Por: Linternas y bosques. 15/10/2024
«Tenemos 10 años luchando con nuestra salud física y mental mermada, y es triste que terminemos este sexenio debatiendo sobre una conspiración internacional contra el Ejército que no existe».
Se escucha el dolor pero también el enojo en la voz de Hilda Hernández Rivera, madre de César Manuel González, uno de los 43 estudiantes detenidos desaparecidos; una respuesta del colectivo de padres y madres de los normalistas, leída en voz alta por Hilda en la marcha del pasado 26 de julio, al primer reporte firmado por el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el caso, presentado el 8 de julio y reiterado el día de ayer 25 de septiembre en un «segundo» reporte (prácticamente el mismo).
En sus reportes, AMLO hace un recuento de las investigaciones y subraya los avances y esclarecimientos, que reconocemos, pero también siembra dudas sobre la legitimidad del GIEI y de las organizaciones civiles que apoyan a los colectivos, lincha a periodistas, expía al Ejército y se coloca, nuevamente, al centro, en la posición de juez y parte, víctima de «intereses políticos de adversarios» nacionales y extranjeros.
«Frente a quienes trataron de tergiversar tantas veces nuestro trabajo, les dijimos siempre: no ataquen al mensajero, discutan los informes», publicó ayer Carlos Martín Beristain, integrante del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, en un texto que recomiendo mucho leer, aquí Adondevanlosdesaparecidos.org


Dando falsas esperanzas, demagógico, AMLO cerraba su primer reporte diciendo: «Espero que antes de mi último informe podamos, para satisfacción de las madres, padres y familiares y del pueblo de México, cumplir el compromiso de encontrar a los jóvenes de Ayotzinapa y saber con mayor precisión lo sucedido; es decir, la irrefutable y auténtica verdad de los hechos». Extraño que refrendara una promesa que sabía que no cumpliría antes del 30 de septiembre.
Hilda Hernández no cesará, pero está cansada, ha tenido problemas en la columna e incluso pasó un tiempo sin poder caminar (¡tanto ha caminado esta lucha!). Cuando le pregunté antier, como a otras madres, «¿Y usted cuándo llegó?», refiriéndome a cuándo llegó a la Ciudad de México para participar en la marcha de hoy, me responde enseguida: «Nosotros llegamos el 27 en la mañana, apenas nos avisaron». El objetivo de mi pregunta, en una reunión en el Centro Prodh para entregarles ejemplares de nuestro libro Canción de protesta, era sólo iniciar una conversación, no entrevistarla, pero me doy cuenta que Doña Hilda sigue viviendo la noche del 26 de septiembre, que sigue recibiendo una llamada y llegando al día siguiente, y no dejará de responder a lo que pasó entonces, y cómo reaccionaron ella y su esposo. Me cuenta que ya no volvió a su casa, que desde el 27 de septiembre se quedaron viviendo ahí mismo en la Normal y luego en una casita compartida, durante seis años.
Ya lo han afirmado muchas madres y padres, que su vida se detuvo esa noche, lo confirman quienes les acompañan, lo experimenta una parte de todxs lxs que nos seguimos preguntando: ¿dónde están? Un vida suspendida entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014, y extendida a lo largo de los muchos caminos que recorren. Sus hijos no han regresado, pero ellas y ellos sí, han repasado con sus pasos mil veces la ruta de regreso.
Al despedirme le pregunto a Doña Hilda cuándo se regresa. Vuelve ahí, al mismo día: «Mañana después de la marcha para estar el 27 en Ayotzinapa».
No sé si hoy al final de la marcha se pronunciará una nueva respuesta, pero dado que el «nuevo» reporte del presidente fue prácticamente el mismo, la carta que leyó Hilda el 26 de julio, que pueden leer completa aquí, con esa «persistencia de la dignidad», como la nombra Carlos Martín Beristain, sigue muy vigente:
Señor Presidente, para las víctimas de la violencia en México sigue siendo prácticamente imposible acceder a la justicia y a la verdad; es natural que eso, sumando al inmenso dolor que cargamos, nos lleve a exigir con firmeza.
Lo hacemos nosotros, lo hacen también muchos otros padres y muchas otras madres que buscan a sus hijos e hijas en este país herido que aún tenemos, que no son recibidos por ninguna autoridad, a quienes siempre tenemos presentes.
