Por: Asfandiyar. 10/01/2025
Traducido por: Lourdes Sada
Se suele desviar la mirada de la explotación de niños que rondan por peligrosas fronteras
En Torkham, bullicioso cruce fronterizo entre Pakistán y Afganistán al noroeste de Pakistán, hay un constante revuelo de camiones y remolques que transportan bienes y suministros esenciales de un país a otro. Entre el bullicio, una imagen tan llamativa como inquietante: niños corriendo entre los grandes camiones, cargados con un sinfín de cosas.
Navegan entre el peligro con una agilidad sorprendente, evitando el tráfico y la mirada siempre vigilante del personal de seguridad. Su presencia saca a la luz temores sobre sobrevivencia, explotación y la oscura economía sumergida de esta precaria región.
En la zona fronteriza de Ghazgi, ciudad del oeste de Afganistán, niños como Ahmar, de 12 años, enfrentan dificultades similares. Ahmar, como otros chicos, transportan chatarra de automóviles a través de la frontera afgana hasta Pakistán, y son la encarnación de las dificultades de una generación agobiada por el trabajo duro y la desesperanza.
Vestido con ropa gastada y un remendado sombrero tradicional pastún, Ahmar contribuye a los ingresos familiares. En el último año ha estado llevando una bolsa de 5 kg llena de chatarra de automóvil entre Pakistán y Afganistán. Explica que su hermana lo espera en la frontera para llevar artículos de un comisionista o un almacén de uno de los dos países y cruzar al otro. Cuando llega a la frontera un cargamento de piezas de automóvil, se dirige a su casa para reunir el material comercial. En ocasiones, pasa toda la noche al borde de la carretera, esperando la oportunidad de ayudar a su hermano a recoger chatarra para él. A algunos niños, sus padres les encargan hacer contrabando de bienes comerciales, y hacen el peligroso viaje a la frontera ellos solos.
Un supervisor de almacén accedió a hablar con Global Voices con la condición de guardar el anonimato, y reveló que hay una mafia organizada confabulada con la administración fronteriza que envía y recibe bienes que pasan de un país a otro. Según el supervisor, muchos de los niños involucrados en estas actividades no están acompañados de ningún familiar adulto, aunque son los propios padres, que trabajan en el almacén, quienes traen a algunos de estos niños para que ayuden a hacer contrabando de bienes por la frontera. Con frecuencia, estos padres coordinan con operadores de almacén de Afganistán para transportar bienes en su viaje de vuelta. A cambio de estos servicios, los padres reciben una compensación por su trabajo.
Farman Shinwari, expresidente del sindicato obrero de Torkham, reveló en una entrevista presencial que en la frontera hay más de 3000 trabajadores que realizan actividades comerciales, de los que un 70% son niños.
Kashmala, de 7 años, también es afgana. Trabaja como obrera en Torkham (Pakistán), con sus familiares y otros niños de la zona. Kashmala vive a una hora de Torkham, y vuelve a casa de tanto en tanto para darle a su madre 2000 o 3000 rupias (entre 7 y 11 dólares). Este dinero se usa para mantener a sus dos hermanos y sus tres hermanas. Al preguntarles por el trabajo de Kashmala, los padres admitieron con tristeza que los incidentes de agresiones sexuales y violencia contra los niños son alarmantemente frecuentes en este tipo de trabajo.
Según Farman Shinwari, el trabajo infantil no está totalmente restringido por ley en Pakistán porque si se prohibiera tajantemente, los niños intentarían cruzar la frontera a pie a través de zonas peligrosas, saltando vallas o escondiéndose en vehículos y camiones, lo que conduciría a más accidentes. Durante las reuniones ocasionales con las autoridades fronterizas afganas y pakistaníes, también participa como representante de un sindicato. Shinwari afirma que en cada reunión, las autoridades enfatizan insistentemente la necesidad de restringir la actividad de los niños que pasan bienes, y en ocasiones, detienen el movimiento de niños en la frontera durante varios días.
Según estos datos, 30 niños han muerto en los últimos dos años atropellados por vehículos de transporte. No obstante, el Gobierno no tiene registros de estos niños, y no existe ningún sistema para asistir financieramente a sus familias.
Abusos sexuales a niños trabajadores
Azam Khan tiene 12 años y procede de la ciudad pakistaní de Landi Kotal. Cruzó la frontera a pie desde Afganistán y llegó a un almacén ubicado en la frontera pakistaní con 20 cartones de cigarrillos a hombres. Sus sudorosas ropas pesaban aún más por el polvo, y estaba sentado cerca de una máquina de agua para saciar su sed. Cuando le preguntamos por las marcas y cicatrices de su cara, reveló que había sido víctima de maltrato muchas veces por parte del personal de seguridad pakistaní en la frontera y de los milicianos afganos.
