Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 20 de febrero de 2021
Ham On Rye
Ham On Rye (Tyler Taormina, 2019)
Más que evocativa, esta singular ópera prima resulta ser una sugerente y muy interesante obra que refleja fielmente la mudanza de la estoica pena precoz a la críptica tolerancia de la “madurez” en la vida adulta –del anhelo a la duda–, de la rebosante inquietud infantil al áspero disimulo en el pleno adolecer juvenil; un puente de crecimiento cruel y hosco cuando enmarcados quedan los espacios pretéritos que habrán de fermentarse hasta la nostalgia y cuando los primeros pasos de la incertidumbre, que atormentan cual canto de sirena, se darán sobre terrenos tan triviales y comunes que de un día para otro se aparecen como territorios altamente desconocidos; casi peligrosos. Y fuera de hablar del revestimiento visual que presenta la producción, mismo que le otorga un ropaje falsamente habitual, fuera de su alejamiento al siempre soso conservadurismo y sus tintes suprarealistas, el resultado de este primer largometraje de Taormina es tan refrescante como insubordinado, tan variado como estrafalario. Su particular visión atisba un terreno fértil que esperemos domine en próximas entregas y no quede en un solo y simple grito de rebeldía y mezcolanza tan singular como este.
La primera manifestación de este encadenado es de una firme sencillez, un enunciamiento en apariencia habitual que con fuerza y harta comodidad abraza: una simplicidad que es solo una apariencia pues desde los primeros minutos nos niega información clave para la generación de una lógica en la cual poder asentarnos. Hay un trazo familiar en todo ese primer acto, claro, es nuestro acceso a un universo que resultará delirante pero cuya puerta de entrada es tan ordinaria como distinguible. ¿Es acaso la pubescencia una cruenta trampa de la que no hay escapatoria?, ¿un artificio de ilusiones cuasi pactadas que se centran en el vacilante dilema del propósito último de la vida: el sexo, el dinero, la felicidad como diversión eterna? ¿Hay acaso una salida honrosa a todo este proceso de cambio tanto interno como externo? He aquí, entonces, en esta estirpe de cuestionamientos que puedes resultar de una gran apertura, la disertación de este filme. En los primeros minutos del metraje el realizador nos sitúa en una zona residencial donde diversos jóvenes de distintas clases sociales y diferentes intereses y gustos se preparan muy animosamente para una celebración; un rito de iniciación que paso a paso irá tornando la atmósfera de sus vidas y de la cinta en un suceso cada vez más espeso e intrigante. La mejor decisión del director es hacía la segunda parte del filme, donde se aleja de todos aquellos que han librado el proceso y se centra en los arraigados, en la pesadumbre de quien se queda para vivir el lado oscuro del misterio de la vida.
Claro está que las respuestas a las interrogantes propuestas no llegarán de una manera cómoda o asequible, no hay una resolución sensata. Simple y llanamente uno como espectador deberá rebuscarlas dentro de su propia existencia. Ham On Rye es una de esas películas cuya densidad es tornasol; variará dependiendo la experiencia de quien la mire. No es, pues, un encadenado para todos, se requiere de establecer un vinculo con lo que se acontece y examinar mucho durante el camino. Bajo un estilo fresco y un ritmo atrapante, el balance entre la fotografía de Carson Lund y el montaje de Kevin Anton, que, si bien no resultan del todo brillantes, es el necesario para dejarnos envolver en una experiencia que sin duda dejará a todos muy inquietos, pero con un interesante sabor de boca. La selección musical ayuda mucho a que se amalgame todo el recorrido de acciones.
Presentada como una película de jóvenes adolescentes, Ham On Rye termina por ser una revelación oculta sobre todo lo que podría significar el resto de la vida tras de dar por terminado ese trámite de florescencia. Y es quizá porque ahí, durante esos años, se puja por una ruta, por un ruedo, por un futuro tan incierto como dubitativo. Muchos elementos se mezclarán con los pasos que habrán de darse, desde la suerte hasta, quizá, el reservado concepto del destino. Muchas cosas quedarán atrás, claro, pero no se sumergirán en el mar del olvido sino en las turbulentas aguas de la pena y el dolor. A cada derrota se crearán barrotes que nos apresarán, sí, acaso porque la vida adulta es la prisión perfecta de todos nuestros lozanos sueños.

Ham On Rye de Tyler Taormina
Calificación: 3 de 5 (Buena).
Fuente:
https://www.facebook.com/1598949577050090/posts/2834276640184038/
Fotografía: The Movie Waffler