansionismo de EE.UU. en el mundo. Pero también está el excepcionalismo chino, que igualmente presenta a la civilización china como un modelo a seguir por el resto del mundo debido a su carácter modélico, lo que constituye una justificación de su actual imperialismo. Los demofascistas aplican la misma receta y lógica con su excepcionalismo europeo para justificar una forma de imperialismo. Para el excepcionalismo americano ver: Lipset, Seymour M., The first new nation: the United States in historical and comparative perspective, Nueva York, Basic Books, 1963. Idem, American Exceptionalism: A Double-Edged Sword, Nueva York, W. W. Norton, 1998. Para el excepcionalismo chino ver: Walt, Stephen M. y Yuan-kang Wang, “The myth of Chinese exceptionalism”, Foreign Policy, 6 de marzo de 2012. Feng, Zhang, “Chinese Exceptionalism in the Intellectual World of China’s Foreign Policy”, en Foot, Rosemary (Ed.), China Across the Divide: The Domestic and Global in Politics and Society, Oxford, Oxford University Press, 2013, pp. 43-65.
[67] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 79.
[68] Sobre esta cuestión se recomienda la lectura de “Desmitificando la Revolución Francesa”.
[69] El perfil de Renaud Camus es bastante curioso. Este autor homosexual militó en el socialismo francés y fue activo en las marchas pro-LGTB durante Mayo de 1968 en París. De hecho, fue un autor influyente en este colectivo en la década de 1980, lo que le valió ser considerado un icono gay por la revista estadounidense The Nation. Formado en la Sorbona en literatura francesa, amplió sus estudios con un máster en filosofía en el Instituto de Estudios Políticos de París, además de otros dos másters en estudios avanzados en ciencias políticas e historia del derecho en la Universidad Panthéon-Assas. Fruto de su actividad académica y docente en medios universitarios, llegó a codearse con figuras como Roland Barthes, Andy Warhol y Gilbert & George, entre otros. En las últimas dos décadas Camus ha alcanzado especial notoriedad internacional por haberse convertido en uno de los principales intelectuales de referencia del nacionalismo blanco. Actualmente vive en un castillo medieval en Plieux, Occitania. Mcauley, James, “How Gay Icon Renaud Camus Became the Ideologue of White Supremacy”, The Nation, 17 de junio de 2019.
[70] Rastier, François, “Politiques identitaires et mythe du « grand remplacement »”, The Conversation, 16 de junio de 2019.
[71] Norimitsu, Onish, “From TV to the French Presidency? A Right-Wing Star Is Inspired by Trump”, The New York Times, 21 de septiembre de 2021.
[72] Le Figaro y AFP, “Européennes: l’écrivain Renaud Camus en tête de liste”, Le Figaro, 9 de abril de 2019.
[73] Kington, Tom, “Giorgia Meloni is first west European leader to believe Great Replacement conspiracy theory”, The Times, 27 de septiembre de 2022.
[74] Garamvolgyi, Flora y Julian Borger, “Orbán and US right to bond at Cpac in Hungary over ‘great replacement’ ideology”, The Guardian, 18 de mayo de 2022.
[75] García Bueno, Jesús, “El odio que no cesa: cuarto juicio al librero neonazi Pedro Varela”, El País, 14 de mayo de 2024.
[76] Rumpf, Sarah, “Charlie Kirk Wants to Start a Border Militia to Protect ‘White Demographics in America’”, Mediaite+, 23 de septiembre de 2023.
[77] Darby, Luke, “How the ‘Great Replacement’ conspiracy theory has inspired white supremacist killers”, The Telegraph, 5 de agosto de 2019. Truu, Maani, “Conspiracy theory linked to Christchurch attack at risk of entering mainstream: report”, SBS News, 8 de julio de 2019. Moses, A. Dirk, ““White Genocide” and the Ethics of Public Analysis”, Journal of Genocide Research, Vol. 21, Nº 2, 2019, pp. 201-213.
[78] Eligon, John, “The El Paso Screed, and the Racist Doctrine Behind It”, The New York Times, 7 de agosto de 2019.
[79] Bergmann, Einkur, “The Eurabia Conspiracy Theory”, en Andreas Önnerfors y André Krouwel (eds.), Europe: Continent of Conspiracies: Conspiracy Theories in and about Europe, Abingdon, Routledge, 2021, pp. 37-38.
