Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 2 de diciembre de 2023
Varjoja Paratiisissa/Ariel/Tulitikkutehtaan Tyttö/ Trilogía del Proletariado: Sombras en el Paraíso/Ariel/La Chica de la Fábrica de Fósforos (Aki Kaurismäki, 1986/1988/1990)
Compuesta por “Sombras en el Paraíso”, “Ariel” y “La Chica de la Fábrica de Fósforos”, la llamada y reconocida Trilogía del Proletariado del maestro Kaurismäki resulta ser una amalgama de personajes sombríos, de momentos taciturnos y nostálgicos horizontes donde la certeza se torna en un viaje cuyo rumbo no comparte el destino, donde los tonos parcos -cuasi monocromáticos- abrazan la insensatez y la ternura con el mismo tacto; bajo la misma caricia con la que se vislumbra el amanecer y el ocaso. El distinguible y cuasi inigualable carácter (quizá rozando momentos con Roy Andersson y algunos otros con Emir Kusturica) del director finlandés más reconocido en el ámbito formal del cine, comenzó a tomar su silueta más firme con esta serie de películas donde retrató pasmosamente la apesadumbrada vida de los obreros de su país, trabajadores que no sólo se instalan fílmicamente en sus actividades laborales sino que en un mínimo y ligero intento por darle más brillo a sus días -tratando ingenuamente de escapar de las realidades de su jornal- habrán de toparse con los inexpugnables retos de la sociedad y la experiencia misma… La frugalidad, pues, de la felicidad final habrá -irremediablemente- de cruzar los umbrales del pesar, el dolo y el humor ácido e involuntario que nos presentan las decisiones tomadas en el camino.
Bajo un ritmo aletargado y moroso, característica medular del cine de este ya icónico autor, los puentes emocionales y temáticos se dan paso con una soltura cuasi lozana; las particularidades y diferencias se presentan en desnivel logrando así una visión circular de los hechos. Todos sus protagonistas, por ejemplo, son privados de algo: la amistad, el apoyo y el afecto en la primera entrega, el porvenir y el dinero en la segunda, la esperanza y convicción en la última, aunque a bien todos carezcan de lo mismo -y de lo propio. Por su parte el amor -y por consiguiente el desamor- es igualmente un eje central dentro de las piezas, ya sea este como una empecinada búsqueda cuasi improvisada (el azar) o bien por lo que provee: inseguridad, incredulidad, venganza. Todos los caracteres centrales, entonces, tienen en cierta medida problemas con la justicia, se enfrentan a ese bloque de cerrazón y encapotamiento mientras la muerte ha de hacerse presente en diferentes aristas y versiones: crimen (La Chica…), suicidio (Ariel) o accidente (Sombras…)
El tejido que Kaurismäki teje aquí (y que ha tejido en una nada corta filmografía tanto regular como concisa por un poco más de 40 años) es de una impávida postura; su mano se abre (abrió) en este preciso momento y podemos hoy, a la distancia, observar como algunos de los elementos que después maduraría en cintas como El Hombre sin Pasado (Mies Vailla Menneisyyttä, 2002), su obra más elogiada, ya se encontraban en su horizonte; en ese imaginario tan suyo. Queda claro que la cosmovisión de este realizador es única: evocadora a través del sincretismo (su música, por ejemplo), dicotómica (sus personajes son estáticos en su puesta en escena, pero siempre están en translación), así como los nexos que lo unen a otras disciplinas de su propio territorio. En el último acto de La Chica de la Fábrica de Fósforos se tiende un campo interpretativo libre con el maravilloso personaje de La Dulce Envenenadora (Suloinen Myrkynkeittäjä) que su connacional Arto Paasilinna (y con quien siempre ha sido de buena manera analogado) publicó en 1988.
Extraña, sí, pero carismática también, esta trilogía se mueve -casi sin moverse- en terrenos de un encantamiento brillante, que si bien no es para todos, construye un universo que después tomaría un ritmo incontestable; madurando y edificando sobre los mismos peldaños cimentados. Al hablar y observar estas tres cintas en la actualidad es determinar el rumbo de un director honesto, franco, cuya apuesta no le ha hecho el más habitual -ni de cerca- pero sí uno de los más respetados y queridos. Su cine es entrañable, sus personajes por igual; aunque carentes de éxito (el propio autor nombró en alguna ocasión a esta trilogía como de perdedores) rebosan de dádiva y gracia. El universo Kaurismäki, pues, termina por ser un sello imborrable, amistoso y apreciable. Su trilogía del proletariado fue, y sigue siendo, le entrada a un mundo cuasi mágico donde por más lejos que nos veamos, nos podemos encontrar en el alma de cada uno de los momentos y rincones que nos regala. Resulta claramente el pretexto ideal para poder redondear todo lo que ha creado este realizador, a sabiendas que fueron algunos de sus primeros trabajos… Es, pues, una puerta y una ventana a una quimérica realidad por la que nadie quisiera pasar, pero por la que pasaremos, por la que habremos de solventarnos y en la que, eso sí, quisiéramos terminar existiendo. Porque este mundo es así, triste, pero con un horizonte en el que podemos a bien existir como humanos que somos.

La Trilogía del Proletariado de Aki Kaurismäki
Calificación: 3 de 5 (Muy Buena)
Fuente:
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Fotografía: vimediashop.f