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Octavio Salazar: “Tenemos que convertir cualquier espacio en un espacio feminista”

por RedaccionA abril 19, 2024
abril 19, 2024
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Por: Sarah Sidki. 19/04/2024

El jurista y catedrático Octavio Salazar publica Yo, Nosotros; Diario de masculinidades por desarmar, un relato íntimo en el que parte de vivencias personales para explorar cómo se transforma y deconstruye la masculinidad con los avances del movimiento feminista. Bajo el filtro de la ficción, invita a llenar las redes sociales de “mensajes más positivos” que atraigan a los jóvenes negacionistas de la violencia de género y a “convertir cualquier espacio en un espacio feminista”.

“En ‘Yo, Nosotros’ (Editorial Cántico) hay una mirada más plural de todas las masculinidades que yo veo a mi alrededor y a las cuales trato de ver y analizar si efectivamente están cambiando, si siguen siendo las mismas de siempre y trato de establecer un diálogo con ellas“, explica Salazar (Córdoba, 1969) en una entrevista con Efeminista. 

Miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional y del Comité de Expertos del Instituto Europeo de Igualdad de Género y autor de libros como El hombre que no deberíamos ser, #WeToo. Brújula para jóvenes feministas, Salazar abarca un problema estructural y se dirige a hombres, jóvenes y adultos, desde una perspectiva de género que rompe con los roles y expectativas de las masculinidades tradicionalmente tóxicas.

Desarmar la masculinidad

Pregunta (P): Yo, Nosotros es un diario, su libro más íntimo. ¿Qué lo diferencia de otras publicaciones como Autorretrato de un macho disidente o El hombre que no deberíamos ser?

Respuesta (R): Este libro tiene mucho que ver con ‘Autorretrato de un macho disidente’, porque también partía de mi propia experiencia vital para hablar de la transformación de la masculinidad. Ahora he puesto el foco, no solamente en mí mismo y en mi experiencia, sino también en mi alrededor y en hombres que de alguna manera forman parte de mi vida.

De ahí el título ‘Yo, Nosotros’. Aquí trato de ir más allá de mí mismo y recoger todas esas historias que están basadas en experiencias reales para tratar de hablar, en definitiva, de lo mismo que hago en otros libros.

Es decir, qué le pasa al hombre en este momento histórico y de qué manera estamos respondiendo a los cambios generados gracias al avance del feminismo y esas cuestiones que se están poniendo sobre la mesa en materia de igualdad. Quizás, también, este libro surge en un momento de mi vida en el que se cruzan varias cuestiones.

Por un lado, llega ese momento de los 50 años, me parece que hay una especie de transición hacia otro momento. Mi hijo cumple 18 años y se va a estudiar fuera, entonces hay un momento de cambio en la relación con él y en cosas que yo planteo respecto a mi vida. Y, en un tercer momento, estaría cómo mis padres van entrando ya en un momento vital del final de la vida, del progresivo del interior, están ya los 80 años.

Entonces yo creo que eso, a nivel personal, confluye en que yo siento la necesidad de pararme y reflexionar sobre qué está pasándome a mí como hombre.

P: En el libro narra una escena con su padre en la que le baña y le corta las uñas de los pies. ¿Es importante visibilizar la intimidad y el cuidado entre hombres? 

R:  Sí, es muy importante, sobre todo, me gusta mucho utilizar el término ‘vínculos’. [Visibilizar] cómo habitualmente los hombres hemos sido socializados y desvinculados de los otros y de las otras en el sentido de no establecer conexiones emocionales, íntimas, afectivas… Y cómo nos cuesta muchísimo, a mí el primero, establecer esas relaciones.

A las mujeres, por el contrario, les han enseñado a socializar de esa manera y sostener el ambiente familiar, de los vínculos y de los cuidados que van más allá de lo físico. Tiene que ver mucho más con lo afectivo, lo emocional, el estar pendiente de otro, el contarnos determinadas cosas, el establecer una acción de intimidad. Yo creo que ahí los hombres tenemos una tarea pendiente, porque no somos capaces de romper esa barrera.

