“Sembrando y cosechando odio”
Lo escrito aquí, relacionado con la psicopatía, tomado de la obra del filósofo y psicoanalista italiano Umberto Galimberti (Diccionario de Psicología, 2002), mostrará que Donald Trump (DT) padece esa patología. Además, conocer los síntomas de ese mal, sin eximirlo de responsabilidades criminales por amenazar a varias naciones, probablemente ayude a visualizar que tales agresiones verbales son inducidas por las corporaciones que lo han colocado en la Casa Blanca. Y, desde luego, ojalá ayude a los admiradores de los Estados Unidos (EE.UU) a entender que a ese gobierno no le importa la vida de nadie, únicamente el poder y el dinero.
Presidentes psicópatas
Para los psicólogos, el psicópata es una persona incapaz de empatizar socialmente; usa a las personas como objetos para satisfacer su egolatría sin importarle los medios ni las consecuencias de su proceder. La mayoría de los estudiosos ven en él a un individuo “extravagante, excéntrico y esquizofrénico, al grado tal que llega a dificultar una relación aceptable con la realidad”. Presa de apatía moral, frecuentemente, trasgrede las normas que regulan la convivencia humana. Actúa con inmadurez afectiva, es impotente para manifestar gratitud e inmune al remordimiento y la culpa. Miente sistemáticamente, por lo que sus acciones “delincuenciales son programadas y realizadas con frialdad e indiferencia”. En Trump, ahora declarado criminal convicto, exuda esa sintomatología que lo convierte en la marioneta ideal de la élite económica de su país. Trágicamente, no es un caso único; Noam Chomsky, lingüista del tecnológico de Massachusetts, descubrió que la mayoría de los ocupantes de la Casa Blanca fueron esquizofrénicos útiles. Conforme más criminal fue el psicópata, mayores ganancias le generó a la élite económica militar, farmacéutica, industrial y financiera. Esto explica porqué las corporaciones ponen a disposición del canalla actual, el poder destructor yanqui. La orden es obligar a los gobiernos amenazados cumplir sus exigencias: comprar armas, contratar deuda en dólares, ceder materias primas, litio, petróleo, liberar aranceles a sus productos y eliminar la competencia de China.
¡Dios mío! ¿Por qué nos odian tanto?*
Todo mundo lo sabe: en las guerra se mata la verdad. Y si E.U siempre han estado en guerra; entonces, siempre han mentido. El problema de esto es que, aparte de China y Rusia, ningún otro gobierno puede oponérsele. Si alguna nación lo intenta enérgicamente la “convertirán en manicomio o un cementerio” (Eduardo Galeano) desde alguna de sus 800 bases militares que tiene EE.UU espiándolas. De este poder se deriva la insolencia de esa potencia que quiere evitar su derrumbe próximo provocando conflictos y guerras. Monique Pinçon-Charlot** lo resumió de esta manera: “Hay una guerra de clases que llevan a cabo los más ricos contra los más pobres”. Para su desgracia, continuar asesinando a millones de pobres en los 5 continentes no detendrá su caída, pero si aumentará el odio hacia ellos. El contribuyente norteamericano debiera entenderlo: si su país siembra odio, cosechará odio.
Gobierno de lobos
A DT le han asignado la tarea de evitar el derrumbe total de la hegemonía global del dólar. Le urge vender bienes y servicios caros y adquirir insumos baratos o robados. Lo buscado en Groenlandia, Canadá, México, Panamá y Venezuela son consumidores, materias primas y rutas consideradas indispensables para rescatar a EE.UU de la presente crisis económica. Siguiendo las directrices de los oligopolios, seguramente causará mucho daño pues les “da todo lo que quieren las oligarquías (y lo hace) con un nivel de criminalidad difícil de describir “ (Chomsky). Ahora mismo promueve el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro con la excusa de restituir las libertades. Al respecto Bernie Sanders, excandidato presidencial estadunidense, dijo: “Los cargos del gobierno contra Venezuela son falsos, lo que quiere (EE.UU) es apropiarse del petróleo de ese país” poseedordel 25 % de las reservas mundiales. De ahí que John Pilger, reportero australiano radicado en Londres, comentara: “Si Venezuela cae, la humanidad cae”. De es manera funciona el poder económico hecho gobierno: cambia la naturaleza del Estado y lo pone al servicio de esos lobos cuya voracidad insaciable requiere devorar ovejas, no sólo trasquilarlas.
