Por: Adolfo del Ángel Rodríguez. 23/01/2016
Nuestro país se encuentra sumido en un verdadero caos en el rubro educativo, sobre todo por la reforma educativa actual, en la que no se contemplan los derechos adquiridos por los docentes, además de denigrar su esfuerzo y dedicación, reduciendo todo a la aplicación de un examen, como si de ello dependiera lo que cada uno de los maestros hacen en las localidades en las que laboran, las cuales se encuentran muchas veces apartadas de las cabeceras municipales, donde que hay que hacer verdaderos actos de magia para poder desempeñar la labor y obtener resultados satisfactorios.
La reforma (o las reformas hechas a través del tiempo por el Gobierno mexicano) es cuestionada por los trabajadores de la educación debido a que los beneficios por lo regular no llegan hasta esas localidades apartadas y, si logran llegar, no se cuenta con los recursos necesarios para echarlos a andar, como lo fue el programa Enciclomedia, que constaba de la dotación de computadoras y pizarrones electrónicos para hacer interactivas las clases, recurso que llegó casi todas las escuelas del país, pero que en muchas no hubo red eléctrica para ponerlas en funcionamiento. Se observa que las reformas han sido formuladas desde un punto de vista populista, sin resolver los problemas de fondo, pues en realidad no se tiene contemplada la funcionalidad de la escuela como un peldaño más para el progreso de la población, como antaño.
Con respecto al punto anterior, cabe destacar que las reformas hechas (impuestas) detrás de escritorios, no atacan los principales problemas, como la pobreza y el rezago en el que viven millones de personas, lo que sería indispensable para que verdaderamente una reforma pueda echarse a andar, sería solventar otras necesidades, como la alimentación, que implica una buena inversión de recursos, pero cuando se invierte en educación se descuidan esas prioridades.
Por otro lado, en lo que respecta a los docentes en torno a su preparación profesional, es lamentable que la formación concluya en la licenciatura y que no haya verdadero programas de gobierno para la superación del personal educativo, pues cada uno de ellos debe ver la posibilidad de cursar una maestría o doctorado por cuenta propia sin que haya recompensa alguna al final, gastando una buena parte de su sueldo para continuar su preparación, la que de manera lamentable viene a decantarse en un examen que no toma en cuenta la dedicación, propuestas o los logros alcanzado dentro y fuera del aula.
Queda claro que la fórmula planteada para mejorar la calidad educativa del país no es sustantiva, es decir, no son propuestas a largo plazo que permitan vislumbrar un proyecto más amplio de nación, teniendo como prioridad el tema educativo, pues no solo se trata de la educación llamada básica (que encierra otro error conceptual que se abordará en otro escrito), sino que debería ser una apuesta por formar ciudadanos productivos, profesionistas que puedan erigir una nación con vistas a ser protagonista, porque la educación básica debería abarcar toda la formación del ciudadano hasta convertirse en un pilar importante de la sociedad y no proporcionarle solo “formación básica”, que implica solo un desentendimiento por parte del gobierno de su responsabilidad de formar al pueblo, abandonándolo a su suerte después de cursar la secundaria o la preparatoria, dejando el campo abierto a las instituciones particulares para que hagan de las suyas, tomando las riendas de un rubro que solo debería corresponder al gobierno en aras de un proyecto de nación que apunte al crecimiento en todos los ámbitos.
Fotografía: masescuelasymenosprisiones