Exigir justicia y verdad no nos convierte en opositores políticos, ni mucho menos en sujetos pasivos de la supuesta manipulación de nuestros abogados, ni menos aún representantes de intereses extranjeros.
A nosotros esas cuestiones políticas no nos interesan. Lo que queremos es saber qué pasó con nuestros hijos. Ojalá eso no deje de entenderse y respetarse siempre en nuestro país y que sea lo que a usted le motive a continuar trabajando hasta el último día de su Gobierno.
Tenemos dignidad, exigimos justicia y verdad, no más pero tampoco menos.
¡Porque vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!
En la exposición «Flor de fuego/Rí’yuu Ágù» en el Museo de Arte Moderno, MAM, de la Ciudad de México, el fotógrafo Yael Martínez, que ha vivido la desaparición forzada en su familia, se pregunta: «¿qué es resistir?, ¿de qué parte del espíritu nace la energía para lograr soportar las adversidades?». El equipo curatorial del MAM responde en un texto de sala: «Estas interrogantes se convirtieron en una inquietud, una pulsión por sumergirse en lo profundo y acercarse al lugar dentro de las personas en donde conviven el dolor y la dignidad, de la que brota la fuerza para seguir luchando pese al agravio y al desconsuelo».
Estas madres y estos padres «han sido considerados tantas veces como parte del enemigo, y son en cambio el diamante de la conciencia colectiva», de nuevo Martín Beristain. Sus rostros, igual que los de sus hijos, nos resultan ya familiares, y nos hacen sentir que nosotrxs somos también sus hijxs, despiertos por sus movilizaciones, exigiendo justicia a su lado, con la dignidad irrenunciable.

¿Y el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico?
Entre las acciones inéditas que emprendió AMLO al inicio de su gobierno, que dieron tanta esperanza a los colectivos de búsqueda, se encuentra la creación de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990. Se trataba de investigar no sólo las desapariciones forzadas del siglo XXI, también las que empezaron a cometerse desde la década de los 60, y allí, los asesinatos de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, normalistas de Ayotzinapa que enfrentaron al Ejército de Luis Echeverria. Para ello se integró el, MEH, Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico
El informe final del MEH fue publicado en días pasados y, sin embargo, ha sido ignorado por el Ejecutivo. En un boletín publicado el 23 de septiembre los integrantes del Mecanismo (¿a punto de disolverse’) se lamentan:
«Una entrega formal y en persona, para exponer el trabajo y cumplir el mandato, habría sido el escenario ideal, pero no ha ocurrido así, pese a que se solicitó a través de la @SEGOB_mx, y lo lamentamos profundamente. Albergamos la esperanza de que esta entrega sea del interés del Presidente @lopezobrador y se pueda dar seguimiento a los hallazgos y recomendaciones presentados». Aquí la versión resumida del informe que se entregó al presidente.



¿Por qué AMLO ignora los resultados de una investigación que él mismo ordenó y que podría sumarle puntos? ¿Quizá porque el mismo Mecanismo ha denunciado la falta de cooperación de la SEDENA y entre sus conclusiones se encuentra, nuevamente, la participación del Ejército en los crímenes de Estado? ¿Incomoda rectificar esa continuidad histórica? ¿Pesa más el blindaje a las Fuerzas Armadas?
¿Cómo pudo reconciliarse López Obrador, tan mesiánico, con la idea de fallar a una de sus mayores promesas de gobierno: Revelar la verdad sobre Ayotzinapa? ¿Será obvio que su insistencia pratriótica en proteger al Ejército y que haya aceptado descolgarse la medalla de esclarecer Ayotzinapa están relacionados? Ya circula el #FueElEjército. Tanto esfuerzo y presupuesto invertido para reconocer que Fue el Estado y hasta ordenar la detención de militares… pero no tanto, sin meterse con el Ejército como institución. ¿Pues qué más sabe y qué más hizo el Ejército la noche del 26 al 27 de septiembre?
Ayotzinapa es sólo la punta del iceberg de una crisis en la que se cuentan más de 100 mil personas detenidas desaparecidas, de ahí la importancia de este informe, que sugiero descargar (son seis volúmenes) porque quién sabe si lo dejen arriba mucho tiempo.