[80] Kaplan, Jeffrey (ed.), Encyclopedia of White Power: A Sourcebook on the Radical Racist Right, Walnut Creek, Altamira Press, 2000, p. 539.
[81] El punto de vista de Grant no se aleja mucho del de Arthur de Gobineau. La principal diferencia es que Grant se basa en la antropología para definir y jerarquizar las razas, mientras que Gobineau recurre al lenguaje. Gobineau, Arthur de, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, Barcelona, Editorial Apolo, 1937.
[82] Kühl, Stefan, The Nazi Connection: Eugenics, American Racism, and German National Socialism, Nueva York, Oxford University Press, 2002, p. 85.
[83] Camus, Jean-Yves y Nicolas Lebourg, Far-Right Politics in Europe, Cambridge, The Belknap Press of Harvard University Press, 2017, pp. 206-207.
[84] Este punto de vista contrasta no sólo con el de Hermógenes, sino también con lingüistas como Ferdinand de Saussure, quien estableció la arbitrariedad de la relación entre significante y significado sobre la que posteriormente se basó la filosofía postmoderna con contribuciones como las de Roland Barthes, Jacques Derrida y muchos otros. Saussure, Ferdinand de, Curso de lingüística general, Madrid, Akal, 1991.
[85] La perspectiva organicista de Camus, la misma que la de los nazis y la que también subyace en el nacionalismo blanco de los demofascistas, tiene realmente poco de orgánica debido a que se basa en una concepción estática y artificial del ser humano, la cual no es real. El ser humano es pura contingencia, de ahí que ni la filosofía ni la ciencia modernas hayan sido capaces de definir la vida humana y sus manifestaciones como la cultura, el arte, etc. En este sentido, puede decirse que esa visión artificial y estática conlleva asumir de un modo implícito una concepción del ser humano que lo considera susceptible de ser manufacturado, moldeado y estandarizado, lo que permite en última instancia convertirle en algo completamente desechable. Chaouat, Bruno, “The Gay French Poet Behind the Alt-Right’s Favorite Catch Phrase”, Tablet, 27 de agosto de 2019.
[86] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 11.
[87] Benoist, Alain de, La nueva derecha, Barcelona, 1982, pp. 164-165.
[88] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, pp. 94-95.
[89] Bases para una Revolución Integral, p. 22 (versión epub).
[90] No es aceptable que el Estado financie las confesiones religiosas, incluido el islam, como tampoco es aceptable que la religión forme parte de la política o tenga presencia en instituciones educativas financiadas con impuestos, pues todo esto cuestiona el modelo de sociedad secular construido en el mundo occidental en los últimos siglos.
[91] Carr, Matt, “You are now entering Eurabia”, Race and Class, Vol. 48, Nº 1, 2006, pp. 1-22.
[92] Widfeldt, Anders, “Geert Wilders: maverick who could ride anti-Islam wave to the top of Dutch politics”, The Conversation, 6 de septiembre de 2016.
[93] Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024.
[94] El incidente inductor de los altercados de Dublín fue el ataque perpretado por un indigente de origen argelino y con ciudadanía irlandesa que llevaba 20 años residiendo en el país, quien apuñaló a tres niños y a una cuidadora en el exterior de una escuela de primaria. Las investigaciones posteriores no lograron demostrar que hubiera una motivación terrorista, mientras que el historial clínico del atacante apunta a que padecía problemas mentales al haber estado recurriendo a los servicios de salud mental desde hacía años. Nada de esto impidió la politización del incidente por quienes instigaron los altercados que asolaron Dublín durante varios días al apresurarse a afirmar que se trataba de un ataque islamista, lo que estuvo acompañado de llamamientos a matar a todos los extranjeros. El clima de malestar de la población local con las consecuencias sociales y económicas de la política migratoria de las autoridades irlandesas facilitó que las protestas iniciales derivasen en graves altercados. Mooney, John, Claire Scott, Julieanne Corr, Patrick O’Donoghue, “Dublin stabbing: Victim is from migrant family”, The Times, 26 de noviembre de 2023. Gallagher, Conor, “What do we know about the suspect in the Parnell Square knife attack?”, The Irish Times, 27 de noviembre de 2023. Squires, Nick, Blathnaid Corless, “‘Any foreigner, just kill them’: How far-Right hooligans used WhatsApp to organise Dublin riots”, The Telegraph, 24 de noviembre de 2023.
