Por: Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal, Marcelino Guerra Mendoza. 28/01/2020
Dos acontecimientos similares han cimbrado a padres de familia, especialistas, maestras, maestros, ciudadanos comunes y sociedad mexicana en general. Uno ocurrió recientemente, el otro hace tres años. Ambos en colegios privados. Los protagonistas: un adolescente de quince años que cursaba la secundaria; otro niño de 11 años, de primaria. Los dos llevaron armas a las escuelas, mataron e hirieron a profesores y compañeros. Al final se suicidaron. Las armas procedían de sus casas, pertenecían al padre y abuelo respectivamente. Tres años de distancia entre uno y otro, y pareciera que no hemos aprendido nada.
En ambos casos, las redes sociales se inundaron de comentarios; sorpresa, indignación, búsqueda de culpables, soluciones mágicas, de todo un poco. De entre el escándalo mediático, nos importa destacar las posturas de los políticos, figuras públicas, funcionarios, autoridades que ostentan un cargo de gobierno, tienen acceso a los micrófonos y las cámaras, también la responsabilidad de informar, explicar y actuar ante hechos de este tipo. En las líneas siguientes pondremos el foco de atención en este sector.
Enero de 2020: el caso del Colegio Cervantes.
Era un viernes por la mañana, tercer día de clases después de las vacaciones decembrinas. La noticia circuló como reguero de pólvora en todo México y el mundo: Niño de primaria mata a su maestra y se suicida. Todo ocurrió alrededor de las 8:15 horas; el niño pidió permiso para ir al baño. Al notar su tardanza, la maestra fue a buscarlo. Él se había cambiado. A su regreso le disparó a maestreos y a alumnos. A la maestra María Assaf Medina la mató. Minutos después se suicidó (Redacción, 2020).
La noticia se volvió viral. Iniciaron las declaraciones, explicaciones, recomendaciones, análisis y, sobre todo las posiciones de los políticos.
El primero fue Miguel Riquelme, gobernador de Coahuila; en rueda de prensa convocada ex profeso, se apresuró a declarar -apenas unas horas después del suceso y sin información suficiente- que el atacante hizo lo que hizo, influenciado por un video juego. Como advierte Federico Arreola, para el gobernador “nada tiene que ver el fácil acceso a las armas, tampoco los altos índices de homicidios, secuestros y extorsiones que son el pan de cada día de los niños y jóvenes en Coahuila. Nada tiene que ver, tampoco, la narcocultura en la que la vida no vale nada” (Arreola, 10 de enero de 2020)
Poco despiués, López Obrador, presidente de México, lamentó los hechos; hizo un llamado a trabajar en la integración de las familias, el fortalecimiento de los valores y la atención a niños y jóvenes. Desde el gobierno federal, dijo, se hará todo lo posible para evitar este tipo de tragedias, incluyendo el programa Mochila Segura (Morales, A., 10 de enero de 2020) . Su esposa, Beatríz Gutiérrez, también saltó a la palestra para lamentar los hechos y pedir a los padres que supervisen a sus hijos; “la práctica de Mochila Segura debe hacerse desde casa” (El Universal, 10 de enero de 2020).
Los legisladores también ocuparon los reflectores. El coordinador del PRD en el senado, dijo que hay que despistolizar a la sociedad y aplicar el operativo mochila segura, mismo que él apoyó durante su gestión como jefe de gobierno de la Ciudad de México (Politicomx, 10 de enero de 2020)
Tres días después del negro acontecimiento, Esteban Moctezuma, Secretario de Educación Pública, dijo que tiene que haber protocolos para que maestros, niñas y niños sepan qué hacer en situaciones como la ocurrida en el Colegio Cervantes, “y no salir a ver qué está ocurriendo” Para el actual titular de la SEP, lo de Torreón es reflejo de un problema más profundo: la sociedad se ha ido constituyendo sin valores. Por ello, el próximo ciclo escolar habrá libros de civismo y ética, para educar buenos ciudadanos. Sobre el operativo Mochila Segura, recordó que tuvo que frenarse porque hasta 2017 quienes se encargaban de la revisión era personal de la escuela, pero hubo denuncias y amparos, debido a que se argumentaba que iba en contra de los derechos de la intimidad de las niñas y niños. “Es solicitar que la revisión de las mochilas la hagan los padres de familia en la escuela”, planteó Moctezuma (Arista, L., 13 de enero de 2020).
