Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 5 de diciembre de 2020
Overseas (Sung-a Yoon, 2019)
En el colectivo filme “Paris, Je T’aime” (2006) Walter Salles & Daniela Thomas ficcionan en una breve y conmovedora historia una de las tantas visiones sutiles de la sujeción del mundo moderno. Sin enfocarse en las causalidades que a bien todos conocemos como necesidad, se explayan de una forma sencilla pero contundente en las consecuencias de ello. En este corto, pues, una joven latina se despierta antes de los primeros destellos del sol, sale de casa y deja a su bebé en una guardería gubernamental; cuando está por irse escucha a su hijo llorar y regresa para cantarle una canción de cuna para así dejarlo tranquilo. La protagonista, pues, viaja por los exteriores y entrañas de la capital francesa, un viaje largo que termina en los barrios ricos de la ciudad de la luz. Allí, pues, entra a un piso donde escuchamos –y jamás vemos– a su patrona, quien la deja sola en casa casi de inmediato. Es entonces cuando esta empleada domestica que hemos seguido por kilómetros y kilómetros escucha los llantos de un bebé, el hijo de la dueña, al cual se le acerca para calmarle. Es obvio que no tiene ni conoce otro remedio que cantarle la misma canción de cuna que le canta a su hijo. Mientras el bebé se relaja en su pequeña cuna, la mirada de esta joven mujer se centra plenamente en su cautivo horizonte: una ventana que da a los exteriores de dicho hogar. Que lejos está de donde realmente quisiera.
Alejado por completo de la ficción, potencializado por la abismal realidad de los tiempos actuales, el documental de la directora Belga y de origen Surcoreano Sung-a Yoon nos lleva al corazón de Filipinas, un país donde el rol de la empleada doméstica es una especie de industria, un sistema de exportación que deshumaniza la labor desde un punto de vista político: heroínas nacionales son llamadas y descritas por el presidente: a la par incluso de los soldados y toda la industria militar debido a la cantidad de remesas que ingresan al país, debido a su aportación a la activación de la economía de la nación. No obstante, los entretelones son todo menos condecoraciones a sus sacrificios; lo que han de ofrecerles son meramente esperanzas vagas sobre la certeza de un futuro incierto. Transformarlas de tajo en un papeleo burocrático más.
Lo que Ovsersas plasma en pantalla de forma determinante es un retrato intimista de una fábrica de criadas que han de ir al extranjero, a hogares lejanos, con contratos fijos de años dejando atrás a sus familias: madres, padres, esposos e hijos bajo los sueños de ampliar sus casas, abrir restaurantes o bien terminar su educación. Sueños, claro, que han de irse empañando desde el proceso de adoctrinamiento de la pequeña escuela que se documenta en este relevante film sobre la esclavitud contemporánea. Así, pues, en la pequeña institución en la que se nos ingresa con una pasmosa naturalidad, se adoctrina a las futuras trabajadoras desde diferentes aristas, no solo en los dotes que deben presentar para el buen servicio doméstico, sino también en la preparación para el eminente abuso verbal, físico y quizá hasta sexual al que estarán expuestas. Con inquietantes juegos de rol, donde las aprendices asumen los cargos de empleada y amo bajo experiencias que ya han vivido, las situaciones se tornan desde surrealistas hasta pesadillezcas. Las viñetas que presentan podrán parecer alarmantes para cualquiera que las vea, es lógico, pero el poder y la determinación de estas mujeres va más allá. Ellas aún ríen, se animan; se apoyan y hermanan. A pesar de lo acontecido no han perdido el poder de creer, la fuerte convicción de ser ellas las únicas directoras de su felicidad y destino.
Al igual que el corto de Salles & Thomas, los empleadores no tienen cabida en la trama. Lo que existe en el metraje solo es la lucha diaria, común pero arduamente salvaje, por la aspiración de una vida mejor. Un acomodo que no ha de llegar nunca, pero cuya fe siempre se arrincona en un espacio visible para no perderla de vista. Los amos en esta cinta son una especie fantasmal; se escucha en el eco del tiempo o la tecnología, pero nunca se logra observar, no hace falta: no tiene carne, cuerpo ni ojos… Quizá sea porque nosotros, los espectadores, seamos ellos, los que hemos mirado para nuestros adentros y así nos hemos negado a ese nada pequeño espacio del mundo, como tantos otros a los que no prestamos la atención necesaria. Y al final, lo que Sung-a Yoon logra aquí es una potente denuncia social que no ataca de manera radical, sino que lo hace con un humanismo que impacta de forma mayúscula. No se requiere siempre, pues, un grito sino tan solo un mensaje bien planteado. Aquí no hay dolor que inunde el metraje sino simplemente los agridulces vaivenes de la vida. Hay en todo el cuerpo de la cinta una enseñanza de coraje y valentía por un grupo de trabajadoras que nos dictan que, a pesar de todas las calamidades, siempre nos quedará el maravilloso y sencillo recurso de mirar hacía el horizonte con alegría. Y claro, eso nadie jamás podrá quitárnoslo.
Overseas de Sung-a Yoon
Calificación: 3.5 de 5 (Muy buena).
Fuente: https://www.facebook.com/1598949577050090/posts/2778841725727530/
Fotografía: docsbarcelona.com