Por: Ehécatl Lázaro. CEMEES. 07/05/2020
El pasado domingo 3 de mayo, el presidente de Venezuela informó en un mensaje televisivo que un grupo de mercenarios armados había intentado desembarcar en las playas de Macuto, estado de La Guaira -a solo 30 km de Caracas- y que la rápida movilización de las Fuerzas Armadas Bolivarianas había frustrado exitosamente el desembarco, causando bajas entre los mercenarios y apresando al resto del comando. Al día siguiente, lunes 4 de mayo, una nueva embarcación de mercenarios fue detectada en las playas de Chuao, estado de Aragua, y entre pescadores de la zona y elementos militares sometieron y apresaron al comando invasor. En las siguientes horas, el gobierno venezolano amplió la información: el comando armado se componía de alrededor de sesenta mercenarios venezolanos y estadounidenses, había partido de costas colombianas en dos embarcaciones bien armadas, y tenía la misión de adentrarse en territorio venezolano para ponerle fin al gobierno de Nicolás Maduro. Se llamaba Operación Gedeón.
En las siguientes horas se supo lo demás. La Operación había sido dirigida por el estadounidense Jordan Goudreau, un exmilitar condecorado que participó en las invasiones de Afganistán e Irak, y que a su regreso fundó la empresa de seguridad Silvercorp. Esta compañía pertenece al tipo de empresas militares que en las últimas dos décadas han proliferado en Estados Unidos; se trata de compañías que poseen soldados, armamento, vehículos, tecnología de punta, y que firman contratos con las agencias de seguridad del gobierno para pelear sus guerras sin importar el país del que se trate. Un ejemplo clásico es Blackwater, empresa acusada de asesinar a decenas de civiles inocentes cuando participó como contratista del gobierno norteamericano en la invasión de Irak. Estas empresas son, en resumen, la privatización de la guerra. Silvercorp fue la responsable de diseñar e implementar la Operación Gedeón.
Esta información es irrefutable. La mañana del 3 de mayo comenzó a circular un video en las redes sociales a través del cual el propio Jordan Goudreau y el excapitán venezolano Javier Nieto Quintero -destacado traidor que ha participado en varios intentos de Golpe de Estado- comunicaban a la sociedad venezolana el inicio de la Operación y los objetivos de esta: “objetivo número uno es la captura de la organización criminal que hoy desafortunadamente dirige los destinos de la nación, y número dos, la libertad de nuestro pueblo y de nuestros prisioneros políticos”.
El mismo 3 de mayo por la tarde, cuando ya se había hecho público el fracaso del primer comando armado, Jordan Goudreau fue entrevistado por la periodista venezolana radicada en Miami, Patricia Poleo. A través de una videollamada, Goudreau explicó que su empresa había firmado un contrato con Juan Guaidó consistente en derrocar por las armas al gobierno de Maduro, sin embargo, el norteamericano se quejaba de que Guaidó y los demás firmantes no habían cumplido su parte del contrato, por lo que la operación estaba fallando. Goudreau afirmó que él consideraba concluido el acuerdo y que ahora podía hablar libremente sobre el mismo. Posteriormente, Goudreau mostró a las cámaras el contrato en cuestión y exhibió los nombres de los firmantes. El propio mercenario norteamericano detalló que las relaciones entre su empresa y la oposición venezolana se remontaban un año atrás, cuando Silvercorp fue contratada para brindar seguridad en el concierto realizado el 22 de febrero de 2020 en la frontera colombo-venezolana.
El 6 de mayo Trump fue interrogado por los hechos de Venezuela, pues uno de los mercenarios norteamericanos que cayeron prisioneros declaró que Jordan Goudreau respondía directamente a Donald Trump. El presidente de Estados Unidos dijo que se investigará el caso, pero de antemano negó toda participación de su gobierno. Es difícil creerle a Trump. A partir de que el millonario neoyorkino llegó a la presidencia, la campaña imperialista contra el gobierno de Venezuela se ha vuelto más agresiva que antes. En 2017, un helicóptero pilotado por el militar golpista Óscar Pérez disparó contra el Ministerio del Interior y contra el Tribunal Supremo de Justicia, ambos en Caracas; la sublevación encabezada por Pérez fracasó y el golpista fue abatido el año siguiente. En 2018, en una ceremonia para conmemorar la creación de la Guardia Nacional Bolivariana, tres drones estallaron su carga explosiva en el evento con la intención de asesinar a Nicolás Maduro; el presidente salió ileso. En 2019 se realizó un intento fallido de incursión por la frontera colombo-venezolana bajo la falsa bandera de llevar víveres a los venezolanos; la intentona fue desarticulada. Finalmente, este 2020, en plena pandemia, Maduro fue formalmente acusado de narcotraficante por el gobierno estadounidense, ofreciéndose una recompensa de 15 millones de dólares por información que permita su arresto; días después del anuncio, Estados Unidos desplegó un conjunto de buques militares frente a las costas venezolanas bajo el argumento de reducir el comercio de drogas proveniente de Venezuela.
El imperialismo estadounidense comienza a desesperarse ante la resistencia mostrada por el pueblo venezolano y el gobierno encabezado por Nicolás Maduro. Han pasado ya siete años desde que Maduro tomara la estafeta de Hugo Chávez como timonel del país, y para despecho del gobierno estadounidense y sus aliados locales que profetizaron la rápida caída de la Revolución Bolivariana, Venezuela todavía sigue en pie. En los días que corren, el imperialismo norteamericano muestra su verdadero rostro. Mientras el pueblo estadounidense muere a causa del coronavirus y de la inacción de su gobierno, el imperialismo impide la entrada de materiales médicos a Venezuela para generar una crisis sanitaria mayor, al mismo tiempo que implementa una operación militar que finalmente logre derrocar a Maduro. Hoy, como en los últimos veinte años, Venezuela se alza como ejemplo de autodeterminación, soberanía y resistencia para toda América Latina. Venezuela resiste.
Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
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Fotografía: CEMEES.