Por José Eduardo Celis Ochoa Cordero. Insurgencia Magisterial. 30 de mayo de 2019
Si tuve la fortuna de que me leyeras el año pasado en alguno de los medios virtuales o impresos en los que tengo la posibilidad de escribir, recordarás que de nuestro viaje a Tailandia y Vietnam, con motivo de la escala de interconexión que realizamos en el aeropuerto de Narita de Tokio, Japón, en el viaje de retorno a nuestro país, mi esposa y yo hicimos una especie de compromiso-promesa de volver a este maravilloso país, para lo cual cambiamos los pocos dólares que nos quedaban por yenes como una forma de asegurar dicho propósito.
Pues bien, las vacaciones de la mal llamada semana santa fueron la fecha planeada para cumplirlo y como generalmente se hace con un viaje de vacaciones, con antelación oportuna comenzamos a efectuar los preparativos, para ir del 15 al 26 de abril de este aciago 2019, a las siguientes ciudades de Japón: Tokio, Nara, Miyajima, Kioto y Osaka.
Voy a dividir esta reseña en 5 partes, cada una de ellas dedicada a cada una de esas ciudades en particular, con mucho gusto te compartiré algunas de las más de 800 fotografías que tomé a lo largo del recorrido, algunas de ellas ya las he compartido en mi muro personal de FB, así como en el de Instagram.
Sin embargo, me gustaría compartirte brevemente algunos aspectos de dicho país, antes de hacer la relatoría de los sitios que visitamos mi esposa, mi hijo y yo.
Como bien sabemos en realidad Japón es una gran isla que se encuentra en el continente asiático, pero además se trata de un archipiélago que incluye a 6852 islas, así que imagínate cuánto tiempo te llevaría conocerlas todas.
Su capital es Tokio, ciudad que alberga a una población de alrededor de 30 millones de personas, aunque la población total de Japón oscila en alrededor de 127 millones de personas, según datos del 2015.
Su moneda en curso es el yen, que tiene una equivalencia de aproximadamente 17 centavos de pesos mexicanos (o un centavo de dólar USD), pero no te vayas con la finta, en realidad Japón es un país muy caro, por sus características y nivel de vida.
Cuando escuchas la palabra Nipón o también Nihon, no te debe extrañar, porque ese es el nombre verdadero de dicho país, significa “el origen del sol” y se le conoce como Japón, debido a una cuestión ancestral de traducción al parecer de origen chino. Los japoneses se identifican internamente como Nihon y externamente –internacionalmente- como Nipón. Posiblemente esta característica hace más diferentes a los japoneses, porque no solo tienen su propia identificación, sino que también tienen su propia cronología, la cual parte de cero cada vez que hay un nuevo emperador, ello debido a una tradición milenaria que así lo determina.
Este viaje, además de lo maravilloso que fue, coincidió con que fueron los últimos días del reinado del emperador Akihito, quien se convirtió en un emperador japonés que abdica en los últimos 200 años. Él heredó el trono al fallecer su padre Hirohito el 7 de enero de 1989. Esta situación de volver al cero a partir del cambio de un emperador en esta era moderna, ocasionó algunos problemas similares a los que vivimos en el año 2000, cuando todos los sistemas computacionales cambiaron, ya que originalmente había sido programados hasta el año de 1999, en esa época yo trabajaba en el IMSS y recuerdo muy bien que el 1 de enero del 2000, tuvimos que ir a trabajar para revisar que los sistemas respectivos estuvieran “corriendo bien”, afortunadamente así fue y seguramente la gran habilidad de los japoneses para sortear muchos problemas hicieron que a partir del 1 de mayo de 2019, todo el sistema japonés fluyera sin ningún contratiempo. Tampoco debes olvidar que Japón tiene una diferencia horaria de 14 horas (en horario de verano) con respecto a nosotros (tiempo del centro de México), es decir el 1 de mayo a la hora del ingreso del nuevo emperador Naruhito, en nuestro país era 30 de abril.
Bien, no obstante ser regido Nipón por una monarquía, su sistema gubernamental es una monarquía constitucional en la cual las personas mayores de 20 años pueden votar en sufragio universal, aunque de hecho se trata de una democracia parcial o parlamentaria, el pueblo no vota a un presidente, sino a los miembros del Parlamento y éstos, a su vez, votan a un Primer Ministro de entre uno de ellos.
