Por: Aram Aharonian. 24/05/2023
La conciencia de que la expresidenta y hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no será candidata en octubre próximo crea una sensación de vacío hasta en sus críticos de la interna peronista. Sin duda era la candidata más resistida por el llamado Círculo Rojo, los representantes del capital concentrado que vertebra el sistema de desigualdad e injusticias.
La renuncia de Cristina, quita el porcentaje de ilusión, y también de potencial movilizatorio, de las próximas elecciones presidenciales. Deja huérfana a una generación de jóvenes que confiaban en su liderzago con la esperanza de un futuro. Cristina confía en que cuando pasen los años, los logros de la “década ganada” (de los gobiernos kirchneristas, progresistas) serán cada vez más recordados.

Sabe que lo que viene es un agravamiento de la crisis con una feroz devaluación y un ajuste de salarios y jubilaciones, un incremento del accionar represivo, utilizando la ley antiterrorista aprobada en 2012, y un aumento del saqueo extractivista, fuertemente alineado con las necesidades de Estados Unidos.
Desde el kirchnerismo, hay quienes opinan que en la carta ella no dijo que no quiere ser candidata, sino que no puede, que no se lo permiten; y por ello creen que será necesario generar las condiciones de posibilidad para que sí pueda.
Lo que plantean es que no la deja ser candidata el Poder Judicial en connivencia con la oposición: “Tenemos que ir contra ese sistema. Ella nos está diciendo: no es un tema de si es o no una definición mía. Ustedes hagan lo que tienen que hacer para generar las condiciones”.
Y un día después de la renuncia a la candidatura, desde el kirchnerismo confirmaron la movilización para el 25 de mayo en la central plaza de Mayo, donde Cristina será la única oradora. “Ella nos está convocando a una pelea mucho más profunda de lo que pensamos y en esta hora crucial que atraviesa la Patria, con la democracia en peligro, con el avance de los poderes fácticos, y estas peleas se definen en la calle”, señaló el ministro bonaerense, Andrés Larroque.
La persistencia de la crisis y los rebotes complejos que genera cada parche que le intenta poner el gobierno fallido de Alberto Fernández, alimentan un descontento que crece por todos lados. La realidad que se repite en los barrios populares es la de matarse trabajando para que el salario no alcance para nada, o de achicar las comidas diarias, eliminar consumos, porque vestirse o comprar zapatillas (ya no zapatos) se volvieron lujos.
Otros tienen que endeudarse para comer o pagar las tarifas de luz o gas, o hasta el alquiler. A ellos y ellas, el anuncio del ministro Sergio Massa de subir otra vez la tasa de interés, les va a implicar que esas deudas para sobrevivir sean más caras y difíciles de saldar.
¿Adiós a Cris?
Lo cierto es que la vicepresidenta proyecta la imagen más fuerte en el cuadro político. En su gobierno puso en caja a los diferentes sectores que trataron de sacar ganancia en detrimento de la mayoría. Y aunque no faltan quienes también la responsabilizan por la crisis actual, también es cierto que una característica de este gobierno al cerrar la negociación con el FMI fue el desencuentro entre el presidente y su vice.
La vicepresidenta, de 70 años, sostiene que la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos que dictó en su contra un tribunal a finales de 2022 por supuesta corrupción durante su mandato es un obstáculo a su postulación, pese a que el fallo todavía no es firme y a que en el juicio no se presentaron pruebas de su culpabilidad.
Cristina utilizó el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia suspendiendo elecciones en las provincias de San Juan y Tucumán como argumento. Por eso dijo “no voy a ser mascota del poder por ninguna candidature”. Lo que extraña a algunos analistas es que en la misma pidió “un programa de gobierno” (como si no fuera ella vicepresidenta), y habló de la inflación, la crisis económica y la creciente desigualdad como si la misma no fuera, entre muchos otros factores, producto del plan del ministro Sergio Massa (al que apoya), de ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). .

Ahora se refirió a la crisis económica con las consecuencias en aumento de la desigualdad social como si fuera una espectadora de la situación, y no parte del gobierno que impulse y aplica el ajuste que pide el FMI, con beneficios a los grandes agroexportadores, especuladores financieros y banqueros, con tarifazos y más ajuste.
No es renunciamiento, sino una proscripción, señalan otros. Fue obligada a tomar esta decisión. Si fuera renunciamiento, la responsabilidad de la decisión estaría en ella. Pero la proscripción implica una falla institucional grave que obligará a una de las fuerzas políticas mayoritarias a competir en una situación muy desfavorable.
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Fotografía: Question digital