Por: Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal, Marcelino Guerra Mendoza. Contacto: [email protected]
La oportunidad la pintan calva, reza el dicho popular. El poder político ve en los desastres, oportunidades para obtener algún tipo de ganancia, intervenir, reforzar estrategias de gobierno o cuando menos, fortalecer su imagen; así quedó evidenciado con la actuación de Nuño en el caso de la inexistente Frida Sofía.
Tras ser descubierta la farsa, y como si súbitamente recordara que era la autoridad responsable de todas las escuelas, no solo del colegio Rébsamen, el secretario de educación reapareció para anunciar, en tono comprensivo: “No se obligará a nadie a regresar a clases, mientras no exista certeza de que los planteles son seguros”. Únicamente los planteles que contaran y exhibieran públicamente el dictamen debidamente firmado por un Director Responsable de Obra -el famoso DRO-, reanudarían labores, dijeron reiteradamente las autoridades.
La estrategia oficial para enfrentar las secuelas de la contingencia sísmica, consta de tres fases: revisar y dictaminar; reubicar a los alumnos; rehabilitar y reconstruir planteles. Al inicio de la primera, Nuño presentó ocho recomendaciones para, según dijo, garantizar una reanudación segura de actividades escolares. La SEP habilitó también una página electrónica para consultar el avance de la revisión; diariamente, se daba a conocer en los medios, el número de escuelas que ya contaban con el dictamen respectivo y reanudaban clases.
El 16 de octubre, se anunció el comienzo de la segunda fase; de paso se anticipó que a más tardar el 6 de noviembre, se normalizaría el regreso a clases, previendo que para ese entonces, “estén instaladas todas las aulas temporales y reubicados todos los niños” (http://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/mas-tardar-el-6-de-noviembre-se-normalizara-regreso-clases-sep).
Sin precisar cuánto durarán las reparaciones, quién se hará cargo de ellas y cómo se llevarán a cabo, la SEP decidió comenzar la reubicación de alumnos. Tiene prisa, y mucha; la reforma educativa debe continuar, urge que todos regresen al redil, lo más importante es retornar a la normalidad mínima, esa que se apresuró a aplicar en todas las escuelas y a todos los maestros, antes incluso de que se aprobaran las leyes secundarias.
La insistencia, la presión, la apremiante urgencia por el retorno, minimiza las quejas, silencia las dudas, oculta las inquietudes de padres y maestros. Porque, digámoslo claramente, el dictamen es una medida necesaria, pero completamente insuficiente como garantía de la seguridad prometida.
En realidad, la reanudación del ciclo escolar después del sismo, es un asunto que va mucho más allá de emitir dictámenes y ubicar alumnos cual si de muebles se tratara. La reubicación en sí misma, conlleva múltiples afectaciones a la vida cotidiana de las familias, los alumnos y los maestros. Evidentemente, éstas no han sido contempladas en la estrategia de la SEP para resolver el problema de la seguridad escolar.
¿Qué está ocurriendo en realidad?, ¿cómo se está llevando a cabo esta segunda fase post sismo?, ¿cómo están respondiendo los padres, maestros y directivos a esta situación contingente?, ¿qué fuerzas se están moviendo en el subsuelo escolar?, ¿qué conflictos o formas de apoyo están emergiendo entre padres, alumnos y maestros?
Para empezar, las decisiones acerca de dónde, cómo, con qué apoyos y bajo qué condiciones serán reubicados los alumnos, han sido dejadas en manos de autoridades locales e instancias operativas; estas han presentado a los padres y maestros afectados, alternativas y opciones variopintas.
En las modalidades de reubicación, hay de todo como en botica: niños de una escuela de tiempo completo reubicados en otra, lo que, de facto, las convierte en escuelas de jornada regular; los alumnos locales asisten de 8 a 12 horas, mientras que los reubicados, lo hacen de 12:30 a 16 horas.
