Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 5 de julio de 2025
Keyke Mahboobe Man/Un Pastel para Dos (Maryam Moghadam & Behtash Sanaeeha, 2024)
Si bien resultaría lógico indicar que el cine es mirada, que se edifica a través de una secuencia de acciones dada por su realizador, el origen de éstos sumarios denota no sólo la cosmovisión de un autor –en caso de que lo sea– sino los propios objetivos de aquello que se plasma en la pantalla; en ocasiones expresivo, en otras tantas sensorial y quizá, en su mayor volumen (lamentablemente) en nuestros tiempos, un simple deseo de fastuosidad y descarga banal de entretenimiento; una muestra clara de la vacuidad contemporánea. Claro que no todo lo que reviste las marquesinas masivas es el total de obras y recorridos dramáticos al que podemos enfrentarnos –no todo se inscribe en esta simple apariencia de hechos. Si bien el cine es en efecto una mirada, también puede ser una observación, un estudio del ánimo, de la desesperanza, la felicidad y el decoro; en este sentido los horizontes emocionales se abren a todo tipo de posibilidades y riquezas –y faltas– del quehacer social y humano. Para muestra la segunda obra en conjunto de esta dupla iraní que después de su portentosa “El Perdón” (2020) –cuya trama expone la compleja disyuntiva de la “verdad” y la “justicia” en los sistemas actuales del derecho institucional y de gobierno– comparte una historia de estructura y pretexto de total sencillez; cristalina en su silueta pero sobre dimensiones profundas que nos abraza con sigilo y nos aprieta hasta obligarnos a detallarle en sus ojos los tiempos venideros; tatuados estos con gran humanismo en sus iris y sus párpados.
Los matices con que construyen su filme esta pareja de directores surge de diversas complejidades de un tejido social qué si bien lo podemos sentir alejado, es mucho más global y cercano de lo que queremos creer. No parte, ni surge, de un celo comunitario, de una exhortación ante una cerrazón de lo vivido día a día. La sensibilidad detrás de esta resultante es mayor, es de una escucha constante, de una perceptibilidad que emana de un compromiso cabal por darle voz a aquellos que diversos marcos sociopolíticos y sociodemográficos se los niegan y se los han negado por tradición y/o sistema. En este caso, el amor y la esperanza del cariño, del anhelo por el arropamiento y el derecho vital a una pareja; un atisbo encarecido a la soledad en las personas de la tercera edad sin caer en peroratas filosóficas o simbólicas (que, si bien son altamente interesantes, se dirigen a una audiencia de nicho); el enfoque aquí es completamente amigable y para todo espectador que se permita rascar en las paredes de sus años de vivencia y se atreva a reflejar sus consecuentes momentos de vejez. Esto, claro está, sin dejar de lado los puentes generacionales que, en ellos, los viejos, hay y existen: la sapiencia de los años y la comprensión con las problemáticas actuales –tanto regionales como mundiales. Los viejos saben y sienten, enseñan y conciben.
Con una ligereza pasmosa, la apuesta es coherente en cuanto a estilo y técnica. En cuanto a forma y estructura. Mahin, nuestra protagonista, es una mujer septuagenaria que va pasando los días entre memorias tullidas, llamadas de larga distancia con sus hijas y reuniones cada vez menos constantes con sus amigas cuyos temas son meramente una exposición catártica de sus enfermedades y otras tantas deficiencias de salud que se han ido presentando. Un día, por azares del destino, decide cambiar el rumbo habitual y así conoce a Faramarz, un taxista igualmente septuagenario al cual invita a su casa por la noche. Bajo ese ingenuo alegato, lo que construyen Moghadam y Sanaeeha pareciera ser una cita improvisada que parte del nervio y la casualidad, no más que ello, pero lo que se logra aquí es una reunión de diversas aristas encontradas, desde la nostalgia hasta la ternura, desde el empuje hasta el ocultamiento. De esta forma lo que se edifica aquí es la vida misma: un breve tramo de tiempo establecido en un espacio determinado. Una ecuación, pauta y ley donde habitan los espacios de la estima, el temor, el dolo, la remembranza y el término de los hechos; la despedida.
Con un dejo de ese cristalino candor y natural ritmo social con que nos deleitó en gran parte de su trayectoria el extraordinario Abbas Kiarostami, este recetario de experiencias se abre paso entre líneas, entre los recovecos de aquellos que se prestan a disponer el tiempo para escuchar antes que hablar, para velar antes que descubrir o indicar. Las voces que se extienden aquí son las de aquel que observa sabiendo que es observado. El ciclo se apertura y se cierra sin censura o cancelación alguna. Lo obtenido aquí es un respiro de aire fresco ante la espectacularidad fútil, es un vaho que nos enseña y demuestra que el cine, el buen cine, parte de lo más cercano y común; nuestro interior. De esa forma establecemos una comunicación con nosotros mismos, estemos donde estemos. Estemos como estemos. El cine une.
Un Pastel para Dos de Maryam Moghadam & Behtash Sanaeeha
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena).

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Fotografia: Amazon UK