Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 3 de mayo de 2025
La Semilla del Fruto Sagrado (Mohammad Rasoulof, 2024)
El cine de Rasoulof es valiente, directo, con un filtro plenamente sociopolítico que tanto incita a la conversación como también lo hace al confronte; quizá no de manera plenamente consciente pero sí de forma declarativa. El pincel del realizador iraní es uno de los más cabales y fuertes ejemplos de que el escaparate que es la pantalla de cine puede ser una herramienta lo suficientemente poderosa para enunciar y revelar, para imputar y señalar. La vitrina cinematográfica, pues, va más allá del mero espectáculo y divertimento; su lienzo es denotativo (más que decorativo) y por tanto se le puede tomar desde una perspectiva reflexiva y no sólo como una etiqueta progresivamente mercadológica. La prueba más fehaciente sea, quizá, la propia experiencia vivencial del director: refugiado desde hace tiempo en Alemania pues sobre él pesa una sentencia en su país a ocho años de prisión, recibir latigazos y la confiscación de sus propiedades por la interpretación de su gobierno hacia su cine, en el cual observan intención y tentativa de crímenes contra la seguridad interna. Cabe decir que no es la primera vez que le castigan. La Semilla del Fruto Sagrado tuvo que filmarse en secrecía; la técnica se tornó furtiva y el resultado es más que alentador y eficaz.
Inspirado en el cruento caso de Mahsa Amini (una chica iraní que fue detenida por llevar de manera inadecuada el hiyab para posteriormente ser golpeada hasta la muerte por la policía), el drama de Mohammad Rasoulof abre una ventana a la protesta, no sólo desde el discurso interno del filme sino la invitación y cuasi iniciación a hacerlo, a dejar del lado el velo de la sumisión y encontrar una voz, un grito; una expresión donde el valor venza a la cobardía del poder, a la paranoia que los propios gobernantes se gestan; en su proclama por el orden y el concierto social la falta de lógica prevalece y cualquiera puede tornarse en el enemigo, el espejo se quiebra y las reverberaciones pueden jugar de manera opuesta a las solicitadas. El juego de la distribución y la imposición siempre resulta peligroso pues nadie está a salvo, ni siquiera quien lo reglamenta y aplica.
Y es sobre la monomanía misma que Rasoulof explora su drama familiar. La causa se vuelve consecuencia y el ardor del vigor y la autoridad se convierten de a poco en desvarío, en pánico que apremia a la tragedia y la desunión. El núcleo de los protagonistas vislumbran -cada uno- un futuro distinto y mejor para el propio círculo con la salvedad que los caminos se entrecruzan y estorban. La ventura y la prosperidad también tienen una connotación política. Si bien el padre de familia ha encontrado la oportunidad de un trabajo que le acerca a una vida en plenitud, y la esposa se inscribe en la misma ensoñación, sus hijas al contrario divisan un horizonte donde las mujeres puedan ser libres en todo sentido, decidir sus propias acciones y gustos. No es casualidad que el efluvio del feminismo vaya tomando mayor peso y jerarquía con el paso del metraje. El músculo de la presión y el riesgo se trastocan en ese último acto donde el escapismo alumbra un rompimiento formal con las tradiciones más ortodoxas en pro de un espacio liberador. No se trata pues de una perorata libertaria. Se busca que las cosas cambien para mejor en igualdad de condiciones, pero antes que todo ello, se busca en realidad tener la oportunidad franca de luchar por ello. Lo fortuito queda descartado aquí, ahí la relevancia.
La Semilla del Fruto Sagrado, al final, no es un pliego petitorio ni un mural de reclamos, es un dictamen que opta por desenmascarar a través de la realidad social. No se use, pues, como un arma de incomprensión a países e ideologías distantes, su disertación es universal; nos enmarca a todos, nos señala y nos descubre del velo del pretexto y la simulación. Todos podemos ceñirnos a sus situaciones, implicarnos en sus retos y motivaciones. Su conflicto global nos abraza y debemos poder lograr vernos en su prisma, en su pantalla, en su lucha… Desde el refugio y el asilo se alza nuevamente la garganta de Mohammad Rasoulof, nos señala y nos pide con exigencia, desde sus caracteres y su tinta, la libertad y la independencia. La oportunidad el menos de ello. Y es que, ¿quién en realidad puede decirse plenamente libre?
La Semilla del Fruto Sagrado de Mohammad Rasoulof,
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

Fuente: https://www.facebook.com/share/p/16d9qtcR1i/?mibextid=wwXIfr
Fotografia: impawards.com