El secretario de educación parece no enterarse de que ya existen protocolos diseñados por la propia SEP; bastaría que buscara en los cajones de su escritorio. También puede preguntarle al SNTE, que desde el 2014 diseñó el “Protocolo de Actuación para una Escuela Libre de Violencia·, junto con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la Asociación Nacional de Padres de familia (ANPAF) y la asociación civil “Educadores sin Fronteras” (SNTE, 2014)
Ninguna de las autoridades que proponen regresar a la aplicación del Operativo Mochila, menciona que el 29 de julio de 2019, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una recomendación dirigida al actual titular de la SEP, Esteban Moctezuma Barragán, relativa al Operativo Mochila Segura; argumenta que en respuesta a las quejas recibidas por ciudadanos, concluye que es violatorio del derecho a la educación y a la intimidad. (CNDH, 2019).
Para la CNDH, el hecho evidencia la gravedad de la problemática que enfrenta todo el país en materia de seguridad, una debilidad del estado de derecho en todos los niveles de gobierno, de manera que no existen garantías de seguridad para todas las personas; además, la violencia en escuelas es cotidiana, se ha vuelto común, cuando menos desde hace dos sexenios. Llama a comprender la diversidad de prácticas violentas, así como a definir una estrategia de intervención para atender la violencia escolar, respetando la dignidad humana (Ortíz, A., 10 de enero de 2020).
Y mientras las autoridades de diferentes sectores y niveles de gobierno realizan declaraciones plagadas de promesas y lugares comunes, un alumno de secundaria publica en redes que “acudiría a realizar un tiroteo en la escuela porque ya estaba harto de todos” (Carrizales, 14 de enero de 2020)
Enero de 2017: el caso del Colegio Americano del Noroeste
Pasadas las ocho de la mañana del 18 de enero del 2017, un joven de 15 años sacó de su mochila un arma calibre 22 y disparó varias veces contra su maestra y compañeros. El último disparo fue contra él mismo; horas después murió en el hospital. El fiscal de la entidad dijo que el estudiante padecía de depresión y se encontraba en tratamiento (Beauregard, L.P., 19 de enero de 2017)
Tres días después de la tragedia, Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, gobernador del estado, anuncia la creación de cuatro escuelas preparatorias militarizadas para inculcarles disciplina a los jóvenes, pues son rebeldes y sus padres no pueden controlarlos; remató diciendo; “que no haya mamás alcahuetas, tampoco papás alcahuetes, hay que acabar con eso” (Aristegui Noticias, 21 de enero de 2017). En respuesta, Gilberto Lozano, activista y vocero del Consejo Nacional Ciudadano, consideró que ante un problema tan grave, esas eran ocurrencias; “el gobernador lanza propuestas sin sentido que seguramente le recomendó algún asesor” (Excélsior, 22 de enero de 2017).
El martes 24 de enero, casi una semana después de la tragedia, el entonces titular de la Administración Federal de Servicios Educativos, Luis Ignacio Sánchez, informa que desde el viernes anterior, en todas las escuelas de la Ciudad de México se aplica el operativo Mochila Segura, en coordinación con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos para que el operativo fuese lo menos intrusivo; según él, se colocó un mensaje en todos los planteles, en el que se delinea la forma en que se debe hacer la revisión y las acciones a seguir en caso de una anomalía: dar parte a las autoridades en caso de encontrar un arma, levantar un acta en la escuela y citar a los padres. A la larga, dijo el funcionario, se tiene que generar un esquema de seguridad en las escuelas, de manera que el operativo sea aleatorio, “supervisando en las zonas que son particularmente peligrosas” (Olivares, E., 24 de enero de 2017) ¿Cuáles son las zonas peligrosas? No lo sabremos, pero podemos suponerlo.
No faltó la voz de los legisladores. El miércoles 25 de enero, la senadora por el PRI y presidenta de la comisión de la Familia y Desarrollo Humano del Senado, dijo que más allá de repartir culpas, los hechos ocurridos en el Colegio de Monterrey deben motivar a reflexionar sobre la manera en que se está atendiendo a los niños y adolescentes, “revisar mochilas no va a solucionar el problema (Palacios, O., miércoles 25 de enero de 2017).
Un mes después del lamentable evento en la escuela de Monterrey, los secretarios de Educación y Gobernación, presentaron el “Plan de Acción para la Convivencia Escolar y la Prevención Social de la Violencia”, cuya estrategia consta de las siguientes acciones: identificar conductas de riesgo entre los alumnos y brindar apoyo psicológico; inhibir la entrada de armas y drogas en las escuelas mediante el programa Mochila Segura y monitorear el uso de redes sociales entre los estudiantes (UNIÓN, 20 de febrero de 2017). Nada nuevo bajo el sol….