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De Ayotzinapa a Palestina
En el contexto del genocidio del pueblo palestino, vale la pena recordar que Tomás Zerón, ex director de Agencia de Investigación Criminal de México y uno de los responsables de la «verdad histórica» (montaje histórico), con ficha roja en la Interpol, emitida por Marcelo Ebrard en 2020, acusado, entre otros, de tortura a presuntos responsables en la desaparición forzada de los 43 y manipulación de evidencia, vive en Israel en calidad de refugiado político. Aunque Netanyahu ha declarado estar dispuesto a cooperar, como México no tiene tratado de extradición con el Estado de Israel y su postura ante la ONU ha sido pro Palestina, el proceso se ha «complicado».
Más allá de este hecho, sigo tejiendo con el texto, referido arriba, del ex integrante del GIEI, Carlos Martín Beristain:
«Ayotzinapa es un mapa para entender la crisis humanitaria y de violencia que vive el país. El problema estructural en México pasa por la frontera con EEUU, donde las drogas suben hacia el norte y las armas bajan y financian la guerra en el sur. Pero como señaló la Comisión de la Verdad de Colombia, de la que formé parte, en su informe final (…), el narco no solo es una industria o una serie de grupos armados criminales, para funcionar penetra en la estructura del Estado. Es más, no empieza a funcionar si no tiene unas bases de control político y territorial, y es parte de la propia economía.

«Ayotzinapa muestra, pues, un problema estructural, que necesita mirarse de frente, en la concepción de esta guerra que se hace para controlar el territorio y, sobre todo, contra la gente. Mirar para otro lado, dejar de hablar o acusar al mensajero esperando que el tiempo resuelva las cosas, o aumentar la militarización, no es ninguna alternativa, sino más de lo mismo, para un país que tiene una fuerte energía colectiva transformadora y gente que la sostiene».
De Ayotzinapa a Palestina se evidencia el fracaso de los «derechos humanos», que parecieran más «privilegios humanos» de unas personas sobre otras, en una estructura en la que también se privilegia la «guerra en defensa propia» que justifica el control y ocupación de los territorios y, en México, los más de 350 mil muertos de «la guerra contra el narco». Un genocidio interno. Una narrativa que no ha variado sustancialmente ahora transformada en la militarización del país. Políticos de Ayotzinapa a Palestina que construyen sobre los huesos de los muertos y las sombras de los desaparecidos.
Sigo entretejiendo con la novela antiespecista Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk, con este fragmento, cuando la narradora pide justicia por el asesinato de un jabalí, una reflexión con paralelismos que ya había señalado el escritor judío Isaac Bashevis Singer, otro Nobel de Literatura; preguntas para hacernos en colectivo:
“—Ustedes pueden alegar que solo se trata de un jabalí —continué—. Pero (…) Ningún corazón humano podría soportar tanto dolor. De hecho, la complicada psicología humana tiene un solo objetivo: impedirle al hombre entender lo que ve, buscar que la verdad no se abra paso hasta él y quede envuelta en alucinaciones y palabras vacías. Que el mundo sea una prisión llena de sufrimientos, organizada de manera que para sobrevivir haya que causar dolor a los otros. ¿Me explico?”
“—¿En qué mundo vivimos? Uno en donde el cuerpo de un ser es convertido en calzado, en albóndigas, en salchichas, en una alfombra que se tiende junto a la cama, en caldo hecho con los huesos de otro ser… Calzado, sofás, bolsos para llevar colgados al hombro, hechos con el estómago de otro ser; seres cortados en pedazos y fritos en aceite… ¿Es posible que esté sucediendo de verdad algo así de macabro, esta matanza, cruel, enorme, desapasionada, mecánica, sin ningún remordimiento de conciencia, sin la menor reflexión, pues las reflexiones se concentran exclusivamente en la filosofía y la teología? ¿Qué mundo es este en donde la norma consiste en matar y en provocar dolor? ¿No será que algo no funciona con nosotros?”
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Diez años de preguntarnos: ¿dónde están? y ¿cómo contarles?