Otra variante es la de los alumnos del turno matutino que se encontraban en escuelas de jornada regular y se les ha propuesto cambiarlos a otro plantel cercano, pero atendiéndolos en el turno vespertino, lo que significa que maestros contratados para trabajar por la mañana, se están viendo presionados a hacerlo en la tarde, con las consecuentes afectaciones familiares, personales y sobre todo laborales, sobre todo si trabajan en otra escuela o tienen otro empleo. En otros casos, se ha planteado que los alumnos de una escuela asistan un día a clases, y los alumnos reubicados, al otro.
La constante en este proceso, es la indefinición y la desinformación, por más que la parte oficial se empeñe en generar la percepción de que la autoridad pública está cumpliendo con sus obligaciones. La gama y tonalidades de los problemas generados por un retorno a clases bajo presión institucional, es tan amplia y diversa como las reacciones e iniciativas de los afectados. Porque en este momento, para muchas comunidades escolares, lo único normal es la anormalidad.
Después de que los dictámenes comenzaran a ser exhibidos en las entradas de las escuelas, los padres se encontraron con que, en algunos casos, carecían de sellos; otros contenían recomendaciones dudosas, como no usar determinados espacios o alejar a alumnos de bardas a punto de derrumbarse. Otros más, al realizar inspecciones oculares junto con los maestros, descubrieron destrozos que, si bien no eran estructurales, representaban un riesgo para la integridad física de sus hijos.
Esto ha generado reacciones encontradas; ante las dudas razonables que desatan los dictámenes oficiales, algunos padres han buscado alternativas para estar tranquilos, mientras otros se han opuesto.
La reubicación ha detonado inconformidades entre los padres, ya sea porque sus hijos carecerán del servicio de comedor, por los problemas de traslado que implican más gasto de transporte y tiempo, por el nivel académico, o incluso la seguridad de la zona de reubicación (https://www.elsoldemexico.com.mx/mexico/sociedad/sin-definir-reubicacion-de-estudiantes-de-escuelas-danadas-de-la-cdmx-259665.html).
Ante el desacuerdo y las inconformidades, algunos directores han aplicado lo que parece ser una consigna institucional: “la escuela está abierta, usted decide si deja a su hijo o se lo lleva”. Ante semejante respuesta, algunos padres han decidido cambiar a sus hijos de escuela.
Los maestros también han tomado parte. Ha habido quienes decidieron comunicarse con los padres para enviarles tarea a los alumnos, sin que nadie se los pidiera. De igual forma, algunos directores presionaron a los maestros para regresar a clases, en condiciones completamente inciertas.
En las actuales circunstancias, tal como ha sido concebida la autonomía de gestión por los reformadores, se reduce a aceptar o no la inseguridad. Naturalmente, esto ha provocado desacuerdos que alimentan la confrontación entre iguales, haciendo avanzar una autonomía de gestión que responde al modelo del hágalo usted mismo. Esto es precisamente lo que la SEP espera que ocurra.
Por fortuna, no en todos los casos impera la confrontación que paraliza y obtura el nosotros. En algunas escuelas, los padres se organizaron, los docentes se les unieron, cerraron vialidades y obligaron a autoridades de distintas dependencias, a reparar de inmediato los daños. Otros se negaron a aceptar los magros recursos económicos ofrecidos por la SEP, y también a hacerse cargo de las reparaciones.
Existen comunidades escolares que han convocado a la organización y a la acción, con una perspectiva de mediano plazo. A la fecha, se han reunido con integrantes de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México para presentar sus demandas, y continúan lanzando convocatorias amplias para sumar esfuerzos e informar sobre el avance en la reparación de escuelas (https://www.facebook.com/groups/1596869507249690/?multi_permalinks=1991908261079144¬if_id=1508519648874396¬if_t=group_activity).
Incluso ha habido comunidades que decidieron definir su propia política educativa y actuaron en consecuencia, como construir su propia escuela, luego de rechazar las láminas de cartón que pretendían darles como ayuda (http://aristeguinoticias.com/0610/mexico/pueblo-indigena-del-edomex-construye-escuela-para-afectados-por-el-sismo-sin-apoyo-de-del-mazo-video/).