Administrar la violencia
Entre el 2017 y el 2020, ocurrieron cosas muy importantes en este país. Vivimos, como hacía mucho tiempo no pasaba, unas elecciones concurridas que condujeron a un cambio de partido en el gobierno; para los millones de votantes, este giro fue una ventana de esperanza, de cara a un futuro mejor.
En esos tres años, también han ocurrido eventos preocupantes en todos los niveles de la vida social. Sin embargo, acontecimientos como los de Monterrey y Torreón, atrapan por la rareza, la excepcionalidad, desatan emociones, dan pie para hablar de casi todo, como los posibles vínculos con la masacre de Columbine; incluso sirve para justificar la reedición de Mochila Segura.
A propósito de los autores materiales, se especula acerca del abandono familiar de quienes fueran victimarios y víctimas a la vez; probablemente fueron víctimas de acoso entre iguales, de abuso o violencia intrafamiliar que nunca fueron expresadas, mucho menos denunciadas. Ellos ya no podrán hablar en su defensa ni explicar nada; eso no obsta para que se abra la puerta a culpabilizar a otros, una especie de desquite y desahogo.
Los casos son raros por extremos; si bien muchos comparten los mismos problemas o similares, en éste se copia a Columbine, ¿por qué este sí y otros no?, se preguntarán muchos; ¿qué hacer en estos casos? Cuestiones espinosas, complicadas, muy delicadas. Demandan, entre otras muchas cosas, reconocer y conocer a las personas, reconstruir su trayectoria, conocer sus circunstancias…. Pero después de hacer el recorrido por las declaraciones de autoridades gubernamentales, en el guion del discurso oficial y la política pública, este tipo de acercamientos no parecen formar parte de su repertorio de respuestas, que dicho sea de paso, son bastante restringidas, tanto, que no hay mayor una diferencia sustancial entre las declaraciones de unos y otros, pese a ser protagonistas diferentes.
Claro que hay que intervenir ante el peligro real, pero habría que desarrollar estrategias a diferentes niveles, simultáneas, antes, durante y después, hablar de eso en las escuelas, reconocer la crisis de seguridad, que en el fondo, es también de cuidados. Vivimos en un entorno violento; la cadena de vulnerabilidades es larga: maestros que trabaja con alumnos igualmente vulnerables y pasan buena parte del tiempo solos; sus padres trabajan jornadas largas, reciben salarios muy bajos, todo el tiempo se sienten culpables por el escaso tiempo que pasan con sus hijos, y cuando están con ellos, están demasiado agotados; prefieren descansar mientras sus hijos se entretienen con las teconologias, cuyo uso indiscriminado por horas y horas, sin supervisión alguna, también encierra numerosos peligros.
No obstante, lo que vemos en las reacciones de la clase política y funcionarios de dos gobiernos distintos, es prácticamente el mismo tipo de respuesta:
- Autoridades locales simplifican este tipo de tragedias. Con información insuficiente, identifican culpables que siempre están afuera de las instituciones: son los jóvenes rebeldes, los padres irresponsables, culpan a las tecnologías y redes sociales. Lo importantes es, al parecer, salir al paso de la presión pública, buscando la salida más rápida.
- Autoridades educativas no parecen tener idea de qué hacer. Se deshacen en lamentaciones, regresan a los lugares comunes de siempre: educar en valores, aplicar protocolos, impartir educación cívica y ética, elaborar nuevos libros de texto…
- La mayoría termina invocando el Operativo Mochila Segura, programa que Calderón tuvo a bien generalizar en todo el país, como parte de la guerra contra el narco, estrategia que ahora sabemos por el juicio a García Luna, era más bien un montaje, un arreglo .
- Ante las declaraciones de las autoridades, que insisten una y otra vez en “soluciones” tan viejas como ineficaces, los usuarios de redes sociales replican los mismos argumentos de las autoridades. Claman por la aplicación inmediata y generalizada del Operativo Mochila, seguros de que eso salvará vidas; de paso censuran a la CNDH por las patrañas de recomendaciones que hace. Ciudadanos comunes se convierten así en censores sociales que le dicen a los demás, sobre a todo autoridades educativas y maestros, qué deben hacer ante situaciones tan complejas.
- Algunos padres opinan que los maestros en las escuelas no hacen su parte para erradicar el mal, no tratan bien a los alumnos; las y los maestros reviran con campañas de defensa.