Azam explicó que mientras trabajan, los niños se convierten en blanco de abusos físicos y sexuales. Mencionó una vez que fue a dormir a un lugar que le dio el gerente del almacén, y allí fue víctima de un intento de agresión sexual.
Ferman Shinwari comentó que el número de niños que trabajan en condiciones difíciles en Trokham se ha incrementado por las sanciones internacionales impuestas a Afganistán tras la toma del poder de los talibanes. El 10% de los niños son pakistaníes, y el resto afganos. Muchos de estos niños son el único sostén de su familia, cuyos miembros mayores han muerto o han quedado discapacitados por el conflicto.
Sin revelar su nombre, un funcionario de la cárcel Landi Kotal Sub dijo que en Torkham, los niños se utilizan para contrabandear bienes comerciales y traficar con drogas. Afirmó que en el último año, 20 niños fueron detenidos, pero por falta de instalaciones específicas para ellos en la prisión, sus casos se enjuician y sentencian rápidamente. Según este funcionario, un número significativo de niños arrestados son afganos y son entregados a las autoridades de su país.
Sufyan, hermano mayor de Kashmala, trabaja en un taller de soldadura en la frontera de Torkham. Foto de Ramna Saeed, utilizada con autorización.
¿Cuántos niños trabajadores hay?
El número exacto de niños trabajadores de Jaiber Pajtunjuá no está disponible, según Lehaz Ali, periodista de la agencia France Presse. Alí mencionó que no hay datos exactos ni una planificación gubernamental efectiva para gestionar los problemas que enfrentan los niños trabajadores de la región, lo que dificulta enormemente determinar el número preciso de estos niños.
Según el último sondeo, realizado en 1996, cerca de 3,3 millones de niños pakistaníes ejercían alguna forma de trabajo infantil en sectores específicos. De estos, un número considerable, aproximadamente un millón de niños, proceden de Jaiber Pajtunjuá. No obstante, en este sondeo no se incluyeron zonas tribales, refugiados afganos ni sectores informales.
«El trabajo oficial de recabar datos para el sondeo comenzó en enero de 2022. Tras la fase de recopilación de datos, en octubre de 2022, comenzó el proceso de validación y corrección de estos datos, que se completó en abril de 2023. Se necesitaron cinco meses para compilar el informe. La comisión identificó a niños afganos víctimas de distintos problemas, y con ayuda de las autoridades mencionadas, se pusieron en contacto con sus familias en Afganistán. Actualmente, más de 30 niños se encuentran en centros de rehabilitación de la comisión», dijo Ajaz Muhammad Khan, jefe de la Comisión de Protección y Bienestar de la Infancia de Jaiber Pajtunjuá, en entrevista con Global Voices.
Leyes de protección a la infancia
En la provincia de Jaiber Pajtunjuá, después de aprobarse en 2015 varias enmiendas a la ley de protección y bienestar de la infancia de 2010, se crearon la ley de educación primaria y secundaria obligatorias de 2017 y la ley de prevención del trabajo infantil, en la que se aclaran las condiciones que afectan el trabajo de los niños. Tras el incremento de casos de violencia sexual contra niños en Jaiber Pajtunjuá, la presión de los activistas sociales y el público impulsó enmiendas a la ley de protección infantil de 2010. Esta ley se presentó ante el gabinete provincial en 2021, y su borrador fue aprobado por unanimidad después de que se eliminó una sección polémica. Esta sección sugería que se hicieran videos públicos de las ejecuciones de pedófilos, pero se retiró a causa de las opiniones encontradas.
Según la ley enmendada, un convicto de pedofilia será condenado a cadena perpetua, una pena de muerte y a una multa de hasta cinco millones de rupias (18 000 dólares). Hacer videos de abusos sexuales a niños supondrá una condena de 20 años de cárcel y una multa de dos millones de rupias (25 200 dólares), y difundir un video de este tipo estará penado con 10 años de cárcel y multa de dos millones de rupias (7200 dólares). En la versión final de la ley queda eliminada la pena de muerte y la amputación de la sentencia de condena por ataque sexual.
Queda por ver si esta ley y otras medidas contra las agresiones a niños y el peligroso trabajo infantil protegen a los vulnerables niños de la frontera, pero los activistas se mantienen la esperanza y siguen con su lucha.
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Fotografía: Global voices. Ahmar, de 12 años, trabaja en un taller mecánico recogiendo repuestos de automóviles. Foto de Ramna Saeed, utilizada con autorización.