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La revolución de “Dialéctica de la dependencia”

por RedaccionA octubre 6, 2023
octubre 6, 2023
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Por: Jaime Osorio. 06/10/2023


La teoría marxista en general y el marxismo latinoamericano en particular vivieron una verdadera revolución tras la publicación en 1973, hace cincuenta años, del ensayo de Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia (México, Serie Popular Era), abocado a establecer las coordenadas para explicar cómo se gesta y reproduce el capitalismo dependiente, y que funda la Teoría Marxista de la Dependencia. Ese ensayo terminó por derrumbar el edificio de un anquilosado y petrificado modo de reflexión, y abrió paso a una explicación sobre la actualidad de la revolución en nuestra región.

Para llevar a cabo aquellas tareas, Marini entendió que no se trataba de repetir o simplemente sintetizar lo mucho que Marx y otros han escrito sobre el surgimiento y devenir del capitalismo. Se trataba de explicar un problema histórico original: cómo surge y se reproduce una modalidad de capitalismo que tomó forma en su expansión como sistema mundial, al integrar regiones y economías en condiciones subordinadas, dando vida a lo que hoy conocemos como capitalismo dependiente.

El procedimiento teórico para llegar a aquellos objetivos implicaba abandonar el determinismo metodológico establecido en la ortodoxia marxista, que hacía de la producción el punto de partida, expresada por ejemplo en los debates sobre «los modos de producción». Pero también había que derrumbar las miradas desarrollistas, como las cepalinas sobre el comercio internacional y sus cálculos sobre el «deterioro en los términos de intercambio» de los precios de las materias primas frente a los precios de los bienes secundarios, centrando la atención en lo que acontece fuera de las fronteras del subcontinente, para dejar incólumes a las clases dominantes locales en sus responsabilidades sobre el atraso y el subdesenvolvimiento, y a la burguesía en condiciones de encabezar el proceso clave, la industrialización.

En Dialéctica de la dependencia, Marini formula una nueva ruta, donde las esferas de la circulación y producción se articulan e integran para alcanzar una explicación de la novedad, asunto del que carecían las reflexiones anteriores, en tanto privilegiaban una u otra esfera.

El capitalismo en América Latina no surge como resultado de la maduración de relaciones de producción y de fuerzas productivas aisladas del sistema mundial. Por el contrario, es la abrupta inserción de esta región en los procesos de circulación de metales preciosos y de mercancías –que requiere el capitalismo como sistema mundial– lo que puede explicar el curso que tomarán aquellas. El punto de partida del análisis, por tanto, no puede ser otro sino el de la circulación. En esa esfera se constata que, si en un primer momento, en la etapa colonial, son la coacción y la fuerza los instrumentos que permiten el traslado de metales preciosos y materias primas a los centros europeos principalmente, una vez alcanzada la independencia por las antiguas colonias serán las leyes del mercado capitalista a nivel internacional, expresadas como intercambio desigual, las que favorecerán la apropiación de valores en igual dirección.

En el mercado mundial, compiten capitales provenientes de muy diversas economías y ramas de producción, a través de mercancías con variadas y desiguales condiciones productivas. Capitales que luchan por realizar sus producciones y por apropiarse del valor social mundial.

Llegado a cierto grado de madurez, y establecida una tasa media de ganancia, en el mercado mundial los intercambios ya no se realizarán sobre los valores de las mercancías, sino sobre los precios de producción, conformados por la tasa media de ganancia más el precio de costo de dichos productos. De esta forma, las economías con mayores composiciones orgánicas se apropian de valores, ya que logran que sus precios de producción se establezcan por arriba de sus valores, en tanto las economías con menores composiciones orgánicas, como las latinoamericanas, transfieren valor a las primeras, en tanto los precios de producción de sus productos quedan por debajo del valor incorporado.

Es relevante considerar que el paso al intercambio por precios de producción, y no por los valores incorporados a las mercancías en el mercado mundial, obedece a la lógica misma del capital, que busca premiar a los capitales más productivos y castigar a los menos productivos. Es esa la lógica que propicia que opere el intercambio desigual en el comercio internacional, el que favorece a algunas economías y perjudica a otras, con fluctuaciones temporales, pero también con persistencia, visto el proceso en la mediana y larga duración.

Una vez explicada esta situación, el análisis reclama integrar la esfera de la producción, a fin de explicar cómo es posible un drenaje –no sólo ocasional, sino constante– de valor hacia un exterior europeo y más tarde también estadounidense, lo que requiere dar con las claves de cómo se reproduce y sostiene la acumulación de capital en el capitalismo dependiente.

