Por: Gloria Muñoz. La Jornada. 23/09/2017
La autoridad
se mete a fuerzas y limita el apoyo solidario. Nosotros llegamos primero
, le gritan a contingentes del Ejército que, en efecto, llegaron después a intentar organizar el rescate de víctimas debajo de los escombros. Fue la gente también la primera en organizar centros de acopio, consultorios médicos ambulantes, brigadas de arquitectos e ingenieros para revisar las casas y edificios dañados; también la preparación y el traslado de comida preparada para los rescatistas, los botiquines médicos, apoyo psicológico y hasta guarderías autónomas para niños que estos días no tuvieron clases y sus padres tenían que ir a trabajar.
La desconfianza en el Estado es la constante. En el día tres la indignación lleva a la confrontación con las fuerzas del orden. Mujeres se enfrentan a granaderos que les impiden el paso a la fábrica textil de la colonia Obrera en la que se presume aún hay costureras con vida. No nos vamos a ir
, advierten.
La juventud chilanga viaja en bicicleta y motocicleta. Tres días después del sismo de 7.1 y sus 39 réplicas, la Ciudad de México sigue tomada por contingentes civiles que hasta ayer no estaban dispuestos a meterse a sus casas.
El México profundo se asoma. Y de abajo para abajo surgen los apoyos. Los pueblos indígenas organizan sus centros de acopio y su fondo para la recuperación de comunidades afectadas, mientras unen sus manos a los trabajos de rescate y ceden el producto de sus milpas a los más necesitados. Pueblos de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos y estado de México se enlazan para la resistencia.
El destino de este músculo social está por verse. El chilango chido ha despertado.
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Fotografía: ejecentral