Por: Via socialista. 16/06/2025
En la superficie, lo que aparece es sencillo: el aparato judicial interviniendo en las internas políticas. No es extraño, porque la idea de la “independencia” de poderes es solo una ilusión. La resolución de la Corte ha dado inicio al deporte de la especulación política: que fue Milei, para probar que no había ningún acuerdo espurio; que fue Macri, para romper la polarización que tramaba Milei manteniendo viva, políticamente, a Cristina; que los jueces de la Suprema Corte se “cortaron” solos para ponerle límite a las pretensiones del gobierno en el mundo judicial; hasta que fueron Axel y el PJ no kirchnerista para sacarse de encima a la ex vicepresidenta de Alberto Fernández. Podemos seguir enumerando más opciones y hasta arriesgar que la cosa va más por el lado de Macri, que guarda un enorme poder en Tribunales, y podemos especular también qué impacto tiene esto en el escenario electoral de aquí a 2027. Pero no estaremos sino arañando la superficie del problema.
Indudablemente, el fallo es favorable a Cristina Fernández. Primero, porque la sacó barata: 6 años para semejante desfalco, suena a broma. Sobre todo, si se piensa que pasará ese lapso en prisión preventiva en esa horrible cárcel de Calafate, frente a un lago maravilloso y rodeada de lujos. Cualquier pobre infeliz del Conurbano se come mucho más, en condiciones inenarrables y hasta sin condena, amontonado con diez o veinte en celdas llenas de mugre en cualquier comisaría marginal. Segundo, porque la rescata invicta de un campo de batalla electoral en el que era posible una derrota aún en el bastión que suponía inexpugnable. Ahora, Cristina puede decir que la proscribieron y preparar su retorno para 2027. Que esta es su estrategia lo demuestra su propio análisis del caso Lula. Y, además, si pierde el peronismo en la provincia de Buenos Aires, ella no perdió, perdió Axel. Quedará como la campeona que tuvieron que excluir para que no se lleve la copa. La única, entonces, valla contra Milei. Una remake del exilio de Perón, “una fusilada que vive”, como ella misma dijo. Ha pasado a la resistencia y ha dado inicio al Operativo Retorno. Que muchos militantes kirchneristas compren esta mercancía política, vaya y pase. Que toda la izquierda se pronuncie a favor y se ponga a su disposición, es vergonzoso. Un nuevo acto de claudicación y una nueva muestra de absoluta falta de vocación de poder. No vale la pena, ni siquiera, insistir con esto.
Comprendemos a muchos honestos militantes, simpatizantes o simples seguidores, que ven en Cristina la líder indiscutible de un proyecto político, que se caracterizaría por el deseo de una sociedad más justa, solidaria, inclusiva, es decir, “progresista”. Los comprendemos porque existe hoy una enorme base sobre la cual construir otra Argentina, una que mire hacia la izquierda. No es cierto que todo el mundo se volvió “liberotario”. Por suerte, hay mucha gente que sueña con un país distinto. Pero no podrían haber elegido peor dirección para un proyecto de ese tipo. Porque eligieron personajes indefendibles. Indefendibles moralmente: no importa lo que se diga sobre triquiñuelas procesales y la “justicia” macrista y bla, bla, bla, Cristina no tiene forma de justificar su patrimonio, el de sus hijos, sus secretarios, sus allegados, hasta sus jardineros. Negar esto es querer tapar el cielo con las manos. No nos tomen de idiotas ni tomen de estúpidos a los obreros: Cristina, éticamente, es indefendible. Pero ese no es el peor problema. Cristina es, sobre todas las cosas y en forma mucho más relevante, indefendible políticamente.
En efecto, Néstor y Cristina dilapidaron los mejores precios de las commodities de las últimas cinco décadas para resucitar parásitos inútiles que pescan en la pecera. No usó la soja a más de 600 dólares para reconstruir económicamente a la Argentina. La usó para el capitalismo de amigos, prebendarios, beneficiarios de subsidios millonarios, para el negociado del club de la obra pública, para proteger industrias insostenibles, para dibujar un escenario de atraso económico, donde en vez de Silicon Valley tenemos La Salada. Un capitalismo de inútiles, sostenido en una vasta economía marginal, en negro, a los que de vez en cuando se les tira, como concesión del monarca, un plan, una AUH, una dádiva, a cambio de aceptar el sometimiento a una estructura política opresiva, controlante, desempoderante. Eso fue la década ganada. Y que ahora se la compare con la barbarie demencial de un payaso tétrico, no la hace maravillosa. Económicamente inviable y socialmente indignante, edulcorada con un agobio ideológico insoportable, plagado de silencios y mentiras. No podemos volver a eso. Eso no es progresista.
