Por: pijamaSURF. 11/04/2020
Antoine de Saint-Exupéry vivió una vida llena de acontecimientos y momentos sui generis. Nació en una familia aristócrata católica francesa y su padre murió cuando él era un adolescente. Se convirtió en piloto, viajó por todo el mundo, cobró fama como héroe de guerra, vivió tórridos romances y fue un gran escritor, aunque su fama en este ámbito fue más bien póstuma (antes destacó más bien como aviador). Por supuesto, a Saint-Exupéry se le recuerda especialmente por El principito, obra inspirada parcialmente en el accidente aéreo que vivió el autor en 1935 (cuando su avión se estrelló en el desierto de Libia) y del cual milagrosamente sobrevivió, luego de que un beduino lo encontró al borde de la deshidratación y sufriendo fuertes alucinaciones.
Aunque Saint-Exupéry es conocido por esta novela corta y algún otro escrito similar, póstumamente se publicaron textos cortos de corte más espiritual, como es el caso de la oración conocida como El arte de los pequeños pasos. Si bien no hay completa certidumbre sobre su autoría, este texto que le ha sido atribuido (incluso por la Iglesia católica) a Saint-Exupéry se ha convertido a últimas fechas en una de las oraciones más compartidas en las redes sociales. Y ello justificadamente, pues está hecho a la medida de los tiempos difíciles.
Esta pequeña obra es un llamado a la compasión, la aceptación y a vivir en el presente (algo fundamental para un momento de incertidumbre). Como dice al final: “No me des lo que pido, sino lo que necesito”.
A continuación compartimos una traducción del texto y el original en francés.
Señor: enséñame el arte de los pequeños pasos.
No pido milagros ni visiones, ¡pido fuerza para la vida diaria! Dame la atención y la creatividad para notar a tiempo los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.
Fortalece mis elecciones al discurrir del tiempo. Dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, autocontrol y mesura para no dejarme llevar por la vida, sino más bien organizar sabiamente cada momento de la jornada. Ayúdame a enfrentar lo mejor posible lo inmediato, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Otórgame la lucidez para reconocer que la vida está acompañada de dificultades y equívocos, y que estos son oportunidades para crecer y madurar.
Haz de mí un ser humano capaz de acompañar a quienes se encuentran en lo más bajo.
No me des lo que pido, sino lo que necesito.
¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!
¡Así sea!
Cabe insistir en que la autoría de este texto se encuentra en disputa o es poco precisa. La atribución que se le hace a Saint-Exupéry del mismo parece deberse a la semejanza de esta “oración” con un texto incluido en Citadelle, un texto que el autor redactó al mismo tiempo que sus obras mayores y más conocidas (El principito, Piloto de guerra, Tierra de hombres). Citadelle se publicó póstumamente en 1948, a partir de manuscritos de Saint-Exupéry que si bien habían sido leídos antes a un amigo suyo (Pierre Drieu La Rochelle), no se sabe a ciencia cierta la forma final que el autor les daría como obra lista para imprimirse.
Entre otros apuntes, Saint-Exupéry incluyó en Citadelle una “Oración a la soledad” (sección CXXIV del libro), la cual comienza de este modo:
Ayez pitié de moi, Seigneur, car me pèse ma solitude. Il n’est rien que j’attende. Me voici dans cette chambre où rien ne me parle. Et cependant ce ne sont point des présences que je sollicite, me découvrant plus perdue encore si je m’enfonce dans la foule.
[Ten piedad de mí, Señor, pues la soledad me pesa. No es nada que haya esperado: verme en esta habitación donde nada ni nadie me habla. Y, sin embargo, no son en lo absoluto presencias lo que pido, pues me descubro todavía más perdido cuando me disuelvo entre la multitud.]
Tal parece que, por algún azar, el texto conocido como “Los pequeños pasos” se confundió en algún momento con esta otra plegaria y aquel, a falta de autor específico, comenzó a ser atribuido a Saint-Exupéry.
Sea como fuere, la poca claridad en esta cuestión no le resta belleza o pertinencia al texto y, como sugiere Borges en alguno de sus cuentos (“Pierre Menard, autor del Quijote“) y varios teóricos de la literatura, al final tanto la experiencia literaria como el mensaje que podamos extraer de un escrito dependen menos del autor que de las cualidades del texto en sí y de la creatividad del lector.
Así que sin duda podemos decir, junto con el artífice anónimo de la oración que nos ocupa: “¡Señor! ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!”.
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Fotografía: Pijamasurf.