Todos estos ejemplos muestran la presencia de fuerzas en movimiento que quizá siempre estuvieron ahí, aunque adormecidas. El sismo detonó una energía colectiva que hoy bulle, un potencial organizativo que algunos comienzan a descubrir y se atreven a explotar. Para quienes enfrentan las secuelas del sismo, existen muchos motivos para desconfiar de la sordera oficial. Algunos ya comenzaron a hacerse oír protestando; y para protestar, no se pide ni se necesita permiso.
Quien pone las reglas, tratará de limitar o neutralizar todas aquéllas iniciativas que se salgan de los límites de la autonomía de gestión definida en leyes y reglamentos. La SEP no dudará en acotarla y conducirla por los cauces establecidos formalmente, conforme los objetivos, formas, tiempos y lugares previstos.
Por eso no es fortuito, que aquéllos docentes que convocaron a los padres a reuniones informativas, fuesen rápidamente conminados a no repetirlo; la orden, a la vez que consigna institucional, era y continúa siendo, evitar que padres y maestros se reúnan, se comuniquen y se organicen más allá de lo que la SEP considere aceptable.
La situación actual, opinan algunos, es similar a la del sismo del 85. Similar porque la ausencia de una política de seguridad escolar, así como la prisa por volver a una normalidad inexistente, se repite hoy como ayer. Nosotros pensamos que hay más diferencias que similitudes.
En el 85, las escuelas no enfrentaban una reforma educativa que buscara reconfigurar el sistema educativo. Hoy existen mayores, más refinados y sutiles dispositivos de control. Se espera que sean los directamente afectados, quienes mediante la auto regulación, resuelvan los problemas funcionales posteriores al sismo, pero dentro de los márgenes y límites institucionales establecidos; para eso existe en la Constitución la llamada autonomía de gestión escolar.
El calendario escolar se tiene que cumplir; las evaluaciones, cuando mucho serán aplazadas, pero los maestros no se escaparán de realizarlas; la aplicación del nuevo modelo educativo no puede demorarse; los resultados de aprendizaje esperados, tienen que conseguirse. Por todo esto, para la SEP el retorno a las escuelas es una prioridad, sin importar en qué condiciones. De ahí que la mejor política de seguridad escolar es que no haya ninguna política de seguridad.
Corresponde a los padres decidir si dejan o no a sus hijos en escuelas inseguras, si aceptan que sean hacinados en carpas, bodegas o galerones por tiempo indefinido; será su asunto administrar un monto miserable para realizar las reparaciones. Y si nada de todo esto les parece aceptable, tienen la opción de cambiar a sus hijos de escuela, si es al sistema privado mejor. Estas son algunas de las disyuntivas ante las que el sistema los ha colocado.
A un mes del sismo, la promesa de que no se obligará a nadie a regresar a clases, mientras no exista certeza de que los planteles son seguros, se desvanece. Ni hay certeza, ni planteles seguros, pero sí un regreso forzado. No se trata de un descuido, mucho menos de incapacidad, es parte del cálculo político de quienes gobiernan, para alimentar la incertidumbre.
De nueva cuenta, se pondrá a prueba la capacidad de las comunidades escolares, pero de un modo distinto a los días inmediatos posteriores al sismo. Hoy ya no se trata de demostrar solidaridad con el otro; el desafío es construir un NO común, un NO a los espacios escolares indignos, NO a la indefinición de plazos para efectuar las reparaciones, NO a la desinformación sobre las condiciones y tiempos que durará la reubicación, NO a hacerse cargo de las reparaciones o ser administradores de montos irrisorios de recursos, NO a aceptar la voracidad de quienes ven en la reconstrucción una oportunidad de negocio y acumulación de ganancias a costa de la desgracia.
¿Hasta dónde llegarán las comunidades escolares? No es posible saberlo. Si al fragor de la batalla avanza la confrontación entre los iguales, se profundizará el individualismo, la separación y el aislamiento. Pero si se logra construir lo común, el nosotros resultará fortalecido. Eso es, ni más ni menos, lo que está en juego.
Fotografía: televisanews