Por: David Bollier. 07/01/2022
Introducción a la edición
en castellano
por David Bollier
Sin lugar a dudas los comunes (también llamados procomún) están suscitando cada vez más interés a nivel internacional y es muy emocionante saber que en España y Latinoamérica se podrá leer una corta pero accesible introducción a este tema tan importante.
Me agrada especialmente saber que este libro es fruto de una exitosa campaña de crowdfunding o micromecenazgo. «Think Global, Print Local» –o “piensa globalmente, imprime localmente”– sumó
cientos de contribuciones para facilitar la traducción de mi libro del inglés al español e imprimirlo simultáneamente en varios países.
Quiero expresar mi gratitud a los organizadores de esta campaña sin precedentes por su convicción y su compromiso con su cometido. Un caluroso aplauso a Stacco Troncoso y Ann Marie Utratel de Guerrilla Translation, a la plataforma de crowdfunding Goteo, al laboratorio ciudadano Medialab-Prado y a la editorial de software y cultura libre Traficantes de Sueños. Quiero también mostrar mi agradecimiento
a las editoriales en Latinoamérica que han participado en este audaz experimento de publicación basado en los comunes: Sursiendo, Cornucopia y Tinta Limón.
En este episodio nefasto de la historia ecológica del planeta y de la cultura política moderna, creo que el procomún nos proporciona muchas y diversas esperanzas. Nos ayuda a comprender las limitaciones sistémicas de la economía de mercado. Funciona como incubadora de nuevas prácticas ciudadanas capaces de satisfacer las necesidades básicas de la gente.
Nos facilita un rico vocabulario para explorar nuevas perspectivas sociales y culturales, conectándonos así con una inmensa variedad de proyectos y colaboradores internacionales con quien desarrollarlas. Asimismo, el procomún nos ayuda a conectar nuestra experiencia emocional interna con los cambios externos que
tienen que ocurrir en nuestro planeta. A menudo hablo de los comunes y sus prácticas como algo nuevo, pero es evidente que muchas de estas son igualmente añejas; sería más acertado señalar que se han descubierto de nuevo. Existen innumerables comunidades indígenas y gentes cuya subsistencia depende de los comunes: comunidades que gozan de una familiaridad íntima con el procomún, forjada durante cientos o incluso miles de años. Su existencia cobra sentido gracias a los comunes. Es su forma de vida, aunque lo llamen de otra manera.
Aun así, los incalculables beneficios de los comunes se encuentran amenazados hoy en día y este es el motivo por el que el léxico del procomún resulta tan valioso. Comunes que varían desde campos de cultivos a zonas de pesca, de espacios urbanos a obras creativas: todos ellos son víctimas de los asaltos de la economía neoliberal. Están amenazados por las políticas de austeridad y las alianzas gubernamentales con el capital internacional. Esa enorme cantidad de personas que callada y colectivamente ha gestionado sus tierras, aguas, culturas y conocimientos sagrados, está empezando a comprender los peligros existenciales impuestos por lo que yo denomino el «Estado/Mercado».
Ciertamente, el Mercado y el Estado a menudo aúnan esfuerzos para implementar estrategias ingeniosas –cuando no es la fuerza bruta– para privatizar recursos antaño compartidos y convertirlos en productos comerciables. Consecuencia de ello es la trágica descomposición de comunidades con largas tradiciones en lo que se refiere al cuidado de nuestros ecosistemas, espacios urbanos, vidas comunitarias, conocimientos y otras riquezas comunes.
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Fotografía: Lobo suelto