Su religión es lo que se conoce como sincretismo, es decir, se trata de una “mezcla” de religiones principalmente el budismo y el sintoísmo. Quizá te extrañe –si me conoces- que haga hincapié en la religión, yo soy arreligioso, pero te lo comento porque una de las maravillas de Japón, precisamente tiene que ver, además de su combinación de lo antiguo con lo moderno, con lo religioso, es decir, con los múltiples templos, muy bellos y fascinantes que te encuentras por doquier.
Otro aspecto importante es la longevidad de los japoneses, lo cual está metiendo en aprietos a su población, ya que no hay muchos niños, pero no sé en realidad cuánto sea el referente de “muchos niños”, pues como este viaje lo hicimos principalmente guiados por nuestro amado hijo, lo hicimos a “flor de calle”, es decir no lo hicimos por medio de una agencia de viajes, lo cual como te he dicho en otras acotaciones representa varias diferencias, así que en nuestros recorridos callejeros en algunos casos hasta de 12 kilómetros a pie recorridos en un día, me permitieron ver a muchos niños, cuyas edad fluctuaban entre los 4 y los 15 años de edad y también en los recorridos vía trenes o metro, vi a mucha gente joven, por cierto que los de Tokio y Osaka, visten elegantemente, tanto mujeres como hombres. Los hombres generalmente visten traje de dos piezas en colores oscuros y las mujeres portan elegantes vestidos, blusas y faldas, así como gabardinas.
Bueno, ya para no hacer muy larga esta parte introductoria, pasemos entonces a comentar lo vivido en cada ciudad.
Como te dije, el viaje se inició en Tokio, en donde estuvimos dos noches y tres mañanas, llegando al aeropuerto de Narita el martes 16 de abril a las 6:40 am (tiempo de Tokio) luego de un vuelo de alrededor de 13 horas en un viaje directo CDMX-Tokio, por la línea japonesa ANA, la cual por cierto ya conocíamos y la verdad de las cosas es muy buena, está clasificada dentro de las 10 mejores del mundo ¡qué raro, siendo japoneses!.
Lo primero fue, después de que mi hijo llegó por nosotros a Narita, ya que él había llegado prácticamente un día antes, fue validar el JR Pass, documento que si bien te sale caro, te sirve para trasladarte en diversos medios de transporte, trenes, metro y ferry, así que ya no tienes que comprar más boletos, sino únicamente en algunos casos, reservar los asientos.
De ahí arribamos al hotel, cómodo, pero de cuartos pequeños el cual está ubicado cerca de la estación Tamachi, esa zona nos gustó mucho desde la primera vez que fuimos, por lo que decidirnos retornar ahí, pese al “inconveniente” del hotel.
Una vez dejadas las cosas en el hotel y habiendo desayunado, nos dispusimos a iniciar nuestros recorridos, en muy notorio el orden que guardan los japoneses, por ejemplo para entrar a la estación Tamachi, como puedes ver el ascenso por la escalera eléctrica es que tú te alineas a la izquierda para dejar el carril derecho para las personas que llevan prisa, ese orden se observa en varias partes del mundo, pero apenas se empieza a observar en la CDMX.
