Por: RedEco. 14/09/2020
En la historia de la literatura hubo un momento en el que se publicaban novelas en periódicos por fascículos. Se llamaban novelas por entrega o folletín. Dicha modalidad se inauguró en Francia, en el llamado romanticismo francés. Esta experiencia aumentó notablemente la venta de los periódicos y constituyó un ingreso económico (muchas veces el único) para los escritores. Los textos se escribían a medida que eran difundidos, sin un plan previo por parte del autor. Muchas de esas obras después fueron publicadas en formato de libro. Así, autores como Dumas, Flaubert, Balzac, Víctor Hugo, publicaron “Los tres Mosqueteros”, “Madame Bovary”, “La Comedia Humana”, “Los miserables”. La modalidad se extendió a otras partes de Europa donde Salgari publicó “Sandocán” y, en Rusia Tolstoi dio a conocer “La guerra y la Paz” y Dostoievski “Crimen y Castigo”.
Desde la Red Eco hoy queremos retomar esta modalidad, aunque no se trate de trabajos por encargo, ni tiene que ver con una cuestión económica. Simplemente deseamos experimentar caminos que nos acerquen a los lectores, ofreciendo textos de tal forma que ustedes se compenetren con ellos esperando la sorpresa de la próxima entrega. Tiene el atractivo de un juego y es totalmente gratuito.En este caso iniciamos esta modalidad con una novela llamada “Tierra Linda, dolor y rebeldía” de Pablo Marrero. Es un texto inédito que nos introduce en un drama que constituye parte de nuestra historia y nuestro presente: la tenencia de la tierra. Y al referirnos a esto, hablamos de la concentración, del latifundio, del despojo, la violencia, el envenenamiento, de la producción de nuestros alimentos. La novela transita parte de la historia de nuestro país, donde se suceden diversos gobiernos, pero la estructura del campo no se modifica o, mejor dicho, lo hace para peor, generando más concentración, más despojo de los pequeños productores y más envenenamiento. Pero junto con el sufrimiento, los protagonistas albergan sueños y esperanzas que alimentan la rebeldía y los aferran a la tierra como parte inseparable de su identidad.
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Fotografía: RedEco