[95] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 93.
[96] Ibidem, p. 93.
[97] Ibidem, p. 93.
[98] Ibidem, p. 98.
[99] Ibidem, p. 95.
[100] El autor de los asesinatos resultó ser Axel Rudakubana, un muchacho de 17 años, ciudadano británico nacido en Cardiff, hijo de padres procedentes de Ruanda, un país en el que los cristianos constituyen el 93% de la población, mientras que la población musulmana representa el 2%. Aunque los motivos del incidente no están del todo claros, se sabe que el autor padece, según un diagnóstico médico, un trastorno de espectro autista. El hecho de que las víctimas fueran niñas creó gran consternación entre británicos, sumiéndoles en un estado emocional que fue instrumentalizado con fines políticos maliciosos por extremistas de derechas a través de la difusión de toda clase de desinformación. Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024. Sandford, Daniel, Gemma Sherlock y Tom Mullen, “Teen, 17, accused of Southport murders named”, BBC, 1 de agosto de 2024. Watling, Tom, “Fact checked: The false far-right claims that sparked riots in Southport and across UK”, Independent, 3 de agosto de 2024.
[101] Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024. White, Nadine, “Street beatings, stabbing and mosques under siege: the horrifying racist attacks carried out by far-right mobs”, Independent, 5 de agosto de 2024. Sierra, María, “Extremistas ingleses extienden su campaña de violencia a abogados y agencias de inmigrantes”, El Mundo, 7 de agosto de 2024.
[102] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 37.
[103] Ibidem, p. 91.
[104] Ibidem, p. 97.
[105] Ibidem, p. 56.
[106] Ibidem, p. 56.
[107] Revolución Integral, “Ante los acontecimientos de Inglaterra e Irlanda”. 14 de agosto dee 2024.
[108] Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024. Idem, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”.
[109] El caso de Bases Autónomas en el Estado español, así como otros grupos posteriores que trataron de imitarlas, como Juventud Nacional Revolucionaria, podría ser un ejemplo de este tipo de fenómeno que, con una escasa articulación ideológica, buscó romper con la extrema derecha tradicional. Ver: Casals, Xavier, Neonazis en España. De las audiciones wagnerianas a los skinheads (1966-1995), Barcelona, Grijalbo, 1995, pp. 213 y siguientes.
[110] Sykes, Alan, The Radical Right in Britain: Social Imperialism to the BNP (British History in Perspective), Nueva York, Macmillan, 2005. Macklin, Graham D., “Co-opting the counter culture: Troy Southgate and the National Revolutionary Faction”, Patterns of Prejudice, Vol. 39, Nº 3, 2005, pp. 301-326. Sanchez, Casey, “California Racists Claim They’re Anarchists”, SPLC, 29 de mayo de 2009. Lyons, Matthew N., “Rising Above the Herd: Keith Preston’s Authoritarian Anti-Statism”, New Politics, Vol. 7, Nº 3, 2011. Sunshine, Spencer, “Rebranding Fascism: National-Anarchists”, Political Research Associates, 28 de enero de 2008. Griffin, Roger, “From slime mould to rhizome: an introduction to the groupuscular right”, Patterns of Prejudice, Vol. 37, Nº 1, 2003, pp. 27-50.
[111] Existen multitud de biografías que reflejan esa transición desde la izquierda revolucionaria al fascismo: Jacques Doriot, Nicola Bombacci, Paul Marion, Jean Thiriart, Óscar Pérez Solís, Michele Bianchi, Sergio Panunzio, Georges Valois, Marciano Durruti, etc.
[112] Esta secta comunista se inscribe en la tendencia que reivindica la figura y obra del tirano albanés Enver Hoxha, lo cual bien puede considerarse una excentricidad ideológica en los tiempos que corren. En esencia se trata de la versión albanesa del estalinismo soviético, cuyo surgimiento fue resultado de la ruptura con China en el marco del movimiento anti-revisionista que cuestionó los cambios políticos e ideológicos en la URSS tras la muerte de Stalin. Simplificando mucho, tanto Vaquero como sus seguidores son estalinistas con un barniz ideológico manufacturado en Albania.
[113] Somolinos, Daniel, “Roberto Vaquero, líder del Frente Obrero: «Diez años me parecen pocos para obtener la nacionalidad española, yo lo aumentaría a 25»”, El Mundo, 18 de junio de 2024.
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Fotografía: UN News