Las amenazas a México
La 4T, en un esfuerzo nacionalista por diversificar el comercio y disminuir la dependencia económica de los EE.UU, abrió las puertas a China; país considerado el principal enemigo de los yanquis por restarle consumidores e insumos para su industria. Eso de proteger sus fronteras de los migrantes y combatir el narcotráfico son embustes. Lo real es que va por lo antes mencionado, asegurar rutas comerciales y privilegios en los corredores industriales mexicanos. Aquello de acabar con los narcotraficantes es una fantástica patraña pues EE.UU es el mayor consumidor de droga y el principal receptor de las ganancias del narcotráfico. Sería un suicidio detener el flujo de ambos, debido a que sus bancos y sistema financiero son adictos al dinero sucio que, por otro lado, es la esencia del sistema capitalista. Quizá sirva este otro dato: en 1990 el ex agente de la DEA, Michael Levin denunció que “La guerra, (contra las drogas) en sí, es un fraude”, porque son formas de intervención militar suave (comandos) con el propósito de que “haya cooperación del gobierno mexicano”. Lo mismo encierran las palabras del senador Lindsey Graham sobre desatar la furia contra los carteles de la droga. Castigan a México por pretender recuperar soberanía económica.
Conciencia, resistencia y rebeldía.
El hecho de que la economía mexicana la controlen las grandes corporaciones es consecuencia de las reformas estructurales realizadas por el PRIAN durante 36 años. De ese modo, los neoliberales hicieron de México un país bastante vulnerable a los lobos del Norte. De tal suerte que, sin el respaldo efectivo y frontal de partidos, sindicatos y ciudadanos, la presidenta Sheinbaum, tendrá que acotar a China, reducir el flujo migratorio, entregar chivos expiatorios menores, ceder litio, corredores industriales, agua y paso privilegiado por el Istmo de Tehuantepec. Tomar consciencia de lo anterior sería un buen inicio para defender lo que nos resta de soberanía y evitar que Estados Unidos trate a México como su patio trasero. Después, podrían organizarse boicots masivos a los productos yanquis, que es una forma de resistencia pacífica; activa y efectiva.
Sólo a los mexicanos con o sin partido, sindicalizados o no, conscientes de su pertenencia corresponde generar un movimiento nacionalista para recuperar la soberanía popular establecida en el artículo 39 constitucional. Por su lado, el ejército, considerado “pueblo uniformado” debiera estar haciendo lo propio y no permitir incursiones militares yanquis como sucedió, por ejemplo, en Acuña donde los yanquis actuaron con su acostumbrada prepotencia y no pasó nada. ¿Acaso ignoran que la nueva secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem, declaró a la frontera “zona de guerra”?
Enrique Galván Ochoa, editorialista de la Jornada, sintetizó genialmente la política exterior del gobierno norteamericano, afirmando: “Estados Unidos no combate el terrorismo, todo lo contrario, lo engendra y perpetúa. Ha sido su vanguardia para destruir naciones, cambiar gobiernos y apoderarse de riquezas”.
Como sea, si las tropas de E.E.U.U deciden invadir nuestro territorio, sin resistencia ni rebeldía de los pueblos mexicano y estadunidense, nadie los detendrá en su nuevo ciclo expansionista.
*La frase atribuida expresada por un norteamericanos después de los atentados a las torres gemelas en 2001
**Socióloga francesa (1946), directora de investigación en el Centro nacional de la investigación científica.