“…la salud de todo el organismo depende
del equilibrio entre sus partes constitutivas.” (J. Grinberg).
Jorge Salazar García.
Con la caída del muro de Berlín (1989) y la desaparición de la URSS, el capitalismo yanqui se adueñó de la narrativa mundial sobre la maldad y la bondad. Si un gobierno sigue sus dictados es bueno; si no, entonces, es malo y antidemocrático, entendida su democracia como un sistema político regido por las leyes de los ricos orientadas a imponer su paradigma materialista al mundo.
Aunque dicha imposición no sucedió de la noche a la mañana, su origen puede ubicarse en los albores del siglo pasado, cuando los capitalistas anglosajones se dieron cuenta de que un porcentaje de la población, cercano al 100%, respetaba más el conocimiento basado en la experiencia (empírico) que el científico. Además, y esto es lo que realmente les preocupaba, la mayoría de sus mejores exponentes, ¡no hacían negocio con sus saberes. Las personas, por ejemplo, para curarse preferían a los curanderos, parteras, hueseros, yerberos sobre los médicos egresados de las facultades de medicina. Eso era lógico pues las yerbas, remedios naturales y técnicas milenarias, bien empleadas, eran suficientes para recuperar la salud, ¡gratis o a muy bajo costo¡. Había que hacer algo para atraer a la gente a los consultorios y clínicas privadas; así que decidieron industrializar los remedios naturales, no sin antes patentar los extractos obtenidos en sus laboratorios y aliarse con los políticos. De esta estrategia se desprende una de las causas de la crisis sanitaria global, actual.
Durante todo el siglo XX, esa élite mundial globalizó sus valores empresariales individualistas ampliando su campo de acción en investigación, laboratorios y centros de estudios. De hecho monopolizaron la ciencia aplicada y las técnicas psicológicas para convencer a las masas de ser poseedores de la verdad. Mediante el bombardeo masivo de mensajes subliminales fijaron en el inconsciente colectivo que las propiedades de sus productos son efectivas, simplemente por estar respaldados por la Ciencia. Este es el nuevo paradigma científico dominante en el neoliberalismo: la CIENCIA posee la VERDAD ABSOLUTA. Lo cual es erróneo pues contradice su principio de relatividad.
Lo anterior, de ningún modo significa rechazar a la Ciencia, ¡Bienvenida sea! Al final de cuentas no es más que la formalización e institucionalización de la sabiduría acumulada desde la antigüedad. Lo condenable, en todo caso, es la privatización de los saberes populares en beneficio del capital. Tampoco se trata de romantizar los conocimientos y la experiencia intuitiva milenarios. La razón indica que las dos maneras de crear conocimientos debieran complementarse. ¿Por qué, generalmente, eso no sucede en el área de la Salud? La respuesta es simple: porque hacerlo, exhibiría el negocio descomunal de las industrias farmacéuticas, militares, de seguros y de productos chatarra, principalmente.
Paradigma tradicional
La medicina cuyos remedios, métodos y técnicas para curar están centrados en lo natural, en las causas de la enfermedad y en la persona, se le llama tradicional o Naturópata. Su enfoque es holístico, no es invasiva, emplea yerbas, plantas, frutas, agua, ayunos, ejercicio, descanso, sol, tierra, aire como remedios y agentes para reestablecer el equilibrio mente-cuerpo alterado. Forman parte de esta medicina la Acupuntura, Par Biomagnético, Digitopuntura, Fitoterapia, Homeopatía, Herbolaria, Flores de Bach, hidroterapìa, etcétera.
Nuevo paradigma
Para modificar el enfoque holístico fue necesario un plan. Una de sus directrices fue privatizar bosques, aguas, semillas, plantas, etcétera; la otra, establecer la obligatoriedad de registrar y certificar las propiedades de las plantas, árboles y frutos en organismos oficiales, creados exprofeso. La tercera línea de acción fue descalificar los saberes populares relativos a la alimentación y la salud; y también, por supuesto, satanizar a quienes ejercían la Naturopatía en cualquiera de sus modalidades. De este modo, sólo lo desarrollado por las poderosas trasnacionales farmacéuticas y de alimentos sería aprobado y reconocido como bueno, seguro y eficaz. Resultando que únicamente las personas entrenadas en sus centros educativos, merecerían autorización (licencia) para curar con la medicina convencional (Alópata).
