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Bastones largos y cristales rotos: cuando el sueño de la razón liberal engendra monstruos

por RedaccionA abril 19, 2024
abril 19, 2024
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Por: Jorge Spíndola. 19/04/2024

Crisis en el sistema universitario. Carta abierta al Presidente Milei y a quienes quieran leer.

Esta semana comenzó el cese de pagos de salarios en distintas universidades del país. Justo en la semana en que el diputado de su partido, Benegas Lynch, afirmó “No creo en la obligatoriedad de la educación”, para luego ilustrar su sincericidio con una frase, en tono muy campechano por cierto: “Muchas veces puede pasar en la estancia, y sobre todo en Argentina, que no te podés dar el lujo de mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller junto al padre trabajando”. Las frases fueron dichas por un integrante de la Cámara de Diputados de la Nación, la casa donde se debaten y promulgan las leyes de la República, ese mismo lugar que Usted, Presidente, considera un nido de ratas.

La estancia sigue siendo el lugar desde donde los Benegas Lynch siguen leyendo a la sociedad argentina. La mirada patronal que ve peones y sus familias como mano de obra de su propiedad y no como ciudadanos de derecho. Cabecitas negras que no deben levantar la mirada ante el dueño de sus destinos.

Como académico y profesor universitario, nieto de paisanos williches, trabajadores rurales, abuelas lavanderas y empleadas domésticas sin aportes jubilatorios patronales, yo sí creo en la Educación Pública. Y también creo que el lugar y derecho de todas las infancias es un hogar, el acceso a la salud y a la educación, así su papá trabaje en una estancia, en un taller o no tenga nada. Y no es sólo una cuestión de creencia, es la ley: en este país el trabajo infantil es un delito y el acceso a la educación básica es obligatorio. ¿El señor Benegas Lynch habrá trabajado en su infancia? ¿Sus hijos trabajarían en una estancia, dejarían la escuela por eso?

El sistema educativo, universitario y científico nacional que pretenden destruir desde las lógicas mercantilistas de la totalidad de la vida, es parte de ese universo de leyes y derechos que esta sociedad decidió sostener en Democracia, un modelo de sociedad que garantiza algunos derechos muy básicos dentro de una perspectiva social del mercado.

La Educación Superior Pública y el Sistema Científico y Tecnológico Nacional completan un horizonte de posibilidades para todos y todas, incluidos aquellos que venimos de los hogares más humildes de la República. Este ideario, casualmente se inaugura con la Generación del 80 que Usted, Presidente, tanto venera, luego se profundiza con la Reforma Universitaria de 1918 y se hace ley durante el gobierno de Perón, esa mala palabra. El mismo sistema sufre intentos de privatización durante el período menemista pero aquí está, consolidado por leyes e instituciones que el señor Benegas y su gobierno no desean que existan más, porque ahora hay que volver a agachar la cabeza frente al patrón.

Como millones de colegas, me formé trabajando duro y recayendo en estas escuelas y universidades públicas, consagradas por las leyes de la Nación. ¿Usted dónde estudió, Presidente? Veo que tiene una mención “doctor honoris causa” otorgada por un instituto privado, propiedad del señor Benegas Lynch. Felicitaciones.

Dentro del sistema universitario público cuesta mucho hacer una tesis doctoral. No, no le hablo de dinero, Presidente, le hablo de tiempo, dedicación, horas, días, años de investigación y de procesos de evaluación. Eso del valor de las cosas sólo medido en dinero, se lo dejo a Usted.

Le cuento que este Sistema Público de Ciencia y Educación funciona de forma muy seria, aunque como todo sistema tiene sus fallas, por supuesto. Dentro de este sistema cada 4 años renovamos credenciales y somos evaluados para continuar trabajando como profesores, cada proyecto de investigación requiere una aprobación anual, más los informes de avances, publicaciones y la divulgación social por fuera del mundo especializado.