Por eso es muy importante que lo trabajemos y lo visibilicemos. Proyectarnos en esos vínculos también nos educa en el desarrollo de una ética mucho más positiva frente a esos modelos más tradicionales que nos sitúan en la dinámica de la violencia, de la competición, de la ambición.

Estar vinculado con otras personas te hace tener una ética, como dice el feminismo, una ética del cuidado.

Y puede suponer una transformación, no solo personal, también política, en el sentido de que desde ahí podamos educarnos y educar a otras generaciones futuras desde esa perspectiva mucho más cuidadosa, donde tradicionalmente los chicos no hemos sido educados y socializados.

Cuando hablamos de la corresponsabilidad, siempre se nos viene a la cabeza el trabajo doméstico, cuidar de los hijos… Pero hay otra parte más invisible que son los vínculos, la parte más emocional. Los hombres no sabemos hacerlo.

Portada de ‘Yo, nosotros. Diario de masculinidades por desarmar’

Atraer a los más jóvenes

P: ¿A quién se dirige este libro? ¿A jóvenes que se están formando o a hombres en proceso de deconstrucción?

R: Ojalá se pudiera leer por hombres de todas las edades. Pero, por lo que cuento y cómo lo cuento, hombres de una cierta generación y momento vital pueden sentirse más reflejados en muchas de las cosas que aparecen. Por ejemplo, en esa necesidad de convertirnos en cuidadores de nuestros padres.

Es decir, ¿qué pasa cuando nuestros padres y nuestras madres envejecen y nosotros tenemos que cuidar de ellos?, ¿qué pasa cuando nuestras hijas empiezan a volar por su cuenta y ya no nos necesitan en el día a día? Por todo eso, los hombres que están en torno a mi edad puedan sentirse más cercanos a lo que relato. Pero al mismo tiempo, todas esas historias que van interpulsándose tienen que ver con la experiencia de muchos chicos jóvenes. De historias de chicos jóvenes que han vivido sus identidades sexuales. Quizás ahí haya algo también muy cercano a ellos.

También podemos plantearnos que los chicos más jóvenes necesitan otros referentes. Otros espejos masculinos en los que mirarse que no sean siempre los superhéroes, los tipos triunfadores, los fuertes, los hombres, esas especies de dioses imposibles…

Hace falta “autocrítica”

P: Uno de cada cuatro jóvenes niega la violencia machista. ¿Por qué ocurre esto?  

R: Es uno de los temas que estamos dándole muchas vueltas, con mis compañeros y compañeras siempre sale esa cuestión. No se puede responder de manera simple porque es muy complicado.

Primero, tendríamos que hacer una cierta autocrítica, es decir, se han hecho cosas y estamos haciendo cosas, pero a lo mejor no las estamos haciendo del todo bien y estamos fallando en el lenguaje que utilizamos con los jóvenes. Sobre todo en la estrategia educativa, en cómo nos estamos acercando a ellos. Quizás en estos últimos años se ha puesto mucho el foco en las chicas (era lógico que se hiciera) y ha provocado un rebote, ha hecho que buena parte de los jóvenes sientan que están fuera de esta historia. Hay cosas que no hemos hecho bien, insisto, desde el punto de vista educativo.

Por otra parte, el mundo digital está teniendo un papel clave, donde ese discurso reactivo se está convirtiendo en un discurso muy transversal, incluso político.

Prácticamente todos los partidos políticos sostienen esos discursos, en las redes sociales esos discursos se atrampan a sus anchas y eso está llegando especialmente a unos jóvenes que reciben mensajes muy contradictorios.

Escuchan, por un lado, que el feminismo defiende la igualdad y nos hace mejores, y al mismo tiempo hay cientos de youtubers, influencers y políticos que defienden el orden tradicional y la masculinidad de siempre.

