Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. 02/10/2018
La embestida de los organismos supranacionales contra la educación pública en distintos países, tiene como rasgo común apoderarse de los territorios educativos nacionales. Una fuerte motivación para emprender esta ocupación, es sin duda alguna, el gran botín económico que representa la educación pública; bajo el disfraz de sociedad civil, filantropía desinteresada o empresas con sentido social, corporaciones multinacionales como Pearson*, han logrado hacerse de jugosos contratos y cuantiosos recursos públicos.
Pero el lucro no es el único objetivo, existe una intención superior: orientar la formación de las nuevas generaciones conforme criterios de mercado. Las transformaciones a los sistemas educativos en distintos países y contextos, responden a una lógica de rentabilidad. La calidad ha resultado ser el emblema mundial de progreso, única opción de futuro, máxime si las y los jóvenes aspiran a ser tomados en cuenta en un mercado laboral cada vez más competitivo.
Las reformas, políticas y programas educativos en el mundo tienen muchos aspectos en común; en términos generales, están orientadas hacia la constitución de sujetos emprendedores, capaces de aprender a lo largo de la vida, auto motivados y partícipes activos de los criterios y mecanismos del mercado, aún en contextos de plena precariedad, pues la seguridad laboral y social, la estabilidad, los derechos, son cosa del pasado, el mundo ha cambiado dicen, es necesario adaptarse, acostumbrarse a la incertidumbre. Para encarar las turbulencias de un mundo globalizado y cambiante, hay que aprender a sobrevivir en contextos cambiantes.
Luego entonces, la educación ha de contribuir a la construcción de trabajadores altamente motivados, adaptados y adaptables al sistema, extremadamente dóciles, sin mayor crítica y cuestionamiento a la dinámica del consumo y el endeudamiento, mirando siempre de manera positiva hacia el futuro.
Estos preceptos neoliberales se han instalado progresivamente en nuestro país; la reforma educativa 2013 y su modelo educativo trabajan en esta dirección. Sin embargo, por sí solos no podrían haber logrado permear, fluir e infectar a las instituciones, organizaciones y actores del sistema educativo nacional.
Las recetas de los organismos económicos mundiales en materia educativa, han sido secundadas y reforzadas desde diferentes lugares, tanto por parte de quienes apoyan abiertamente la reforma, pero también por quienes dicen criticarla. De forma consciente o no, investigadores y especialistas contribuyeron a desviar la atención hacia la evaluación, fortaleciendo la percepción de que la reforma era laboral y administrativa, velando sus alcances y sobre todo sus repercusiones en la formación de las nuevas generaciones.
Al argumentar que la reforma no era educativa porque carecía de modelo pedagógico, los investigadores críticos al igual que los dirigentes de las secciones sindicales en resistencia, obtuvieron por respuesta la presentación del Nuevo Modelo Educativo en 2016, luego siguió su institucionalización en 2017, hasta llegar a su aplicación en el actual ciclo escolar 2018; todo esto sin mayores resistencias.
Otra vertiente de influencia son los enfoques pedagógicos en boga; inspirados en conceptos, discursos y una profusa retórica empresarial, han contribuido a alimentar una visión reduccionista de la educación, donde el pensamiento crítico solo existe en el papel y la insubordinación reflexiva brilla por su ausencia. Hoy día, lo que se demanda al maestro es lisa y llanamente, mejorar resultados, concretar el aprender a aprender en el alumno, reduciendo una relación sumamente compleja a una cuestión de entrenamiento.
Lo hemos dicho antes (¿Y si no queremos escuelas de calidad?) y volvemos a reiterarlo: la noción de calidad como máximo logro de aprendizajes planteada en la Constitución, más que solución, forma parte del problema. De ahí que insistamos en la necesidad de realizar un análisis profundo y detallado que permita entender el proceso a través del cual se ha ido instalando y naturalizando esta noción en todos los niveles y ámbitos del sistema educativo, hasta llegar a las aulas, reconociendo las estrategias para la formación del nuevo capital humano y el modo en que estas se ensamblan, articulan y potencian entre sí.
