Por: Lucas Buch. 20/01/2022
El filósofo alemán de origen coreano publica “No-cosas. Quiebras del mundo de hoy” (Taurus) sobre los profundos cambios de la sociedad actual
Que nuestra vivencia ha sufrido cambios sustantivos con el advenimiento del smartphone es algo que no necesitamos que nos recuerden. Lo que hace aquí Byung-Chul Han es señalar, más bien, la hondura de la transformación y todo lo que estamos dejando atrás. Un pensador tan pegado a Heidegger no podía no meditar sobre la cuestión por las cosas, su transformación en no-cosas y la quiebra del mundo-de-la-vida (Lebenswelt, que en el título castellano se ha traducido por «El mundo de hoy»).
El punto de partida es la constatación de que «hoy, el mundo se vacía de cosas y se llena de una información tan inquietante como esas voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeiza el mundo. También suprime los recuerdos. En lugar de guardar recuerdos, almacenamos inmensas cantidades de datos». ¿Realmente es algo tan importante? Bueno… «Nos acostumbramos a percibir la realidad como fuente de estímulos, de sorpresas. Como cazadores de información, nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas, incluidas las habituales, las menudas o las comunes, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser».
El autor coreano constata que «hoy el mundo se vacía de cosas y se llena de una información tan inquietante como esas voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeiza el mundo»
Muchas de las ideas de este volumen aparecen ya en obras precedentes. Lo más propio de este es la descripción de la quiebra del mundo que Han descubre en el advenimiento de las no-cosas. Señalemos algunos elementos de esa quiebra.
El primer punto es algo más técnico. Heidegger había descrito la existencia partiendo de un ser-en-el-mundo que maneja cosas dando sentido al mundo en ese manejar, y se dedica esencialmente al cuidado. En el orden digital, hecho de información, no hay manejo ninguno. Nuestro mundo no está hecho de cosas, sino de no-cosas. Las manos han sido sustituidas por el movimiento del dedo sobre la pantalla, que elige. Ni siquiera aspiramos a poseer cosas, pues hemos sustituido ese tipo de posesión por el consumo de experiencias. El cuidado, por su parte, ha sido ya resuelto —o lo será en breve— gracias a la inteligencia artificial. ¿En qué consiste entonces nuestra existencia?, ¿a qué mira nuestra libertad? Con cierta crudeza, Han sostiene que la libertad que nos queda la dedicamos a elegir, a consumir… y a jugar, pues, de hecho, la vida entera se comprende bajo la óptica del juego. Es el mismo panorama de fin de la historia que el autor había descrito en otras ocasiones.
«El orden digital pone fin a la era de la verdad y da paso a la sociedad de la información posfactual»
Veamos otro elemento. El tiempo del orden digital, de las no-cosas, es el instante actual. Esto tiene también algunas consecuencias importantes. Por una parte, el fenómeno de las fake news pone de relieve que, en las noticias, no importa tanto su verdad como su impacto. Así, «el orden digital pone fin a la era de la verdad y da paso a la sociedad de la información posfactual». Por otra parte, el mundo de la información no es narrativo, sino aditivo. Las informaciones «pueden contarse, pero no narrarse. Como unidades discontinuas de breve actualidad, no se combinan para construir una historia». El resultado es la fragmentación de la vida y la incapacidad para contar nuestra propia historia. Se trata, ni más ni menos, de la «desaparición de la persona cargada de destino e historia». En el mundo de las no-cosas —podemos añadir—, Ulises no hubiera vuelto nunca a Ítaca.
NADA SE CONTRAPONE A NUESTROS DESEOS
Un tercer elemento tiene que ver con la ausencia de negatividad y la transparencia que son propias de las no-cosas. La primera nos hace salir de la realidad y encerrarnos en nosotros mismos: en el orden digital nada se contrapone a nuestros deseos. La segunda indica que en las no-cosas no hay ocultamiento, sino que se muestra todo. Todo puede ser convertido en información, todo puede ser expuesto. La realidad pierde así densidad, pues nada queda oculto, apuntado apenas, sino que todo debe ser explicitado. El erotismo es sustituido por lo pornográfico. La realidad más allá de la representación —este sería un sentido positivo del término NO-COSA— se esfuma.
El libro contiene reflexiones interesantes sobre la existencia marcada por el uso continuo del smartphone y por la cultura del selfie; sobre la inteligencia artificial; sobre las posibilidades del arte y de la memoria; sobre el silencio y la inacción que pueden afirmar el ser. Para los lectores del filósofo coreano son algunos compases más de la pieza que suena en sus obras, variaciones de una melodía que lleva tiempo sonando, con algún destello de novedad.
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Fotografía: Nueva revista