Por Güiris J. Fry. ECO’s Rock. 7 de julio de 2018
Juego de Lágrimas (Neil Jordan, 1992)
Más que cincelar sobre la naturaleza del amor, esta cinta de Neil Jordan enmarca la propia naturaleza en el acto de amar; los mecanismos que se engranan para darle forma y sentido a las turbias pasiones que desata el sentimiento; agridulces y claroscuros recovecos donde siempre tienen cabida las traiciones, sacrificios, empoderamientos y recompensas sobre el siempre encantador velo de la mentira. Constituida en dos unidades narrativas que se irán enlazando con mordaz opresión, el camino de este filme va deshilvanando el natural temperamento de sus personajes, individuos con una carga servicial y de inseguridad que se refleja en su necesidad de orientación y deseo. Seres que tratando de comprender la contraparte de sus supuestos valores hallarán la certidumbre de sus actos y habrán de aceptar sus consecuencias.
Situada en el conflicto que sostuvieron el I.R.A y los Ingleses durante décadas, el camino que sostienen dichos bloques no sólo sirve para darse paso y armar un ritmo trepidante en el último movimiento, sino que se arropan en esencia. Abren y entrecierran parajes donde se juegan no sólo la vida sino las posibilidades del placer. El mundo que nos presenta este realizador irlandés es una prisión, personal y colectiva, en el que las conductas cambiantes, reflexivas y variantes no tienen cabida, no tienen espacio. Se encuentran prohibidas por simple propiedad bajo un ensimismamiento de tradiciones y creencias sociales, políticas, y morales. Así, todos los activos de la trama tienen u obtienen una misión que les habrá de llevar a un callejón sin salida, a una decisión final donde habrán de ofrendar sus más encarecidos deseos. La exaltación nacionalista, pues, se enarbola y emparenta con el ímpetu de todo aquello que mueve nuestros siempre discrepantes objetivos de libertad y afecto. La afrenta a la tragedia que debe resistir nuestra pareja central, junto a su tan bien lograda conexión, nos permite inmiscuirnos y seguir el mecimiento emocional que bien habrá de sepultarlos o alzarlos a una especie de victoria personal y de pareja. A una liberación de arcaicos pensamientos con vistas hacía un horizonte distante, sí, pero fuera de cargas pretéritas.
Con una primordial apuesta en la dirección actoral, Neil Jordan hace un pulcro manejo de las interpretaciones de sus histriones. Logra tejer de grácil manera los juicios internos de cada uno de sus personajes cual retrato de nuestras más vastas inquietudes, sospechas y aprensiones. De nuestros prejuicios y recelos. El manejo sobrio de sus elementos técnicos destila, entonces, la diégesis en intimistas cavilaciones, por lo que el montaje de Kant Pan no tiene mayor problema al dejarse llevar por el ritmo y cadencia de la puesta en escena, describiendo de manera testimonial, al igual que la fotografía de Ian Wilson, los escenarios: manifestaciones de la rudeza carnal y la piedad en la lógica de la belleza.
Al final, Juego de Lágrimas termina por ser un filme llevado desde una mente perspicaz, sabedora de los pasos y pormenores siguientes que encadenan el remolino de saciedades y descontentos que habrán de perseguir a sus protagonistas, entes claves que en su ruedo habrán de evidenciar que el amor bien sirve poderosamente hacía polos opuestos. Y es que en su pasión nos puede ofrecer el aprisionar o ser aprisionado, el vengar o ser vengado, el engañar o ser timado… Pero también, claro, se nos presta para salvar o ser salvado.
Juego de Lágrimas de Neil Jordan.
Calificación: 3.5 de 5 (Muy buena).
Fuente:
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=2089829914628718&id=1598949577050090
Fotografía: miramax.com