Comencemos por el principio: ¿qué significa, hacia dónde va y cómo se está desarrollando la calidad como máximo logro de aprendizaje en el sistema educativo, en las escuelas y las aulas?, ¿a qué tipo de prácticas ha dado lugar?, ¿cuáles son las consecuencias de una reforma ultraneoliberal?, ¿cómo ha afectado las prácticas y que está produciendo? Resulta completamente necesario cuestionar hasta qué punto la idea de la educación como un proceso amplio y complejo, ha sido sustituida progresivamente por una concepción centrada en la capacitación, el entrenamiento y la evaluación. De igual manera, prestar atención a lo que actualmente está sucediendo con la observación- supervisión de clases y con la obsesión por el control del tiempo dedicado a la enseñanza dentro de las aulas.
No hay que olvidar cuestionamientos relacionados con las perspectivas de futuro: ¿hacia dónde va la escolarización?, ¿cuáles son sus alcances?, ¿para qué se está formando a los estudiantes en el corto, mediano y largo plazo? En otras palabras, preguntarnos qué significa la educación escolarizada y qué repercusiones tiene una enseñanza centrada en el aprender a aprender, hasta qué punto contribuye a potenciar el pensamiento y la comprensión de la realidad ambiental, social, política, económica y cultural, o bien, únicamente se limita a preparar al futuro capital humano, futuros trabajadores que no cuestionen ni critiquen su forma de contratación, que acepten sin chistar un empleo en el que los derechos son cosa del pasado, al igual que la seguridad social. En otras palabras, desenmascarar la subjetividad que busca consolidar la reforma y su modelo educativo.
Quizá habría que comenzar por analizar la procedencia y las repercusiones del concepto de calidad como máximo logro de aprendizajes. No es nada más el referente de partida, sino también el punto de llegada, de ahí que los aprendizajes clave constituyan el centro de atención del NME. Su definición corresponde a la de competencias, es decir, con el aprender a aprender, aprender a conocer y aprender a convivir como responsabilidades estrictamente individuales.
El planteamiento curricular del NME es bastante claro al respecto. Los aprendizajes clave no solo están expresados en los campos de formación académica de Lenguaje y comunicación, Pensamiento matemático y Exploración y comprensión del mundo natural y social, sino también y de forma contundente, en las Áreas de desarrollo personal y social y en los Ámbitos de la Autonomía curricular, donde se plantea reforzar la educación socioemocional y la formación de clubes, respectivamente.
¿Por qué llamarlos clubes y no talleres u otra cosa? El nombre no es anodino. Pertenecer y ser miembro de un club, conlleva una intención de subjetivación, es decir, que los individuos se asuman como socios de la empresa, como alguien que puede aportar ideas, conocimientos y sugerencias, siempre y cuando mantenga una actitud positiva y activa, esté dispuesto a participar más allá de la jornada de trabajo, borrando los límites del tiempo y espacio para mejorar la productividad.
No perdamos de vista que el Nuevo Modelo Educativo, es el instrumento para concretar la calidad como máximo logro de aprendizajes en el aula, a través de la educación socioemocional y los denominados nuevos contenidos relevantes, entre los que destacan la formación de emprendedores y la educación financiera.
El riesgo de todo esto es que la escuela se convierta en una fábrica de emprendedores, sujetos capaces de sobreponerse a cualquier situación, siempre participativos, activos y alegres. De ahí la insistencia en que, más allá de la mercantilización de la educación, lo que está en juego es la reconfiguración de la escuela pública en una agencia de servicios, donde son los banqueros y empresarios quienes definen el tipo de sujetos a formar, poseedor de una alta resistencia psicoafectiva al cambio constante, acostumbrados a la incertidumbre, a la realización de actividades cronometradas y a utilizar eficientemente los espacios de trabajo.
Entonces, lo que está en juego no es nada más el asalto a la educación pública con fines de lucro y negocios, sino la formación de sujetos emprendedores que no reclamen derechos ni salarios dignos; que se muestren agradecidos por el hecho de pertenecer a alguna empresa u obtener un empleo precario, aceptando sin mayor resistencia las condiciones que le sean impuestas, y además mostrando compromiso, disposición y flexibilidad para elevar la productividad. En este contexto, el esfuerzo individual y el mérito personal, son ingredientes indispensables para competir en el mundo social y laboral. Y si el sujeto no puede, se cansa o agobia por los fracasos, ahí está el coaching para ayudarle a elevar su autoestima y cultivar su espíritu emprendedor.