Aspirinas para un cáncer
Ante dos hechos similares, ocurridos en momentos y circunstancias distintas, la mayoría demanda u ofrece las mismas recetas: operativos, protocolos, educar en valores, para la paz, regular las emociones y demás variantes; en realidad, son cafiaspirinas para un cáncer
La violencia es el pan nuestro de cada día; se ha instalado en nuestra cotidianidad. Nuestras rutinas han cambiado: tomamos todas las posibles precauciones ante el riesgo de ser asaltados; modificamos nuestros horarios y rutas de traslado. Basta mirar a nuestro alrededor para detectar que las señales ominosas son múltiples:
mujeres rociadas con ácido, bandas de adolescentes (14-15 años) que se dedican al secuestro, feminicidios en aumento, acoso sexual, abuso de menores, pederastia clerical, trata de personas, embarazo adolescente.
¿Será que no entendemos que no entendemos nada? Quizá por ahí habría que comenzar, hacernos preguntas sobre la violencia estructural y sus expresiones particulares, antes de ceder a la tentación de juzgar.
“Mochila segura” es una estrategia que ha mostrado un alcance limitado, y en ocasiones, francamente intimidatoria. Los protocolos de prevención son cartabones de actuación que impiden una atención situada, de acuerdo al contexto y las circunstancias. Una salida fácil es culpar a las tecnologías y a los pasatiempos de los niños, y de paso a los padres, en especial a las madres, por no ocuparse ni atender lo suficiente a sus hijos.
El “análisis” de todas y cada una de las causas se queda corto en relación a la vida cotidiana de las escuelas, que desde hace mucho dejaron de ser ese santuario cerrado y autoregulado que hemos idealizado. La escuela, como agencia de socialización, ha cambiado profundamente, ya no se rige por los marcos de la modernidad; las reformas educativas, particularmente la del 2013, han intervenido en su reconfiguración.
Los días pasan, el tema deja de ser noticia. De ahí en más, no volvemos a saber si el “Bronco” abrió las preparatorias militarizadas, tampoco si de ahí egresaron jóvenes corregidos. Quienes gobiernan, no vuelven a informarnos, con la seriedad que amerita el caso, cuáles fueron las estrategias integrales, las decisiones, las acciones, los modos de intervención para enfrentar la violencia. Si acaso nos enteramos de medidas de política pública y educativa aisladas, que por lo general depositan en maestras, maestros y directivos, la responsabilidad de su aplicación eficaz. Al final, más que resolver el problema de fondo, parece que solo interesa administrarlo, mantenerlo dentro de ciertos límites y cauces, pero no combatirlo, mucho menos desaparecerlo.
El tema tiene muchas aristas e implica diversas problemáticas. Por ejemplo, se reprocha a las madres por su falta de atención o vigilancia de los hijos en el uso de redes y tecnologías digitales, pero no se juzga del mismo modo a los padres. La sociedad y desde luego el poder, espera que las mujeres continúen desempeñando el trabajo de cuidados que sostiene a una sociedad. Difícilmente se reconoce que las mujeres cumplen hoy extenuantes jornadas de trabajo, a menudo de más de ocho horas, sin seguridad social ni derechos que les permitan la cercanía que la sociedad les demanda. A muchas de ellas les preocupa ser madres ausentes; y así trabajan, sintiéndose culpables todo el tiempo, por ser madres ausentes.
Se juzga e incrimina a los jóvenes y niños, a sus padres, a las escuelas y particularmente a los maestros por no hacer bien su trabajo, al tiempo que se invisibilizan otros factores como la falta de empleo o la existencia de empleos mal remunerados, con jornadas extenuantes, en los que se trabaja mucho y se recibe poco, sobre todo las mujeres, muchas de las cuales son jefas de familia. Se sienten culpables por no ver a sus hijos, son juzgadas por pasa más tiempo en el trabajo que con ellos.
¿Habrá un punto de retorno o sólo nos queda seguir viviendo la avalancha de eventos tan desafortunados? Tal vez tendríamos que comenzar por reconocer que no sabemos cómo hacer frente a la brutal descomposición social y cultural que nos invade y se expresa de formas cada vez más devastadoras. Mucho por pensar y hacer; frente a la vorágine de violencia económica, política y social en la que estamos sumidos y en la que parece quieren mantenernos, no se miran salidas rápidas, mucho menos sencillas y cercanas. Sin duda alguna, es necesario actuar en diferentes frentes.
Una primera cuestión sería reconocer la violencia inherente a un sistema de muerte, como es el actual, por eso es estructural. No hay neoliberalismo sin una violencia contra la sensibilidad; se busca torcerla, doblegarla y aprovecharla, rompiendo los lazos, los vínculos de solidaridad y cuidado mutuo entre los grupos, para explotar a la población al tiempo que se le orilla al consumo y al endeudamiento sin fin.
Referencias
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