Por: Andrea Bárcena. La Jornada. 17/10/2020
Hay muchas maneras de asesinar niños. Todas son crueldad mayúscula y muy humana
, pues los animales no matan a sus crías. Quizá la mayor crueldad contra los niños es matarlos en vida, robarles su infancia y condenarlos al infierno de la violencia y la maldad, o a la muerte lenta que va del abandono y el hambre hasta el horror de tener que matar a otros y destazarlos para lograr la propia subsistencia. “En este canijo México –dice uno de tantos adolescentes atrapados en la delincuencia y las drogas– no tienes derecho a un nombre ni a vivir con una familia. En este México se te niega todo, salud, bienestar, educación, alimentación…”
Quienes entregan miles de millones de pesos a las ma-fias de los partidos políticos y quienes acomodan la justicia a las ansias del poder deben leer –narrado por los propios niños y niñas condenados al espanto– la obra testimonial Un sicario en cada hijo te dio (Aguilar, 2020), preparado por Saskia Niño de Rivera, Mercedes Castañeda, Fernanda Dorantes y Mercedes Llamas Palomar.
Los gobiernos neoliberales dejaron 30 generaciones de infancias destrozadas, cien-tos de miles de casos sin posibilidad de reparación. Fueron gobiernos sin más moral que la codicia. Por desgracia, al primer tercio de gobierno, la 4T no ha hecho nada para transformar la realidad de la niñez mexicana ni parece tener mayor interés por asegurar los derechos fundamentales de la niñez.
Es imposible transformar a México sin dar prioridad a la infancia, a la educación y a la salud. Erradicar el analfabetismo, dar escuela básica a todos los niños y acabar con el abuso y explotación de menores son obras más titánicas que el Tren Maya, la refinaría Dos Bocas o salvar a Pemex, pero que exigen una inteligentevisión de futuro; una verdadera economía moral y una auténtica ambición de amor por México. Los niños son personas, son suje-tos de derecho y –aunque no voten– han de considerarse ciudadanos. Hoy es infanticidio de Estado
ignorar la pobreza extrema de 25 millones de menores y sus fatales consecuencias, así como dejar morir niños enfermos por falta de medicamentos. Amar a los niños en tiempos de odio es humanismo revolucionario. “En tiempos de confusión organizada… de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar…”: Bertolt Brecht.
Fotografía: ContraRéplica.