Por: Luis Armando González (Cordinador). 07/05/2021
Presentación
En una de sus tantas ocurrencias célebres, el P. Ignacio Ellacuría decía que la realidad nacional da qué pensar. Eran de tal envergadura los problemas nacionales y regionales que, para un hombre reflexivo como Ellacuría, el imperativo inevitable en su tiempo se resumía en el referido enunciado. En nuestro tiempo, sigue vigente el imperativo ellacuriano de hacerse cargo de los retos que plantea la realidad: la coyuntura suscitada por el impacto del coronavirus en El Salvador, y en el mundo, da qué pensar, no sólo a los profesionales del conocimiento, sino a cualquier persona sensata y razonable que se esté dispuesta a mirar con honestidad a su alrededor. Todo apunta a que la crisis en la salud pública, debida al impacto del coronavirus, va disminuyendo, aunque siempre está presente la posibilidad de rebrotes que pongan en jaque las mejores expectativas. Entre tanto, las actividades sociales y económicas dan visos de volver, incluso con una virulencia mayor, hacia los cauces previos a la emergencia sanitaria, con un desaforado “sálvense quien pueda”.
El retorno a la “normalidad” carga con un saldo desfavorable en materia socio-económica, con miles de empleos perdidos, deudas familiares impagables y aumento en los niveles de pobreza. En el apartado de las consecuencias de la crisis sanitaria –y de las distintas medidas que se tomaron para contenerla— hay un mar de problemas que requieren un estudio profundo y serio, y para lo cual, ojalá, se conformen equipos de investigación que, con el arsenal científico necesario, elaboren los diagnósticos y explicaciones del mejor calado posible. Pero esos son esfuerzos investigativos de mediano y largo plazo, que no excluyen la reflexión y el análisis inmediato, que deben aportar, si no pistas o elementos para estudios en profundidad, sí ideas para la discusión pública, es decir, para un debate permanente sobre la realidad nacional.
Precisamente a este segundo rubro es que pertenecen los materiales que se recogen en el presente volumen. Se titula “Reflexiones en tiempos de coronavirus”, porque en el mismo se recogen elaboraciones reflexivas sobre diferentes aspectos relacionados con la emergencia suscitada por el coronavirus. En su mayoría, vieron la luz en revistas y periódicos digitales nacionales e internacionales –como el CoLatino, El Diario de Hoy, Contrapunto, América Latina en Movimiento, GatoEncerrado e Insurgencia Magisterial— y se publican, salvo correcciones de redacción menores, tal como lo fueron en su versión original. Asimismo, los diferentes escritos no constituyen (ni tienen la pretensión de ser) estudios concluyentes, sino opiniones, medianamente razonables y sensatas, que expresan las preocupaciones de sus autores en unos momentos de aguda crisis en la salud pública.
Hay una dimensión testimonial inevitable en cada idea u opinión vertida, en tanto que la redacción de los diferentes textos fue realizada en los días, semanas y meses de la emergencia, cubriendo precisamente el periodo que va desde mediados de marzo hasta inicios de septiembre de 2020. Como todo texto elaborado al “calor del combate” la precipitación y las emociones seguramente traicionaron a sus autores; no puede ser para menos cuando la vida cotidiana está afectada por el encierro, alarma colectiva y la afectación de personas conocidas y seres queridos. Pero, aún y con esas tensiones y vivencias, en cada elaboración, en cada argumento e idea, los autores pusimos nuestro mejor empeño por ser sensatos y razonables, evitando dejarnos de llevar por las corrientes de opinión alarmistas y apocalípticas que se apoderaron de distintos espacios de opinión. Elaboramos y propusimos opiniones sobre temas de los que se hablaba poco o nada, o sobre los que nos pareció que debía discutirse con seriedad y no de forma ligera.
La educación, las iglesias, la economía, el medio ambiente, el movimiento laboral, el Estado… sobre estos y otros temas reflexionamos en momentos en los cuales El Salvador, al igual que otras naciones, atravesaba por una grave crisis en su salud pública, en su sociedad y en su economía. Son estas reflexiones las que se recogen en este libro, que dedicamos, con agradecimiento sincero, al personal del sistema de salud de nuestro país, especialmente a quienes perdieron la vida atendiendo la emergencia sanitaria. Los autores esperamos que este libro sirva de aliciente, tanto en las muestras de acuerdo como en las de desacuerdo que genere, para un debate franco y permanente sobre los distintos problemas de la realidad nacional, muchos de ellos posicionados con una mayor gravedad a partir de la coyuntura de crisis suscitada por el coronavirus.
Por último, los materiales están agrupados en dos partes. En la primera, se recogen textos elaborados por el coordinador del volumen, al igual que reflexiones colectivas realizadas por un equipo informal de análisis que se formó al calor de la emergencia, y que estuvo conformado por Rommel Rodríguez, Óscar Arnulfo González, Carlos Hernández, Lucio Reyes, Cristina Hernández y Luis Armando González. En la segunda, se recogen las contribuciones de un grupo de trabajo liderado por la Red de Investigadores Ambientales de El Salvador (REDIA), siendo estos los profesionales cuyos textos de recogen en este volumen: Daniel Girón, Cristina Elizabeth Hernández, Óscar Arnulfo González, Juan Carlos Calderón Martínez, José Carlos Cardoza, Olivier García, Shaiene Carvalho, José Alfredo Ramírez, Gabriel Chavarría Peccorini, Carlos Gregorio López Bernal y Ariel Quintanilla.
