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Sentido y felicidad.

por La Redacción septiembre 29, 2017
septiembre 29, 2017
1,5K

Por: Silvia Swinden. Pressenza. 29/09/2017

Un ejercicio interesante sobre lo que constituye la felicidad consiste en recordar primero un mal momento, y ver cómo fue la comunicación con los demás, cómo vimos el futuro y cuánta fe teníamos en nosotros mismos y en los demás, y luego recordar un buen momento y observar los mismos parámetros.

Resulta que los malos momentos eran malos porque nos sentíamos aislados, el futuro era incierto o cerrado y nos faltaba fe en nosotros mismos y en los demás, y los buenos momentos eran buenos porque la comunicación era óptima, el futuro estaba abierto y teníamos fe en nosotros mismos y en los demás.

Un sentido de pertenencia y un propósito claro que se proyecta hacia el futuro, incluso más allá de la propia existencia individual, están vinculados al sentimiento de que la vida tiene sentido, tema ampliamente desarrollado por Silo en sus escritos y en la aplicación de su pensamiento revolucionario no violento a la construcción de un mundo diferente, un mundo humanizado.

En un momento en el que la deshumanización parece extender sus tentáculos por todo el planeta, muchos se preguntan cómo lograr la felicidad, ese estado ideal que según los valores del sistema actual no puede alcanzarse sino adquiriendo mucho dinero y posesiones materiales. El sexo y el poder vendrían como subproductos de la riqueza.

Sin embargo, la felicidad sigue siendo difícil para muchos a pesar de su “éxito” y la industria de la felicidad promueve todo tipo de curas para el alma, meditación, dietas, gurús y drogas que alteran la mente en el mercado público ofreciendo sus productos como los conquistadores ofrecían mármoles y pedazos de espejos a los desconcertados habitantes originales de las Américas.

Que el sentido de la vida sea un elemento necesario para tener una vida feliz no es en realidad noticia, ha sido afirmado y reafirmado desde la antigüedad por todo tipo de individuos y corrientes filosóficas, pero de alguna manera “el dinero como único camino a la felicidad” parece seguir siendo hoy en día una creencia o un mito más fuertemente que nunca.

Desde que el Faraón Akenathon dijo que “el hombre es más feliz cuando da felicidad a los demás” hace unos 3.500 años atrás, la Regla de Oro de tratar a los demás de la manera en que nos gustaría ser tratados ha sido repetidamente reafirmada (e ignorada) por todas las generaciones.

Viktor Frankl, creador de la Logoterapia, sobrevivió a los campos de concentración nazis que habían matado a su familia lanzando el revolucionario concepto de que la salida de la neurosis era encontrar un sentido en la vida.

Las sociedades que promueven la solidaridad más que el individualismo, como las basadas en Ubuntu en Sudáfrica y las antiguas civilizaciones andinas, entienden el valor de la armonía colectiva para crear sentido.

Si un magnate de (no)reality tv, racista, sexista puede convertirse en el hombre más poderoso de la tierra y marcar la dirección de la humanidad, entonces la vida puede parecer a muchos que no tiene sentido. El problema es que fue votado por gente que sentía que la clase política ya había vaciado la sociedad de todo significado. Me viene eso de “saltar de la sartén para caer en las brasas”.

Aprender que nadie puede salvarnos de la inutilidad de un sistema injusto y violento, sino nosotros mismos, ha sido descubierto de nuevo por el ex diplomático Carne Ross, quien creó una fundación diplomática independiente para ayudar a los desvalidos de la política internacional, pero él continuó su transformación convirtiéndose en el “anarquista accidental”, una invitación a las bases para convertirse en los protagonistas de los cambios necesarios para salir de esta situación tóxica.

Más recientemente, escuchamos en una charla de TED: “Nuestra cultura está obsesionada con la felicidad, pero ¿qué pasa si hay un camino más satisfactorio? La felicidad va y viene, dice la escritora Emily Esfahani Smith, pero tener sentido en la vida – sirviendo a algo más allá de uno mismo y desarrollando lo mejor dentro de uno mismo – le da algo a lo que aferrarse”.

George Monbiot nos invita a “salir de los escombros” a través de la política de pertenencia, de nuevo sentido y propósito a través de la comunidad.

Entonces, si tantos descubren y redescubren el camino hacia una vida más significativa, ¿cómo es que la mayoría de la gente todavía cree en el dinero como el dador de la felicidad? Tal vez estas respuestas divertidas puedan ayudarnos a entender.

Manolito, un personaje de la caricatura argentina Mafalda, de Quino, nos cuenta: “Sé que el dinero no puede comprarme felicidad, pero me gusta la forma en que logra imitarla”. Y qué hay del comediante británico Spike Milligan: “Todo lo que pido es la oportunidad de demostrar que el dinero no puede hacerme feliz”.

A pesar de reconocer el poder de la publicidad para inducir tales antivalores, también necesitamos reconocer nuestro propio estado de conciencia al hacernos sensibles a las imágenes hipnotizadoras. En otras palabras, vivimos nuestras vidas como un sueño y creemos en los sueños que flotan a nuestro alrededor.

Despertarnos a un estado de conciencia más elevado que nos hace inmunes a ellos requiere algo de trabajo, ya que prestar atención es un acto intencional que necesita un poco de esfuerzo, pero se hace más fácil al crear un ambiente donde otros están haciendo el mismo esfuerzo y al recordárselo unos a otros. En otras palabras, adquirir conciencia de sí mismo es en realidad un esfuerzo comunitario. Y en tal estado se hace posible percibir sentidos que no se pueden captar mientras se persiguen los provisionales de sexo, dinero y prestigio.

 

Está claro que la decisión de abrir la conciencia a niveles superiores es una elección personal, pero la pregunta: ¿de dónde hacemos tal elección? crea una especie de Trampa 22. Por eso son tan importantes los momentos de fracaso, cuando los significados provisionales se derrumban. Es allí cuando se hace posible decir: Quiero, necesito cambiar. ¿Cuáles son mis opciones? ¿Quién más está construyendo una nueva realidad? Y de estas nuevas realidades, ¿cuál está construyendo un sentido no sólo para unos pocos, sino para toda la humanidad?

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ.

Fotografía: Frederic Lord Leighton, dominio público, Wikimedia Commons

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La Redacción

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