Cada año presentamos programas e informes de Cátedra, esto incluye las encuestas de evaluación de las y los estudiantes. Muchos realizamos trabajos de extensión universitaria en pueblos y bibliotecas de la región, dirigimos y evaluamos tesis, además de las investigaciones científicas básicas que corresponden al campo profesional. Mi trabajo científico está publicado en varios libros y buena parte de ello está disponible en publicaciones nacionales e internacionales, cualquier tuitero de la Casa Rosada puede chequearlo. No es gran cosa, en verdad, la ciencia es más un trabajo colectivo que individual, ensayo y error, readecuaciones, refutaciones, etc. La teoría romántica del gran genio no funciona mucho por aquí.

Como dice una amiga, no vivo del Estado, trabajo muy honestamente en el Estado. Para tener una tiza en mi mano y pararme delante de cientos y cientos de estudiantes cada año, me formé durante décadas, con estudios de grado y de posgrado. Si lo pienso un poco, debo tener más de treinta años de formación en el país y en el extranjero. Y esa formación me habilita decorosamente a sostener una tiza del Estado. En cambio, en su gobierno veo personas que no pasarían ni un examen psicofísico y dirigen las armas de la nación, nada menos.

Aunque claro, Usted, Presidente, cree que más peligrosa es la Educación Pública que, según sus palabras “ha hecho mucho daño lavando el cerebro de la gente, llevando a la lectura de autores verdaderamente nefastos para la historia de la humanidad”. ¿Qué peligro para la juventud, leer tanto y a tantos autores “nefastos”, no?

Tal vez quieran hacernos una lista de cuánto y qué hay que leer en las universidades públicas. ¿No estará pensando Usted como aquel funcionario de la Dictadura, el Contraalmirante Bardi, que dijo que “el exceso de pensamiento puede motivar desviaciones no deseadas”, no? Sería muy poco liberal de su parte.

Mientras avanzo en este escrito, temo que una horda de trolleros pueda venir a decirme que estudié “con la tuya” y esas cosas. Sólo por eso quiero agregar que tengo decenas de años de trabajo en el sector privado. Fui canillita, estibador, peón de estaciones de servicio, peón rural, albañil, obrero textil, técnico en fotografía, fotógrafo y periodista de medios gráficos gran parte de mi vida. Y sin embargo, me voy a jubilar como profesor porque muchos de esos “empresarios de bien”- como el señor Benegas- se comieron mis aportes. Se enriquecieron “con la mía”, estoy casi tentado de decir.

Entre todos mis trabajos, elegí ser docente porque fue la Educación Pública la que, como a tantos argentinos y argentinas, me permitió soñar con salir del fondo de la ignorancia y de la pobreza. Y hablo de la pobreza no sólo material sino también la pobreza intelectual y moral a la que nos había empujado a millones de pibes la dictadura cívico-militar, cuya tragedia social y humana muchos de ustedes relativizan e incluso justifican y celebran. ¿Usted fue asesor económico del ex gobernador y represor General Antonio Bussi, no? ¿Cómo procesa ética y doctrinariamente un liberal, eso de haber sido colaborador de un fascista que además le robó al Estado, escondió el dinero en Suiza y los pescaron?

¿El Terrorismo de Estado puede ser una herramienta del liberalismo, llegado el caso?

Pero volviendo al asunto de la Educación Pública en tanto modeladora de un sistema de valores, de derechos y de movilidad social ascendente, consagrado incluso por nuestra Constitución Nacional. Quiero decirle que es un sistema solidario, constructor de sociabilidad y de ciudadanía, algo fundamental para tener el anhelo de vivir dentro de eso que llamamos una Nación. Un sistema solidario sí, como tantas otras cosas de este país que, con sus errores, funciona y se debe mejorar. Nunca destruir. Destrozar las leyes de la Nación, por decreto unilateral, es violencia institucional.

Entre todos mis oficios, como diría un maestro, yo elegí este de ser docente y elegí volver a mi país a pesar de tener trabajo y respeto científico en universidades extranjeras. Eso hacemos muchos y muchas, aunque Usted no lo crea, porque devolver conocimiento al sistema científico universitario que te formó es parte de un compromiso ético con los que vienen detrás. Este sistema solidario es justamente lo contrario al individualismo que Usted pregona, motosierra, licuadora y protocolo Bullrich mediante.