De ahí partimos rumbo a la estación Shibuya, la cual tiene dos atractivos principales, el primero es que ahí está la estatua en honor al perrito Tachi, animalito que fue tan fiel a su amo, que al morir este, Tachi lo iba a esperar a esa estación (en su época de tren) cosa que hizo cotidianamente hasta su propia muerte, de hecho en el viaje anterior ya lo habíamos ido a ver, pero era tal la cantidad de gente e inmensa la cola para tomarse la foto, que fue imposible capturar una buena toma, en esta ocasión fuimos afortunados, quizá porque era relativamente temprano y no había mucha gente, pero la serie de fotos creo que nos quedó muy bien. El otro atractivo de ese lugar es el crucero, se trata de un cruce de personas simultáneo de 4 calles, es una experiencia un tanto cuanto especial que había que repetir, pero quizá como te digo que era relativamente temprano, la cantidad de gente con la que nos cruzamos no fue como la vez anterior, sin embargo, insisto, es algo especial:
De ahí deambulamos por el barrio de esa zona, para ir al templo o santuario de Meiji, un lugar muy bello, al cual llegas después de hacer una larga caminata por una especie de calle, dicho templo es un santuario sintoísta, como te dije previamente la religión japonesa es sincretista, así que lo más seguro es que los templos que veas puedan ser de alguna de las religiones que integran a esta “mezcla” de religiones. El sintoísmo se basa en la veneración de los kami o espíritus de la naturaleza, ello explica la presencia de algunas estatuas que están a las entradas de este tipo de templos, en los cuales observas a unos guardianes con un rostro de enojo, la realidad de las cosas es que con esa actitud están custodiando al templo.
Otro de los atractivos de Japón es que en esta época es cuando florecen los cerezos, pero como en el viaje anterior, ya los habíamos visto y por otra parte, por cuestiones climatológicas, los cerezos “adelantaron” su floración unas semanas antes de lo normal, no era prioritario verlos, de hecho vimos uno que otro árbol todavía en floración.
Nuestro recorrido continuó por distintas calles de la zona, al final de cada día el iphone nos marcaban recorridos efectuados a pie de hasta 12 kilómetros por día, de tal suerte en que al final no nos sorprendió que el resumen marcara algo asì como 120 kilómetros recorridos a patín en 10 días, ¡sí tienes razón! Los pies dolían al final de día. Luego de una buena cena, retornamos al hotel para continuar nuestro recorrido del día siguiente.
La disyuntiva era, ir a lugares ya conocidos o tratar de conocer algunos otros, nos decidimos por esta última alternativa, así que luego de un desayuno más o menos decente en el hotel y como habíamos decidido no madrugar mucho, fuimos entonces al parque de la isla artificial de Odaiba, con el objeto de ver al gigantesco robot Gundam, el cual está a la entrada del centro comercial Diver City, un complejo que tiene parque de diversiones, centro comercial, bellos jardines. El Gundam tiene una altura de casi 20 metros y su “espectáculo” dura alrededor de 30 segundos, en realidad esperábamos algo más, pero ya cuando menos sabemos cómo está la jugada con ese robot:
De ahí nos trasladamos al parque Ueno en donde se encuentra el Museo Nacional de Tokio, es el más antiguo de Japón cuyos orígenes se remontan a 1872, alberga unas 117.000 piezas dentro de las que se incluye: 89 tesoros nacionales y 644 que son Patrimonio Cultural Importante. Se divide en 5 grandes galerías, pero de hecho nosotros estuvimos en las dos principales, ya que como comprenderás el tiempo para ver detenidamente cada galería es muy extenso. Hay zonas en las que puedes sacar fotografías, en otras no está permitido, pero con ayuda de mi apple watch he podido sacar videos y fotos prohibidas, aquí te comparto algunas de ellas, te pido discreción:
De ahí nos trasladamos al barrio de Asakusa, pero antes nos detuvimos en un pequeño pero muy bello templo que se llama Taito Uenokoen, el recorrido siguió hasta llegar nuevamente (porque en el viaje anterior ahí estuvimos) al templo Dempo-In, ya la tarde noche estaba entrando con algo de frío, nos dispusimos a regresar al hotel, puesto que al día siguiente teníamos que salir muy temprano para llegar a la ciudad de Nara.
Por cierto que al llegar a la estación Tamachi, me pasó algo curioso, los candidatos para contender por algún puesto que por la mañana nos encontramos, todavía estaban invitando a la gente a votar por alguno de ellos, o sea que se echaron una de jornada de proselitismo, sin los acarreos o faramallas de la “democracia” mexicana, de alrededor de unas 10 horas seguidas. Cuando íbamos bajando por la escalera eléctrica, se me ocurrió sacarle una foto al candidato que estaba prácticamente al pie de la misma, cuando el candidato y su equipo se percataron de que yo le estaba sacando la foto, de inmediato todos empezaron a reír y me saludaron efusivamente.
Fotografías: José Eduardo Celis Ochoa Cordero