Como parte de esta racionalidad, resulta necesario promover entre los alumnos el trabajo en equipo, no porque interese cultivar el sentido de pertenencia a una comunidad con fines solidarios ni a favor del bien común, sino porque constituye un medio importante para elevar la productividad. A fin de cuentas, el trabajo en equipo es parte de las actitudes exigidas en el mundo laboral.
Recordemos que el actual modelo económico no tiene que ver nada más con la explotación de la mano de obra, sino principalmente con una economía basada en el conocimiento, ése es el centro de la explotación actual. Para perpetuarse, requiere de capital humano competente, competitivo y dinámico. Por tanto, no es descabellado suponer que el objetivo fundamental de la reforma educativa 2013, es convertir el sistema educativo en algo lo más parecido posible a una industria, a las escuelas en fábricas y a las aulas en talleres de construcción de sujetos neoliberales flexibles, entrenados para desenvolverse en contextos inciertos, que acepten, se adapten y se acostumbren a la precariedad como forma de vida, que estén siempre dispuestos a trabajar el tiempo que se requiera sin importar horario, realizando tareas cambiantes con entusiasmo y alegría constante, sin protestar ni exigir, sin resistencia alguna.
Todos estos aspectos son presentados en la reforma y especialmente en el NME, como parte de una educación integral. El lema “Educar para la libertad y la creatividad”, es el ropaje retórico detrás del cual se esconde una concepción instrumental y reduccionista de la educación, basada en el desarrollo de competencias, es decir, en la formación de destrezas, habilidades y técnicas aderezadas con una buena dosis de educación socioemocional para aprender a soportar y sobrellevar las exigencias para las que todo emprendedor de alto rendimiento debe estar preparado. Y para garantizar que así sea, el único modo de comprobar la adquisición y nivel de dominio de esas habilidades, es la evaluación, ya sea en la modalidad de pruebas estandarizadas o por la vía de la certificación.
Ante este panorama, la insurrección pedagógica a la que nos referimos en otra entrega (¡Es tiempo de una insurrección pedagógica!), no puede reducirse a una discusión meramente jurídica. Denunciar las afectaciones, efectos y producciones de los programas de la reforma a nivel escolar, pedagógico, subjetivo, institucional, financiero y organizacional, es una primera tarea.
Las comunidades escolares conocen y padecen las consecuencias de la reforma; es a ellas a las que les corresponde evidenciar y denunciar las mil y una dificultades, maniobras y engaños detrás de las acciones de la reforma; son las que pueden provocar cortocircuitos, expulsando de su lenguaje el concepto de calidad como logro de aprendizaje y la pedagogía empresarial como fundamento de sus prácticas. En una palabra, desenchufar todos los programas, incluyendo el Nuevo Modelo Educativo y los clubes de la Autonomía Curricular. ¿Para qué continuar con su aplicación si la reforma se va a cancelar?
Eso es lo primero; después viene lo más difícil: prever con qué y cómo sustituir aquello que no se quiere. De ahí que la insurrección pedagógica plantea a las comunidades escolares y especialmente a los maestros, al desafío de imaginar, concebir, proponer, construir un proyecto educativo distinto al neoliberal, que al mismo tiempo supere viejas prácticas verticales, concepciones homogéneas, tendencias uniformantes, que combata las corruptelas, la simulación, las tentaciones autoritarias que históricamente han caracterizado a la escuela y al propio sistema educativo.
En la construcción de un proyecto diferente, el encuentro con otros puede resultar no solo útil sino necesario para visibilizar el entramado político, institucional y programático que ata y encarcela a las comunidades, impidiendo el florecimiento de una educación que reconozca la diferencia, la particularidad y la singularidad.
Con el ánimo de contribuir al debate y la reflexión, dejamos aquí algunas preguntas más. ¿El aprender a aprender a lo largo de la vida como opción de futuro es compartido en las comunidades escolares singulares? ¿La capacitación para enseñar la nueva subjetividad del emprendedor en los alumnos es el motivo y razón de ser de la práctica educativa de las maestras? ¿Cuáles son las vías y posibilidades para construir alternativas distintas, por fuera del modelo educativo neoliberal que ha impuesto y pretende arraigar la reforma educativa?
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* Pearson es la mayor compañía de servicios educativos y editora de libros con presencia en todo el mundo.
Fotografía: pqs