Hoy mis colegas de la Universidad Nacional del Comahue nos informaron que ya empezó la cesación de pagos de sus sueldos y que ya no se podrá pagar la luz de varios edificios. Sé que esa realidad no tardará en llegar a otras universidades. Entiendo, claramente, que su plan es destrozar este sistema solidario universitario, científico y técnico, favorecer la privatización y el pleno ingreso de las prácticas de mercado hacia dentro del sistema educativo, aunque eso implique un shock en las vidas de millones de estudiantes y profesionales. El tema es que esa violencia es ilegal. La modificación de las leyes que rigen la Educación Pública no debe hacerse por decreto. Esta República no es monárquica, no delega la suma del poder público en un presidente; un liberal de fuste como Usted debiera conocer la diferencia.  

Me preocupa esa violencia. Veo y siento el goce perverso con que muchos de sus acólitos celebran la cesantía de miles y miles de compatriotas, haciéndose eco de su virulencia verbal y mediática. Violencia que ya no es sólo gestual, es institucional en tanto que afecta a múltiples derechos, leyes y vidas humanas.

Usted es el primer responsable de esa violencia que inocula cada día con insultos y gestos totalitarios desde la cima del Estado. El germen de intolerancia hacia los otros, los “nefastos”, que Usted siembra día tras día, sólo habilita más violencia. Los que, con justo derecho, pensamos distinto a Usted y a su gobierno, no nos acostumbramos a tolerar los insultos y agresiones de sus acólitos en redes sociales e incluso ya en los espacios públicos. Casi 41 años de Democracia avalan una elección de vida que se ha hecho carne en esta sociedad.

Toda esa intolerancia fermentada desde el poder se torna cada vez más peligrosa para la convivencia nacional. Cuando la violencia del discurso del poder se cristaliza sobre grupos y personas determinadas –como lo hace Usted a diario- las convierte en foco de agresión y propicia la violencia sobre los más vulnerables. Hay ejemplos históricos como la violencia desatada en “La Noche de Los Cristales Rotos” que marcó el inicio de la locura antisemita en 1938.

Dado el marco de inestabilidad que su gobierno imprime -cual “doctrina de shock”- sobre las y los trabajadores y el sistema de Educación Púbica Superior en particular, estimo que seremos muchos los docentes y no-docentes universitarios, científicos y estudiantes afectados que más temprano que tarde saldremos a la calle a reclamar por nuestros derechos.

Hace pocos días pude ver por las noticias cómo militarizaban diversos organismos públicos en Buenos Aires tras la ola de despidos masivos en el Estado. Durante el operativo, decenas de trabajadores del Polo Científico y Tecnológico del CONICET eran obligados a hacer fila con sus documentos en mano para conocer su situación. 

Esa imagen humillante, la invasión de fuerzas de seguridad hacia dentro de las instituciones científicas, lamentablemente no son una novedad para los argentinos y argentinas. Tenemos clara memoria de aquella otra “Noche de los bastones largos”, cuando la dictadura de Onganía decidió desalojar las universidades y reprimir a profesores y estudiantes que reclamaban en defensa de la autonomía universitaria.

Tengo 62 años y he visto y vivido muchas cosas. En su gobierno no veo nada extraordinariamente nuevo. Son nuevos los gestos, los medios de coerción y construcción de consensos masivos pero en el fondo veo la vieja alianza de la violencia de estado con el poder concentrado del mercado y el capital financiero. Veo la crueldad disfrazada de libertad y vuelvo a pensar en bastones largos y cristales rotos.  

Quisiera ver esa “luz al final del túnel” que Usted y los suyos pregonan -con esa metáfora tan cristiana, por cierto-, pero sólo veo ajuste en los salarios y en la vida de trabajadores, en contraste con el veloz enriquecimiento de los grandes grupos económico-financieros. Veo con dolor que quieren retroceder a un país de patrones de estancia donde era lícito explotar como mulas a las infancias más humildes, en el nombre del Progreso.

Veo, una vez más, el sueño de una razón blanca y liberal engendrando sus propios monstruos.

Dr. Jorge Spíndola C. – Universidad Nacional de la Patagonia

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Contra hegemonía web

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