Hace diez años, en enero de 2014, lancé este blog. Sin imaginarlo, su nacimiento quedaría ligado a esta memoria, a la denuncia de las desapariciones forzadas de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, al daño que mantiene en coma a un estudiante y al asesinato de tres de ellos y de tres personas más: David Josué García Evangelista, «El Zurdito», un jugador de futbol de 15 años de edad del equipo Los Avispones; Víctor Manuel Lugo, el chofer del autobús donde viajaban los jóvenes futbolistas; y Blanca Montiel Sánchez, una mujer que iba en un taxi hacia casa de su hermana.
Ligado a esta memoria y reclamo de justicia y también a la pregunta: ¿cómo contar un horror así a niñas, niños y jóvenes? Empecé a leer y un año después publiqué la primera entrada de la que es hasta ahora la categoría de temas especiales con más entradas en mi blog: «Terrorismo de Estado y LIJ».
Primero leí… Niños de María José Ferrada, con ilustraciones de Jorge Quien (Grafito Ediciones, 2013, Chile), Tal vez vuelvan los pájaros de Mariana Osorio Gumá (Ediciones Castillo, 2014, México), El mar y la serpiente de Paula Bombara (Norma, 2005, Argentina), La composición de Antonio Skármeta y Alfonso Ruano (Ediciones Ekaré, 2000, Venezuela), Diario de un hada de Florencia Ordóñez (Malasaña Ediciones, 2015, Argentina), ¿Quién soy? de Bombara, Rivera, Andruetto, Méndez, Singer, Wernicke, Istvansch y Bernasconi (Calibroscopio, 2013, Argentina). Y pregunté a algunas de sus autoras. ¿Cómo contar, contarlo, contarles?
Luego seguí leyendo… Genocidio de Jane Springer (Ediciones Ekaré, 2014, Venezuela/España), Los sapos de la memoria de Graciela Bialet (Op Oloop Ediciones, 1997, Argentina), Mambrú perdió la guerra de Irene Vasco (FCE, 2012, México/Colombia), Mañana viene mi tío de Pantana (Ediciones del Eclipse, 2014, Argentina). Y volví a preguntar a sus autoras, a un autor ilustrador, a un editor.
Así conformé las primeras entradas de Terrorismo de Estado y libros para niños y una segunda parte.


Y seguí leyendo… más de sesenta álbumes ilustrados, novelas, libros de cuentos, poemarios, informativos; 22 entradas, 23 con esta, más, en realidad, pues debería incluir en esta categoría todas las recientes que he publicado a propósito del genocidio en Gaza, otro terrible crimen de Estado.
A medio camino, a los cinco años de las desapariciones forzadas, decidí que ya era tiempo de preguntarme codo a codo con niños y niñas. ¿Cómo contarles que, a veces, quien debería cuidarte, te abandona y participa en tu desaparición o asesinato? El vínculo con los cuentos de hadas era evidente y para entonces ya había escrito el cuento derivado de Pinocho «La hermosa niña de pelo turquesa» que me había hecho sostener conversaciones con jóvenes lectorxs sobre las cosas terribles que pueden hacer lxs adultxs a lxs niñxs, pero también de las «hadas madrinas» que les ayudan. Sentí que estaba listo para hablar de los estudiantes de Ayotzi con lxs estudiantes de 5to año de primaria a los que les había leído todo el año anterior.

Poco después, la Revista de la Universidad (UNAM) me pidió que preparara un versión para su número de marzo de 2020 sobre Fascismo. A diez años, siguen vigentes las preguntas que esas niñas y niños se hicieron y le hacían a Peña Nieto. Hoy, López Obrador tampoco ha podido responderles/nos.
Recupero aquí un fragmento de la crónica de esa experiencia de mediación de lectura:
Termino de leer El maestro no ha venido de Marcela Arévalo y Natalia Gurovich (Pearson, 2015) y vuelvo a la pregunta. ¿Por qué no ha vuelto? ¿dónde están los normalistas que ya hoy serían maestros? Los niños empiezan a ensayar teorías. Algunos reafirman que se los llevó la policía, otros vuelven al presidente, hay quien dice que los narcos, uno está seguro que fue Trump quien dio la orden. No es descabellado hacer ese tipo de relaciones (…).
