Por: Silvia Federici. 24/09/2022
Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas
En otras épocas he dudado de la idoneidad de publicar un libro de ensayos
que girase exclusivamente sobre el tema de la «reproducción», ya que me pa-
recía una abstracción artifi cial de los múltiples temas y luchas a las que me he
dedicado durante años. En cualquier caso, existe una lógica en la selección de
los artículos de esta recopilación: la cuestión de la reproducción, entendida
como el complejo de actividades y relaciones gracias a las cuales nuestra vida
y nuestra capacidad laboral se reconstruyen a diario, y que ha sido el hilo
conductor que entrelaza todos mis escritos y mi activismo político.
La confrontación con el «trabajo reproductivo» ―reducido, en un princi-
pio, al trabajo doméstico― fue el factor defi nitorio para muchas mujeres de
mi generación, nacidas en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Después de dos guerras, que en el espacio de tres décadas habían eliminado
a setenta millones de personas, los atractivos de la domesticidad y la promesa
de sacrifi car nuestras vidas para producir más trabajadores y soldados para el
Estado no tenían lugar en nuestro imaginario. De hecho, más que la confi anza
en una misma que la guerra otorgó a muchas mujeres ―y que en EEUU sim-
bolizó la imagen de Rosie la remachadora―, fue la memoria de la carnicería
en la que habíamos nacido, especialmente en Europa, lo que dio forma a nues-
tra relación con la reproducción durante el periodo de postguerra. Este es un
capítulo que todavía falta por escribir en la historia del movimiento feminista
internacional.1
Aun así, cuando recuerdo las visitas que, en Italia, siendo es-
colares, hacíamos a las exposiciones en los campos de concentración, y las
historias que se contaban en las sobremesas acerca de la cantidad de veces
que, a duras penas, nos habíamos salvado de ser asesinados por los bombar-
deos, escapando en mitad de la noche en busca de refugio bajo un cielo que
refulgía con las estelas de las bombas, no puedo dejar de preguntarme cuánto
peso habrán tenido estas experiencias en mi decisión, y en la de muchas otras
mujeres, de no tener hijos ni convertirnos en amas de casa.
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Fotografía: Tinta Limón