Poco a poco, pero sistemáticamente, lograron que la gente desconfiara en todo aquello que no estuviera respaldado formalmente por la Ciencia tildándolo de charlatanería, falso y peligroso. En 1973, de acuerdo a Fritjob Capra, autor de “El Tao de la Física”, ya era evidente que “los saberes tradicionales se discriminaron y el sentido común se sacrificó”.
Medicina del lucro.
Si bien, la medicina Alópta es sumamente eficaz suprimiendo síntomas y salvando vidas mediante las intervenciones quirúrgicas de emergencia, generalmente no atiende las causas (Etiología) de la enfermedad. Tiene un enfoque somático, reduccionistas centrado en la enfermedad, en los fármacos y en los síntomas, contrariamente a lo descubierto por Johann Christian A. Heinroth, (Médico alemán, 1773-1843) de que las emociones y sentimientos eran determinantes en las alteraciones de la salud. El hecho de que esta medicina, accesible sólo a quien puede pagarla, esté institucionalizada de manera idéntica en muchos países prueba el dominio de los monopolios sobre los gobiernos que dócilmente disminuyen el presupuesto de la salud publica. Se tiene documentado que en 2004, 700 mil estadunidense murieron por IATROGENIA (efectos secundarios de las medicinas de patente) y el 33 % de los hospitales fue ocupado por pacientes así afectados. Actualmente es la tercera causa de muerte en los Estados Unidos. Otro dato que confirma la creciente influencia del nuevo paradigma (medicina comercial) lo expuso la OMS: en 2001, el 80% de la población se curaba o buscaba antiguos remedios tradicionales y acupuntura; para 2018, solo el 60% lo hizo.
Los Médicos
El principal rol de los galenos en la medicina mercantil es competir por ser los mejores agentes vendedores de la farmacopea, sin importarles que sus “remedios” sean invasivos, (drogas, vacunas, radiaciones y cirugías), adictivos y con efectos colaterales adversos. Al médico le alimentan su ego a través de las series médicas, congresos, obsequios, comisiones, cursos “gratuitos” y reconocimientos a cambio de, ¡claro!, vender los fármacos “recomendados” en el Vademécum, elaborado por las farmacéuticas. Su formación profesional básica es tan intencionalmente deficitaria en nutrición que es común ver médicos obesos consumiendo bebidas azucaradas, comida chatarra o ingiriendo drogas. Por eso es digno reconocer a los doctores, enfermeras y técnicos de la salud que se niegan a recetar medicamentos de dudosa eficacia o prescribir dosis sabiendo que pueden perjudicar la salud de quien, confiando en ellos, demanda sus servicios. Estos héroes de la salud, al respetar el Juramento Hipocrático* dignifican la profesión.
Tal vez piense que son exageraciones pre-asumir la existencia de planes para hacer de la salud un gran negocio. Sin embargo hay datos fehacientes al respecto. Si es usted una persona convencida de que a los monopolios económicos les importa su bienestar, ya no siga leyendo, le decepcionará saber, por ejemplo, que durante la pandemia, el 1% de la población se apropió de dos tercios de la riqueza producida por el 99% (Oxfam, 2023).
Iván Illich en su obra “Némesis Médica. La expropiación de la salud”(1975) expone tres efectos del paradigma vigente: a) Produce daños superiores a sus posibles beneficios b) Enmascara las condiciones políticas que minan la salud de la sociedad c) Expropian el poder del individuo para curarse a sí mismo y para modelar su ambiente.
Tres últimas cosas: dos aviso y una recomendación. En el siguiente artículo se expondrá el proceso histórico del cambio de paradigma y el resurgimiento de la Naturopatía.
Recomendación: Hágale caso al padre de la medicina, Hipócrates: *“Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina”. Para empezar deje de consumir polvos blancos refinados (sal, azúcar, harinas) y embutidos o, al menos, disminuya su ingesta. Pruébelo por dos semanas, sin duda se sentirá mejor.