¿Alguna otra posibilidad?, pregunto. Un niño aventura una teoría, lo dice seriamente: «¿Y si se los llevó un O.V.N.I.?», «¡Cómo crees!», le reclaman por ahí. Parece un chiste, pero este niño en serio trata de dar otra explicación. Y constituye una clara alegoría del hermetismo y encubrimiento oficial: «no hay responsables, fue un ovni». Que se abra esta posibilidad en la cabeza del niño no sólo tiene que ver con el uso de su imaginación, es un gesto que traduce la realidad que hemos discutido en el salón/sociedad: que no se sabe bien, que hay teorías diversas y que, esto es lo que nos dice la clase política con su crueldad y silencio, hasta «podría habérselos llevado un ovni». El Ovni es el Narcoestado, quiere pasar por objeto volador no identificable y hacernos creer en extraterrestres con montajes y mentiras históricas.
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Una canción de protesta por lxs jóvenes detenidxs desaparecidxs
Recuperé esta historia de mediación y muchas de mis lecturas para mezclar una novela con Daniela Rea llamada Canción de protesta, que Libros UNAM publicó a finales del año pasado con ilustraciones de Rosario Lucas.

Allí, Lupe, nuestrx protagonista, cuenta: «Y se me viene a la mente otra historia. Yo era niñx cuando ocurrieron las desapariciones de los estudiantes de Ayotzinapa, pero recuerdo haberlo visto en la tele y que un día fue un señor a mi escuela a leernos cuentos que hablaban de dictadores, adultos abusivos y trampas como aquella que le ponía un soldado a un niño para ver si contaba si su familia estaba en contra del gobierno militar (…).
«¿Y qué había pasado con los 43 estudiantes desaparecidos?
Recuerdo que a una niña en mi salón le había dado mucha angustia que pudiera pasarnos algo así. El maestro calló y nos dimos cuenta lo desasosegante que es ver a un maestro sin palabras. Nos miraba sin parpadear, posando lentamente los ojos en cada uno de nosotros, acariciándonos con su triste mirada, hasta que llegó a Fernanda, quien se sentaba en el primer pupitre de la primera hilera, y se disculpó: –Lo siento –repitió más audiblemente– por este mundo que no entiendo cómo diablos pudimos crear. Y terminamos haciendo dibujos exigiendo justicia y escribiendo cartas para los padres y madres de los jóvenes desaparecidos y teorías de qué les podría haber pasado».
Comparto aquí algunas imágenes de esas páginas:






Y algunos testimonios de normalistas de Ayotzi que lograron escapar mezclados con voces de niñxs y jóvenes sobrevivientes a la matanza del 68 (en las páginas 80 a la 95 en el libro completo de libre descarga disponible aquí), revelan los paralelismos que, entonces y en 2014, hicieron que muchos estudiantes se salvaran.
Canción de protesta por lxs jóvenes detenidxs desaparecidxs representa para mí una materialización de este camino de lecturas. Mi intención original era publicar un libro informativo para niñxs y adolescentes tomando como modelo Abuelas con identidad (Ediciones Iamiqué, 2012, Argentina), pero ante la invitación de Socorro Venegas de publicar en la nueva colección juvenil de la UNAM, Hilo de Aracne, adapté esa idea original que terminó de concretarse al lado de Daniela Rea y Rosario Lucas, y que ha tenido todo el respaldo de Libros UNAM.
Escritorxs sobre Ayotzinapa a 10 años
En 2015, además de las dos entradas con reseñas y entrevistas agrupadas en «Terrorismo de Estado y libros para niños», pedí a algunxs de lxs escritorxs entrevistadxs que me enviaran una reflexión y un cartel a un año de las desapariciones forzadas. Repetí y amplié ese ejercicio este año con algunxs autorxs que han abordado el terrorismo de Estado o el abuso de poder en sus obras. He aquí los testimonios y las fotos que recibí hasta ahora. ¿Se suman?
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Paula Bombara:
En un presente global oscuro, que nos lleva a preguntarnos cada día por el valor de la vida de la infancias y juventudes en todos los continentes, es inevitable pensar qué hubieran hecho, en las aulas y fuera de ellas, en estos diez años los 43 jóvenes estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, cuánto hubieran incidido en sus comunidades. Seguramente habrían causado muchas y muy necesarias alegrías, seguramente, muchos y muy necesarios gestos de solidaridad.
Esperando que en la nueva gestión del gobierno mexicano estos crímenes de lesa humanidad encuentren justicia más temprano que tarde, renuevo mi abrazo a las familias y amigos de los 43.