Estamos en un momento especialmente complejo en el que se ha avanzado en el discurso social, sobre todo en las mujeres. Por ejemplo, las chicas jóvenes tienen ya clarísimos los límites en lo que tiene que ver con las relaciones sexuales. Pero en el caso de los chicos, tendríamos que poner más la atención en ellos, desde el punto de vista de las políticas educativas, de igualdad, porque de lo contrario vamos a generar un divorcio difícil de solucionar.

La extrema derecha y los discursos reactivos están sabiendo llegar a muchos hombres y chicos jóvenes que se sienten perdidos o desubicados, que no saben qué hacer. Hay que trabajar con ellos para que vean y construyan relaciones desde la igualdad.

Un cambio en el discurso

P: ¿Qué peso tienen las redes sociales para fomentar el feminismo en los jóvenes?

R: Tenemos que ser conscientes de los espacios con los que estamos llegando a los más jóvenes y el tipo de lenguaje que usamos. Si el espacio donde más tiempo pasan los jóvenes y donde se comunican son las redes sociales, pues tendremos que estar ahí de manera mucho más presente.

Tenemos que usar las redes para lanzar mensajes, pero que no sean castigadores o punitivistas, porque ese tipo de mensajes no van a frenar el machismo ni van a frenar las violencias sexuales, y sí van a generar una percepción moralista del sexo y las relaciones.

Y el feminismo no está en contra del sexo ni de tener experiencias. Pero si está para denunciar situaciones violentas.

Por eso, tenemos que transmitir mensajes positivos, que seducirles, para que entiendan que el feminismo está aquí para que todos y todas nos entendamos mucho mejor, para que podamos tener una vida agradable y pacífica. Tenemos que convertir cualquier espacio en un espacio feminista.

El poder del Derecho para cambiar estructuras

P: ¿Por eso llevó el feminismo a su labor como jurista?

R: Sí, claro. En la parte pequeña o grande que me corresponde al enseñar, trato de que esa línea esté presente en el Derecho. En mis clases, enseño cómo desde el feminismo se ha construido una crítica del Derecho, del mundo jurídico, de las instituciones, del Estado, de los derechos humanos, etc. Trato de recuperar las aportaciones de mujeres juristas que han luchado por la igualdad.

No me interesa hacerlo de otra manera porque es mi militancia. Desde la investigación y la docencia deberíamos ser militantes. Siempre pensamos que el Derecho solo sirve para mantener el orden y dictaminar lo que está bien y lo que está mal, pero el Derecho sirve para transformar la realidad y cambiar las estructuras. Como jurista, tengo esa posibilidad de servir como palanca entre el Derecho y la realidad.

Educar y enseñar a futuros juristas desde una perspectiva feminista es fundamental, porque en el futuro va a ser una herramienta clave para tomar decisiones sobre los derechos humanos y los colectivos sociales.

P:  ¿Se ha avanzado en leyes con perspectiva de género? 

R: Las primeras leyes que han tratado la igualdad y la violencia machista datan del 2004 (Ley contra la Violencia de Género), 2007 (Ley para la Igualdad Efectiva). A partir de ahí vinieron otras muy recientemente. Ha habido muchas críticas a estas leyes, el problema es cómo se interpretan y cómo se aplican.

El Derecho es un proceso, hay un desarrollo legislativo que no termina cuando se publica en el BOE. Además está cómo (jueces, tribunales, fiscales, etc) interpretan las normas.

En el caso de Dani Alves y la compensación por el daño moral, es muy discutible la interpretación, deja en el aire los resultados positivos que ha tenido la aplicación de la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual. Por eso, volvemos al terreno donde sigue habiendo fallos, que es el terreno de la aplicación e interpretación del Derecho. Sigue fallando porque los juristas que no han sido formados con perspectiva de género.

Hay jueces y juezas que se están formando y cada vez hay más, pero sigue habiendo una resistencia al feminismo en el Derecho porque es una rama muy patriarcal y conservadora. Aún así, hay cada vez más mujeres (en la judicatura).

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Efeminista

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