Es aquí cuando se hace presente la significación de la superexplotación, en tanto forma estructural de incrementar la plusvalía en dicho capitalismo, por la vía de remunerar la fuerza de trabajo por debajo de su valor, proceso que hace posible compensar pérdidas de valor por el intercambio desigual, al tiempo que apuntala la acumulación para la reproducción del capitalismo dependiente. Así, el desenvolvimiento de algunas regiones y economías, y el subdesenvolvimiento de otras, constituyen las caras imbricadas y necesarias de un mismo proceso: la del capitalismo como sistema mundial. Por tanto, ninguna de ellas se explica por sí misma, sino sólo en la relación que establecen.

A contrapelo de las visiones que cortan los circuitos a los que se integra nuestra región, y que frente al subdesenvolvimiento y la pobreza imperantes postulan que esto se debe a la inmadurez o a la fragilidad del capitalismo, y convocan abrir las puertas para nuevas inversiones como camino de solución, las tesis de Mariniponen demanifiesto que el capitalismo dependiente es plenamente maduro, y que sus resultados dispares con lo que sucede en el mundo desenvuelto son justamente por el lugar que ocupa este capitalismo en el proceso mundial de acumulación del capital, donde el hambre de plusvalor reclama que predomine su dimensión de barbarie, de negación, y no de civilización.

Con un capitalismo que hace de la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor la piedra que sostiene su reproducción y su lugar en la acumulación mundial, no es difícil comprender su incapacidad de generar estructuras productivas que se articulen con las necesidades del grueso de la población trabajadora. Una débil participación de esos asalariados en el mercado interno tenderá a ser la norma, en tanto se expanden las ramas y los sectores que se orientan a satisfacer la demanda de los grupos con alto poder de consumo. Pero son las ventajas de la especialización productiva en el mercado mundial las que llevan a volcar a los mercados exteriores el grueso de la gran producción local, al igual que hace dos siglos, de manera predominante materias primas y alimentos; a los que se agregan en este siglo, para algunas economías, algunos componentes industriales. Por ello no tiene nada de extraño que sean patrones exportadores los que han predominado en la historia económica regional.

No es difícil comprender que, en el capitalismo, no es lo mismo conformar economías exportadoras sobre la base de elevar la productividad, sosteniendo el valor de la fuerza de trabajo y manteniendo el poder de consumo de los obreros y empleados (o incluso ampliándolo), como ocurrió en Alemania hasta hace poco, que sostener economías exportadoras sobre la base de pagar salarios por debajo del valor y hacer de las bajas remuneraciones un factor de apoyo para la competencia internacional (incluso reduciéndolas aún más, como ocurre con el grueso de las economías dependientes latinoamericanas, africanas y asiáticas).

Y no faltan autoridades en la región que se vanaglorian del lugar que ocupan sus economías en algún ranking mundial de exportaciones, que debe ser paralelo al lugar de despojo salarial y superexplotación de sus trabajadores.

Las intuiciones de Marx sobre potenciales tendencias a la revolución en regiones y economías «periféricas», que alcanzan mayores certezas en Lenin y en procesos y reflexiones posteriores, con Dialéctica de la dependencia adquieren madurez teórica. El ensayo de Marini constituye un aporte fundamental para comprender el asunto de la actualidad de la revolución en el capitalismo dependiente, y para sostener con toda propiedad que América Latina es un eslabón débil de la cadena imperialista.

No es por que seamos poblaciones genéticamente rebeldes, desobedientes, inmaduras o carentes de civilidad, por lo que de manera regular irrumpen pueblos en calles y avenidas, se levantan pobres y despojados, haciendo templar a los poderosos.

Es poco o nada lo que las clases dominantes latinoamericanas pueden ofrecer a sus pueblos, aparte de salarios de hambre y miseria para las mayorías sociales. En estas condiciones, las formas autoritarias de gobierno se erigen en mecanismos normales de dominio y explotación. Las formas democráticas reclaman concesiones y derechos a mayorías sociales, por lo que su presencia en la región es frágil y evanescente.

Regresar a debates estratégicos parece una tarea perentoria en medio de un escenario regional que, en las últimas décadas, se ha caracterizado por grandes movilizaciones, manifestaciones, revueltas y asonadas populares; a las que se suman triunfos y ascensos de gobiernos populares que, sin embargo, se atoran y desgastan en los fangosos y estrechos laberintos institucionales a los que arriban. También en ese escenario emergen nuevos actores, como jueces y grandes medios, también el crimen organizado y nuevas fuerzas políticas y líderes contrarios a los logros populares.

Dentro de este escenario, en este 2023, la conmemoración de los 50 años de Dialéctica de la dependencia puede ser útil para retomar y revitalizar aquellos debates.

Jaime Osorio

Fuente: KALEWCHE

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Contra hegemonía web

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