San Salvador, 6 de septiembre de 2020
Introducción
Pensar la realidad nacional
Entre otras muchas cosas que recuerdo del P. Ignacio Ellacuría, primero como estudiante suyo y posteriormente como académico en la UCA, fue esta en la que él insistía una y otra vez: que en esa universidad la asignatura primera y más importante era la realidad nacional. Por supuesto que no era sólo un decir; y es que, en los “tiempos heroicos” de la UCA –como los caracterizó el poeta Francisco Andrés Escobar—, el conjunto de esta institución universitaria estaba en función del análisis y la reflexión sobre la realidad del país, en sus distintas dinámicas estructurales y coyunturales. Además de las publicaciones académicas, entre las cuales la Revista Estudios Centroamericanos (ECA) ocupaba un lugar central, vienen a mi mente dos iniciativas de una envergadura extraordinaria: el Seminario Permanente para el Análisis de la Realidad Nacional y la Cátedra de Realidad Nacional. Los productos del Seminario Permanente y de la Cátedra de Realidad Nacional –que eran recogidos en ECA— dejaron una huella imborrable en mi manera de preocuparme por El Salvador.
La principal enseñanza que me quedó de esas iniciativas –y una de las muchas que me quedaron del P. Ellacuría— es que la realidad nacional salvadoreña –y también la centroamericana y la mundial— debe ser pensada permanentemente, pues sólo de esa manera se pueden explicar sus dinámicas, vislumbrar sus posibles derroteros e intervenir eficazmente la marcha de las cosas.
No se trataba de cualquier manera de pensar, ya que –como enseñó Kant— el pensar, dejado a la libre, puede terminar en las ilusiones, las fantasías y las especulaciones alejadas absolutamente del mundo real. Lo que se debe cultivar es un pensar crítico, riguroso, sistemático y lógico, que además no pierda de vista los datos de la realidad. O sea, se debe cultivar un pensar que permita conocer lo real y que dé pie a un acervo de conocimientos explicativos y operativos que se conviertan en el patrimonio “cognitivo” de la sociedad.
El arsenal de las ciencias sociales y naturales, y de las filosofías críticas y realistas, es lo que está disponible para emprender esa tarea impostergable de pensar la realidad del universo en su conjunto, pero también realidades específicas de carácter histórico. Este es el caso de la realidad nacional salvadoreña. No creo equivocarme cuando digo que esta fue la visión que tuvo el P. Ellacuría; de todos modos, para quienes crean que lo mío es un delirio, les invito a leer y meditar sobre tres de sus mejores ensayos: “El objeto de la filosofía” (1981), “Función liberadora de la filosofía” (1985) y “Factores endógenos del conflicto centroamericano: crisis económica y desequilibrios sociales” (1986).
Eso que en la UCA heroica se cultivó en tiempos aciagos –a finales de los años 70 y a lo largo de los años 80— debe ser cultivado en estos tiempos caracterizados por otros desafíos y dinámicas complejas de tipo económico, social, cultural, político y medioambiental. Me alegro cuando veo señales de que en la UCA –mi antigua casa de estudios superiores— se sigue cultivando la reflexión crítica y científica sobre la realidad nacional. Sin embargo, creo que esa tarea no es responsabilidad exclusiva de la UCA, ni de nadie en particular, sino de los ciudadanos de El Salvador.
Naturalmente que los sectores intelectuales, científicos, filosóficos, literarios y técnicos, deben (deberían) ser decisivos en la tarea de pensar la realidad nacional. Pero debe evitarse un mal que casi siempre ese hace presente no sólo en nuestro país, sino en otros lados: el de pretender que alguien en particular ha encontrado, por sí sólo, la fórmula para entender y resolver los complejos problemas del país. Es posible que sea cierto, pero sin un debate crítico, informado, serio, formal y sin restricciones, no habrá manera de probar y comprobar que la fórmula encontrada es la correcta. Y, en ese debate crítico, nadie que pueda aportar una idea o un argumento debe quedar fuera. Quienes quieran informarse de cómo estos esfuerzos se pueden poner en marcha pueden indagar sobre el Comité Permanente del Debate Nacional por la Paz impulsado por Mons. Arturo Rivera Damas.
De momento, creo que es urgente impulsar un Seminario Permanente para el Análisis de la Realidad Nacional. Esta es una inquietud que tengo desde hace varios años, y algunos colegas universitarios me han dicho que la comparten. Quizás la UCA, en alianza con la Universidad Nacional, la Universidad Don Bosco, la Universidad Pedagógica y la Universidad Gerardo Barrios, podría lanzar la iniciativa. Obviamente, aquí deben anteponerse los intereses académicos y del conocimiento de la realidad nacional a criterios de rentabilidad o protagonismos mal entendidos, o de la petulancia que consiste en asumir que se sabe todo o que se es superior. Hay que bajarse del pedestal academicista y tener una dosis de humildad necesaria. Otra iniciativa que estimo que debe ser apoyada es la crear un observatorio nacional de la opinión pública. Estimo que es a la Universidad Nacional a la que le concierne este esfuerzo, dada la envergadura financiera, técnica y académica del mismo. No una casa encuestadora para analizar preferencias electorales; de eso ya hay bastante e incluso demasiado. Más bien, en centro de estudios que examine la opinión pública sobre todos los (o la mayor parte de) asuntos que afectan a (o tienen que ver con la) sociedad. Hablo de una institución bien establecida, con equipos de investigación especializados; no de algo con un nombre pomposo, pero sin sustancia académica e investigativa. Dondequiera que he hablado de esto, he recibido opiniones favorables… Hay que convertir esas opiniones en realidad. Y ello nos ayudará a pensar mejor la realidad nacional en estos tiempos complejos y llenos de desafíos.
Fotografía: Iberoamérica Social