Aprovechar que está Milei para negar esas cosas no las hace más creíbles. Porque Cristina, no solamente no tiene ningún proyecto progresista en la cabeza: no tiene ningún proyecto que no sea la continuidad de la misma casta empresarial y política a la que ella y Milei pertenecen, como dos caras de la misma moneda. Una continuidad construida a expensas de una miseria creciente de los trabajadores a la que nos vamos acostumbrando, como si fuera normal que se extienda la masa de los sin derechos, de los que solo sirven para ir a votar al puntero de barrio, de los que padecen una vida de inseguridad creciente y una exposición cotidiana al robo y la muerte. No hace falta, para eso, que gane Milei. Alcanza con los Insaurralde, las Mayra Mendoza, los Espinoza, el peronismo que gobierna la provincia casi ininterrumpidamente desde 1989. Cierto, no tiene ningún proyecto, pero cada vez que tuvo que elegir a alguien para colocar al frente del “proyecto”, se inclinó para el mismo lado: la derecha más genuflexa e inútil: Scioli, Alberto, Massa. Nunca un tiro para el lado de la izquierda. Y cuando aparece un personaje que pareciera está más en línea con lo que se supone es “el proyecto”, lo baja (De Pedro) y si no se baja (Kiciloff), lo combate. Incluso, si fuera inocente, Cristina no puede ser jefa de ningún movimiento político “progresista”, mucho menos “de izquierda”. Y ese es el punto: ese conjunto de compañeros bien intencionados y honestos, que buscan algo así, tienen que decidirse a construir otra cosa, con otra gente. Esa experiencia, el kirchnerismo, terminó y terminó mal. Insistir en las necesidades penales y/o sicológicas de alguien que profesa ideas disparatadas y que cuando las pone en marcha siempre usa la mano derecha, es darle una nueva vuelta de rosca a la frustración y seguir condenando a los obreros a protestar por la vía de votar freaks capaces de destruir una sociedad entera. Milei es un chiste malo, una mala broma de la sociedad cansada de estafas políticas. Pero ese chiste hoy gobierna y no hay nada que diga que no puede salirse con la suya. No podemos, en nombre de un personal dirigente moralmente cuestionable, fracasado políticamente e inútil para resolver los problemas nacionales, seguir entregándole las masas en bandeja.
Por supuesto, estamos en contra de cualquier manipulación judicial. No aceptamos ni aceptaremos ningún abuso en ese sentido y, si este es el caso, no lo parece, pero no nos negamos a discutirlo, nos opondremos a la culpabilización de un/a inocente. Pero de lo que estamos hablando aquí es de otra cosa. Más allá de la muy probable trapisonda macrista, lo que queda trunco aquí es la motosierra contra la corrupción. Esa que Milei prometió y solo aplica a jubilados, docentes, investigadores y trabajadores en general. No es extraño, otra vez, porque el propio interlocutor de perros muertos forma parte de eso que tendría que ser aserrado. Intentar poner a Lijo en la Corte, tener a Scioli, Bullrich, Petri, Francos, en su gabinete, manejar la economía con el endeudador serial Caputo, son solo unos pocos ejemplos. Podríamos estar horas recordando a Eurnekián, los subsidios a ML, las exenciones impositivas a los multimillonarios que “tributan” en Luxemburgo, etc. etc. El que gobierna para los ricos muy ricos y deja al Garraham en la miseria, para que médicos a 700 mil pesos traten de salvar a niños con cáncer, ese sinvergüenza no puede decir que no es “casta”. Si hubiera querido, hubiera agitado Tribunales para meter presos a todos los corruptos. No lo hizo. ¿Cómo lo iba a hacer si él mismo participó de modo central en una estafa a plena luz del día que pudo ser presenciada por el mundo en tiempo real con solo seguir la cotización de $Libra? ¿Cómo lo va a hacer si está destruyendo la economía nacional a fuerza de un dólar ridículamente barato sostenido con ventas regaladas a futuro y endeudamiento absurdamente caro, con el único objetivo de llegar más o menos a octubre y ganar las elecciones? Estamos presenciando la campaña electoral más cara de la historia mundial. Con la nuestra. Este tipo tiene que ir preso. Igual que Macri, cuyas causas duermen el sueño de los corruptos. Igual que los empresarios de la causa de los cuadernos, que hasta ya confesaron sus culpas. Como los jueces que trafican influencias, arman causas, cajonean expedientes. Como las cúpulas policiales, que manejan el narcotráfico, entre otras lacras. Como la politiquería andrajosa de ideas, pero pletórica de embajadas, sobres y prebendas.
En lugar de ir corriendo a esconderse bajo las polleras de Cristina, como hace toda la izquierda, reclamamos una comisión independiente, formada por personalidades inobjetables, pertenecientes a sindicatos, organizaciones políticas y sociales, universidades, barrios populares, amplia y con plenos poderes para investigar, revisar causas y exponer, ante toda la sociedad, la mugre que habita los pasillos del poder. Sólo sobre esa base se puede hacer justicia y que se vayan todos. Pero ello no resolverá los problemas nacionales, eso solo expondrá la miseria moral y política de la clase que nos gobierna. Tenemos que esforzarnos por construir una alternativa realista, eficiente y socialista. Sin esa herramienta, el movimiento popular que comienza a rearmarse, seguirá siendo una espada sin cabeza.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Via socialista