Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 20 de abril de 2024
Los Colonos (Felipe Gálvez Haberle, 2023)
Es en su punto final, en ese último plano que proyecta la ópera prima del chileno Felipe Gálvez Haberle, que toda la esencia de su portentosa disertación, dosificada sabiamente como un perenne vaho durante todo el entramado, exhala por completo y nos señala de alguna forma un destino. Nos vigila y nos describe. Es en la impavidez de sus rostros que nos enmarca y nos difunde esa fragancia viciada de la terquedad, la impenitencia y la utilidad de la conquista y los conquistados. Es en el colonialismo sudamericano de principios del SXX que toma su brocha y nos refleja el cruento y silente camino de la barbarie y el exterminio pormenorizado por parte de los terratenientes. Es en el sosiego y castidad de los nativos que busca su última entonación; quizá una salida que en efecto se presenta, pero sin retozo y equidad. Son ellos, los oriundos -como siempre lo han sido- una moneda de cambio en pro del beneficio personal, político, provincial, fervoroso o cualquier otro poder que se encuentre en turno. Personajes convertidos en emisarios de quien espera y ataca, de quien compra y se persigna en las mieles de la influencia y el desdén.
Edificada a través de retablos pintorescos, la apuesta es clara desde un principio. El paisaje no es sólo un espacio que cruzar; el camino por el cual andar, sino un figurante líder que ensombrece, ajusta y asalta, que contrapone y subyuga la mística de una tarea que sólo queda clara en el tintero de los poderosos -no de quienes la llevan a cabo. Faena que sólo puede ser leída a través del sentido común de la ocupación y el castigo, de quien osa poseer simplemente porque puede hacerlo. La puesta en cámara abierta -amplia- magnifica el desazón del viaje, la incongruencia en el juicio y sensatez de quienes giran por el ruedo: nuestros figurantes centrales, que si bien no tienen nada en común sí que se ven obligados a compartir la carga de una misión sin comprender sus plenas funciones, asimismo los encuentros que tendrán durante el recorrido. La mano de Gálvez Haberle termina por ser, en términos fehacientes, elegante y tenaz. No muestra del todo la violencia, pero sí que se pueden vivir a cada instante sus consecuencias.
De ritmo medianamente contemplativo, la película se estructura narrativamente a través de episodios muy claros, divididos estos en actos irregulares pero cuyo objetivo se aclara entre líneas: hojeando las piezas colocadas en el tablero y su devenir histórico. Estamos, pues, ante un relato diacrónico. Si bien de época, sí una clara representatividad y respuesta a los acontecimientos presentes de los pueblos indígenas de América -y de todo el globo. De su trazado designio por parte de potentados estadistas, clérigos, patriarcas y cientos de generaciones educadas para renegarles. El grito final, inaudible, ausculta los ocultamientos, las negaciones, las hipócritas disculpas, los embaucamientos, las minucias repuestas y las nimias muestras de respeto, salvo cuando implican beneficio.
Los Colonos de Felipe Gálvez resulta ser, al final, un lienzo abierto a un campo minado de secretos fluctuantes en el aire, de entresijos no documentados y textos carentes. De posturas vacuas de aquellos que buscan resarcir, pero tan sólo dejan verse las espaldas. No es una prédica, no ostenta serlo, no es advertencia ni crítica directa, es tan sólo un relato/declaración de hechos que ha flotado con el viento de los años y ahora se posa en una marquesina que nos quita el velo de los ojos, un relato en cuyas entrañas podemos vernos desde la óptica del colonizador; aquel que explora, descubre, invade y permanece… Y si no es así, ¿cómo es entonces que se ha construido la modernidad que habitamos y disfrutamos tanto? ¿Qué hay debajo y detrás de nuestros acomodados pasos cotidianos? Esta primera entrega de una tinta nueva en el panorama fílmico latinoamericano quizá revele un poco -o mucho- de ello.

Los Colonos de Felipe Gálvez
Calificación: 3 de 5 (Buena)
Fuente:
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Fotografía: filímaffinity.com