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Gabriela Peyron:
Ayotzinapa (lugar de tortugas en náhuatl) es la Normal Rural, es Guerrero, es los 43 estudiantes víctimas de una desaparición forzada hace ya diez años: uno más de los hechos de violación a los derechos humanos perpetrados en contra de jóvenes en nuestro país (porque «2 de octubre no se olvida»). A esos 43 jóvenes que tienen rostro y nombre, sus padres y compañeros los siguen buscando, siguen sus sitios vacíos alrededor de la mesa familiar. Hace seis años el presidente López Obrador prometió saldar este hecho violento, dar con los culpables y encontrar a los estudiantes. Hasta ahora sigue siendo una promesa incumplida, una deuda con México y muy puntualmente, con los padres de estos jóvenes.
Señalar, poner en palabras ya sea en relatos o en poesía, hablar de ésa y de tantas otras desapariciones forzadas que siguen impunes, es necesario y urgente. Se lo debemos a los niños y jóvenes que nos leen y nos leerán aquí y alrededor del mundo.
Marcela Arévalo:
Nunca dejar de hablar de lo que duele para que jamás vuelva a repetirse. El Estado cargará siempre con la culpa de haber provocado 43 de las heridas más profundas y dolorosas en la historia. A 10 años de la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa y, en medio de versiones contradictorias, ocultamiento de pruebas, fallos en las investigaciones oficiales y deficiencias del sistema, los seguimos esperando junto a la verdad y la justicia.
Alejandro von Düben:
Es inadmisible que ya a diez años del caso Ayotzinapa aún exista poca claridad al respecto. Así, con tanta impunidad y falta de apoyo, no puede haber descanso para los seres queridos de cada una de las víctimas, ni quienes vivimos en este país podemos sentir una sensación cercana a la libertad, a la seguridad, a los derechos que como seres humanos todos y todas tenemos. Hay que recordar esto de forma constante, hay que tener memoria colectiva. Mientras los crímenes del pasado no queden resueltos, es imposible tener la esperanza de un presente y de un futuro mejor, que respete nuestras vidas. ¿Qué sucedió con las personas que fueron desaparecidas de manera forzada? ¿Dónde están?
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Verónica Murguía:
Un recuerdo como un vidrio roto en el pecho; un zumbido atronador en los oídos; pesadillas donde lo más amado se ha perdido.
¿Cómo es posible que todavía no sepamos la verdad? ¿Que, en lugar de remediarse, esta tragedia se repita ahora en toda la geografía de este país?
Hay que escuchar a las familias. Hay que proteger sus voces, repetir su exigencia porque debe ser, también, la nuestra. Preguntar y exigir.
¿Dónde están? ¿Por qué? ¿Hasta cuando sabremos? ¿Por qué? ¿Por qué?
María José Ferrada:
“Las lágrimas de María Micaela Hernández son grandes, redondas e interminables”, decía una noticia, firmada por Arturo Cano, publicada en La Jornada el 31 de octubre de 2014, a propósito de Abel García Hernández, uno de los 43 jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa.
Han pasado diez años y me pregunto cuántas lágrimas puede derramar un ser humano. Y si será o no verdad que hay quienes mueren de tristeza. Tocaría exigir justicia. Ver cómo se hace para que el tiempo no diluya o silencie de a poco, como suele hacer, esa necesidad. Pienso, en cambio, en que Abel García Hernández a estas alturas habría sido maestro y que en la misma nota Verónica, su hermana, mencionó que la lengua familiar era el mixteco. Desconozco los sonidos que usa esa lengua para palabras como “madre” o “hermano”, así como las canciones de cuna con que las mujeres del lugar hacen dormir a los niños. Y la verdad es que no comprendo las razones por las que la justicia –que no podrá reparar pero sí dar un mínimo consuelo– se niega a hacer su trabajo. Me quedan los frágiles mecanismos que ofrecen las palabras a la memoria, también –dolorosamente– frágil: imaginar que el tiempo retrocede y las lágrimas se recogen; la madre le canta a su niño. Y el niño, que reconoce la voz, se deja llevar por el paisaje del sueño. Un sueño tibio, tranquilo.







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Fotografía: Linternas y bosques